Cultural: El galardón literario más esperado del año se anuncia hoy. ¿Por qué ganan los que ganan?
Por Iván Thays
Cuando usted esté leyendo esta noticia los cables de todo el mundo estarán celebrando a un nuevo premio Nobel de Literatura. A principios de mes la Academia Sueca decidió acabar con las especulaciones y anunció que hoy, jueves 12, al mediodía, se conocía indefectiblemente al ganador. No la han pasado bien los académicos últimamente. El premio otorgado a la escritora austriaca Elfriede Jelinek causó más decepciones que aplausos. El premio otorgado al dramaturgo Harold Pinter, en medio de una ola de denuncias y abstenciones de algunos de los académicos, no pudo conseguir el consenso de la crítica que la Academia necesitaba con urgencia. Pinter es para muchos el mayor dramaturgo vivo, con una postura intelectual "políticamente correcta", pero no uno de aquellos autores que causan una admiración sin reservas, como sí lo fue J.M. Coetzee –ganador en el 2003 con enorme audiencia–. Quizá por esas consideraciones ahora la Academia esté buscando un Autor Globalizado, es decir, un escritor que esté fuera de toda suspicacia y logre darle al premio la fama de inobjetable que, a decir verdad, nunca ha conseguido mantener por mucho tiempo.
Este año, las quinielas apuntan hacia el narrador turco Orhan Pamuk no solo por lo estimable de su obra, sino por la celebridad que ganó a principios de año cuando un tribunal de su país quiso enjuiciarlo por "traicionar al alma turca" en una entrevista ofrecida a un diario holandés. ¿Estarán ahora mismo todos los medios del mundo enviando corresponsales a Estambul? Desde luego, junto a Pamuk aparecen los eternos nombres: Philip Roth (un autor que a medida que pasan los años se convierte en mejor escritor, lo que no es usual); el poeta sirio Adonis (se dice que este año es sí o sí para un poeta); las narradoras Joyce Carol Oates o Margaret Atwood (siempre está la cuestión del balance de géneros); el poeta sueco Tomas Tranströmer (la caridad empieza por casa). En lengua castellana se nombra a Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Sin embargo, no parece que esos nombres tan sonoros e indiscutibles sean opciones reales. Tratando de interpretar la lógica de los académicos suecos (¡vaya iluso!) apostaría por autores menos visibles, pero notables, como el español Miguel Delibes, el chileno Nicanor Parra y especialmente el extraordinario mexicano Sergio Pitol. Otros nombres que podrían mencionarse son el del italiano Roberto Calasso, el francés Georges Steiner, el holandés Cees Nooteboom (¿se decidirán a dárselo a autores de híbridos literarios?), escritores israelitas como Amos Oz o Abraham Yehoshúa (aunque un premio a ellos podría ser considerado un compromiso político que dudo que la Academia quiera asumir ahora), el portugués Antonio Lobo Antunes (¿pueden ganarlo tan seguido dos portugueses, enemigos íntimos además?) o el músico Bob Dylan (que este año ha sido borrado de las quinielas, como quien dice "no estamos para experimentos"). Sin embargo, jamás hay que dejar de tener abierta la opción de que lo gane un ilustre desconocido (nunca mejor usado el adjetivo), un as bajo la manga a los que nos tiene acostumbrados la Academia. ¿Optará otra vez por un "golpe"? Y de ser así ¿será tan imprescindible como lo fue Elías Canneti o Czeslaw Milosz, o tan solo un autor simpático como el chino Gao Xingjian?
¿Qué hay que hacer para ganar el premio Nobel? ¿Es cierto que solo lo ganan quienes tienen agentes de prensa instalados en Estocolmo, que traducen a ritmo frenético las obras de sus patrocinados? Lo cierto es que si hacemos una línea divisoria y separamos los ganadores de los que no lo obtuvieron, el grupo de relegados es tan estupendo como el de los que lo consiguieron. Sin que eso pueda ser una excusa para exclusiones vergonzosas como la de León Tolstoi, tan pobre capacidad de reacción como la que mostraron frente a Joyce, o la obviedad de algunas rencillas que impidieron que se lo den a autores de personalidades indomables como Borges o Nabokov.