Puta linda, una prosa con Parkinson
Por Maribel De Paz
Temblorosa, débil e insegura. Así es la pluma de Fernando Ampuero en Puta linda, su última novela editada por Planeta que, de tanta promoción, no necesita mayor presentación. Ya se sabe: la historia de la joven prostituta Noemí convertida en musa de un aspirante a escritor.
Abundante en justificaciones propias de un falso provocador que no quiere caer en lo políticamente incorrecto, Ampuero incomoda al lector desparramando excusas a lo largo del libro. Como la colocada en boca de uno de los protagonistas para explicar la propia existencia de la novela que le da vida y a la que califica como "una historia de pedofilia y de incesto, que si bien es algo común en los sectores populares, a decir de los sociólogos, resulta poco edificante en términos de valores humanos". Como si el mundo no se hubiera sorprendido ya con la historia de Nabokov describiendo la caloricidad de Lolita y sus muslos cubiertos de cardenales.
¿Pretendió Ampuero mimetizarse con sus protagonistas, escritores incipientes, recurriendo a la prosa que estos podrían lograr? Pareciera, pues recurre a salidas fáciles e inverosímiles para dar un vuelco a la historia al mejor estilo de aquellas series norteamericanas en las que los libretistas se deshacen de personajes incómodos con un viaje repentino, un coma o una muerte súbita.
En suma, un libro donde, más que a los protagonistas, se percibe al propio Ampuero, un libro en el que el escritor aprovecha para promocionar a sus amigos, colgando cuadros de Tola y Llona de las paredes del departamento de una ya distinguida Noemí.
Se reconoce el morbo cautivante. Sin embargo, difícil no asfixiarse con Ampuero en cada página, difícil sumergirse en la trama, difícil creerla, difícil sentirla. Finalmente, difícil no asociar el empeño del aspirante a buen escritor con el propio esfuerzo de Ampuero.