Humor: El reconocido caricaturista Alfredo Marcos, amigo del presidente García y miembro del flamante Grupo del Deber, explica su visión del País de las Maravillas
Por Carlos Cabanillas
Ya casi no frecuenta La República, pero vive en el centro de Lima más que nunca. Reuniones, almuerzos, cafés y tertulias llenan su agenda diaria. Tomándose una pausa en ella e ignorando por un instante a su teléfono celular, el creador de Los Calatos y Las Viejas Pitucas nos recibe en su cómoda casa de Córpac. Es Alfredo Marcos, el hombre que no podía irse sin antes contarnos sobre su no tan nueva faceta de consejero político.
Sus caricaturas tienen una posición muy clara respecto a la pena de muerte, la renta básica, las ONG y las candidaturas a la alcaldía de Lima.
Al sheriff, por ejemplo, sólo lo he graficado. Él mismo se ha jodido. Pero ahora empezará a repuntar, porque Castañeda está mudo. Su silencio en el debate lo está perjudicando, y no es telegénico ni carismático. No es un Alan García.
Al mismo Alan usted lo dibuja como el AGP del ’85. Con flequillo, traje azul y corbata roja. ¿Es el Alan que lo impactó?
Es que yo uso pocas líneas para dibujar a García…
Y ninguna curva en el abdomen.
Mi caricatura es simple, de trazos sencillos. Por eso se parece al García de antes. Pero, siendo el mismo, pienso que ha cambiado. Es menos sectario, más abierto. La vida afuera le ha dado mundo. Posiblemente haya ganado en sentido común.
¿No es muy conservador para su línea? Quizá usted se sitúe a la izquierda de García.
Yo critico, pero no soy Presidente de la República. Él tiene múltiples responsabilidades que quizá no tengan que ver con lo que quiere hacer. Ya en su anterior gobierno metió la pata por querer hacerlo todo rápido. Hoy estamos ante un individuo pragmático. Y la gente ahora también tiene sueños más prácticos. Agua, luz, tarjetas de crédito.
Usted ha sido un hombre cercano a Barrantes y a Toledo. Y desde hace mucho, a García, lo que le permite mirar de cerca. ¿Su balance de los primeros cien días es positivo?
Creo que a veces se excede en detalles, como en la austeridad durante los viajes presidenciales. Y sin embargo, esos gestos le importan a la gente. El balance es positivo siempre y cuando la riqueza haga que los pueblos más atrasados intervengan en la economía.
¿Y Humala? En La República hay diversas corrientes de simpatías…
Yo no estaba con Humala. Por principios, algunos de sus planteamientos me eran inaceptables.
En algunas caricaturas pareciera que le lanza un mensaje en clave a García, como aquella en donde le pide que no se confíe de las lunas de miel (La República 23/09/06).
Sí, la recuerdo. Era una caricatura en la que Marco Aurelio Denegri le comentaba que ‘las lunas de miel se hacen polvo’. Es una advertencia.
Sobre las reuniones semanales del llamado Grupo del Deber junto a intelectuales como Felipe Ortiz de Zevallos, Max Hernández y Fernando Fuenzalida (Caretas 1945). ¿Cuál es su balance? ¿No hay conflictos de interés?
No, porque el grupo cumple una labor con la sociedad. He sido invitado como un ciudadano cualquiera y me siento honrado. A los dueños de medios no se les mide con la misma vara, pues pueden estar en todas partes. Y cuando un periodista está mal, los éticos que ahora protestan no se acuerdan de ti. Además, este trabajo social no es remunerado.
Volviendo al papel, ¿cómo ve a Acevedo, Cherman, Carlín, Heduardo…?
Muy bien. Aquí en Perú hay grandes caricaturistas. No hay que limitarse a la crítica artera o jocosa, sino a reflexionar.
¿Qué opina de la caricatura de Carlín que hizo enfadar a su gran amigo César Hildebrandt?
Hildebrandt no estaba en ese momento en el escenario político, por eso la caricatura llamó la atención. Sin embargo, creo que Carlín hace con su mano lo que quiere.
¿Usted sigue siendo muy amigo de Hildebrandt? Él tiene una posición radicalmente distinta sobre García.
Es mi amigo de muchos años y sí, es posible que tengamos discrepancias políticas. En todo caso, él tiene todo el derecho a ser crítico.
Y también es amigo de muchos años de Alan García. ¿Cómo se sintió durante el affaire Dantón?
Me pareció oportuno que el Presidente haya salido a aclarar el tema lo antes posible. Creo que cumplió con su deber. Y Hildebrandt también cumplió con el suyo. Me parece bien que haya regresado a la prensa escrita. Sigo siendo amigo de ambos.
¿Conoce a la señora Cheessman?
He conversado sobre este tema largamente, y creo que no soy quién para juzgar las acciones de personas mayores de edad. Más aún en casos referidos a la vida íntima. Así que prefiero no opinar al respecto. Lo de Pilar, por otro lado, me parece muy respetable.
El jueves 12 de octubre, en su columna de La Primera, Hildebrandt sugirió que extraditasen al caricaturista favorito de Alan García a los Países Bajos. También dijo –en su primera columna sobre la rubéola– que había un caricaturista que cobraba por lo bajo…
No sé si se habrá referido a mí. Yo soy amigo de García por más de 20 años. Es un tipo simpático, divertido, criollo, y a la vez un hombre con cultura. Creo que la dura experiencia de su gobierno lo ha cambiado.
Fue dura para todos, sin duda. ¿No le critican su cercanía a Alan? Se dice que él escucha a pocas personas. Usted sería una de ellas.
La gente tiende siempre a las sospechas. Yo le tengo un respeto personal a García y creo que él también me lo tiene. Pero no puedo jactarme de ser oído. Además, él escucha a muchas personas.
¿Qué opina de las recientes coincidencias entre el fujimorismo y el aprismo?
Espero que no lleguen a temas mayores como bloquear la extradición de Fujimori. Unirse al fujimorismo en esos terrenos sería pésimo y peligroso.
Es un buen consejo. Bien dicen que usted sabe escuchar y aconsejar. También dicen que tiene siempre los números telefónicos que importan, y que además cae bien por ser discreto y no tener enemigos.
Tú no sabes quién puede ser tu enemigo. Así que no lo sé. Digamos que he conocido a gente con poder y a gente sin poder. Haré una evaluación de lo que significa el poder: el poder es el instrumento para poder hacer cosas, buenas o malas. Quien cree que es importante por estar en el poder ha enloquecido. Somos mortales.
Usted ha vivido una infancia modesta. Ahora que la situación es distinta y asiste a reuniones en la Presidencia del Consejo de Ministros, ¿no se siente mareado?
Yo no tengo poder; sigo siendo el mismo. El poder marea a la gente. Algunos olvidan que cada vez que te abren la puerta, te invitan y te saludan, quien en verdad recibe esos gestos es el poder, no tú.
En la foto: El Grupo del Deber se reúne cada jueves para tocar temas de responsabilidad ciudadana. A los mencionados se les suman Carlos Franco y Hugo Otero, además de algún ocasional invitado especial. [Leyenda Caretas]