Un fantasma recorre el Perú: es el fantasma de una próxima dictadura. Nos la anuncian la televisión y los diarios, el campeón de regatón y los voceros de la Bolsa de Valores, el máximo consumidor de whisky de etiqueta azul y el propio arzobispo de Lima. Según ellos, para no caer en una dictadura, hay que votar por Flores o por García, los dos únicos representantes de la respetable democracia.
En el Perú tenemos brujos portentosos. Una palabrita mágica y un buen sorbo de San Pedro, y toman la forma de gallos, carneros o puercos. Por eso, no me llaman la atención que los dos candidatos más connotados de la derecha local se hayan transformado en demócratas, en los únicos demócratas, y nos impongan escoger entre los dos.
Lo raro del asunto es que tanto Flores como García se han pasado un año entero tratando de conseguir votos de quienes simpatizan con el ex dictador Fujimori. Nada ha sido un obstáculo para ello. En repetidas ocasiones han dicho que reconocen sus “meritos”, y el “merito” que más le reconocen es el que hace de él un dictador. AFF dio un golpe de estado, cerró el congreso, ocupó el poder judicial, impuso una constitución espuria, se hizo reelegir con fraude, ordenó ejecuciones extrajudiciales, dirigió grupos de criminales, masacró pueblos enteros y tomó por asalto el presupuesto de la nación. Supuestamente, todas estas “hazañas” tuvieron como objetivo acabar con el terrorismo. Flores y García, los supuestos demócratas, lo elogian por eso.
Los dos, además, nos recomiendan no votar por el candidato alternativo, Ollanta Humala, en mérito de una acusación no probada de haber ultrajado los derechos humanos durante la guerra antisubversiva. Eso es, por decir lo menos, contradictorio si se tiene en cuenta que Flores ha prometido amnistía para los militares acusados de esos delitos. Por su parte, García y su candidato a vicepresidencia tampoco pueden rasgarse los vestidos frente a Humala.
Ellos están acusados de haber ejecutado una matanza contra los prisioneros rendidos en un penal peruano. Además, un comando de asesinos, de inspiración y medios gubernamentales, hizo de las suyas durante su régimen.
¿Existe en el Perú de nuestros días una democracia que defender? No lo creo asi. Existiría democracia si los votantes no estuvieran condicionados y manipulados a diario por información parcial y tendenciosa.
Leamos algunas de las poco sutiles encuestas de opinión que publican los periódicos: ¿Cree usted que Ollanta Humala debe informar a la ONPE sobre quién es su verdadero financista? ¿Cree usted que Siomi es el verdadero financista de Humala? ¿Cree usted que Humala está financiado por Chávez? ¿Cree usted que toda la familia Humala es un solo proyecto político? ¿A que país huiría usted en caso de que triunfara Humala?...
Si esto es información objetiva, Flores y García son demócratas.
Alguien dice por allí que “la democracia es el ultimo y más útil de los amos, para hacer creer a los esclavos que son libres, que ellos eligen, y el truco funciona porque cuando se repite mucho una mentira, todo el mundo la toma por verdad”. En esa situación siguen mandando los de siempre; los que tienen el dinero; el poder. Ellos controlan los medios de comunicación que informan a su gusto y programan el cerebro de la mayoría de personas. Las opciones que no se adaptan a su visión de las cosas, no tiene cabida en los medios de comunicación. Una semana antes de las elecciones en el Perú esto es evidente.
Vivimos en una democracia de cuentos. La televisión y los diarios, el campeón de regatón y los voceros de la Bolsa de Valores, el máximo consumidor de whisky de etiqueta azul y el propio arzobispo de Lima nos dicen por quien debemos votar, y por quiénes sí. Nos los sirven como “menú único”.
Vivimos en una democracia de cuentos pero en un país de verdad. Los que tienen el dinero y el poder nos están diciendo por quién no votar. Por algo será...
Ollanta Humala ha subido en la encuestas por encima de todo esto, y gracias al poder de los más pobres. Si un país pobre tiene mayoría de pobres, en algún momento esa mayoría conquistará su derecho a hacerse oír. Voy a votar con ellos.
Eduardo González Viaña