El verdadero fetichismo es exclusivo y excluyente. Pero los fetichistas radicales no abundan.
Por Marco Aurelio Denegri
Dícese que el fetichismo es excluyente, pero no necesariamente exclusivo. Exclusivo significa que excluye o tiene fuerza o virtud para excluir. También significa único, solo. Excluyente significa que excluye o que deja fuera o rechaza. De manera que estos dos adjetivos, exclusivo y excluyente, denotan lo mismo en su primera acepción; pero el adjetivo excluyente no tiene la segunda acepción de exclusivo, vale decir, no significa único o solo, o que excluye a cualquier otra cosa.
El fetichismo verdadero, sensu stricto, con exclusión de las partes genitales, es lo que se llama pars pro toto, la parte por el todo, por el conjunto o totalidad. El interés del fetichista se concentra en la parte, digamos en las manos o en los pies, o en el calzón o las medias, o en el sostén. Lo que pudiera valer el resto del cuerpo está, por decirlo así, concentrado en una sola parte, la cual vale por el conjunto o totalidad; y cuando se trata de prendas de vestir u objetos, éstos valen por sí propios, como elementos excitatorios y de complacencia, sin necesidad de que alguien los use para el disfrute sexual del fetichista. (Flaubert se deleitaba con las zapatillas de Louise Colet y se lo dice repetidas veces a ella en sus cartas.)
El fetichista considera objeto de excitación y deseo alguna parte del cuerpo humano o alguna prenda relacionada con él. Esa parte o esa prenda fascina al fetichista y lo embelesa, excitándolo considerablemente y produciéndole goce intenso. (Téngase presente que el término fetiche se tomó del francés fétiche y éste del portugués feitiço, embrujo, hechizo, encantamiento.)
El verdadero fetichismo es exclusivo y excluyente. Pero los fetichistas radicales no abundan. Los que abundan son los que, priorizando su fetiche, no desdeñan, sin embargo, otras fuentes de atracción. Un fetichista de esta clase no se fija únicamente en el objeto fetichizado, aunque sí lo privilegia. Privilegia las manos o los pies, o las tres mentas, sobre todo la tetamenta y la nalgamenta, pero eso no le impide interesarse en otras partes de la anatomía. El verdadero fetichista no se interesa en otras partes. Por eso la exclusividad caracteriza su fetichismo.
El fetichismo es la fijación exclusiva y excluyente de una preferencia sexual. Las preferencias que no se fijan exclusivamente ni excluyentemente no son fetichísticas, sensu stricto, sino lato sensu.
Cuando un fetichista –como los chinos de antes– halla todo su goce en el objeto fetichizado o en la parte corporal fetichizada, estamos ante un caso de verdadero fetichismo.
Antiguamente, los chinos habían fetichizado tanto los pies femeninos, diminutos y contrahechos por el vendaje (recuérdese que a las chinas, desde su niñez, se les vendaba los pies); los chinos, decía, habían fetichizado tanto los pies femeninos, que un chino podía alcanzar fácilmente el orgasmo acariciando y besando un pie y poniéndolo en contacto con su pene. Las chinas eran hábiles, podalmente hábiles (podal significa relativo o perteneciente al pie, y lo mismo significa podálico); las chinas eran podalmente hábiles y aun muy hábiles, o sea perhábiles, y en consecuencia podían sujetar con los pies el miembro del varón y comenzar a moverlo y frotarlo y después restregarlo, esto es, frotarlo mucho y con ahínco (así dice el Diccionario). Va de suyo que los orgasmos que se producían por esta acción podal o podálica eran cataclísmicos. Llamábase en la China antigua "Lotos Dorados" a los pies femeninos y eran por cierto estimadísimos.
EN ESTA FOTOGRAFÍA de 1994 se ve a Claudia Schiffer en su mejor momento, luciendo prendas muy fetichizables y así mismo una cabellera blonda que despierta ánimo fetichizante. Hoy la Schiffer es una multípara otoñal y senescente.