Patricia de Souza (Cora Cora, Ayacucho, 1964) no cree en el infortunio ni en la mala suerte. "Cada experiencia, por más negativa que parezca, es vitalizante y enriquecedora. Es una cuestión de dar valor a las cosas situándolas en otro lugar”, afirma la escritora que acaba de publicar, bajo esta premisa, Electra en la ciudad (Alfaguara, 2005), novela en la que los espacios afectivos se entrecruzan de manera compleja para alejarse de todo prejuicio concebible.La novela explora las intimidades, desamores y andanzas de dos amigas, Soledad y Magdalena, en relación con personajes como Jacob y Octavio. Todos ellos viven intensamente en espacios de encuentros y desencuentros, entre las urbes cosmopolitas y los entornos rurales.
Sin reduccionismos
De Souza se halla en permanente lucha contra los estereotipos; por ellos sus personajes fluctúan y padecen por diferentes estadios. “Pasamos por una época en que la gente tiende a reducirlo todo a un esquema. Aceptar el movimiento y la complejidad asusta. Mi escritura plantea justamente lo contrario.”
Lectora convicta y confesa de Flora Tristán y el conde de Lautréamont, así como de la mitología griega, De Souza reconoce el privilegio en su obra del lenguaje y del riesgo, en contraste con los mandatos mercantilistas. “Toda propuesta literaria exigente es difícil hacerla masiva. Hay que desacralizar el libro, pero no banalizarlo. Los escritores son simples personas, sensores de la sociedad y transmisores de cosas. Escribo por imperativo vital y no por las ventas.”