Las décadas de los años 70 y 80 se caracterizaron por la aparición de diversos tipos de insurgencia en Latinoamérica. Desde la revolución cubana hasta los montoneros (Argentina); desde los zapatistas (México), hasta el mesiánico Sendero Luminoso (Perú). El mundo ha sido testigo de estos conflictos, que siguen cobrando víctimas, muchas veces incomprendidas, para las que la paz alcanzada por sus propias naciones pareciera como que no las puede alcanzar a ellas mismas.
Muchos de ellos son héroes sin gloria, son los que con su sacrificio ayudaron a la finalización de sangrientos conflictos en sus propias naciones. Nos referimos a los soldados, marinos y policías envueltos en los conflictos de baja intensidad que les tocó vivir, a la mayor parte de ellos siendo muy jóvenes y que ha marcado por siempre sus vidas.
Pasa con ellos de alguna manera lo mismo que pasó con los soldados norteamericanos que regresaron de Vietnam, donde el público les imputaba crímenes de los que muchas veces no fueron responsables, pero en los que se veían envueltos tan solo debido a la mala reputación que rodeó a la intervención norteamericana en esa guerra.
En la mayor parte de los países latinoamericanos, los soldados que tuvieron que combatir a las distintas guerrillas son aceptados socialmente, situación que muchas veces es contraria en el extranjero, donde encuentran problemas de aceptación.
En Latinoamérica se es conciente de lo que es una guerra y se comprende que la gran mayoría de los que tienen que participar son arrastradas a ella. En estas sociedades se comprende que el ser miembro de las fuerzas armadas es un medio de supervivencia, de educación y de ganar estatus dentro de la sociedad. En países donde la misma guerra ha destruido la economía, el ejército significa un medio de subsistencia. Es en cambio en países donde existe bonanza económica donde no se puede entender esta necesidad de supervivencia y de desarrollo personal. Es en los países ricos y que han tenido la suerte de no tener que sufrir en su propio territorio una guerra civil donde se juzga sin mucho entendimiento y de una manera muy estricta la participación de los soldados en la guerra. Es justamente en estas sociedades libres del flagelo de la guerra donde burócratas, alejados de la realidad, los que se sienten con más derecho a juzgar a otros. Como ejemplo podríamos tomar lo sucedido en Perú. Allí se ganó el conflicto contra la genocida guerrilla de Sendero Luminoso debido a varios factores, uno de ellos fue la llamada "ley de arrepentimiento", que brindó la oportunidad a casi todos los miembros de ese fanático grupo a deponer las armas y rendirse a cambio de preservar su libertad. Una ley promulgada en un momento psicológico importante después de la captura del líder máximo de Sendero Luminoso y cuando la desorganización y la desmoralización se apoderó de sus militantes.
Así como se ha resaltado las violaciones de derechos humanos debería resaltarse ciertos hechos extraordinarios que van en el sentido opuesto y que deberían contribuir a terminar con otros conflictos presentes y futuros.
Cuando se aplicó la ley del arrepentimiento miles de senderistas se rindieron y tal como fue ofrecido su libertad fue respetada, aquellos mismos militares que han sido acusados de hechos de crueldad extraordinaria (muchas veces exagerados puesto que esas acusaciones fueron efectuadas por sus propios enemigos) respetaron el ofrecimiento que el gobierno dio a los terroristas, a pesar de que entre los amnistiados se encontraban terroristas que habían sido responsables del asesinato de compañeros y amigos de ellos. No se ha reportado nunca el asesinato extrajudicial de un solo senderista que se haya acogido a la ley de arrepentimiento.
Es para ponerse a pensar cómo la sociedad en general y los militares peruanos en particular pudieron ser capaces de perdonar en nombre de la paz y el hecho paradójico de que otras sociedades, organizaciones o gobiernos, que no se vieron envueltos en el conflicto no son capaces de dejar de lado el pasado y ofrecer a los soldados lo mismo que ellos han dado: "la oportunidad de volver a empezar a rehacer sus vidas".
Si analizamos actualmente el caso peruano podremos encontrar que los militares de esa nación sudamericana han sido aceptados inicialmente por sus colegas canadienses, posiblemente esto sucede por el sentimiento común que une a los militares de todo el mundo, que de alguna manera están unidos por valores, tradiciones y espíritu de sacrificio.
Es interesante destacar en este punto cómo las relaciones entre Canadá y Perú, se han ido desarrollando yendo de lo militar a lo civil y cómo todo empezó en medio de una crisis política y militar provocada por un grupo terrorista, en la ciudad de Lima.
La crisis de los rehenes
El 4 de noviembre de 1998 apareció el siguiente titular en el Ottawa Citizen: "Tropas de elite canadienses planearon atacar a terroristas peruanos".
De acuerdo con este artículo, una emboscada por una unidad de la fuerza secreta de tarea antiterrorista canadiense 2, iba a tener lugar si las guerrillas que retenían a 500 rehenes en la casa del Embajador del Japón en el Perú, aceptaban la oferta del gobierno canadiense. Cuando los guerrilleros del MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru) abordaran el avión como parte del acuerdo para obtener pasaje seguro, sería el momento en que ellos estarían más vulnerables a un ataque sorpresivo. La emboscada fue abortada después de que las negociaciones llevadas a cabo por el Canadá fallaran. El drama de los rehenes terminó, cuando comandos peruanos entraron en la casa del Embajador del Japón, rescatando a los rehenes. Como resultado de esta acción dos oficiales, un rehén y todos los terroristas murieron.
De esa manera, comenzó la colaboración entre los militares y los servicios de inteligencia de Canadá y Perú. Esta relación se ha reforzado a través de acuerdos entre los dos países, como la Inter-América Conferencia Especializada en Terrorismo, sostenida en Lima en 1996 y en 2002. Canadá y Perú estaban entre los seis primeros países que la ratificaron.
Desde Canadá hasta Chile, las grandes marinas mirando al Océano Pacífico, sin contar a la Norteamericana, son Canadá, Perú y Chile. Debido a este factor, estas marinas están involucradas entre sí en ejercicios navales, tales como: UNITAS, RIMPAC, PANAMAX, CJTFEX.
Otra razón, para contemplar las relaciones entre Canadá y el Perú puede ser encontrada en acuerdos internacionales como la "Inter-América Convención en contra de la ilícita producción y comercialización de armas de fuego, municiones, explosivos y otros materiales relacionados", "La total abolición de minas antipersonales" (El Perú destruyó toda su reserva de 321,730 minas) y el "Memorandum de entendimiento en entrenamiento militar" (firmado en Lima, en agosto de este año). De acuerdo con esto, Canadá proveerá enseñanza en idiomas y en comunicaciones al Perú. Cabe destacar aquí que Canadá se ha convertido en uno de los principales abastecedores de repuestos y equipos militares del Perú.
Ambos países ayudan a sostener el trabajo de las Naciones Unidas. El rol de Canadá es conocido. El Perú ha participado en Congo, Etiopía, Eritrea, Haití, Mozambique, el Medio Este y Chipre.
La paz que el Perú está disfrutando va rindiendo sus frutos. El número de turistas canadienses a Perú se ha doblado en 8 años y debe alcanzar los 33,000 este año. Las inversiones mineras están creciendo rápidamente. Hay al menos 22 compañías mineras canadienses en Perú. Las inversiones en este campo, son de aproximadamente $ 3.5 billones de dólares. El total de las inversiones es de alrededor de $ 4 billones de dólares. Un dato interesante es que el comercio entre Canadá y Perú ha crecido en más de 300% en solo un año. Canadá es el cuarto socio comercial del Perú. Este crecimiento es posible porque las fuerzas armadas del Perú proporcionan seguridad a las compañías canadienses.
El presente artículo nos permite vislumbrar cómo una relación que se inició como militar ha ido evolucionando hasta otras esferas. Esta interacción permitirá conocer a los canadienses el sacrificio de los que tuvieron que participar activamente peleando contra los terroristas y que es lo que ha permitido el resurgimiento económico y turístico del Perú.
El Perú es un país incomprendido. En la confusión de la guerra, ante la frustración de ver a su país volar por los aires y el asesinato despiadado de civiles y militares, para vencer algunos militares vulneraron derechos humanos. Para sus propios compatriotas, a pesar de tales actos individuales, los soldados son reconocidos por la paz que ganaron para su país a costa, incluso en muchos casos, de su propia vida. Por parte de la burocracia de los países ricos, ignorante de lo que es la guerra, pero que se sienten muy informados por haberla seguido por televisión o por haber leído al respecto, ellos deben ser considerados, sin ninguna distinción como criminales. Estos burócratas están fuera de la realidad y perjudican las relaciones entre los países. Sería interesante que estas personas que se sienten predestinadas a ser la conciencia de sus países y predispuestos a juzgar de manera tan estricta a otros, fueran entrenados para cumplir sus funciones y enviados a acompañar a algún ejército y combatir a guerrillas asesinas y fanáticas. Que sientan en carne propia lo que es la guerra, solo eso los califica para juzgar a otros.
Oswaldo Faverón
Eco Latino (Ottawa, año XIV, numero 164, diciembre 2005, Pág. A2)