Por Dante Castro Arrasco
Los seres humanos que se precian de inteligentes vienen demostrando su indignación por la campaña a favor de la impunidad que primero desató el servil Alan Wagner, la secundó el genocida Alan García y la acaba de reiterar el delincuente común Luis Giampietri (mantenido por Alex Kouri como "ciudadano ilustre" según Resolución de Alcaldía 000111 del 3 de febrero de 2003). Acabo de leer el excelente y valiente artículo de César Hildebrandt en La Primera, haciendo una comparación entre la conducta del caballero de los mares, Miguel Grau Seminario y el pésimo discurso de Luis Giampietri en el día de la batalla de Angamos. De orador no sirve, de teórico tampoco. Tal vez de padrino de una mafia que mueve sus hilos no tan invisibles dentro de su institución, y eso lo saben y callan numerosos oficiales probos que no comparten su reino.
LA MARINA QUE NO DESCIENDE DE GRAU
Cada cierto tiempo, la Marina de Guerra del Perú se cubre de oprobio ante la mirada internacional. Por supuesto, aquí, con esta prensa parametrada por el fundamentalismo neoliberal, la noticia sale pequeñita y fugazmente por un día. No se investiga más. Pero ya es crónico que a un barco (BAP) de la Armada Peruana caiga en puerto extranjero cargado de cocaína. ¿No me creen mis lectores? Vayamos a la Biblioteca Nacional o a cualquier hemeroteca surtida como la de la Pontificia Universidad Católica y perdamos horas sacando información y fotocopias. Ni el buque escuela en gira de cadetes egresados se salvó de un escándalo en Italia. Y no digo más, porque si hablamos de Pucallpa (1989), la Marina y el narcotráfico, seguramente nos sucedería un lamentable accidente, como les ha pasado a algunos honrados miembros de su institución. Siempre he dicho que el color blanco del uniforme les viene a pelo.
César Hildebrandt se pregunta en reciente artículo si ésta es la misma Marina que heredó de Grau el respeto por los vencidos. Y sabe que ésta no es la Marina de Grau, que ésta que tenemos delante de nuestros ojos no sufre ni padece porque el Huáscar esté anclado en puerto chileno como trofeo de guerra. Y César sabe, como todos, que esta Marina no respetó la vida de heridos ni rendidos en la campaña antisubversiva, sobre todo en Huanta.
¿Álvaro Artaza?... Sí señor, pertenece hasta hoy a la Marina, lo llamaban en los 80' el comandante "Camión", el mismo que masacró, torturó, mutiló y desapareció huantinos y huantinas de todas las edades. ¿En qué se parece este infame valentón de letrina a Miguel Grau o a Juan Fanning?
Voy a sacar un caso del baúl de los recuerdos. El colega Jaime Ayala fue a reclamar al cuartel de la Marina de Huanta por los maltratos que sufrió su madre en manos de efectivos armados de esa institución. Pues este colega periodista ingresó al cuartel por un reclamo legítimo para nunca más salir por sus puertas. Los autodenominados "herederos" putativos de Miguel Grau Seminario, el caballero de los mares, lo mataron después de torturarlo. Un periodista asesinado y desaparecido por su pútrida institución, señor Giampietri. Por reclamar algo justo, señor Giampietri. Tal vez nadie ha maltratado a su madre, oiga usted cachalote blanco, porque a diferencia de la madre de Ayala, la suya no llevaba trenzas ni polleras.
Este hamponcete de muladar quiso recontar en su discurso del 08/10/06 a las "víctimas" de la Marina, dizque "asesinados" en enfrentamientos armados, como si eso fuera posible. Aceptamos que Ponce Canessa y Caferatta fueron asesinados en atentados selectivos. Pero ¿quién "asesinó" a los marinos que atacaban la cárcel de El Frontón? ¿Quién puede decir que en un enfrentamiento armado entre dos bandos hay "asesinatos"? ¿Las bajas de enfrentamientos, emboscadas y combates ahora figuran como "asesinados"? Pásenle un diccionario jurídico a este truhán de albo uniforme, por favor, y que averigüe allí qué es un asesinato. Lea bien, mire bien, ilústrese el émulo criollo de Tartarín de Tarascón. Y a este hampón de poca monta se le ocurrió dar la cifra irrisoria de los marinos fallecidos, que no llegan ni remotamente a cien muertos, en quince años del mismo conflicto que costó la vida de 69,000 peruanos aproximadamente. Como cualquier porrista de barra brava, sólo es avezado en grupo, con su institución detrás: valiente para matar, cobarde para morir.
Por esta última razón en la Operación Chavín de Huantar no podía quedar un solo guerrillero del MRTA vivo. Ni heridos ni rendidos. Doscientos contra catorce. Guerra sin prisioneros fue la consigna. Eran testigos de sus súplicas por su vida, de los diálogos dilatorios, de las conversaciones fingidamente amicales de quien temía ser ejecutado por crímenes de lesa humanidad. Mientras el hoy cardenalicio agente del Opus Dei (para quien los DDHH son una cojudez) manejaba el tráfico de micrófonos en imágenes sagradas, el obeso Giampietri jugaba con sus posibilidades de contacto de inteligencia y así salvar su vida, que la tenía y la tiene en mucha consideración.
De paradojas está escrita la historia. Y así no lo soporten algunos ingenuos reos de la parametrización informativa antiterrorista, quien le enseñó a Giampietri que se podía imitar el ejemplo del caballero de los mares, que se debía respetar la vida y la integridad física de vencidos, rendidos y capturados, no fue un marino: fue Néstor Cerpa Cartolini. A él le debe la vida.
GONZALO Y GIAMPIETRI: ¿GEMELOS O SIAMESES?
Alguien me dice por aquí que el fundamentalismo gonzalista está planteando una "amnistía para todos", para "vencedores y vencidos". No me consta porque no tengo un documento oficial de esa organización que sigue abundando en prosélitos numerosos pero que no se atreve a hacer un congreso nacional ni una evaluación de su participación en la guerra interna.
Si es así, me parecería vergonzante que los miembros del PCP-SL se pongan en el mismo plano de igualdad que los genocidas de uniforme. Esto les quitaría cualquier resto o residuo de autoridad moral, cualquier perfil de autodenominados revolucionarios, cualquier diferenciación entre el proceder del enemigo de clase y aquellos que dizque pretendían cambiar la sociedad. Si es así, es porque aceptan que son iguales. Están aceptando ser idénticos al teniente Telmo Hurtado, al comandante "Camión", al general Huamán, al general Noel, al mismo Giampietri que comandó la innecesaria y venal destrucción del pabellón azul en el Frontón.
Si hay algo que asemeja a Giampietri con el camarada Gonzalo, es su celoso aprecio por conservar la vida. Abimael Guzmán Reynoso aseguraba en la famosa "Entrevista del siglo" que "los revolucionarios llevamos la vida en la punta de los dedos". Cualquiera diría en aquel entonces: ¡Qué gran sujeto!... ¡Qué bárbaro!... ¡Por fin un líder que está dispuesto a entregarlo todo!... ¡Este no es un bocón como los izquierdosos oficiales!...¡Este sí es de los verídicos!...
Pero en la captura definitiva de 1992 el público televidente de todo el Perú y el mundo, pudo ver a un tipo pusilánime que ni siquiera intentó agarrarse a trompadas con sus captores. Hizo el streap tease casi completo a pedido de quienes lo filmaban. Pasaron los años, con tortitas de cumpleaños, toffies de La Ibérica, Anís Nájar y paseo en yate para amantes, ablandamiento mental, acuerdo de paz y ofertas de su paisano Montesinos que no supo rechazar. Cuando le dijo Feliciano, su otro paisano, antes de abofetearlo: "Y tú, ¿cuándo has combatido?", no faltó a la verdad. Como Giampietri, está enseñado a mandar a que otros combatan, a que otros maten, a que otros mueran, a que resistan hasta el último hombre y fecunden con su sangre el camino del futuro. Pretextos hay un montón, que el comando nunca muere, que el mando debe dirigir y preservarse, que el partido manda al fusil y no al revés, etc. Los conocemos todos. Pero también conocemos la máxima del Che: "cuando una revolución es verdadera o se triunfa o se muere".
Entonces digo, si es cierto que los gonzalistas ahora están reclamando por una amnistía "para todos", no merecerían autodenominarse revolucionarios. Serían la primera agrupación armada en América del Sur que piden perdón para los militares y policías genocidas. Serían la única que no reclama por los desaparecidos del pueblo llano, sino que sólo negocia por los suyos y por la comodidad de su líder. Díganme si me equivoco o si mis fuentes de información son erróneas. Es necesario despertar de esta pesadilla de impunidad que se viene extendiendo como una metástasis por todo el país.
Si así es la cosa, algunos crédulos fideístas en el culto de Gonzalo deberían gritar como dice Mafalda: paren el mundo que aquí me bajo...
NI OLVIDO NI PERDÓN
Nosotros insistimos e insistiremos: quienes estaban investidos de los poderes que otorga el Estado para ejercer la fuerza, quienes tienen el monopolio de la violencia y operan bajo la Constitución, deben rendir cuentas por las violaciones a los derechos humanos que han infringido a la población civil desarmada. No son miembros de bandas irregulares, ni de agrupaciones clandestinas, ni de organizaciones ilegales. Quien persigue el delito no opera como el delincuente. Deben ser llevados al banquillo de los acusados todos los asesinos, masacradores, genocidas, torturadores y violadores de uniforme. Y deben ser llevados al fuero común, no a esa suerte de burla a la legalidad llamada "fuero privativo militar". Las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina nos han dado el ejemplo señero de lo que debe hacerse. Persistir en las acusaciones e investigaciones así pasen décadas, así conspire la campaña del olvido en la prensa parametrada neoliberal. De otro modo no mereceremos la dignidad de llamarnos peruanos, de ser herederos auténticos de Miguel Grau, Bolognesi o Quiñones. Ninguno de ellos se manchó las manos con la sangre de mujeres, ancianos y niños de nuestra patria.
Lima, 11 de octubre