25 años de Noches de Adrenalina de Carmen Ollé
Por Rocío Silva Santisteban
Desde que en 1981 se publicara el libro Noches de Adrenalina, Carmen Ollé se convirtió en una de las escritoras fundamentales de la poesía peruana contemporánea. El libro, que despertó una gran polémica algunos años después, no sólo planteó por primera vez una visión femenina del desencanto y del transcurrir de la experiencia vital, lo fundamental es que estableció una nueva estética: desde un distanciamiento autoconsiente la autora logra en versos largos, narrativos, a veces esquivos y a veces de un fulgor lacerante, describir un mundo deteriorado pero también sorprendente.
Noches de Adrenalina es la versión densa y descarnada de dos clases de migración: la que vive una latinoamericana en París y Menorca, pero también, aquella de la mujer que aprende dolorosamente su cuerpo: el deterioro que implica ese paso repetitivo y constante hacia la muerte. Por eso el libro empieza con estos versos tan fisiológicamente poéticos: "Tener 30 años no cambia nada salvo aproximarse al ataque/cardiaco o al vaciado uterino. Dolencias al margen/ nuestros intestinos fluyen y cambian del ser a la nada". El tópico existencialista de los filósofos franceses que Ollé menciona más con displicencia que con fervor, en estos versos, cobra una dimensión fisiológica que demanda del lector otra entrada a la reflexión sobre la identidad y la persona. Estamos, por lo tanto, migrando conceptualmente, en tanto que migrar es atravesar los bordes, y de alguna manera, en este libro la autora llega a atravesar límites delineados rigurosamente por los cánones tradicionales, no sólo de la estética y de la filosofía contemporánea, sino también de la normatividad válida para entender y aprender los goces de las mujeres: "la traslación de un cuerpo significa un corte/ se vuelve a ser/ y lo que nos ocurre aquí no nos hubiera ocurrido allí".
Localización de una propuesta estética: no se trata solamente de pasar revista a bulbos, concavidades, llanuras y abismos de lo corporal, sino de romper con lo anterior para proponer una entrada ética que contemple al cuerpo como el lugar primigenio. Este estar aquí de la feminidad no es el estar allá de la cultura tradicionalmente androcentrista.
Ollé parte de la aguda mirada de alguien que asume su cuerpo, su sexualidad, su ciudad y sus vivencias íntimas como elementos indispensables de la propia escritura. En este libro se deconstruyen las coordenadas de la micropolítica que atraviesa los cuerpos, sobre todo, los cuerpos femeninos. Se pone en evidencia el rol que cumplen fluidos, dientes, excrementos: "LA CACA ES TAN PODEROSA COMO UN PEQUEÑO COMPLEJO" y asimismo, las relaciones intercorporales que dividen a las personas a partir de "la pose es el esquema que traduce/ la manera de constituirse en 'los de arriba' o 'los de abajo'".
No se trata de un libro de poesía erótica. Su punto focal no está localizado en el ardor y las pasiones, como lo sostiene Bethsabé Huamán, las relaciones que se establecen entre cuerpo y poesía pasan, básicamente, por "una situación conflictiva con ese cuerpo, que pierde fortaleza, que se honguea, que deja de ser apetecible y por tanto también produce una contradicción con esa necesidad, esa dependencia del cuerpo hermoso y deseado por el otro, hombre, sociedad, identidad" ("Generación del Ochenta. Escritura y diferencia" p. 2). En este recorrido por la fisiología descarnada de un cuerpo femenino en proceso de deterioro comprendemos en toda su dimensión la radical fragilidad de la naturaleza humana.
Precisamente por esta forma de acercarse al poderoso tema de lo corporal es que, por otro lado, el libro demandó una recepción diferente: ya que no se trataba de versos líricos organizados sobre el erotismo clásico de quien alaba al amante o de quien describe su propio cuerpo en el acto sexual, tópicos bastante desarrollados entre la poesía escrita por mujeres, sino de una reflexión desde lo corporal sobre lo político. El libro demandó del receptor que abriera los ojos ante la escritura como espacio donde el yo poético gana la batalla simbólica del lecho.
El acto sexual es cuestionado minuciosamente, desde todos sus ángulos, incluso los estéticos: "¿dónde radica la belleza en la consumación de unos frescos/ senos o en la felación?", pero lo que se pone en juego, en este libro, es la violencia con la que Ollé opone la libertad del sexo y el cuerpo frente a cualquier práctica diaria que aprisione al ser en su carnalidad, sobre todo, si se trata de prácticas de dominación masculina. Por esto mismo, en la medida que "un cuerpo que sufre insoportablemente exige/ al margen del sistema solar y las estrellas/ su liberación inmediata" la narradora se aferra a un cierto regusto sádico y sáfico para enaltecer al cuerpo atravesando todas las cerraduras del mismo.
Las referencias culturales del texto —Genet, Bataille, Báthory, Sarrazine, Plath, Masoch, Ocampo, Lou Salomé, París, la universidad, entre otras— se organizan de tal manera que vienen a constituir el soporte para violentar al signo a través de aprender conscientemente la ineficacia de todo borde "esa sensación del límite es precisamente todo/ lo que no es el límite y vive en nosotros".
La migración cultural tampoco es tal, ya que "allá o acá" las mujeres siempre estaremos ni adentro ni afuera. Esa pavorosa sensación perversa es adscrita como el espacio primero para entender los fundamentos de lo real: somos como sujetos finalmente, como dice Zizek, "un efecto que excede su causa". Es por este motivo que algunas preguntas, que parecerían inútiles, cobran pleno poder en el texto: "¿Por qué Genet y no Sarrazine?/ o Cohn Bendit/ Dutschke/ Ulrike/ y no las pequeñas militantes que iluminaban mis aburridas/ clases en la U/ ELSA MARGARITA SIRA?". Tanto las unas, latinoamericanas leyendo a Marx que "aromaba en sus carteras como retamas frescas", o los otros, iconos de el mítico Mayo del 68, todos pasarán a convertirse en signos despreciables: pequeñas marcas en esa pared sin soporte que es la historia.
En términos generales la poesía de Ollé constituye una aventura literaria de primer orden y una lectura indispensable para poder entender los procesos de ruptura, liberación y sometimiento de las mujeres en América Latina, porque se trata sin duda de la simbolización de excesos y, paradójicamente, también de faltas.