Tuesday, July 18, 2006

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Los cuentos de Víctor Falcón Castro nunca tienen finales felices, porque lo que narran es la destrucción de la felicidad. La felicidad abierta en canal sobre la mesa de autopsias de un reality show que transcurre en la morgue de una ciudad sin nombre. Ya en Cómo alterar el orden de todo (2005) había descubierto que los seres malditos, perversos y desgraciados eran más literarios que los benditos, bondadosos y afortunados, pero en los relatos de Mujeres a punto de alzar vuelo esa certeza se ha enriquecido con estilo, lecturas y densidad.
El mundo de Víctor Falcón Castro le debe tanto a la huidiza Elfriede Jelinek como al exquisito Hannibal Lecter, y por eso la austeridad de sus cuentos me recuerdan el desayuno frugal de los verdugos y sus obsesiones literarias tienen la misma determinación de los asesinos en serie.
Y aunque resulte inverosímil, los seres miserables, psicóticos, resentidos y antisociales que pueblan los cuentos de Víctor Falcón Castro, forman parte de esa borrosa multitud que uno considera personas normales o simplemente buena gente.
Fernando Iwasaki


Mujeres a punto de alzar vuelo logra conjugar con oficio unos cuentos en los que el lector no estará libre de una gran afectación y sí obligado a ver con otros ojos su propio entorno. Víctor Falcón Castro consigue, a través de un lenguaje convincente, dinámico y cargado de imágenes perturbadoras, demostrarnos que la narrativa peruana tiene mucho por explorar.
Ricardo Sumalavia