Por Luis Aguirre
Enrique parece el tipo de estudiante de Literatura destinado a no moverse de los márgenes del libro. A sus 18 años es serio, sabelotodo y tan responsable que es capaz de quedarse un sábado sin salir con tal de cumplir con sus labores de tutor de una academia preuniversitaria. Pero es a través de este trabajo que conoce a Pilar, una madura profesora de Sociología y madre divorciada de uno de sus alumnos, que le enseñará que existe algo más que prepararse, estudiar y hacer una vida académica respetable. “La vida tiene enseñanzas irremplazables que los libros no pueden proporcionar”, sentencia ella. Después de algunos tensos intercambios verbales, que por debajo llevan toda la electricidad de la coquetería intelectual, Enrique -inexperto y virgen- cede ante lo inevitable: caer en el atractivo remolino sexual de Pilar. El es un alumno aplicado y ella una mujer que está dispuesta a enseñarle los misterios de la seducción femenina y a entrenarlo en la satisfacción de ese aleph pequeñito llamado clítoris.
Después del deslumbramiento verbal de Neguijón (2005), Fernando Iwasaki presenta Mírame cuando te ame, una breve novela de prosa limpia escrita en 1993, año en que publicó la colección de relatos A Troya, Helena, y anterior a su novela-colección de relatos El libro del mal amor (2001). Pero a diferencia de esta última -donde cada aventura terminaba en fracaso-, todo lo que le sucede a Enrique tiene el espíritu del triunfo, de una educación erótica que termina muy bien a pesar del destino penoso de Pilar y que se resume en la máxima biográfica que el narrador señala al final: haber sido un “iniciado en la indiferencia del amor”. Ambientada en los años ochenta, Mírame cuando te ame es una versión de color muy local de aquello que los anglosajones han llamado “novela de campus”. Aquí están retratadas las confrontaciones de prestigio entre la Universidad Católica, la San Marcos y la Universidad de Lima, y sus mundos paralelos que caminan a veces de espaldas a la realidad. Pilar es una ex militante de izquierda que con su facha de hippie se presenta ante Enrique como una voz autocrítica, por momentos amargada, de cierta intelectualidad limeña que no puede abandonar sus tics de clase cuando actúa fuera de los salones: “No hay nada peor que un look proletario postizo en una pituca del Villa María”, espeta. Con su feminismo derrotado a cuestas (“no tienes ni idea de lo que es ser divorciada en un país como el Perú”), encuentra en Enrique un cómplice perfecto para su vendetta: el escándalo del sexo en medio del conservadurismo académico. El erotismo sin celos ni posesividades es un arma contestataria más honesta aún que cualquier rollo político o vanidad intelectual.
Iwasaki hace extrañar su gran manejo del lenguaje. Pero sobre todo hace extrañar su gran sentido del humor. Tibia, melancólica y excesivamente expeditiva, Mírame cuando te ame no llega a cumplir todo lo que promete. Pilar es un personaje fascinante, hecha de fuego, rapidez mental y ánimo pedagógico. Y de ella al final no queda más que un suspiro. Demasiado rápido para tan poco: los lectores se quedan con la miel en los labios.
Título: Mírame cuando te ame
Autor: Fernando Iwasaki
Editorial: Peisa (84 p.)