Un año de premios, escaramuzas y la huella de la violencia interna en la cultura peruana
Por Maribel De Paz
Abril rojo, de Santiago Roncagliolo, demostró en marzo pasado que la guerra interna también rinde, convirtiéndose en un best-seller que se hizo acreedor del premio Alfaguara de Novela. Así, en un año en que escritores y dramaturgos parecieran haberse puesto de acuerdo para recordar, la violencia que asoló al Perú durante dos décadas se convirtió en el 2006 en tema predilecto de las editoriales y el público. Ahí también está, por ejemplo, el joven Daniel Alarcón, quien desde Estados Unidos escribió en inglés la historia de la violencia que la mayoría de peruanos vivió en español y quechua: Guerra a la luz de las velas, que lo lanzaría al estrellato dejando al público esperando con ansias la traducción de Lost city radio, su más reciente obra.
Por otro lado, el periodista y escritor Víctor Andrés Ponce se hizo merecedor del reconocimiento internacional con su novela De amor y de guerra, editada por el Grupo Norma en Lima pero que ya ha cruzado las fronteras para ser publicada en el extranjero. Y entre los críticos literarios, que no son ajenos al derramamiento de sangre, Gustavo Faverón publicó su celebrada antología de cuentos sobre la violencia subversiva Toda la sangre, editada por la editorial Matalamanga. Esta, como el resto de integrantes del valiente grupo Punche Editores, constituyó durante el 2006 uno de los más importantes motores de la creación literaria local dando tribuna a excelentes escritores y relatos que, aunque indispensables, no suelen encontrar cabida en las grandes editoriales con la vista puesta en arrolladores éxitos comerciales.
Sin embargo, no todo estuvo teñido de sangre. El 2006 también nos trajo libros más digeribles, como la controvertida Puta Linda, de Fernando Ampuero, y Travesuras de la niña mala, de Vargas Llosa, obra que para algunos solo es una novela menor de nuestro eterno candidato al Nobel, mientras que para otros constituye uno de los mejores relatos amorosos de la historia de la literatura en español. En poesía, el año que se va parió poemarios de excelente factura, entre otros, Aunque es de noche, de Marco Martos, y el reciente Banderas detrás de la niebla, de José Watanabe.
Y como el 2006 no solo fue el año del reconocimiento internacional de plumas jóvenes, también tuvimos grandes satisfacciones para nuestros creadores más emblemáticos. Ahí tenemos a Blanca Varela, quien este año obtuvo el merecido premio Lorca de Poesía, otorgado por la ciudad de Granada, en España; el poeta Arturo Corcuera, acreedor del Casa de las Américas por su obra A bordo del arca; Carlos Germán Belli, quien recibió en Chile el premio de poesía "Pablo Neruda"; y Alonso Cueto, ganador del lejano premio de la Casa de la Literatura Popular en China.
Y en cuanto a las publicaciones periódicas, dos menciones honrosas: un lustro de la revista de cine Godard! y una década de 69 (ex Caleta), reducto indispensable de la crítica musical peruana. Además, dos logros para el frágil mundo editorial peruano: la llegada de la filial local de Planeta y las bodas de plata de Santillana. Y dos de música: las bodas de oro del guitarrista Pepe Torres y Cholo Soy, el disco del joven productor Jaime Cuadra que supo hacer de la mezcla entre vals peruano y música electrónica un éxito en ventas.
Pero como no todo podía ser regocijo, el duelo también visitó en reiteradas ocasiones a las letras peruanas, llevándose al historiador José Antonio del Busto y al poeta Pablo Guevara, de los cuales nos queda el genio de sus textos para que no mueran. De este último, sus amigos editaron el poemario póstumo Hospital, escrito por el poeta desde su lecho de enfermo. En resumidas cuentas: un año en que las letras peruanas se vistieron de rojo para recordar la muerte y no olvidar que bien vale celebrar la vida.
En la foto: Golazo lírico. El poeta Arturo Corcuera se hizo acreedor del prestigioso premio Casa de las Américas por su obra A bordo del arca. [Leyenda de Caretas]