Por Carlos Meneses
La biografía es un género nada sencillo, puesto que no se trata solamente de investigar sobre un personaje y acumular gran cantidad de datos, si no que también cuenta, y mucho, la forma como se utilicen esos datos. Hay ,verdaderos maestros en escribir biografías, señalemos por ejemplo a uno de ellos, Stefan Zweig. Apertrechado con enormes conocimientos sobre lo que quería escribir resolvía el problema con una sencillez impresionante. El retrato del biografiado iba apareciendo a buen ritmo y con una nitidez de agradecer. Nada de complicaciones, nada de esquivar claves y mantenerlas escondidas para darlas a conocer sólo al final o a cuenta gotas, como procurando un ambiente de misterio.
En el primer semestre de este año se publicó en Lima un interesante libro titulado: Oquendo biografía de uno de los mejores poetas peruanos del siglo veinte. Realizada por un estudioso y claramente admirador del biografiado, Rodolfo Milla. En las 700 páginas de las que consta el libro y que es sólo el primer tomo que llega hasta 1930, cuando el poeta abandona Lima y marcha (por razones de salud) al Departamento de Puno, encontramos valiosa información sobre por lo menos un cuarto de siglo de la vida literaria peruana. Desfilan nombres, datos, hechos, declaraciones, retazos de diarios y revistas, todo lo que pueda proporcionar respaldo a la abundancia de caminos que se abren a partir de la búsqueda de la vida de Carlos Oquendo. Hay momentos en que la información es tan ambiciosa que un lector desprevenido puede pensar que está leyendo una historia de la literatura peruana de aquellos años y puede llegar a olvidar que se trata de una biografía.
Pero a pesar de tener que navegar en proceloso mar debido a la abundancia informativa, quien quiera encontrarse con el poeta lo va a conseguir. Y se va a llevar una buena sorpresa, no se trata del Oquendo que se ha venido mostrando en biografías anteriores, un muchacho famélico, superlativamente triste, aunque con jaspes de gran sentido del humor, que es como lo hemos pintado quien escribe estas líneas, así José Luis Ayala, y el propio Mario Vargas, que fue el primer y emocionado impulsor de la búsqueda de mayores señas de identidad del vate puneño, sino con un Oquendo muy viyaz, muy seguro de sí, buen estudiante, decidido luchador por los derechos estudiantiles, activo comunicador, pulso firme para enfrentar dramas y debacles que siempre se le presentaron en su camino y que de acuerdo a esta nueva biografía siempre procuró resolver.
El Carlos Oquendo de Amat de Milla no es un joven que sólo acude a San Marcos para leer en la biblioteca, como lo han descrito muchos de quienes lo conocieron en esos tiempos, es un estudiante distinguido. Un valeroso defensor de la justicia. Este hombre nacido en 1905, que cumple sus estudios secundarios en el colegio Guadalupe, y sus cursos de Letras en San Marcos, se convierte dentro de las páginas de este libro, en algo así como una luz intermitente, aparece y desaparece, más lo último que lo primero. Pero en 700 páginas si la séptima parte está destinada a él es suficiente. Tal vez el inconveniente está en la discontinuidad como se muestra al poeta. Hay que recordar la visión que se da del estudiante, la de sus reuniones fuera de la Universidad, con los lejanos conceptos que el biógrafo ofrece sobre su carácter, su comportamiento, su visión de la vida. Hay una serie de datos que ayudan a obtener este retrato, un retrato singular, diferente a todos los anteriores, pero tal vez, y sin ánimo de menoscabo, falto de naturalidad, distorsionado porque no siempre vemos a Oquendo siguiendo las pautas que señala el biógrafo. Sabemos por éste que responde a tales características, y en muchos momentos lo vemos desarrollando esa conducta pero en otros no. En otros solamente se señala cómo fue su trato con la familia tanto paterna como materna, o cómo actuó sentimental y sexualmente. Este último tema es siempre motivo de dubitaciones. Y Milla no se libra de ella, incluso se diría que es el momento en que le tiembla un poco la mano y su escritura se torna algo bronca.
Es de aplaudir que de esas 7OO páginas pueda emerger un poeta diferente al que conocíamos. Que en su procura de ofrecernos el máximo de información sobre Oquendo, el biógrafo nos vaya mostrando otros personajes, otros aspectos diferentes a la poesía, o simplemente como si se tratara de un faro que ilumina todo un radio de acción, nos muestre la vida intelectual más representativa del Perú. Pero hay claros desvanecimientos de seguridad cuando se enfoca hacia la familia Oquendo y a otras personas vinculadas a esta. Se tiene que agradecer el aporte de Milla, sin que eso signifique que todo cuanto se ha escrito anteriormente sobre el poeta y sus 5 metros de poemas quedan invalidados. Solamente se trata de otra foto de la misma persona. Los estudiosos harán los cotejos necesarios entre unas y otras visiones del mismo personaje.
Palma de Mallorca, octubre 2006