Inquisiciones
Hotel hotel de poesía
Abelardo Oquendo
Estruendomudo es una editorial audazmente interesada en lanzar óperas primas y autores desconocidos. Tras explorar con éxito literario (ignoramos si comercial) la nueva narrativa peruana, se atrevió a incursionar en la poesía y creó para ella la colección hotel hotel.
Al revés de su serie de narrativa, Estruendomudo eligió para inaugurar hotel hotel dos nombres con antecedentes: el de Luis Fernando Chueca, autor de tres poemarios previos, y el de una poeta también con tres libros anteriores: Victoria Guerrero. Pero decir ‘al revés’ no ha sido lo más propio porque no se ha saltado de escritores que se inician a otros que forman ya parte del establecimiento literario, desde que no es este el caso de Guerrero ni de Chueca, jóvenes ambos. En hotel hotel han aparecido Contemplación de los cuerpos, de Chueca, libro que ha logrado la atención de la crítica periodística, una atención mayor que Ya nadie incendia el mundo, de Victoria Guerrero, no obstante ser este un poema infrecuente no solo por su extensión –ocupa todo el libro- sino por su intensidad.
Finalizando el año, hotel hotel acogió a dos poetas noveles, estudiantes aún y sin historia. Tanto es así que los presenta de este modo: “Rafael Robles Olivos (Lima, 1982) estudia ciencias de la comunicación (...). Anteriormente estudió derecho (...) pero se aburrió un poco. Ahora duerme bastante, es arquero los domingos y trata de manejar su adicción a la internet”. De José Miguel Herbozo (Lima, 1984) dice que estudia literatura y “perteneció a la revista Hoguera de silencios. Crítico, salserólogo, poeta. No ha publicado ningún libro. Fríe truchas. Aún sufre de nostalgia por el Ciclista Lima.”
El poemario de Robles se llama Buena suerte Peter Parker y es impúdico y alegre. Tiene poemas como este: “El Hombre Araña se tiró a la chica que ya no me quería./ No quiero imaginarlo / pero es imposible cambiar de sitio la mirada. // Desde el día que ella lo contó / nunca más usé relojes que sirvieran. / Solo me preocupo de guardar los cuchillos afilados / y la agenda telefónica vacía.”
El libro de Herbozo se titula Catedral y la poesía que trae no frecuenta los lugares ni las formas habituales. Véase este poema denominado “Despojos”: “El ojo obnubilado. // Amainado el cuerpo / perturbado por la óptica corrupta // espacio inocuo que acaricia el cristalino / y la pupila // pero también la retina / -cinta que nunca principia-; // allí donde el ojo reposa / la sensación de ausencia / la luz no refinada // escalera en que la luz tan uniforme / le dice al ojo gracias // ahora la ceguera dilucida tu ventana: // agujero de negro que todo lo recibes en silencio, // también el abismo se humedece / por fuera.”
Bastante más que truchas fritas puede esperarse de Herbozo.