Cultural: Daniel Alarcón nació en Lima (1977) y fue criado en Alabama, Escribe en inglés su visión del Perú, habiendo publicado en New Yorker y en Harpers. Su próxima novela, Lost City Radio (Radio Ausencia, en la traducción) será lanzada al mercado de habla inglesa en el 2007
Por Gustavo Faverón Patriau
Daniel nació en Lima, creció en Alabama, vivió en New York y ahora en California. Su obra, escrita en inglés, está relacionada con el Perú y su violencia política. Su libro de cuentos War by Candlelight (Guerra a la luz de las velas) ha sido un éxito de crítica en ambos países. Su novela Lost City Radio es más sutil y compleja, un paso adelante en su trabajo. Nuestra conversación, como su vida, zigzaguea entre el inglés y el español. En algún momento menciona la ironía de escribir en inglés su visión del Perú.
¿Cuál es tu relación con el español?
Es el idioma que me permite acercarme al Perú. Como muchos hijos de latinos en EE.UU., en un momento casi lo perdí. Es normal, en un ambiente donde todo se maneja en ingles. Mi educación fue en inglés. La recuperación del castellano comenzó cuando me mudé a Nueva York en 1995. Me encontré con un 25% de población hispano-parlante y eso me influyó muchísimo. De pronto, mi idioma nativo ya no era irrelevante, sino necesario, y vino, como una ola, con preguntas sobre mi identidad en un mundo multicultural como el neoyorquino. Desde entonces, retomé contacto con el Perú.
Varios cuentos de War by Candlelight tratan el tema de la violencia social, que reaparece en Lost City Radio. ¿Cuándo surgió esa preocupación?
Estando lejos del Perú en esos años de la violencia, mantuvimos la ilusión de que las cosas no iban tan mal. Visitábamos a la familia, sentíamos su calor humano. Cuando la guerra encrudeció y la violencia nos tocó personalmente, toda la crueldad de la situación se hizo realidad. Mi obsesión por comprender viene de allí. Vi de cerca la impotencia que mis viejos sentían al estar lejos y no poder hacer nada. Cuando se está lejos, sólo se recuerda lo bueno. Es natural que un inmigrante sienta eso, pero la violencia, en un momento, ya no nos permitió esa ilusión.
Lost City Radio crea un vínculo entre las pesadillas de Orwell y las de Rulfo: un orden absoluto pero fantasmal y mítico. ¿En tu obra se está creando un espacio mixto, un poco peruano pero también un poco anglosajón?
En Lost City Radio no quería estar atado a los detalles de la guerra interna en el Perú, su geografía, su panorama social. Quería crear un país, una ciudad, que un peruano pudiera reconocer, pero alterados, distintos. No tomé tanto de los Estados Unidos como de mis viajes por países en vías de desarrollo: las ciudades que había visto en África o Asia, u otras capitales de América Latina. Promoviendo Candlelight, vi que mucha gente que jamás había estado en el Perú se identificaba con la ciudad del libro, y se me hizo claro que nuestra capital era un avatar de un fenómeno global: la urbe costeña en expansión, que absorbe los recursos y la gente del interior. Cuando comencé a trabajar en Lost City Radio, leí mucho sobre sociedades de postguerra —Chechenia, Beirut, Eritrea—, urbes inundadas de nuevos pobladores, empujadas al límite de su capacidad, y pensé en hacer una amalgama de ellas. En la novela hay un detalle sobre una mujer que recoge guijarros en la playa para venderlos a mezcladoras de cemento. Lo tomé de un libro sobre la vida en Lomé, Togo, pero resultaba orgánico en la ciudad de la novela. Algo que podía existir en Lima. El país de la novela es moderno y primitivo a la vez. La ciudad tiene un tren eléctrico, por ejemplo, pero no televisión. Lo que más llama la atención es la centralidad de la radio, y de eso fui consciente. Mi familia por generaciones ha vivido un romance con la radio —mi viejo, de joven, fue locutor en Arequipa, y tengo hasta ahora familiares que trabajan en eso. Siempre me ha fascinado.
Y en la novela, el programa de radio en el que los abandonados buscan a los desaparecidos es un símbolo poderoso...
El show existe en el Perú. Y hay distintas versiones de él en Nigeria, Rusia, Brasil: una vez más, no estamos solos en este proceso de rápida urbanización, de cambio cultural, de globalización. Sucede en todas partes, y para ninguna sociedad es un proceso fácil.
¿Eres pesimista acerca del futuro social del Perú?
Pesimista, no. Realista. Me temo que las divisiones de clase, raza, idioma y cultura (y las manifestaciones a veces sangrientas de estas divisiones) son la esencia de la condición peruana. Siempre pensé en esta novela como optimista: sí, es una historia de guerra; y sí, hay personajes cuyas vidas han sido fracturadas por ella, pero la historia se está contando, y eso es un logro. Hemos llegado a un punto en el cual podemos hablar sobre estas cosas: la muerte de uno o de miles no es ya un tema inconveniente de conversación. Es natural que una sociedad quiera olvidar, y el país de la novela parece inmerso en esa amnesia colectiva, pero en realidad, en la medida en que podamos nutrir la memoria de la violencia, aprender lecciones y contar las historias para no repetirlas, estaremos mucho mejor.
En la foto: La violencia social vuelve en su nueva novela. "De lejos se recuerda lo bueno. A los inmigrantes la violencia no nos permitió esa ilusion". [Leyenda de Caretas]
Thursday, November 30, 2006
Inquilino Literario
A 20 años de la muerte de Humareda, el pintor se convierte en protagonista de una historia espectral: Hotel Lima, de Miguel Ildefonso
Por Maribel de Paz
El poeta Miguel Ildefonso se confiesa posero. Se coloca la corbata, el saco y el sombrerito hongo para emular a Víctor Humareda, y toma posesión del sillón desvencijado de la asfixiante habitación 283 que durante tantos años albergó al pintor, personaje central de Hotel Lima, el nuevo coqueteo de Ildefonso con la narrativa. Aquí, el autor habla sobre su libro de estructura intrincada, como el hotel mismo, como el Perú mismo.
El libro tiene cuatro actos, cuatro puertas.
Sí, y a su vez cada acto tiene pequeñas puertas interiores. No es un relato lineal, sino que tiene como diferentes entradas a un punto central que es el Hotel Lima. No importa por dónde entres, no importa el orden en que llegues, porque todas van a conducir al cuarto de Humareda y a Humareda mismo. Este es el libro más arriesgado que he escrito y puede ser un reto para un crítico.
¿En qué sentido?
Para empezar, en la recepción. Los críticos están muy atentos a las historias de lenguaje llano, lineales, que entretienen, y este libro no obedece a eso. De repente, un lector simple se puede dejar llevar sin prejuicios, más que un crítico que obedece, muchas veces, a intereses del momento.
¿Y un lector común y corriente no se puede perder entre tantas puertas?
Puede ser, y pude haber hecho una novela con un lenguaje llano, pero he querido hacer más que eso. Y no por un capricho de poeta, de alguien que quiere dárselas de vanguardista, sino porque quise trabajar un personaje, Humareda, que es como un fantasma.
Un personaje espectral que va y viene a lo largo del relato.
Quise que el lenguaje y la estructura obedecieran a este personaje que era muy libre y a veces muy enredado. Es un personaje que va apareciendo poco a poco hasta que al final se revela. Y el libro mismo también es un personaje, una creación del propio narrador, Dante, quien emprende su proyecto de escritura mientras trata de vivir como Humareda, en el Hotel Lima, entre prostitutas. Presento un Humareda que dialoga con sus espectros y se quita sus caretas de Goya, Toulouse Lautrec y Van Gogh, artistas que él adoraba. Era un posero genial, loquísimo y auténtico.
¿Humareda es tu espectro personal?
Por supuesto. Hay mucha sordidez que he vivido y me da vergüenza contar, y lo barajo adjudicándolo a los personajes del libro. Yo me planteé retratar la valentía que tuvo Humareda de retratar lo sórdido. Mi proyecto personal era retratar una Lima sórdida de finales de los ochenta, cuando empecé a bajar de la nube en que había vivido para acceder a una ciudad violenta. Ahora la sordidez se ha maquillado de modernidad, por ejemplo en los centros comerciales. Y por eso mi interés en el Hotel Lima, donde Humareda fue uno de los últimos habitantes, cuando ya empezaba a convertirse en galería tugurizada.
Estás en este vaivén entre poesía y narrativa y recurres a esta última para que la primera salga triunfante. La poesía es el arte supremo, dice el narrador de la historia.
Sí, pero en cuanto al lenguaje, porque la poesía lo eleva, y eso es lo que a mí me fascina del arte de la palabra. Desde cierto ángulo, las palabras son inútiles, en una dimensión inmediata y pragmática, pero no en una dimensión de trascendencia, ni en cuanto a guardar una memoria colectiva, de darle sentido al lenguaje de la tribu, como decían los simbolistas. El poeta es una especie de artista-chamán.
Con el que te identificas.
Claro, como un chamán que parte de una cotidianeidad para acceder a dimensiones atemporales. Eso es lo que es este libro. Trata de lo más miserable y crudo, para poder acceder a una obra de arte, que es el libro mismo. Y eso es lo que hizo Humareda, quien optó por quedarse en medio de la sordidez para mostrarla. Precisamente, una de las claves del libro es la soñada coherencia, como decía Luis Hernández, porque lo difícil es el punto medio, por el que todo artista trasunta, y el que muchos no entienden. Por ejemplo, no entienden por qué Humareda optó por vivir en un cuartucho en La Parada en lugar de vivir frente al mar de Barranco.
Finalmente, en el libro también dices que es imposible mantener una conversación sin sentirse un caníbal, sin tener el deseo de devorar al otro.
Sí, sí, en los blogs, por ejemplo. Es una época en la que no importa si fundamentas o no lo que estás hablando. Gana por unas horas el que hace escándalo. Hemos llegado a un punto en que el diálogo se ha hecho imposible. Las personas, los críticos literarios, todos se devoran. La gente se cierra y acabas con las ganas de comerte a la otra persona, de que desaparezca, y tragarte todo.
Por Maribel de Paz
El poeta Miguel Ildefonso se confiesa posero. Se coloca la corbata, el saco y el sombrerito hongo para emular a Víctor Humareda, y toma posesión del sillón desvencijado de la asfixiante habitación 283 que durante tantos años albergó al pintor, personaje central de Hotel Lima, el nuevo coqueteo de Ildefonso con la narrativa. Aquí, el autor habla sobre su libro de estructura intrincada, como el hotel mismo, como el Perú mismo.
El libro tiene cuatro actos, cuatro puertas.
Sí, y a su vez cada acto tiene pequeñas puertas interiores. No es un relato lineal, sino que tiene como diferentes entradas a un punto central que es el Hotel Lima. No importa por dónde entres, no importa el orden en que llegues, porque todas van a conducir al cuarto de Humareda y a Humareda mismo. Este es el libro más arriesgado que he escrito y puede ser un reto para un crítico.
¿En qué sentido?
Para empezar, en la recepción. Los críticos están muy atentos a las historias de lenguaje llano, lineales, que entretienen, y este libro no obedece a eso. De repente, un lector simple se puede dejar llevar sin prejuicios, más que un crítico que obedece, muchas veces, a intereses del momento.
¿Y un lector común y corriente no se puede perder entre tantas puertas?
Puede ser, y pude haber hecho una novela con un lenguaje llano, pero he querido hacer más que eso. Y no por un capricho de poeta, de alguien que quiere dárselas de vanguardista, sino porque quise trabajar un personaje, Humareda, que es como un fantasma.
Un personaje espectral que va y viene a lo largo del relato.
Quise que el lenguaje y la estructura obedecieran a este personaje que era muy libre y a veces muy enredado. Es un personaje que va apareciendo poco a poco hasta que al final se revela. Y el libro mismo también es un personaje, una creación del propio narrador, Dante, quien emprende su proyecto de escritura mientras trata de vivir como Humareda, en el Hotel Lima, entre prostitutas. Presento un Humareda que dialoga con sus espectros y se quita sus caretas de Goya, Toulouse Lautrec y Van Gogh, artistas que él adoraba. Era un posero genial, loquísimo y auténtico.
¿Humareda es tu espectro personal?
Por supuesto. Hay mucha sordidez que he vivido y me da vergüenza contar, y lo barajo adjudicándolo a los personajes del libro. Yo me planteé retratar la valentía que tuvo Humareda de retratar lo sórdido. Mi proyecto personal era retratar una Lima sórdida de finales de los ochenta, cuando empecé a bajar de la nube en que había vivido para acceder a una ciudad violenta. Ahora la sordidez se ha maquillado de modernidad, por ejemplo en los centros comerciales. Y por eso mi interés en el Hotel Lima, donde Humareda fue uno de los últimos habitantes, cuando ya empezaba a convertirse en galería tugurizada.
Estás en este vaivén entre poesía y narrativa y recurres a esta última para que la primera salga triunfante. La poesía es el arte supremo, dice el narrador de la historia.
Sí, pero en cuanto al lenguaje, porque la poesía lo eleva, y eso es lo que a mí me fascina del arte de la palabra. Desde cierto ángulo, las palabras son inútiles, en una dimensión inmediata y pragmática, pero no en una dimensión de trascendencia, ni en cuanto a guardar una memoria colectiva, de darle sentido al lenguaje de la tribu, como decían los simbolistas. El poeta es una especie de artista-chamán.
Con el que te identificas.
Claro, como un chamán que parte de una cotidianeidad para acceder a dimensiones atemporales. Eso es lo que es este libro. Trata de lo más miserable y crudo, para poder acceder a una obra de arte, que es el libro mismo. Y eso es lo que hizo Humareda, quien optó por quedarse en medio de la sordidez para mostrarla. Precisamente, una de las claves del libro es la soñada coherencia, como decía Luis Hernández, porque lo difícil es el punto medio, por el que todo artista trasunta, y el que muchos no entienden. Por ejemplo, no entienden por qué Humareda optó por vivir en un cuartucho en La Parada en lugar de vivir frente al mar de Barranco.
Finalmente, en el libro también dices que es imposible mantener una conversación sin sentirse un caníbal, sin tener el deseo de devorar al otro.
Sí, sí, en los blogs, por ejemplo. Es una época en la que no importa si fundamentas o no lo que estás hablando. Gana por unas horas el que hace escándalo. Hemos llegado a un punto en que el diálogo se ha hecho imposible. Las personas, los críticos literarios, todos se devoran. La gente se cierra y acabas con las ganas de comerte a la otra persona, de que desaparezca, y tragarte todo.
Thursday, November 23, 2006
Palabras de Inauguración del Primer Congreso Internacional de Poesía Peruana (1980-2006) y Homenaje a Carlos Germán Belli
Por José Antonio Mazzotti
por la Asociación Internacional de Peruanistas, Estados Unidos
Desde su fundación en 1996, la Asociación Internacional de Peruanistas, entidad que tengo el honor de presidir, ha contemplado la realización de Congresos Internacionales de Peruanistas en el Extranjero (es decir, fuera del Perú) cada cierto número de años. La AIP, dedicada a facilitar los estudios peruanistas en todas las disciplinas, es una organización académica sin fines de lucro oficialmente incorporada ante el gobierno federal de los Estados Unidos. La AIP está conformada por más de ciento cincuenta miembros honorarios de diversos países de Europa, Asia, Norteamérica y América Latina, y esperamos seguir añadiendo más miembros, por lo que invitamos a todos Uds. a aunarse a este esfuerzo colectivo.
Este Primer Congreso Internacional de Poesía Peruana, que ahora inauguramos, surge de los varios que ha organizado la Asociación Internacional de Peruanistas en distintas universidades como las de Harvard en 1999, Sevilla en el 2004 y Nanzan, en Nagoya, Japón, el 2005, a los que seguirá el Cuarto en Santiago de Chile en abril del 2007. Y aunque este congreso de Madrid no es propiamente un "Congreso de Peruanistas", lo es en cierta medida por el foco central que constituye la poesía peruana. Es decir, es en cierta medida un Congreso de Peruanistas porque presta atención a una de las manifestaciones culturales más valiosas de la cultura peruana, la poesía.
A la vez, la feliz confluencia con la Universidad Complutense de Madrid, la Asociación Cultural La Mirada Malva, el Museo Nacional de Antropología y la Embajada del Perú en España hacen que adquiera características únicas, como nunca se había visto en la historia de la poesía peruana y de la crítica sobre poesía peruana. Esta es la primera vez que un grupo de poetas y especialistas en la poesía del milenario país andino se reúne en el extranjero para debatir sus propuestas.
No se puede ignorar, sin embargo, que las internas limitaciones nacionales han tendido a dividirnos y excluir la abundante producción de poesía en otras lenguas, principalmente en quechua. Por eso el presente Congreso incluye este tema tan importante, sobre todo a la luz del histórico olvido en que el Estado oficial peruano ha sumido a la milenaria población indígena del país, como se ve bien en el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Según recordarán, el año pasado la Asociación Cultural La Mirada Malva, la Casa de América, la Embajada del Perú en Madrid y otras instituciones, realizaron el heroico esfuerzo de congregar a numerosos narradores peruanos en lo que fue el Primer Congreso de Narrativa Peruana 1985-2005, de alguna manera inspirado en la mesa sobre narrativa que organizáramos en junio del 2004 en Sevilla durante el Segundo Congreso Internacional de Peruanistas. Los polémicos resultados del Congreso de Narrativa son de todos conocidos, debido a que, en buen medida, la narrativa despierta más ambiciones monetarias y publicitarias que cualquier otra forma de escritura artística, y está ligada a un aparato mediático y editorial que apela a un público masivo.
Menos mal que en este Congreso de Poesía ninguna de las preocupaciones aludidas nos desvela. Como sabemos, la poesía no se vende, en el doble sentido de la expresión, y por eso este Congreso ha sido organizado con la estricta preocupación de que los poetas y críticos aquí presentes entreguen una imagen serena y profesional del importante bagaje cultural que asumimos como objeto de estudio en estas jornadas.
Aquí no habrá polémicas altisonantes sobre criollos y andinos porque el enemigo mayor de la poesía, en cualquiera de sus variantes y tendencias, no es el Ande ni la costa, sino la ineptitud de algunos intelectuales y del Estado en todas partes para dejar en claro que la creatividad humana es nuestra única salvación en el Reino de este Mundo. En tal sentido, la Embajada Peruana en Madrid es una notable excepción, por su constante apoyo, y las universidades que nos han auspiciado igualmente, como ahora la Complutense.
Recordemos, sin embargo, que este Congreso se realiza dentro de las más luctuosas circunstancias. Hemos perdido hace poco al gran poeta Pablo Guevara. Meses atrás al gigantesco Jorge Eduardo Eielson. Y no hace tanto, apenas unas semanas, a Cecilia Bustamante. También, hemos perdido en febrero a Antonio Claros. Dios ponga cabe a nuestras lágrimas, como decía Lucho Hernández. Pido un minuto de silencio por su memoria.
[Nota del editor: El Embajador del Perú, D. Luis Alberto Pérez Sánchez-Cerro, tomó la iniciativa de ponerse de pie y así lo siguieron todos los asistentes en el auditorio, quienes guardaron un impecable silencio. Una vez acabado el minuto, Mazzotti retomó la palabra].
Gracias.
Ahora, en cambio, tenemos al imprescindible Carlos Germán Belli, verdadero maestro de la palabra y del descenso a los reinos de Eurídice, para rescatar con su música los placeres olvidados desde siempre. Esa brillante generación del 50, de la cual nace la mayor parte de la poesía peruana reciente en castellano, es ya un capítulo con piso propio en la historia de nuestras letras. No sólo hablamos de extraordinarios poetas, sino también de críticos como Antonio Cornejo Polar, narradores como Mario Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro, ensayistas como Aníbal Quijano. Hablamos de filósofos como Augusto Salazar Bondy y de músicos como Armando Guevara Ochoa. De la juventud de entonces queda el ejemplo de su lucha contra la adversidad. A pesar de todos los obstáculos, ellos persistieron en su fe por el país.
La poesía de Belli se alza sobre ese panorama como la voz del pájaro parado, que decía Vallejo. Su temática a veces ríspida, su solidaridad con los que sufren, su tremenda maestría con el idioma, llevan a pensar en la continuación de una línea, la mejor, de la poesía peruana: la de la conciencia por el dolor y la de la fidelidad a la energía pura del lenguaje, que constituye, finalmente, la poesía.
Este Primer Congreso Internacional de Poesía Peruana reconoce el valor de la tradición y apuesta por exploración de las nuevas voces dentro de una de las prácticas más ricas del idioma y de las contradictorias realidades latinoamericanas.
Bienvenidos todos, y gracias, muchas gracias, por su apoyo.
21 de noviembre del 2006
Salón de Actos del Museo Nacional de Antropología de Madrid.
por la Asociación Internacional de Peruanistas, Estados Unidos
Desde su fundación en 1996, la Asociación Internacional de Peruanistas, entidad que tengo el honor de presidir, ha contemplado la realización de Congresos Internacionales de Peruanistas en el Extranjero (es decir, fuera del Perú) cada cierto número de años. La AIP, dedicada a facilitar los estudios peruanistas en todas las disciplinas, es una organización académica sin fines de lucro oficialmente incorporada ante el gobierno federal de los Estados Unidos. La AIP está conformada por más de ciento cincuenta miembros honorarios de diversos países de Europa, Asia, Norteamérica y América Latina, y esperamos seguir añadiendo más miembros, por lo que invitamos a todos Uds. a aunarse a este esfuerzo colectivo.
Este Primer Congreso Internacional de Poesía Peruana, que ahora inauguramos, surge de los varios que ha organizado la Asociación Internacional de Peruanistas en distintas universidades como las de Harvard en 1999, Sevilla en el 2004 y Nanzan, en Nagoya, Japón, el 2005, a los que seguirá el Cuarto en Santiago de Chile en abril del 2007. Y aunque este congreso de Madrid no es propiamente un "Congreso de Peruanistas", lo es en cierta medida por el foco central que constituye la poesía peruana. Es decir, es en cierta medida un Congreso de Peruanistas porque presta atención a una de las manifestaciones culturales más valiosas de la cultura peruana, la poesía.
A la vez, la feliz confluencia con la Universidad Complutense de Madrid, la Asociación Cultural La Mirada Malva, el Museo Nacional de Antropología y la Embajada del Perú en España hacen que adquiera características únicas, como nunca se había visto en la historia de la poesía peruana y de la crítica sobre poesía peruana. Esta es la primera vez que un grupo de poetas y especialistas en la poesía del milenario país andino se reúne en el extranjero para debatir sus propuestas.
No se puede ignorar, sin embargo, que las internas limitaciones nacionales han tendido a dividirnos y excluir la abundante producción de poesía en otras lenguas, principalmente en quechua. Por eso el presente Congreso incluye este tema tan importante, sobre todo a la luz del histórico olvido en que el Estado oficial peruano ha sumido a la milenaria población indígena del país, como se ve bien en el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Según recordarán, el año pasado la Asociación Cultural La Mirada Malva, la Casa de América, la Embajada del Perú en Madrid y otras instituciones, realizaron el heroico esfuerzo de congregar a numerosos narradores peruanos en lo que fue el Primer Congreso de Narrativa Peruana 1985-2005, de alguna manera inspirado en la mesa sobre narrativa que organizáramos en junio del 2004 en Sevilla durante el Segundo Congreso Internacional de Peruanistas. Los polémicos resultados del Congreso de Narrativa son de todos conocidos, debido a que, en buen medida, la narrativa despierta más ambiciones monetarias y publicitarias que cualquier otra forma de escritura artística, y está ligada a un aparato mediático y editorial que apela a un público masivo.
Menos mal que en este Congreso de Poesía ninguna de las preocupaciones aludidas nos desvela. Como sabemos, la poesía no se vende, en el doble sentido de la expresión, y por eso este Congreso ha sido organizado con la estricta preocupación de que los poetas y críticos aquí presentes entreguen una imagen serena y profesional del importante bagaje cultural que asumimos como objeto de estudio en estas jornadas.
Aquí no habrá polémicas altisonantes sobre criollos y andinos porque el enemigo mayor de la poesía, en cualquiera de sus variantes y tendencias, no es el Ande ni la costa, sino la ineptitud de algunos intelectuales y del Estado en todas partes para dejar en claro que la creatividad humana es nuestra única salvación en el Reino de este Mundo. En tal sentido, la Embajada Peruana en Madrid es una notable excepción, por su constante apoyo, y las universidades que nos han auspiciado igualmente, como ahora la Complutense.
Recordemos, sin embargo, que este Congreso se realiza dentro de las más luctuosas circunstancias. Hemos perdido hace poco al gran poeta Pablo Guevara. Meses atrás al gigantesco Jorge Eduardo Eielson. Y no hace tanto, apenas unas semanas, a Cecilia Bustamante. También, hemos perdido en febrero a Antonio Claros. Dios ponga cabe a nuestras lágrimas, como decía Lucho Hernández. Pido un minuto de silencio por su memoria.
[Nota del editor: El Embajador del Perú, D. Luis Alberto Pérez Sánchez-Cerro, tomó la iniciativa de ponerse de pie y así lo siguieron todos los asistentes en el auditorio, quienes guardaron un impecable silencio. Una vez acabado el minuto, Mazzotti retomó la palabra].
Gracias.
Ahora, en cambio, tenemos al imprescindible Carlos Germán Belli, verdadero maestro de la palabra y del descenso a los reinos de Eurídice, para rescatar con su música los placeres olvidados desde siempre. Esa brillante generación del 50, de la cual nace la mayor parte de la poesía peruana reciente en castellano, es ya un capítulo con piso propio en la historia de nuestras letras. No sólo hablamos de extraordinarios poetas, sino también de críticos como Antonio Cornejo Polar, narradores como Mario Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro, ensayistas como Aníbal Quijano. Hablamos de filósofos como Augusto Salazar Bondy y de músicos como Armando Guevara Ochoa. De la juventud de entonces queda el ejemplo de su lucha contra la adversidad. A pesar de todos los obstáculos, ellos persistieron en su fe por el país.
La poesía de Belli se alza sobre ese panorama como la voz del pájaro parado, que decía Vallejo. Su temática a veces ríspida, su solidaridad con los que sufren, su tremenda maestría con el idioma, llevan a pensar en la continuación de una línea, la mejor, de la poesía peruana: la de la conciencia por el dolor y la de la fidelidad a la energía pura del lenguaje, que constituye, finalmente, la poesía.
Este Primer Congreso Internacional de Poesía Peruana reconoce el valor de la tradición y apuesta por exploración de las nuevas voces dentro de una de las prácticas más ricas del idioma y de las contradictorias realidades latinoamericanas.
Bienvenidos todos, y gracias, muchas gracias, por su apoyo.
21 de noviembre del 2006
Salón de Actos del Museo Nacional de Antropología de Madrid.
Tuesday, November 21, 2006
Historia de amor y de caníbales
Por Miguel Ildefonso
En mí todo era hambre, la misma hambre de las moscas y los zancudos, la misma delectación de la carne y la sangre. De un solo bocado quería devorar toda esa miseria que circulaba por la ciudad a esas horas de la noche. Por eso envidiaba la antigua concupiscencia de las ratas, su estoica destreza para suplir la luz por la náusea y sus bazofias. Cada noche enterraba lo que quedaba del amor después de haberme saciado. Enterraba unos mechones de cabellos, algunos huesos, los más gruesos y duros como el sacro, el coxis, el iliaco, el omóplato, el fémur y el cráneo. El amor, comprendí, era ese hambre insaciable de los caníbales. Era tan natural amar como era cotidiano abrir por la mañana la refrigeradora y sacar una botella de leche antes de leer el periódico. Para conseguir a mis víctimas mi vida se fue convirtiendo en un adquirir las costumbres del felino. Podía escoger entre un tigre, un león o un leopardo. Pero aquí empieza la historia, porque ninguna de aquellas bestias pude ser cuando conocí a Virginia. La historia, llamémosla así, mi historia con Virginia, empezó en una de esas discotecas del centro de la ciudad adonde solía ir para encontrar el amor. Miserables discotecas que funcionaban en viejas casonas.
En la discoteca Cerebro conocí a Virginia. Vestía minifalda, toda de negro, cubriendo apenas su palidez. Sin mirarme a la cara aceptó bailar conmigo. Bailamos algo de The Cure, luego le invité una bebida. No nos despegamos en ningún momento porque muchos otros caníbales estaban al acecho, esperando un descuido mío para arrebatármela. Íbamos a empezar a bailar una lenta de U2 cuando Virginia, antes que yo pudiera percatarme de su deseo, colocó sus brazos sobre mis hombros y, sin quitar sus ojos clavados en los míos, me llevó contra una pared. Sentí su lengua en mi boca. En ese momento le hubiera dado el primer mordisco, pero me contuve al sentir su muslo izquierdo alzándose entre mis piernas. Era como una contracción, un vacío en el estómago, algo como un grito de niño atrapado en mis crujientes tripas lo que me frenó. Hasta ese entonces creía que el amor de los caníbales era masoquista; porque en el fondo, juntito al corazón -pensaba-, ellos, o mejor dicho, nosotros, queríamos ser los devorados. Y al no causar en nadie ni siquiera la tentación o una segregación extraordinaria de saliva, creía que nos poníamos en lugar de la víctima para comernos, convertidos en nuestras propias víctimas, como si hubiera habido una transubstanciación. Así me imaginaba a mí siendo devorado: tiras y tiras mis carnes bajo la luna.
A estas alturas de la historia cabe decir que a los caníbales nos gusta comer de noche y en soledad. No nos avergonzamos de ello, todo lo contrario, es nuestro orgullo poder mirar en la oscuridad lo que nadie ve por estar más preocupado en encontrar la luz, la luz por la luz, "más luz" como dijo Goethe antes de morir. Pero lo que primero fueron malas circunstancias, procedimientos equivocados por la sobrexcitación ante ese fastuoso cuerpo, irrupciones torpes de goloso ante aquel delicioso banquete; después fue algo extraño e incomprensible, una mezcla de temor y sensación de eternidad que me producían sus miradas, sus besos, sus palabras. Todas las causas y los azares objetivos y obsesivos se conjugaron en ella, y el descubrirlo, me di cuenta, podía costarme sus blandas carnes, sus riquísimos senos, sus jugosos glúteos. Virginia había demostrado ser un hueso duro de roer.
Ella siempre quería que nos viéramos en mi departamento. Yo nunca había llevado a mis víctimas para hacerlo allí, porque temía que antes pudieran abrir el refrigerador y se asustaran con lo que podían encontrar. Recuerdo claramente la noche, garuaba como sólo garúa en esta maldita ciudad. Vi por la ventana a Virginia bajar del taxi y correr hacia el edificio. Al abrirle la puerta me esperaba como sabía que me iba a gustar: una sonrisa, bajo un abrigo negro una minifalda roja y las piernas abiertas. "Así que aquí es tu cueva", me dijo moviendo despacio la cabeza como afirmando en forma irónica el haber obtenido una victoria más. Me fijé en el cigarrillo encendido que tenía en su mano derecha, me di cuenta que por primera vez ya no llevaba el piercing en su ombligo, y todo eso me hizo recordar aquel pensamiento que dice que el caníbal es el niño que sobrevive en el hombre. La cena aún no la tenía lista. Hasta esa fecha sólo había sido besos con lengua, arañazos, y a veces con delicadas mordidas. Tal vez mi primer error fue regalarle una pulsera, un acto muy tierno de mi parte. ¿Cómo es ella?, me preguntó la vendedora detrás del mostrador. Es bella, respondí instantáneamente, como si hubiera ya adivinado en sus ojos lo que me iba a preguntar. "Es bella porque no tiene misterio", dije en mi mente cuando cenábamos esa noche, mirándole la pulsera que le había regalado días atrás, mientras ella me hablaba de sus clases en la Universidad. La garúa había cesado hace rato y de pronto las velas pestañaron porque una fuerte explosión hizo retumbar el edificio. Las balas no se escuchaban tan lejos. Me levanté de la mesa. ¡Apártate de la ventana!, me gritó aterrorizada Virginia. Yo quería saber en dónde había sido el atentado, pero todo era oscuridad afuera, y por primera vez no vi nada en la oscuridad. Felizmente nosotros ya teníamos las velas encendidas. Y sin importarnos ya lo que pasara afuera, nos echamos en la alfombra e hicimos el amor toda la noche.
Olvidaba decir algo importante: que Virginia era vegetariana. Sí, esa primera noche en mi departamento, cuando celebrábamos una semana de habernos conocido, apenas probó el jugo del buen trozo de cerdo que había yo preparado con esmero especialmente para ella. Pero las papas, la ensalada, las frutas del postre, sí que se las devoró con apetito. Sin que ella pudiera percatarse, la carne en mi plato era de otra especie; mejor dicho, era el último bocado que me quedaba de la vendedora de la joyería donde compré la pulsera para Virginia.
Entre caníbales nos olemos, sabemos reconocernos. No lo sabría explicar completamente cómo, pero inmediatamente reconozco al caníbal. Me tropiezo con varios en la calle: él me mira con una especie de odio, asco y socarronería, y de seguro que yo lo miro igual. Difícilmente podemos hablar entre nosotros, pero si la situación lo exige no queda otra cosa que hacerlo. Con relación a la historia de Virginia, puedo contar ahora lo que me pasó una noche en un bar. Había discutido con ella en la tarde, todo a partir de mis burlas que le hacía por lo que comía. Nunca pensé que lo pudiera tomar demasiado en serio. Pero pasó, me dijo que yo era muy insensible, que de todo me reía. Yo me encontraba ya por el segundo vaso de whisky en aquel bar. Indiferente veía en el televisor los informes sobre los últimos asesinatos, hasta que el barman cambió el canal a un partido de fútbol. Era un caníbal viejo, ex policía. Lo primero lo supe apenas entré al bar y lo segundo cuando, luego de pedirle el tercer vaso, me adivinó a medias el pensamiento. Se rompió el interdicto de nuestra intolerancia y empezó a contarme su historia, una historia muy larga para contarla aquí. En resumidas cuentas, para mi mal de amor, para que sin más contemplaciones pudiera comerme a Virginia, lo que me quería decir era que no me preocupara, que con tantas desapariciones y asesinatos de todo tipo, jamás podrían ensañarse únicamente con los caníbales. Era lo último que la policía podía hacer. Hasta me dijo que no era conveniente para el país. Caníbales habían en las más altas esferas políticas como en el Congreso por ejemplo. Finalmente empezó a darme unos consejos, y hasta ahí lo aguanté; pagué la cuenta y me largué.
Me reconcilié con Virginia cuatro días antes de navidad. Quedamos en vernos otra vez en mi departamento al que adorné con cientos de pétalos de rosas rojas. Pétalos esparcidos en las mesas, los estantes y por toda la alfombra. La cena ahora era italiana, acompañada de vino tinto. Esta vez yo comí lo mismo que ella, sólo vegetales y sólo por darle gusto, al menos eso creí entonces. Yo sabía que sus besos me hacían perder la cuenta de mis errores, y aún así me gustaban. Ya no me importaba seguir fallando en mis procedimientos de felino si los fallaba con ella. Luego de cenar y bailar pegados una canción de James, tirados ya en la alfombra, abandonados del mundo, abandonado de mí mismo, abandonado en ella, empezamos a hacer el amor. Si afuera estalló otra bomba o si sonaron balas toda la noche, ya no eran de nuestra incumbencia. Tenía el equipo en alto volumen con temas de Front 242, Joy Division y Nirvana; tenía el cuerpo desnudo e infinito de Virginia entre pétalos rojos. Sin ninguna culpa por traicionar mi canibalismo o por aquel ritual sublime que estaba sucediendo en mi departamento, reconocí, en medio del éxtasis, que éramos los únicos habitantes felices en muchísimos kilómetros a la redonda.
Una tarde que fui a recogerla por primera vez a su universidad, en la entrada Virginia me estaba esperando con un short de jeans desteñido y una camiseta blanca muy ceñida, junto a sus dos mejores amigas, muy apetitosas por cierto, y un tipo muy delgado y alto, que era su mejor amigo. Había sol, y sin pensarlo mucho fuimos a la playa por el ceviche y las cervezas. Allí me daría cuenta de que ya no tenía ninguna salida. Fue en el sunset en el momento en que saqué del auto el libro que había comprado camino a la universidad de Virginia, Goethe y los griegos, un libro que el caníbal viejo del bar me había dicho donde comprar y que, por resistirme a seguir algún consejo de él, no lo había hecho hasta entonces. Yo creía que las mejores cosas venían por el azar, y las maravillosas por fuerzas superiores que venían a través de los caníbales. Yo me tenía todavía confianza hasta que Virginia, con esa suave voz que me hace temblar con el mismo cosquilleo de la primera vez que la oí, me dijo, apenas yo empezaba a leer las primeras líneas del libro, en esa arena tibia, y con el mar y las gaviotas como testigos, que estaba esperando un hijo mío. Sentí que la arena me tragaba, y mientras era devorado veía a sus mejores amigos, que se habían quedado en el restaurante, bailando salsa y bebiendo más cervezas. Yo miraba esos cuerpos voluptuosos con sus contorneos brillantes, tendido en la arena, junto a Virginia preñada de mí, primero con prematura nostalgia de mi concupiscencia, luego con una brusca sensación de bulimia y finalmente con una anorexia total. En ese momento quería que la arena terminara de comerme y no quedara ninguna huella de mí sobre ella, o que una ola me arrancara de este mundo con sus blancas espumas. Sólo eso quería.
Prácticamente desde que conocí a Virginia había dejado de ir a esas discotecas del centro de la ciudad. Mi modo de alimentación se restringió a sacar del congelador todas mis reservas. Mi último trozo de amor fue una odontóloga que conocí en un café de un nuevo centro comercial, una carne muy desabrida además. Yo pensaba que mi canibalismo estaba íntimamente ligado al amor, "canibalismo" o "amoralismo" era lo mismo. Pero Virginia, hasta ahora no comprendo cómo, sin enterarse nunca de mi canibalismo, hizo que cambiara la realidad de la cual estaba hecha mi vida. Aquí debería acabar esta historia que, como se habrán dado cuenta, no resultó como quería. La magia de Virginia hace que todo momento sea siempre el inicio de una historia que me hace incapaz de predecir su final.
Hoy, 21 de noviembre, por ejemplo, a las cuatro y media de la tarde, nació mi hijo. Ya desde hace tres meses que me he vuelto vegetariano. Virginia está feliz, con el cuerpecito de Aníbal, así se llama la criatura, a su lado. No sé si se parece más a ella o a mí. Qué importa eso ya. Aun cuando ahora sólo coma lechugas, zanahorias, alverjas, nabos y tomates, yo me sigo considerando un caníbal. Que quede bien claro esto porque no es cuestión de gustos. Virginia me dice que cargue al bebé. Con extremo cuidado, suavemente, lo llevo hacia mí y me lo como a besos.
En mí todo era hambre, la misma hambre de las moscas y los zancudos, la misma delectación de la carne y la sangre. De un solo bocado quería devorar toda esa miseria que circulaba por la ciudad a esas horas de la noche. Por eso envidiaba la antigua concupiscencia de las ratas, su estoica destreza para suplir la luz por la náusea y sus bazofias. Cada noche enterraba lo que quedaba del amor después de haberme saciado. Enterraba unos mechones de cabellos, algunos huesos, los más gruesos y duros como el sacro, el coxis, el iliaco, el omóplato, el fémur y el cráneo. El amor, comprendí, era ese hambre insaciable de los caníbales. Era tan natural amar como era cotidiano abrir por la mañana la refrigeradora y sacar una botella de leche antes de leer el periódico. Para conseguir a mis víctimas mi vida se fue convirtiendo en un adquirir las costumbres del felino. Podía escoger entre un tigre, un león o un leopardo. Pero aquí empieza la historia, porque ninguna de aquellas bestias pude ser cuando conocí a Virginia. La historia, llamémosla así, mi historia con Virginia, empezó en una de esas discotecas del centro de la ciudad adonde solía ir para encontrar el amor. Miserables discotecas que funcionaban en viejas casonas.
En la discoteca Cerebro conocí a Virginia. Vestía minifalda, toda de negro, cubriendo apenas su palidez. Sin mirarme a la cara aceptó bailar conmigo. Bailamos algo de The Cure, luego le invité una bebida. No nos despegamos en ningún momento porque muchos otros caníbales estaban al acecho, esperando un descuido mío para arrebatármela. Íbamos a empezar a bailar una lenta de U2 cuando Virginia, antes que yo pudiera percatarme de su deseo, colocó sus brazos sobre mis hombros y, sin quitar sus ojos clavados en los míos, me llevó contra una pared. Sentí su lengua en mi boca. En ese momento le hubiera dado el primer mordisco, pero me contuve al sentir su muslo izquierdo alzándose entre mis piernas. Era como una contracción, un vacío en el estómago, algo como un grito de niño atrapado en mis crujientes tripas lo que me frenó. Hasta ese entonces creía que el amor de los caníbales era masoquista; porque en el fondo, juntito al corazón -pensaba-, ellos, o mejor dicho, nosotros, queríamos ser los devorados. Y al no causar en nadie ni siquiera la tentación o una segregación extraordinaria de saliva, creía que nos poníamos en lugar de la víctima para comernos, convertidos en nuestras propias víctimas, como si hubiera habido una transubstanciación. Así me imaginaba a mí siendo devorado: tiras y tiras mis carnes bajo la luna.
A estas alturas de la historia cabe decir que a los caníbales nos gusta comer de noche y en soledad. No nos avergonzamos de ello, todo lo contrario, es nuestro orgullo poder mirar en la oscuridad lo que nadie ve por estar más preocupado en encontrar la luz, la luz por la luz, "más luz" como dijo Goethe antes de morir. Pero lo que primero fueron malas circunstancias, procedimientos equivocados por la sobrexcitación ante ese fastuoso cuerpo, irrupciones torpes de goloso ante aquel delicioso banquete; después fue algo extraño e incomprensible, una mezcla de temor y sensación de eternidad que me producían sus miradas, sus besos, sus palabras. Todas las causas y los azares objetivos y obsesivos se conjugaron en ella, y el descubrirlo, me di cuenta, podía costarme sus blandas carnes, sus riquísimos senos, sus jugosos glúteos. Virginia había demostrado ser un hueso duro de roer.
Ella siempre quería que nos viéramos en mi departamento. Yo nunca había llevado a mis víctimas para hacerlo allí, porque temía que antes pudieran abrir el refrigerador y se asustaran con lo que podían encontrar. Recuerdo claramente la noche, garuaba como sólo garúa en esta maldita ciudad. Vi por la ventana a Virginia bajar del taxi y correr hacia el edificio. Al abrirle la puerta me esperaba como sabía que me iba a gustar: una sonrisa, bajo un abrigo negro una minifalda roja y las piernas abiertas. "Así que aquí es tu cueva", me dijo moviendo despacio la cabeza como afirmando en forma irónica el haber obtenido una victoria más. Me fijé en el cigarrillo encendido que tenía en su mano derecha, me di cuenta que por primera vez ya no llevaba el piercing en su ombligo, y todo eso me hizo recordar aquel pensamiento que dice que el caníbal es el niño que sobrevive en el hombre. La cena aún no la tenía lista. Hasta esa fecha sólo había sido besos con lengua, arañazos, y a veces con delicadas mordidas. Tal vez mi primer error fue regalarle una pulsera, un acto muy tierno de mi parte. ¿Cómo es ella?, me preguntó la vendedora detrás del mostrador. Es bella, respondí instantáneamente, como si hubiera ya adivinado en sus ojos lo que me iba a preguntar. "Es bella porque no tiene misterio", dije en mi mente cuando cenábamos esa noche, mirándole la pulsera que le había regalado días atrás, mientras ella me hablaba de sus clases en la Universidad. La garúa había cesado hace rato y de pronto las velas pestañaron porque una fuerte explosión hizo retumbar el edificio. Las balas no se escuchaban tan lejos. Me levanté de la mesa. ¡Apártate de la ventana!, me gritó aterrorizada Virginia. Yo quería saber en dónde había sido el atentado, pero todo era oscuridad afuera, y por primera vez no vi nada en la oscuridad. Felizmente nosotros ya teníamos las velas encendidas. Y sin importarnos ya lo que pasara afuera, nos echamos en la alfombra e hicimos el amor toda la noche.
Olvidaba decir algo importante: que Virginia era vegetariana. Sí, esa primera noche en mi departamento, cuando celebrábamos una semana de habernos conocido, apenas probó el jugo del buen trozo de cerdo que había yo preparado con esmero especialmente para ella. Pero las papas, la ensalada, las frutas del postre, sí que se las devoró con apetito. Sin que ella pudiera percatarse, la carne en mi plato era de otra especie; mejor dicho, era el último bocado que me quedaba de la vendedora de la joyería donde compré la pulsera para Virginia.
Entre caníbales nos olemos, sabemos reconocernos. No lo sabría explicar completamente cómo, pero inmediatamente reconozco al caníbal. Me tropiezo con varios en la calle: él me mira con una especie de odio, asco y socarronería, y de seguro que yo lo miro igual. Difícilmente podemos hablar entre nosotros, pero si la situación lo exige no queda otra cosa que hacerlo. Con relación a la historia de Virginia, puedo contar ahora lo que me pasó una noche en un bar. Había discutido con ella en la tarde, todo a partir de mis burlas que le hacía por lo que comía. Nunca pensé que lo pudiera tomar demasiado en serio. Pero pasó, me dijo que yo era muy insensible, que de todo me reía. Yo me encontraba ya por el segundo vaso de whisky en aquel bar. Indiferente veía en el televisor los informes sobre los últimos asesinatos, hasta que el barman cambió el canal a un partido de fútbol. Era un caníbal viejo, ex policía. Lo primero lo supe apenas entré al bar y lo segundo cuando, luego de pedirle el tercer vaso, me adivinó a medias el pensamiento. Se rompió el interdicto de nuestra intolerancia y empezó a contarme su historia, una historia muy larga para contarla aquí. En resumidas cuentas, para mi mal de amor, para que sin más contemplaciones pudiera comerme a Virginia, lo que me quería decir era que no me preocupara, que con tantas desapariciones y asesinatos de todo tipo, jamás podrían ensañarse únicamente con los caníbales. Era lo último que la policía podía hacer. Hasta me dijo que no era conveniente para el país. Caníbales habían en las más altas esferas políticas como en el Congreso por ejemplo. Finalmente empezó a darme unos consejos, y hasta ahí lo aguanté; pagué la cuenta y me largué.
Me reconcilié con Virginia cuatro días antes de navidad. Quedamos en vernos otra vez en mi departamento al que adorné con cientos de pétalos de rosas rojas. Pétalos esparcidos en las mesas, los estantes y por toda la alfombra. La cena ahora era italiana, acompañada de vino tinto. Esta vez yo comí lo mismo que ella, sólo vegetales y sólo por darle gusto, al menos eso creí entonces. Yo sabía que sus besos me hacían perder la cuenta de mis errores, y aún así me gustaban. Ya no me importaba seguir fallando en mis procedimientos de felino si los fallaba con ella. Luego de cenar y bailar pegados una canción de James, tirados ya en la alfombra, abandonados del mundo, abandonado de mí mismo, abandonado en ella, empezamos a hacer el amor. Si afuera estalló otra bomba o si sonaron balas toda la noche, ya no eran de nuestra incumbencia. Tenía el equipo en alto volumen con temas de Front 242, Joy Division y Nirvana; tenía el cuerpo desnudo e infinito de Virginia entre pétalos rojos. Sin ninguna culpa por traicionar mi canibalismo o por aquel ritual sublime que estaba sucediendo en mi departamento, reconocí, en medio del éxtasis, que éramos los únicos habitantes felices en muchísimos kilómetros a la redonda.
Una tarde que fui a recogerla por primera vez a su universidad, en la entrada Virginia me estaba esperando con un short de jeans desteñido y una camiseta blanca muy ceñida, junto a sus dos mejores amigas, muy apetitosas por cierto, y un tipo muy delgado y alto, que era su mejor amigo. Había sol, y sin pensarlo mucho fuimos a la playa por el ceviche y las cervezas. Allí me daría cuenta de que ya no tenía ninguna salida. Fue en el sunset en el momento en que saqué del auto el libro que había comprado camino a la universidad de Virginia, Goethe y los griegos, un libro que el caníbal viejo del bar me había dicho donde comprar y que, por resistirme a seguir algún consejo de él, no lo había hecho hasta entonces. Yo creía que las mejores cosas venían por el azar, y las maravillosas por fuerzas superiores que venían a través de los caníbales. Yo me tenía todavía confianza hasta que Virginia, con esa suave voz que me hace temblar con el mismo cosquilleo de la primera vez que la oí, me dijo, apenas yo empezaba a leer las primeras líneas del libro, en esa arena tibia, y con el mar y las gaviotas como testigos, que estaba esperando un hijo mío. Sentí que la arena me tragaba, y mientras era devorado veía a sus mejores amigos, que se habían quedado en el restaurante, bailando salsa y bebiendo más cervezas. Yo miraba esos cuerpos voluptuosos con sus contorneos brillantes, tendido en la arena, junto a Virginia preñada de mí, primero con prematura nostalgia de mi concupiscencia, luego con una brusca sensación de bulimia y finalmente con una anorexia total. En ese momento quería que la arena terminara de comerme y no quedara ninguna huella de mí sobre ella, o que una ola me arrancara de este mundo con sus blancas espumas. Sólo eso quería.
Prácticamente desde que conocí a Virginia había dejado de ir a esas discotecas del centro de la ciudad. Mi modo de alimentación se restringió a sacar del congelador todas mis reservas. Mi último trozo de amor fue una odontóloga que conocí en un café de un nuevo centro comercial, una carne muy desabrida además. Yo pensaba que mi canibalismo estaba íntimamente ligado al amor, "canibalismo" o "amoralismo" era lo mismo. Pero Virginia, hasta ahora no comprendo cómo, sin enterarse nunca de mi canibalismo, hizo que cambiara la realidad de la cual estaba hecha mi vida. Aquí debería acabar esta historia que, como se habrán dado cuenta, no resultó como quería. La magia de Virginia hace que todo momento sea siempre el inicio de una historia que me hace incapaz de predecir su final.
Hoy, 21 de noviembre, por ejemplo, a las cuatro y media de la tarde, nació mi hijo. Ya desde hace tres meses que me he vuelto vegetariano. Virginia está feliz, con el cuerpecito de Aníbal, así se llama la criatura, a su lado. No sé si se parece más a ella o a mí. Qué importa eso ya. Aun cuando ahora sólo coma lechugas, zanahorias, alverjas, nabos y tomates, yo me sigo considerando un caníbal. Que quede bien claro esto porque no es cuestión de gustos. Virginia me dice que cargue al bebé. Con extremo cuidado, suavemente, lo llevo hacia mí y me lo como a besos.
Thursday, November 16, 2006
Patio de Letras
Publicaciones
El nuevo número de la revista de investigaciones humanísticas dirigida por Marco Martos y editada por San Marcos presenta, para empezar, "Nuevos Estudios Andinos", conjunto de polémicas sobre la estructura de discursos indigenistas y modernistas, entre ellos los de Arguedas, Vargas Llosa y Flores Galindo. Continúa con "Nuevos Estudios Coloniales", notas de Jorge Esquivel y Miguel Ángel Huamán, y, entre sus reseñas, una al libro de Roncagliolo, Abril Rojo.
El nuevo número de la revista de investigaciones humanísticas dirigida por Marco Martos y editada por San Marcos presenta, para empezar, "Nuevos Estudios Andinos", conjunto de polémicas sobre la estructura de discursos indigenistas y modernistas, entre ellos los de Arguedas, Vargas Llosa y Flores Galindo. Continúa con "Nuevos Estudios Coloniales", notas de Jorge Esquivel y Miguel Ángel Huamán, y, entre sus reseñas, una al libro de Roncagliolo, Abril Rojo.
El Rescate De los Libros
Nacional: Perú y Chile se enfrascan en negociación para recuperar tesoro bibliográfico de la guerra
Por David Pereda Z.
"Casi esperaban que regrese con el Huáscar, los libros y Fujimori amarrado", bromea Hugo Neira sobre la demanda de noticias a su regreso de Chile. No era para menos. El director de la Biblioteca Nacional no fue solo a disertar en la 26a Feria del Libro de Santiago, sino que también impulsó, más discretamente, las negociaciones para recuperar los libros peruanos saqueados al final de la Guerra del Pacífico.
Neira se reunió con su homóloga Ximena Cruzat. "Hablamos de nueve de la mañana a una de la tarde. Durante una hora el tema fue el de los libros llevados de Lima", comenta.
Pero, aclara Neira, "no soy Batman ni tampoco ministro". La recuperación de los textos que fueron a parar a Chile en 1881 depende de las puntadas de Torre Tagle. En ese sentido las noticias son buenas. En las próximas semanas, se formará una comisión bilateral e intersectorial. La integrarán representantes de las cancillerías, bibliotecas nacionales y ministerios de Educación.
Allí se avizora otro tire y afloje. Aunque se percibe una disposición favorable en el sur, la imprecisión en los datos demanda un trabajo técnico. En principio, hay que definir cuántos ejemplares deben ser devueltos.
El predecesor de Neira en la Biblioteca, Sinesio López, revela que en el 2005 el Ministerio de Educación mapocho, a la cabeza Santiago Bitar, calculó noventa mil textos. "Es imposible, porque antes de la guerra teníamos 56 mil. La cifra de Bitar debe de incluir documentos", precisa López.
Según explica, Ricardo Palma hizo una memoria luego del conflicto: quedaron 700 volúmenes. Diez mil fueron devueltos por el presidente chileno Domingo Santa María, amigo de Palma, y el tradicionista recuperó 15 mil en restaurantes y hoteles, donde los chilenos los daban como pago. "Así rescató un libro de quiromancia que perteneció a José de San Martín", refiere. Con todo, López estima hasta 15 mil libros de nuestra Biblioteca en el país de Pablo Neruda.
En abril pasado, Diario Siete de Chile reveló la existencia de un inventario de los textos saqueados. En 1881, el intelectual Ignacio Domeyko había registrado 10 mil ejemplares enviados de Lima, previa selección. Eran libros de los siglos XVI y XVII, entre los que se contaba una Biblia en latín de 1550, una colección clásica latina de 151 volúmenes, Cartas Pastorales de Fray Luis de León, Cédulas Reales de 1563, Obras de Plutarco y Los triunfos de Petrarca (1555).
Por su parte, Neira precisa que los libros a recuperar pertenecen a la Biblioteca Nacional, el Archivo Histórico de San Marcos y la Biblioteca de San Fernando, que guardaba la colección completa que reunió Hipólito Unanue.
El informe de Diario Siete, hecho por el periodista Marcelo Mendoza, asegura que los textos más valiosos del despojo están en la Sala Medina, el Fondo General y la bóveda de la Biblioteca Nacional de Chile. Pero no solo estarían allí. La ex ministra de Educación Mariana Aylwin declaró a esa publicación que habría importantes libros en predios del Ejército.
La comisión bilateral deberá arrojar una cifra y catálogo definitivos. Neira espera la participación del historiador Cristóbal Aljovín, entre los especialistas. Considera que en dos años podríamos tener los primeros resultados.
Como gesto de buena voluntad, la Biblioteca chilena abrirá una sección con veinte títulos clave del Perú. "Textos de Mariátegui, Basadre, Vallejo estarán allí", anuncia Neira. Lo mismo ocurrirá con la obra mapocha en el complejo de San Borja. Este ambiente se llamará Sala Amistad.
El proceso forma parte de la política de Estado en nuestras relaciones con Chile, que incluyen el Acuerdo de Cooperación Económica y la controversia limítrofe. Santiago Marcovich, director de asuntos culturales en Torre Tagle, perfilará el pedido bibliográfico.
En la reciente cumbre "Dos más Dos", entre los cancilleres y ministros de Defensa de ambos países, se volvió a dibujar la esperanza. Vivianne Blanlot, titular de Defensa de Chile, se comprometió a impulsar el retorno del patrimonio escrito. "Cuenten con mi voto para que sean devueltos al Perú", declaró. Confirmaba así el compromiso de la Presidenta Michelle Bachelet, que en la campaña prometió concretar los gestos de reparación hacia nuestro país.
Pero la derecha chilena promete férrea oposición. Aunque prefiere que el tema sea tabú, tiene en Santiago Villalobos, historiador y ex director de la Biblioteca de Chile, un vocero tenaz. "Los libros fueron tomados en buena lid". "A los peruanos solo hay que devolverles el saludo", han sido sus declaraciones.
En el panorama de nuestras relaciones con el sur, el regreso de los textos usurpados tiene gran peso moral. De hecho, es visto como paso importante para consolidar la confianza. Se suma, pues, al acervo de razones para que el Perú y Chile sigan sentándose a negociar.
Por David Pereda Z.
"Casi esperaban que regrese con el Huáscar, los libros y Fujimori amarrado", bromea Hugo Neira sobre la demanda de noticias a su regreso de Chile. No era para menos. El director de la Biblioteca Nacional no fue solo a disertar en la 26a Feria del Libro de Santiago, sino que también impulsó, más discretamente, las negociaciones para recuperar los libros peruanos saqueados al final de la Guerra del Pacífico.
Neira se reunió con su homóloga Ximena Cruzat. "Hablamos de nueve de la mañana a una de la tarde. Durante una hora el tema fue el de los libros llevados de Lima", comenta.
Pero, aclara Neira, "no soy Batman ni tampoco ministro". La recuperación de los textos que fueron a parar a Chile en 1881 depende de las puntadas de Torre Tagle. En ese sentido las noticias son buenas. En las próximas semanas, se formará una comisión bilateral e intersectorial. La integrarán representantes de las cancillerías, bibliotecas nacionales y ministerios de Educación.
Allí se avizora otro tire y afloje. Aunque se percibe una disposición favorable en el sur, la imprecisión en los datos demanda un trabajo técnico. En principio, hay que definir cuántos ejemplares deben ser devueltos.
El predecesor de Neira en la Biblioteca, Sinesio López, revela que en el 2005 el Ministerio de Educación mapocho, a la cabeza Santiago Bitar, calculó noventa mil textos. "Es imposible, porque antes de la guerra teníamos 56 mil. La cifra de Bitar debe de incluir documentos", precisa López.
Según explica, Ricardo Palma hizo una memoria luego del conflicto: quedaron 700 volúmenes. Diez mil fueron devueltos por el presidente chileno Domingo Santa María, amigo de Palma, y el tradicionista recuperó 15 mil en restaurantes y hoteles, donde los chilenos los daban como pago. "Así rescató un libro de quiromancia que perteneció a José de San Martín", refiere. Con todo, López estima hasta 15 mil libros de nuestra Biblioteca en el país de Pablo Neruda.
En abril pasado, Diario Siete de Chile reveló la existencia de un inventario de los textos saqueados. En 1881, el intelectual Ignacio Domeyko había registrado 10 mil ejemplares enviados de Lima, previa selección. Eran libros de los siglos XVI y XVII, entre los que se contaba una Biblia en latín de 1550, una colección clásica latina de 151 volúmenes, Cartas Pastorales de Fray Luis de León, Cédulas Reales de 1563, Obras de Plutarco y Los triunfos de Petrarca (1555).
Por su parte, Neira precisa que los libros a recuperar pertenecen a la Biblioteca Nacional, el Archivo Histórico de San Marcos y la Biblioteca de San Fernando, que guardaba la colección completa que reunió Hipólito Unanue.
El informe de Diario Siete, hecho por el periodista Marcelo Mendoza, asegura que los textos más valiosos del despojo están en la Sala Medina, el Fondo General y la bóveda de la Biblioteca Nacional de Chile. Pero no solo estarían allí. La ex ministra de Educación Mariana Aylwin declaró a esa publicación que habría importantes libros en predios del Ejército.
La comisión bilateral deberá arrojar una cifra y catálogo definitivos. Neira espera la participación del historiador Cristóbal Aljovín, entre los especialistas. Considera que en dos años podríamos tener los primeros resultados.
Como gesto de buena voluntad, la Biblioteca chilena abrirá una sección con veinte títulos clave del Perú. "Textos de Mariátegui, Basadre, Vallejo estarán allí", anuncia Neira. Lo mismo ocurrirá con la obra mapocha en el complejo de San Borja. Este ambiente se llamará Sala Amistad.
El proceso forma parte de la política de Estado en nuestras relaciones con Chile, que incluyen el Acuerdo de Cooperación Económica y la controversia limítrofe. Santiago Marcovich, director de asuntos culturales en Torre Tagle, perfilará el pedido bibliográfico.
En la reciente cumbre "Dos más Dos", entre los cancilleres y ministros de Defensa de ambos países, se volvió a dibujar la esperanza. Vivianne Blanlot, titular de Defensa de Chile, se comprometió a impulsar el retorno del patrimonio escrito. "Cuenten con mi voto para que sean devueltos al Perú", declaró. Confirmaba así el compromiso de la Presidenta Michelle Bachelet, que en la campaña prometió concretar los gestos de reparación hacia nuestro país.
Pero la derecha chilena promete férrea oposición. Aunque prefiere que el tema sea tabú, tiene en Santiago Villalobos, historiador y ex director de la Biblioteca de Chile, un vocero tenaz. "Los libros fueron tomados en buena lid". "A los peruanos solo hay que devolverles el saludo", han sido sus declaraciones.
En el panorama de nuestras relaciones con el sur, el regreso de los textos usurpados tiene gran peso moral. De hecho, es visto como paso importante para consolidar la confianza. Se suma, pues, al acervo de razones para que el Perú y Chile sigan sentándose a negociar.
Abismo Generacional
Cultural: Jóvenes artistas abordan la figura paterna en Los Nombres del Padre
Según el psicoanalista francés Jacques Lacan, es a partir de la relación con el padre que el hombre establece su identidad. A esta función normativa la denomina Los Nombres del Padre. El mismo título que reúne a los artistas Giancarlo Scaglia, Alberto Borea, Miguel Andrade, Diego Lama, Alex Neumann y Yerko Zlatar en una muestra que explora los planos doméstico, social y religioso de esta relación, a través de pintura, escultura, fotografía, video e instalación.
Frente a generaciones pasadas, se definen como "alpinchistas". No porque nada les importe, sino porque antes que cambiar el mundo procuran construirse un espacio en él. Sus trabajos, dicen, responden cada vez más a inquietudes individuales pero conforman un medio plástico que consideran cada vez más sólido. Se han sobrepuesto a la cancelación de la Bienal de Lima, al cierre del Centro de Artes Visuales y a la desaparición de los concursos artísticos como el de Telefónica o Johnnie Walker. Han sido testigos de cómo desinterés y polémicas alejan cada vez más la creación de un Museo de Arte Contemporáneo que, para jóvenes como ellos, resulta una grandísima carencia. No esperan favores. Y tampoco piden permiso.
Según el psicoanalista francés Jacques Lacan, es a partir de la relación con el padre que el hombre establece su identidad. A esta función normativa la denomina Los Nombres del Padre. El mismo título que reúne a los artistas Giancarlo Scaglia, Alberto Borea, Miguel Andrade, Diego Lama, Alex Neumann y Yerko Zlatar en una muestra que explora los planos doméstico, social y religioso de esta relación, a través de pintura, escultura, fotografía, video e instalación.
Frente a generaciones pasadas, se definen como "alpinchistas". No porque nada les importe, sino porque antes que cambiar el mundo procuran construirse un espacio en él. Sus trabajos, dicen, responden cada vez más a inquietudes individuales pero conforman un medio plástico que consideran cada vez más sólido. Se han sobrepuesto a la cancelación de la Bienal de Lima, al cierre del Centro de Artes Visuales y a la desaparición de los concursos artísticos como el de Telefónica o Johnnie Walker. Han sido testigos de cómo desinterés y polémicas alejan cada vez más la creación de un Museo de Arte Contemporáneo que, para jóvenes como ellos, resulta una grandísima carencia. No esperan favores. Y tampoco piden permiso.
Sunday, November 12, 2006
Congreso en homenaje a Corpus Barga
UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS
ACADEMIA PERUANA DE LA LENGUA
CONGRESO EN HOMENAJE A CORPUS BARGA
PROGRAMA
13 DE NOVIEMBRE
Lugar: Instituto Raúl Porras Barrenechea
6.00 p.m.
Inauguración
Palabras del Dr. Marco Martos Carrera, Presidente de la Academia Peruana de la Lengua
1. Corpus Barga, el periodista del Zeppelín
Juan Gargurevich Regal
2. Corpus Barga. Volar como andar: la quimera del hombre libre
Marco Martos Carrera
7.30 p.m.
1. Visión estética de Corpus Barga
Marino Bueno Laguna
2. Fuegos fugitivos: Los artículos periodísticos en el Perú de Corpus Barga
Marcel Velázquez Castro
14 DE NOVIEMBRE
Lugar: Instituto Raúl Porras Barrenechea
6.00 p.m.
1. La vida es prosa: El legado de Corpus
Samuel Ashcallay Samaniego
2. Corpus Barga, el mejor cronista de Europa del siglo XX
Carlos Parra Morzán
3. La baraja de los desatinos: La novela histórica de Corpus Barga
Gabriel Espinoza Suárez
7.30 p.m.
1. Pasión y muerte y Apocalipsis de Corpus Barga
Oscar Coello
2. Un escritor olvidado
Luis León Herrera
FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS
ACADEMIA PERUANA DE LA LENGUA
CONGRESO EN HOMENAJE A CORPUS BARGA
PROGRAMA
13 DE NOVIEMBRE
Lugar: Instituto Raúl Porras Barrenechea
6.00 p.m.
Inauguración
Palabras del Dr. Marco Martos Carrera, Presidente de la Academia Peruana de la Lengua
1. Corpus Barga, el periodista del Zeppelín
Juan Gargurevich Regal
2. Corpus Barga. Volar como andar: la quimera del hombre libre
Marco Martos Carrera
7.30 p.m.
1. Visión estética de Corpus Barga
Marino Bueno Laguna
2. Fuegos fugitivos: Los artículos periodísticos en el Perú de Corpus Barga
Marcel Velázquez Castro
14 DE NOVIEMBRE
Lugar: Instituto Raúl Porras Barrenechea
6.00 p.m.
1. La vida es prosa: El legado de Corpus
Samuel Ashcallay Samaniego
2. Corpus Barga, el mejor cronista de Europa del siglo XX
Carlos Parra Morzán
3. La baraja de los desatinos: La novela histórica de Corpus Barga
Gabriel Espinoza Suárez
7.30 p.m.
1. Pasión y muerte y Apocalipsis de Corpus Barga
Oscar Coello
2. Un escritor olvidado
Luis León Herrera
Thursday, November 09, 2006
Ladrar y morder
Domingo de Ramos presenta antología poética Pastor de Perros
Por Rebeca Vaisman
Luego de la antología multimedia que presentara en el 2003 intitulada Pastor de Perros, Domingo de Ramos (Ica, 1960) retorna a terrenos editoriales y publica, bajo ese mismo nombre, una selección de su obra poética. Esta comprende textos de sus libros Arquitectura del Espanto (1988), Luna cerrada (1995), Ósmosis (1996), Erótika de Klase (2004), y del inédito Dorada Apocalypsis. El papel, explica, es una tierra desde donde ordena el caos de la ciudad real que lo rodea y abruma. "Que es conflictiva y excluyente; que no me pertenece, y de la que tampoco puedo salir. Una condena constante", dice.
Llegaste de Ica a los 5 años. ¿Recuerdas tu primera impresión de Lima?
Mis primeros recuerdos son del colegio, a los 6 ó 7 años. Mi mundo pasó de la protección del hogar a las aulas: con todos esos niños hostiles de los cuales yo me tenía que defender ejerciendo, también, la violencia.
¿Aún sientes la necesidad de defenderte?
Es mi método para sobrevivir. Es suficiente que uno se autodestruya como para encima soportar esa arma de destrucción masiva que es la realidad.
¿La juventud actual se rebela, cuestiona?
Creo que el poder mediático, que ha dominado toda forma de pensamiento, la ha vuelto pasiva, sin garras. Existen pequeños grupos de resistencia, pero no logran un verdadero cambio. Por ejemplo, ¿dónde esta ahora el movimiento antifujimorista universitario?
¿Y qué piensas de las medidas culturales del gobierno actual?
Que ha roto una línea que avanzaba. Dorada Apocalypsis iba ser publicada por el Fondo Editorial del Congreso. Pero llegó García y dijo: "Hasta se publican libros", y detuvo todo. El Estado no apoya a sus hijos. Hay muchos casos lamentables de artistas que han muerto en la miseria. Pero no quiero hablar de eso, porque ahí veo mi futuro.
¿Le temes al futuro?
Para mí no existe. Para otros sí: empresarios, gente con poder. Yo creo que en cualquier momento el país puede colapsar. Y sin embargo, la patria es algo que uno lleva adentro. Mi poesía es, también, mi patria.
¿Dónde estarías sin ella?
Quizás hubiera acabado siendo político, algo que detesto. Así que la poesía me salvó.
Por Rebeca Vaisman
Luego de la antología multimedia que presentara en el 2003 intitulada Pastor de Perros, Domingo de Ramos (Ica, 1960) retorna a terrenos editoriales y publica, bajo ese mismo nombre, una selección de su obra poética. Esta comprende textos de sus libros Arquitectura del Espanto (1988), Luna cerrada (1995), Ósmosis (1996), Erótika de Klase (2004), y del inédito Dorada Apocalypsis. El papel, explica, es una tierra desde donde ordena el caos de la ciudad real que lo rodea y abruma. "Que es conflictiva y excluyente; que no me pertenece, y de la que tampoco puedo salir. Una condena constante", dice.
Llegaste de Ica a los 5 años. ¿Recuerdas tu primera impresión de Lima?
Mis primeros recuerdos son del colegio, a los 6 ó 7 años. Mi mundo pasó de la protección del hogar a las aulas: con todos esos niños hostiles de los cuales yo me tenía que defender ejerciendo, también, la violencia.
¿Aún sientes la necesidad de defenderte?
Es mi método para sobrevivir. Es suficiente que uno se autodestruya como para encima soportar esa arma de destrucción masiva que es la realidad.
¿La juventud actual se rebela, cuestiona?
Creo que el poder mediático, que ha dominado toda forma de pensamiento, la ha vuelto pasiva, sin garras. Existen pequeños grupos de resistencia, pero no logran un verdadero cambio. Por ejemplo, ¿dónde esta ahora el movimiento antifujimorista universitario?
¿Y qué piensas de las medidas culturales del gobierno actual?
Que ha roto una línea que avanzaba. Dorada Apocalypsis iba ser publicada por el Fondo Editorial del Congreso. Pero llegó García y dijo: "Hasta se publican libros", y detuvo todo. El Estado no apoya a sus hijos. Hay muchos casos lamentables de artistas que han muerto en la miseria. Pero no quiero hablar de eso, porque ahí veo mi futuro.
¿Le temes al futuro?
Para mí no existe. Para otros sí: empresarios, gente con poder. Yo creo que en cualquier momento el país puede colapsar. Y sin embargo, la patria es algo que uno lleva adentro. Mi poesía es, también, mi patria.
¿Dónde estarías sin ella?
Quizás hubiera acabado siendo político, algo que detesto. Así que la poesía me salvó.
El amigo ilustrado
Humor: El reconocido caricaturista Alfredo Marcos, amigo del presidente García y miembro del flamante Grupo del Deber, explica su visión del País de las Maravillas
Por Carlos Cabanillas
Ya casi no frecuenta La República, pero vive en el centro de Lima más que nunca. Reuniones, almuerzos, cafés y tertulias llenan su agenda diaria. Tomándose una pausa en ella e ignorando por un instante a su teléfono celular, el creador de Los Calatos y Las Viejas Pitucas nos recibe en su cómoda casa de Córpac. Es Alfredo Marcos, el hombre que no podía irse sin antes contarnos sobre su no tan nueva faceta de consejero político.
Sus caricaturas tienen una posición muy clara respecto a la pena de muerte, la renta básica, las ONG y las candidaturas a la alcaldía de Lima.
Al sheriff, por ejemplo, sólo lo he graficado. Él mismo se ha jodido. Pero ahora empezará a repuntar, porque Castañeda está mudo. Su silencio en el debate lo está perjudicando, y no es telegénico ni carismático. No es un Alan García.
Al mismo Alan usted lo dibuja como el AGP del ’85. Con flequillo, traje azul y corbata roja. ¿Es el Alan que lo impactó?
Es que yo uso pocas líneas para dibujar a García…
Y ninguna curva en el abdomen.
Mi caricatura es simple, de trazos sencillos. Por eso se parece al García de antes. Pero, siendo el mismo, pienso que ha cambiado. Es menos sectario, más abierto. La vida afuera le ha dado mundo. Posiblemente haya ganado en sentido común.
¿No es muy conservador para su línea? Quizá usted se sitúe a la izquierda de García.
Yo critico, pero no soy Presidente de la República. Él tiene múltiples responsabilidades que quizá no tengan que ver con lo que quiere hacer. Ya en su anterior gobierno metió la pata por querer hacerlo todo rápido. Hoy estamos ante un individuo pragmático. Y la gente ahora también tiene sueños más prácticos. Agua, luz, tarjetas de crédito.
Usted ha sido un hombre cercano a Barrantes y a Toledo. Y desde hace mucho, a García, lo que le permite mirar de cerca. ¿Su balance de los primeros cien días es positivo?
Creo que a veces se excede en detalles, como en la austeridad durante los viajes presidenciales. Y sin embargo, esos gestos le importan a la gente. El balance es positivo siempre y cuando la riqueza haga que los pueblos más atrasados intervengan en la economía.
¿Y Humala? En La República hay diversas corrientes de simpatías…
Yo no estaba con Humala. Por principios, algunos de sus planteamientos me eran inaceptables.
En algunas caricaturas pareciera que le lanza un mensaje en clave a García, como aquella en donde le pide que no se confíe de las lunas de miel (La República 23/09/06).
Sí, la recuerdo. Era una caricatura en la que Marco Aurelio Denegri le comentaba que ‘las lunas de miel se hacen polvo’. Es una advertencia.
Sobre las reuniones semanales del llamado Grupo del Deber junto a intelectuales como Felipe Ortiz de Zevallos, Max Hernández y Fernando Fuenzalida (Caretas 1945). ¿Cuál es su balance? ¿No hay conflictos de interés?
No, porque el grupo cumple una labor con la sociedad. He sido invitado como un ciudadano cualquiera y me siento honrado. A los dueños de medios no se les mide con la misma vara, pues pueden estar en todas partes. Y cuando un periodista está mal, los éticos que ahora protestan no se acuerdan de ti. Además, este trabajo social no es remunerado.
Volviendo al papel, ¿cómo ve a Acevedo, Cherman, Carlín, Heduardo…?
Muy bien. Aquí en Perú hay grandes caricaturistas. No hay que limitarse a la crítica artera o jocosa, sino a reflexionar.
¿Qué opina de la caricatura de Carlín que hizo enfadar a su gran amigo César Hildebrandt?
Hildebrandt no estaba en ese momento en el escenario político, por eso la caricatura llamó la atención. Sin embargo, creo que Carlín hace con su mano lo que quiere.
¿Usted sigue siendo muy amigo de Hildebrandt? Él tiene una posición radicalmente distinta sobre García.
Es mi amigo de muchos años y sí, es posible que tengamos discrepancias políticas. En todo caso, él tiene todo el derecho a ser crítico.
Y también es amigo de muchos años de Alan García. ¿Cómo se sintió durante el affaire Dantón?
Me pareció oportuno que el Presidente haya salido a aclarar el tema lo antes posible. Creo que cumplió con su deber. Y Hildebrandt también cumplió con el suyo. Me parece bien que haya regresado a la prensa escrita. Sigo siendo amigo de ambos.
¿Conoce a la señora Cheessman?
He conversado sobre este tema largamente, y creo que no soy quién para juzgar las acciones de personas mayores de edad. Más aún en casos referidos a la vida íntima. Así que prefiero no opinar al respecto. Lo de Pilar, por otro lado, me parece muy respetable.
El jueves 12 de octubre, en su columna de La Primera, Hildebrandt sugirió que extraditasen al caricaturista favorito de Alan García a los Países Bajos. También dijo –en su primera columna sobre la rubéola– que había un caricaturista que cobraba por lo bajo…
No sé si se habrá referido a mí. Yo soy amigo de García por más de 20 años. Es un tipo simpático, divertido, criollo, y a la vez un hombre con cultura. Creo que la dura experiencia de su gobierno lo ha cambiado.
Fue dura para todos, sin duda. ¿No le critican su cercanía a Alan? Se dice que él escucha a pocas personas. Usted sería una de ellas.
La gente tiende siempre a las sospechas. Yo le tengo un respeto personal a García y creo que él también me lo tiene. Pero no puedo jactarme de ser oído. Además, él escucha a muchas personas.
¿Qué opina de las recientes coincidencias entre el fujimorismo y el aprismo?
Espero que no lleguen a temas mayores como bloquear la extradición de Fujimori. Unirse al fujimorismo en esos terrenos sería pésimo y peligroso.
Es un buen consejo. Bien dicen que usted sabe escuchar y aconsejar. También dicen que tiene siempre los números telefónicos que importan, y que además cae bien por ser discreto y no tener enemigos.
Tú no sabes quién puede ser tu enemigo. Así que no lo sé. Digamos que he conocido a gente con poder y a gente sin poder. Haré una evaluación de lo que significa el poder: el poder es el instrumento para poder hacer cosas, buenas o malas. Quien cree que es importante por estar en el poder ha enloquecido. Somos mortales.
Usted ha vivido una infancia modesta. Ahora que la situación es distinta y asiste a reuniones en la Presidencia del Consejo de Ministros, ¿no se siente mareado?
Yo no tengo poder; sigo siendo el mismo. El poder marea a la gente. Algunos olvidan que cada vez que te abren la puerta, te invitan y te saludan, quien en verdad recibe esos gestos es el poder, no tú.
En la foto: El Grupo del Deber se reúne cada jueves para tocar temas de responsabilidad ciudadana. A los mencionados se les suman Carlos Franco y Hugo Otero, además de algún ocasional invitado especial. [Leyenda Caretas]
Por Carlos Cabanillas
Ya casi no frecuenta La República, pero vive en el centro de Lima más que nunca. Reuniones, almuerzos, cafés y tertulias llenan su agenda diaria. Tomándose una pausa en ella e ignorando por un instante a su teléfono celular, el creador de Los Calatos y Las Viejas Pitucas nos recibe en su cómoda casa de Córpac. Es Alfredo Marcos, el hombre que no podía irse sin antes contarnos sobre su no tan nueva faceta de consejero político.
Sus caricaturas tienen una posición muy clara respecto a la pena de muerte, la renta básica, las ONG y las candidaturas a la alcaldía de Lima.
Al sheriff, por ejemplo, sólo lo he graficado. Él mismo se ha jodido. Pero ahora empezará a repuntar, porque Castañeda está mudo. Su silencio en el debate lo está perjudicando, y no es telegénico ni carismático. No es un Alan García.
Al mismo Alan usted lo dibuja como el AGP del ’85. Con flequillo, traje azul y corbata roja. ¿Es el Alan que lo impactó?
Es que yo uso pocas líneas para dibujar a García…
Y ninguna curva en el abdomen.
Mi caricatura es simple, de trazos sencillos. Por eso se parece al García de antes. Pero, siendo el mismo, pienso que ha cambiado. Es menos sectario, más abierto. La vida afuera le ha dado mundo. Posiblemente haya ganado en sentido común.
¿No es muy conservador para su línea? Quizá usted se sitúe a la izquierda de García.
Yo critico, pero no soy Presidente de la República. Él tiene múltiples responsabilidades que quizá no tengan que ver con lo que quiere hacer. Ya en su anterior gobierno metió la pata por querer hacerlo todo rápido. Hoy estamos ante un individuo pragmático. Y la gente ahora también tiene sueños más prácticos. Agua, luz, tarjetas de crédito.
Usted ha sido un hombre cercano a Barrantes y a Toledo. Y desde hace mucho, a García, lo que le permite mirar de cerca. ¿Su balance de los primeros cien días es positivo?
Creo que a veces se excede en detalles, como en la austeridad durante los viajes presidenciales. Y sin embargo, esos gestos le importan a la gente. El balance es positivo siempre y cuando la riqueza haga que los pueblos más atrasados intervengan en la economía.
¿Y Humala? En La República hay diversas corrientes de simpatías…
Yo no estaba con Humala. Por principios, algunos de sus planteamientos me eran inaceptables.
En algunas caricaturas pareciera que le lanza un mensaje en clave a García, como aquella en donde le pide que no se confíe de las lunas de miel (La República 23/09/06).
Sí, la recuerdo. Era una caricatura en la que Marco Aurelio Denegri le comentaba que ‘las lunas de miel se hacen polvo’. Es una advertencia.
Sobre las reuniones semanales del llamado Grupo del Deber junto a intelectuales como Felipe Ortiz de Zevallos, Max Hernández y Fernando Fuenzalida (Caretas 1945). ¿Cuál es su balance? ¿No hay conflictos de interés?
No, porque el grupo cumple una labor con la sociedad. He sido invitado como un ciudadano cualquiera y me siento honrado. A los dueños de medios no se les mide con la misma vara, pues pueden estar en todas partes. Y cuando un periodista está mal, los éticos que ahora protestan no se acuerdan de ti. Además, este trabajo social no es remunerado.
Volviendo al papel, ¿cómo ve a Acevedo, Cherman, Carlín, Heduardo…?
Muy bien. Aquí en Perú hay grandes caricaturistas. No hay que limitarse a la crítica artera o jocosa, sino a reflexionar.
¿Qué opina de la caricatura de Carlín que hizo enfadar a su gran amigo César Hildebrandt?
Hildebrandt no estaba en ese momento en el escenario político, por eso la caricatura llamó la atención. Sin embargo, creo que Carlín hace con su mano lo que quiere.
¿Usted sigue siendo muy amigo de Hildebrandt? Él tiene una posición radicalmente distinta sobre García.
Es mi amigo de muchos años y sí, es posible que tengamos discrepancias políticas. En todo caso, él tiene todo el derecho a ser crítico.
Y también es amigo de muchos años de Alan García. ¿Cómo se sintió durante el affaire Dantón?
Me pareció oportuno que el Presidente haya salido a aclarar el tema lo antes posible. Creo que cumplió con su deber. Y Hildebrandt también cumplió con el suyo. Me parece bien que haya regresado a la prensa escrita. Sigo siendo amigo de ambos.
¿Conoce a la señora Cheessman?
He conversado sobre este tema largamente, y creo que no soy quién para juzgar las acciones de personas mayores de edad. Más aún en casos referidos a la vida íntima. Así que prefiero no opinar al respecto. Lo de Pilar, por otro lado, me parece muy respetable.
El jueves 12 de octubre, en su columna de La Primera, Hildebrandt sugirió que extraditasen al caricaturista favorito de Alan García a los Países Bajos. También dijo –en su primera columna sobre la rubéola– que había un caricaturista que cobraba por lo bajo…
No sé si se habrá referido a mí. Yo soy amigo de García por más de 20 años. Es un tipo simpático, divertido, criollo, y a la vez un hombre con cultura. Creo que la dura experiencia de su gobierno lo ha cambiado.
Fue dura para todos, sin duda. ¿No le critican su cercanía a Alan? Se dice que él escucha a pocas personas. Usted sería una de ellas.
La gente tiende siempre a las sospechas. Yo le tengo un respeto personal a García y creo que él también me lo tiene. Pero no puedo jactarme de ser oído. Además, él escucha a muchas personas.
¿Qué opina de las recientes coincidencias entre el fujimorismo y el aprismo?
Espero que no lleguen a temas mayores como bloquear la extradición de Fujimori. Unirse al fujimorismo en esos terrenos sería pésimo y peligroso.
Es un buen consejo. Bien dicen que usted sabe escuchar y aconsejar. También dicen que tiene siempre los números telefónicos que importan, y que además cae bien por ser discreto y no tener enemigos.
Tú no sabes quién puede ser tu enemigo. Así que no lo sé. Digamos que he conocido a gente con poder y a gente sin poder. Haré una evaluación de lo que significa el poder: el poder es el instrumento para poder hacer cosas, buenas o malas. Quien cree que es importante por estar en el poder ha enloquecido. Somos mortales.
Usted ha vivido una infancia modesta. Ahora que la situación es distinta y asiste a reuniones en la Presidencia del Consejo de Ministros, ¿no se siente mareado?
Yo no tengo poder; sigo siendo el mismo. El poder marea a la gente. Algunos olvidan que cada vez que te abren la puerta, te invitan y te saludan, quien en verdad recibe esos gestos es el poder, no tú.
En la foto: El Grupo del Deber se reúne cada jueves para tocar temas de responsabilidad ciudadana. A los mencionados se les suman Carlos Franco y Hugo Otero, además de algún ocasional invitado especial. [Leyenda Caretas]
Metáforas que matan
Ojo al Cine: Mariposa Negra, entre los personajes y la pesadez de la realidad peruana
Por José Tsang
Francisco Lombardi no es un cineasta respetado por las nuevas generaciones de críticos. Posiblemente, un balance de su obra dé un saldo negativo. Reconocerle méritos sería como hinchar por un equipo de fútbol "pecho frío" y anti estético.
No obstante, ya muchos quisieran haber hecho la cantidad de cintas que él ha hecho. ¿Es posible que con 13 filmes a cuestas, aun si estos fueran malos, un director sea tan miope, como muchos tremendamente apuntan? ¿Que su presunta ineptitud derive en un filme inepto como Mariposa Negra?
No es para tanto.
Mariposa Negra tiene defectos, pero también virtudes.
Lombardi es un contador de historias. Y la literatura le ha dado historias, además de ceñirlo a la realidad. Maruja en el Infierno está basada en No Una Sino Muchas Muertes de Enrique Congrains, Sin Compasión en Crimen y Castigo, y varias novelas de Vargas Llosa han pasado por su lente. Pesan las historias, no el estilo visual. Por ello Lombardi prefiere el clasicismo. Es decir, un estilo normal, aunque entran a tallar ciertos escenarios expresionistas (Caídos del Cielo) que reflejan un estado de ánimo nacional. Resultado: la literatura y las ganas de decir algo sobre el Perú le hacen malas pasadas al guión, y la puesta en escena depende en exceso de éste.
Es lo que pasa en Mariposa Negra, adaptación de la novela Grandes Miradas de Alonso Cueto. La trama de la viuda de un juez asesinado que intenta llegar hasta Montesinos se hace reclamativa y verbal. (Claro, depende de cómo se usen las palabras: ver a Mankiewicz o Rohmer). Lombardi se apega a la llanura de su estilo invisible y ante cualquier bajón del guión, el filme se cae. Siempre hay cosas de más. Allí está la manía de referirse a un contexto real (la escena en la Costa Verde en la que los "periodistas" hablan de Montesinos), el regodeo en el patetismo que disimula la falta de vuelo (la lesbiana interpretada solventemente por Ivonne Frayssinet), o los personajes que intentan decir cosas interesantes pero que suenan a "rocas" (otro periodista recita: "La prensa amarilla en acción echando mierda"). ¡Por favor, así no es la vida!
Por suerte, las protagonistas se distinguen de la impostura de los secundarios. Melania Urbina y Magdiel Ugaz están estupendas, y le insuflan sustancia al costumbrismo. Hasta le ponen "calle" (sólo un poco, pero lo suficiente para romper con la ingenuidad). De temperamentos opuestos, transitarán por vías de aprendizaje distintos. Así, la fragilidad va de la mano con la obsesión vengativa, y el asco moral con la comprensión. Entonces la viuda negra cobra vuelo y deja de ser un outtake de metáforas obvias, tipo Ojos Que no Ven. A veces, en el cine interesan los personajes y no la historia o la Historia. No al revés.
Por José Tsang
Francisco Lombardi no es un cineasta respetado por las nuevas generaciones de críticos. Posiblemente, un balance de su obra dé un saldo negativo. Reconocerle méritos sería como hinchar por un equipo de fútbol "pecho frío" y anti estético.
No obstante, ya muchos quisieran haber hecho la cantidad de cintas que él ha hecho. ¿Es posible que con 13 filmes a cuestas, aun si estos fueran malos, un director sea tan miope, como muchos tremendamente apuntan? ¿Que su presunta ineptitud derive en un filme inepto como Mariposa Negra?
No es para tanto.
Mariposa Negra tiene defectos, pero también virtudes.
Lombardi es un contador de historias. Y la literatura le ha dado historias, además de ceñirlo a la realidad. Maruja en el Infierno está basada en No Una Sino Muchas Muertes de Enrique Congrains, Sin Compasión en Crimen y Castigo, y varias novelas de Vargas Llosa han pasado por su lente. Pesan las historias, no el estilo visual. Por ello Lombardi prefiere el clasicismo. Es decir, un estilo normal, aunque entran a tallar ciertos escenarios expresionistas (Caídos del Cielo) que reflejan un estado de ánimo nacional. Resultado: la literatura y las ganas de decir algo sobre el Perú le hacen malas pasadas al guión, y la puesta en escena depende en exceso de éste.
Es lo que pasa en Mariposa Negra, adaptación de la novela Grandes Miradas de Alonso Cueto. La trama de la viuda de un juez asesinado que intenta llegar hasta Montesinos se hace reclamativa y verbal. (Claro, depende de cómo se usen las palabras: ver a Mankiewicz o Rohmer). Lombardi se apega a la llanura de su estilo invisible y ante cualquier bajón del guión, el filme se cae. Siempre hay cosas de más. Allí está la manía de referirse a un contexto real (la escena en la Costa Verde en la que los "periodistas" hablan de Montesinos), el regodeo en el patetismo que disimula la falta de vuelo (la lesbiana interpretada solventemente por Ivonne Frayssinet), o los personajes que intentan decir cosas interesantes pero que suenan a "rocas" (otro periodista recita: "La prensa amarilla en acción echando mierda"). ¡Por favor, así no es la vida!
Por suerte, las protagonistas se distinguen de la impostura de los secundarios. Melania Urbina y Magdiel Ugaz están estupendas, y le insuflan sustancia al costumbrismo. Hasta le ponen "calle" (sólo un poco, pero lo suficiente para romper con la ingenuidad). De temperamentos opuestos, transitarán por vías de aprendizaje distintos. Así, la fragilidad va de la mano con la obsesión vengativa, y el asco moral con la comprensión. Entonces la viuda negra cobra vuelo y deja de ser un outtake de metáforas obvias, tipo Ojos Que no Ven. A veces, en el cine interesan los personajes y no la historia o la Historia. No al revés.
The Power of Images: Images of Power in Colonial Latin America
AN INTERDISCIPLINARY SYMPOSIUM
UNIVERSITY OF PENNSYLVANIA & PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
PHILADELPHIA , NOVEMBER 9-12, 2006
PROGRAM
Thursday, November 9
Seminar Room, Philadelphia Museum of Art
4:00-5:00 Lecture by Joseph Rishel , Philadelphia Museum of Art, Curator of the Exhibition
5:00-7:00 Private Exhibition visit: Tesoros/Treasures/Tesouros: The Arts of Latin America, 1492-1821
7:00-9:00 Supper, Philadelphia Museum of Art
Friday, November 10
McNeil Center for Early American Studies, Stephanie Grauman Wolf Room , University of Pennsylvania
9:15-9:30 Welcome: Daniel Richter, Director, McNeil Center Introduction: Nancy Farriss & Antonio Feros, University of Pennsylvania
9:30-12:30 First Session. Chair: Edward Sullivan , New York University , U.S.A.
Panelists:
Luisa Elena Alcalá, Universidad Autónoma de Madrid, Spain, Sources and Meaning in Colonial Historical Images: the Case of the Paracas and Pantasma Reducciones.
Ramón Mujica, Universidad Mayor de San Marcos, Peru, Semiótica de la imagen sagrada: la teurgia del signo en clave americana.
José Antonio Mazzotti, Tufts University, U.S.A., Barroco y santidad en el Imperio del Perú: el caso de Rodrigo de Valdés.
Commentators: Kenneth Mills, University of Toronto, Canada
Claudio Lomnitz, Columbia University, U. S. A.
Summary: Ann Farnsworth-Alvear, University of Pennsylvania , U.S. A.
12:30-2:00 Lunch Break
2:00-5:00 Second Session : Chair: David Brading, Cambridge University , U.K.
Panelists:
Juan Carlos Estenssoro, Universit é Charles-de-Gaulle, Lille III, France, Forjar una corona y un rey para el Perú: La aparición del inca y de sus atributos políticos en las representaciones plásticas, 1532-1548.
Gabriela Ramos, Cambridge University, UK, Los tejidos de cumbi y la sociedad colonial andina.
Maria Elena Martinez, University of Southern California, U.S.A., Indigenous Texts and Images: Communal Histories and Genealogies from Central Mexico.
Commentators:
Susan Deans-Smith, University of Texas Austin, U.S.A.
John Monaghan, University of Illinois at Chicago, U.S.A.
Summary: Gary Tomlinson, University of Pennsylvania, U.S.A.
5:30 – 8:30 Reception & Buffet Supper, Humanities Center, 3619 Locust Walk, University of Pennsylvania
Saturday, November 11
McNeil Center, Stephanie Grauman Wolf Room
9:30-12:30 First Session: Chair: Sabine MacCormack, Notre Dame University, U.S.A.
Panelists:
Alejandro Cañeque , Durham University, UK, Imaging the Empire: The Visual Construction of Royal Authority in Habsburg New Spain.
Natalia Majluf, Museo de Arte de Lima, Peru, De banderas, estandartes y trofeos: señas de identidad y poder en la crisis de la Independencia. Perú, 1808-1825.
Jaime Cuadriello, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, Mexico, La Virgen como territorio: Los títulos primordiales de Santa María Nueva España.
Commentators:
Solange Alberro, Colegio de Mexico, Mexico
Diana Fane, Brooklyn Museum of Art, U.S.A.
Summary: Greg Urban, University of Pennsylvania, U.S.A.
12:30-2:00 Lunch Break
2:00-4:00 Second Session: Chair: Raquel Chang-Rodríguez , CUNY , U.S.A.
Panelists:
Cynthia Stone, College of the Holy Cross, U.S.A., Figuring the Body: Correspondences between Verbal and Visual Metaphors in Anahuac and Michoacan.
Alessandra Russo, EHESS, France, Paredes vacías, “papeles” monumentales. La multiplicación de los graffiti en la Nueva España.
Commentators:
Kris Lane, William and Mary College, U.S.A.
Ilona Katzew, Los Angeles County Museum, U.S.A.
4:00-4:30 Concluding Remarks
Nancy Farriss, University of Pennsylvania, U.S.A.
Antonio Feros, University of Pennsylvania, U.S.A.
5:00 – 7:00 CLAR reception & visit Under European Eyes Exhibit, Old Main Entrance, University Museum
Welcome: Fred Luciani, Editor, Colonial Latin American Review
7:00 – 9:00 Supper, Lower Egyptian Gallery, University of Pennsylvania Museum
Sunday, November 12
Seminar Room, Philadelphia Museum of Art
10:00-12:30 Round Table:
Chair: Clara Bargellini, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de Mexico
Panelists:
Rolena Adorno, Yale University, U.S.A.
Elizabeth Boone, Tulane University, U.S.A.
Tom Cummins, Harvard University
Enrique Florescano, Consejo Nacional para el Arte y la Cultura, Mexico
Frank Salomon, University of Wisconsin, U.S.A.
UNIVERSITY OF PENNSYLVANIA & PHILADELPHIA MUSEUM OF ART
PHILADELPHIA , NOVEMBER 9-12, 2006
PROGRAM
Thursday, November 9
Seminar Room, Philadelphia Museum of Art
4:00-5:00 Lecture by Joseph Rishel , Philadelphia Museum of Art, Curator of the Exhibition
5:00-7:00 Private Exhibition visit: Tesoros/Treasures/Tesouros: The Arts of Latin America, 1492-1821
7:00-9:00 Supper, Philadelphia Museum of Art
Friday, November 10
McNeil Center for Early American Studies, Stephanie Grauman Wolf Room , University of Pennsylvania
9:15-9:30 Welcome: Daniel Richter, Director, McNeil Center Introduction: Nancy Farriss & Antonio Feros, University of Pennsylvania
9:30-12:30 First Session. Chair: Edward Sullivan , New York University , U.S.A.
Panelists:
Luisa Elena Alcalá, Universidad Autónoma de Madrid, Spain, Sources and Meaning in Colonial Historical Images: the Case of the Paracas and Pantasma Reducciones.
Ramón Mujica, Universidad Mayor de San Marcos, Peru, Semiótica de la imagen sagrada: la teurgia del signo en clave americana.
José Antonio Mazzotti, Tufts University, U.S.A., Barroco y santidad en el Imperio del Perú: el caso de Rodrigo de Valdés.
Commentators: Kenneth Mills, University of Toronto, Canada
Claudio Lomnitz, Columbia University, U. S. A.
Summary: Ann Farnsworth-Alvear, University of Pennsylvania , U.S. A.
12:30-2:00 Lunch Break
2:00-5:00 Second Session : Chair: David Brading, Cambridge University , U.K.
Panelists:
Juan Carlos Estenssoro, Universit é Charles-de-Gaulle, Lille III, France, Forjar una corona y un rey para el Perú: La aparición del inca y de sus atributos políticos en las representaciones plásticas, 1532-1548.
Gabriela Ramos, Cambridge University, UK, Los tejidos de cumbi y la sociedad colonial andina.
Maria Elena Martinez, University of Southern California, U.S.A., Indigenous Texts and Images: Communal Histories and Genealogies from Central Mexico.
Commentators:
Susan Deans-Smith, University of Texas Austin, U.S.A.
John Monaghan, University of Illinois at Chicago, U.S.A.
Summary: Gary Tomlinson, University of Pennsylvania, U.S.A.
5:30 – 8:30 Reception & Buffet Supper, Humanities Center, 3619 Locust Walk, University of Pennsylvania
Saturday, November 11
McNeil Center, Stephanie Grauman Wolf Room
9:30-12:30 First Session: Chair: Sabine MacCormack, Notre Dame University, U.S.A.
Panelists:
Alejandro Cañeque , Durham University, UK, Imaging the Empire: The Visual Construction of Royal Authority in Habsburg New Spain.
Natalia Majluf, Museo de Arte de Lima, Peru, De banderas, estandartes y trofeos: señas de identidad y poder en la crisis de la Independencia. Perú, 1808-1825.
Jaime Cuadriello, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, Mexico, La Virgen como territorio: Los títulos primordiales de Santa María Nueva España.
Commentators:
Solange Alberro, Colegio de Mexico, Mexico
Diana Fane, Brooklyn Museum of Art, U.S.A.
Summary: Greg Urban, University of Pennsylvania, U.S.A.
12:30-2:00 Lunch Break
2:00-4:00 Second Session: Chair: Raquel Chang-Rodríguez , CUNY , U.S.A.
Panelists:
Cynthia Stone, College of the Holy Cross, U.S.A., Figuring the Body: Correspondences between Verbal and Visual Metaphors in Anahuac and Michoacan.
Alessandra Russo, EHESS, France, Paredes vacías, “papeles” monumentales. La multiplicación de los graffiti en la Nueva España.
Commentators:
Kris Lane, William and Mary College, U.S.A.
Ilona Katzew, Los Angeles County Museum, U.S.A.
4:00-4:30 Concluding Remarks
Nancy Farriss, University of Pennsylvania, U.S.A.
Antonio Feros, University of Pennsylvania, U.S.A.
5:00 – 7:00 CLAR reception & visit Under European Eyes Exhibit, Old Main Entrance, University Museum
Welcome: Fred Luciani, Editor, Colonial Latin American Review
7:00 – 9:00 Supper, Lower Egyptian Gallery, University of Pennsylvania Museum
Sunday, November 12
Seminar Room, Philadelphia Museum of Art
10:00-12:30 Round Table:
Chair: Clara Bargellini, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de Mexico
Panelists:
Rolena Adorno, Yale University, U.S.A.
Elizabeth Boone, Tulane University, U.S.A.
Tom Cummins, Harvard University
Enrique Florescano, Consejo Nacional para el Arte y la Cultura, Mexico
Frank Salomon, University of Wisconsin, U.S.A.
Viaje y lección de un creador
Personajes: Pablo Guevara (1930-2006) fue la voz cósmica en una falange de poetas memorables
Por César Lévano
Con Pablo Guevara desaparece una de las voces más notables de la llamada generación del ’50, que incluye a Alejandro Romualdo Valle, Blanca Varela, Washington Delgado y Juan Gonzalo Rose.
Temprano, casi sin darse cuenta, había comenzado a escribir poesía, y de súbito se enteró de que le habían otorgado el Premio Nacional de Poesía. Tenía 24 años de edad.
Ha contado él mismo cómo se sintió desconcertado cuando empezaron a invitarlo para que recitara sus versos ante los públicos más variados. Su poema "Mi padre" sería desde entonces algo así como su marca de fábrica. Marco Martos ha señalado que una de las características de Guevara es el canto del hogar, siguiendo la senda trazada con ternura profunda por Vallejo.
Entonces decidió recorrer el mundo, incluido el Perú. Partió a Europa, residió en España y Dinamarca. Infatigable lector de poesía, narración y filosofía, fue ante todo un ser vital, deseoso de conocer el orbe y comunicarlo.
En décadas recientes, enseñó cine y técnicas audiovisuales en la Escuela de Comunicación Social de San Marcos. No en vano había producido cortometrajes de alta calidad.
Sus colegas y sus alumnos lo recuerdan como un hombre apasionado del diálogo, ajeno a todo estiramiento magistral. Su atuendo mismo, informal y ligero, su andar mochila al hombro, daban la impresión de que estaba a punto de viajar o que acababa de retornar de una travesía.
Su poesía se nutrió de esas esencias. Cuando me obsequió los cinco volúmenes de La Colisión (ópera marítima en cinco actos), que gira en torno al hundimiento del gigantesco barco Titanic, puso en su dedicatoria: "A César Lévano estos viajes y vueltas, idas y venidas, de un barco aventurero y algo escéptico".
No era un descreído; pero hacía años que había llegado a la conclusión de que en nuestro país y en el mundo se producían a cada momento choques violentos entre un gigantesco iceberg y un barco al parecer inconmovible.
Antonio Machado escribió que es preferible ver negro a no ver. Pablo era algo escéptico. No lo era totalmente. Creía en el Perú, admiraba sus antiguas culturas, confiaba en los jóvenes que, cargados de ilusiones, lo rodeaban con afecto y admiración.
Poeta de lo cotidiano, de lo inmediato, buscaba ansiosamente el secreto de las vidas sencillas. Pero asimismo atisbaba los grandes secretos del Cosmos y de la historia. Al escoger la tragedia del Titanic, hundido en 1912 con sus 2,223 pasajeros, de los cuales 1,503 perecieron, nos entrega una advertencia, casi una profecía: el choque con el témpano gigantesco se produjo mucho antes de que los hombres recalentaran los cielos y las nieves. Ahora los deshielos no sólo pueden romper naves; pueden también arrasar ciudades o toda la civilización.
En La Colisión, siguiendo su camino de irreverencia frente a géneros y preceptivas, Pablo cuaja de citas su poema. He aquí una, que proviene del poeta chino Lu Ki, el cual dijo que los poetas "atrapan cielo y tierra en la jaula de la forma y estrujan miríadas de cosas en la punta del pincel… Encierran todo un espacio infinito en un solo pie cuadrado de seda; vierten un diluvio desde una pulgada de corazón".
Un diluvio: ¿hay muchos poetas que lo presientan?
Muy temprano, ese ojo avizor que fue Sebastián Salazar Bondy vio la característica de la creación guevariana. En su estudio sobre nuestra poesía contemporánea (Antología General de la Poesía Peruana, compilada al alimón con Alejandro Romualdo Valle) señaló que algunos de los poetas nuevos, Washington Delgado, Alberto Escobar y Pablo Guevara, unificaban los dos caudales primigenios: la poesía llamada social y la llamada poesía pura.
Por César Lévano
Con Pablo Guevara desaparece una de las voces más notables de la llamada generación del ’50, que incluye a Alejandro Romualdo Valle, Blanca Varela, Washington Delgado y Juan Gonzalo Rose.
Temprano, casi sin darse cuenta, había comenzado a escribir poesía, y de súbito se enteró de que le habían otorgado el Premio Nacional de Poesía. Tenía 24 años de edad.
Ha contado él mismo cómo se sintió desconcertado cuando empezaron a invitarlo para que recitara sus versos ante los públicos más variados. Su poema "Mi padre" sería desde entonces algo así como su marca de fábrica. Marco Martos ha señalado que una de las características de Guevara es el canto del hogar, siguiendo la senda trazada con ternura profunda por Vallejo.
Entonces decidió recorrer el mundo, incluido el Perú. Partió a Europa, residió en España y Dinamarca. Infatigable lector de poesía, narración y filosofía, fue ante todo un ser vital, deseoso de conocer el orbe y comunicarlo.
En décadas recientes, enseñó cine y técnicas audiovisuales en la Escuela de Comunicación Social de San Marcos. No en vano había producido cortometrajes de alta calidad.
Sus colegas y sus alumnos lo recuerdan como un hombre apasionado del diálogo, ajeno a todo estiramiento magistral. Su atuendo mismo, informal y ligero, su andar mochila al hombro, daban la impresión de que estaba a punto de viajar o que acababa de retornar de una travesía.
Su poesía se nutrió de esas esencias. Cuando me obsequió los cinco volúmenes de La Colisión (ópera marítima en cinco actos), que gira en torno al hundimiento del gigantesco barco Titanic, puso en su dedicatoria: "A César Lévano estos viajes y vueltas, idas y venidas, de un barco aventurero y algo escéptico".
No era un descreído; pero hacía años que había llegado a la conclusión de que en nuestro país y en el mundo se producían a cada momento choques violentos entre un gigantesco iceberg y un barco al parecer inconmovible.
Antonio Machado escribió que es preferible ver negro a no ver. Pablo era algo escéptico. No lo era totalmente. Creía en el Perú, admiraba sus antiguas culturas, confiaba en los jóvenes que, cargados de ilusiones, lo rodeaban con afecto y admiración.
Poeta de lo cotidiano, de lo inmediato, buscaba ansiosamente el secreto de las vidas sencillas. Pero asimismo atisbaba los grandes secretos del Cosmos y de la historia. Al escoger la tragedia del Titanic, hundido en 1912 con sus 2,223 pasajeros, de los cuales 1,503 perecieron, nos entrega una advertencia, casi una profecía: el choque con el témpano gigantesco se produjo mucho antes de que los hombres recalentaran los cielos y las nieves. Ahora los deshielos no sólo pueden romper naves; pueden también arrasar ciudades o toda la civilización.
En La Colisión, siguiendo su camino de irreverencia frente a géneros y preceptivas, Pablo cuaja de citas su poema. He aquí una, que proviene del poeta chino Lu Ki, el cual dijo que los poetas "atrapan cielo y tierra en la jaula de la forma y estrujan miríadas de cosas en la punta del pincel… Encierran todo un espacio infinito en un solo pie cuadrado de seda; vierten un diluvio desde una pulgada de corazón".
Un diluvio: ¿hay muchos poetas que lo presientan?
Muy temprano, ese ojo avizor que fue Sebastián Salazar Bondy vio la característica de la creación guevariana. En su estudio sobre nuestra poesía contemporánea (Antología General de la Poesía Peruana, compilada al alimón con Alejandro Romualdo Valle) señaló que algunos de los poetas nuevos, Washington Delgado, Alberto Escobar y Pablo Guevara, unificaban los dos caudales primigenios: la poesía llamada social y la llamada poesía pura.
Thursday, November 02, 2006
Visión de Guevara
Por José Antonio Mazzotti
Esa noche te reconocimos entre el humo de los rostros y las flores
imaginarias del centro de Lima
y te gritábamos poeta hasta el hartazgo, te gritamos
desde la sombra sin que te enteraras, asomando por los parabrisas
de tu ómnibus (más negros que la boca del Rímac)
como quien suelta una piedra y no esconde la mano, y tú la recibiste
para lanzar una paloma al movimiento de tus dedos despidiéndose,
más puro que un poema, viejo Pablo, más hermoso
que todas las muchachas que miraban nuestro encuentro sin mirarlo
y sonreíste a los desconocidos que te despreciaban
y algo detrás de ti, algo metido entre la noche, te miraba
y no sabías si eras tú o era la historia
o algún poema que escapaba de tus manos y quedaba
para siempre entre las calles
entre los muros negros y las tardes negras y los rostros
terriblemente solos de la gran ciudad.
(Poemas no recogidos en libro, 1981)
Esa noche te reconocimos entre el humo de los rostros y las flores
imaginarias del centro de Lima
y te gritábamos poeta hasta el hartazgo, te gritamos
desde la sombra sin que te enteraras, asomando por los parabrisas
de tu ómnibus (más negros que la boca del Rímac)
como quien suelta una piedra y no esconde la mano, y tú la recibiste
para lanzar una paloma al movimiento de tus dedos despidiéndose,
más puro que un poema, viejo Pablo, más hermoso
que todas las muchachas que miraban nuestro encuentro sin mirarlo
y sonreíste a los desconocidos que te despreciaban
y algo detrás de ti, algo metido entre la noche, te miraba
y no sabías si eras tú o era la historia
o algún poema que escapaba de tus manos y quedaba
para siempre entre las calles
entre los muros negros y las tardes negras y los rostros
terriblemente solos de la gran ciudad.
(Poemas no recogidos en libro, 1981)
Nota de prensa
Restos del poeta Pablo Guevara recibirán homenaje en La Casona
El día de hoy, a la una de la tarde, serán trasladados hasta el Centro Cultural de San Marcos los restos del poeta Pablo Guevara, que tras una penosa enfermedad dejó de existir en horas de la mañana.
Guevara, uno de los máximos representantes de la Generación de 50, recibirá un sentido homenaje en los ambientes de La Casona por familiares, amigos y colegas. Cabe recordar que Pablo Guevara fue poeta, profesor universitario y cineasta que recibió el Premio Nacional de Poesía en 1954 y Primer Premio COPÉ de Poesía en 1997.
Entre sus obras poéticas figuran: Retorno a la creatura (Madrid, 1957), Los habitantes (Lima, 1965), Crónicas contra los bribones (Lima, 1967), Hotel del Cusco y otras provincias del Perú (1972), Un iceberg llamado Poesía (Lima, 1998), La colisión, ópera marítima en 5 actos: Un iceberg llamado Poesía, En el bosque de hielos, A los ataúdes, a los ataúdes, Cariátides, Quadernas, quadernas, quadernas (Lima, 1999).
Los restos del poeta serán velados hasta tempranas horas de mañana en los ambientes de La Casona.
Lugar: Centro Cultural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Fecha: 2 de noviembre
Hora: 1 p.m
José Alva S.
Jefe de la Oficina de Prensa
Centro Cultural de San Marcos
Tel. 619-7000 anexo 5207
prensa.ccsm@unmsm.edu.pe
www.ccsm-unmsm.edu.pe
El día de hoy, a la una de la tarde, serán trasladados hasta el Centro Cultural de San Marcos los restos del poeta Pablo Guevara, que tras una penosa enfermedad dejó de existir en horas de la mañana.
Guevara, uno de los máximos representantes de la Generación de 50, recibirá un sentido homenaje en los ambientes de La Casona por familiares, amigos y colegas. Cabe recordar que Pablo Guevara fue poeta, profesor universitario y cineasta que recibió el Premio Nacional de Poesía en 1954 y Primer Premio COPÉ de Poesía en 1997.
Entre sus obras poéticas figuran: Retorno a la creatura (Madrid, 1957), Los habitantes (Lima, 1965), Crónicas contra los bribones (Lima, 1967), Hotel del Cusco y otras provincias del Perú (1972), Un iceberg llamado Poesía (Lima, 1998), La colisión, ópera marítima en 5 actos: Un iceberg llamado Poesía, En el bosque de hielos, A los ataúdes, a los ataúdes, Cariátides, Quadernas, quadernas, quadernas (Lima, 1999).
Los restos del poeta serán velados hasta tempranas horas de mañana en los ambientes de La Casona.
Lugar: Centro Cultural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Fecha: 2 de noviembre
Hora: 1 p.m
José Alva S.
Jefe de la Oficina de Prensa
Centro Cultural de San Marcos
Tel. 619-7000 anexo 5207
prensa.ccsm@unmsm.edu.pe
www.ccsm-unmsm.edu.pe
Demasiado Ampuero
Puta linda, una prosa con Parkinson
Por Maribel De Paz
Temblorosa, débil e insegura. Así es la pluma de Fernando Ampuero en Puta linda, su última novela editada por Planeta que, de tanta promoción, no necesita mayor presentación. Ya se sabe: la historia de la joven prostituta Noemí convertida en musa de un aspirante a escritor.
Abundante en justificaciones propias de un falso provocador que no quiere caer en lo políticamente incorrecto, Ampuero incomoda al lector desparramando excusas a lo largo del libro. Como la colocada en boca de uno de los protagonistas para explicar la propia existencia de la novela que le da vida y a la que califica como "una historia de pedofilia y de incesto, que si bien es algo común en los sectores populares, a decir de los sociólogos, resulta poco edificante en términos de valores humanos". Como si el mundo no se hubiera sorprendido ya con la historia de Nabokov describiendo la caloricidad de Lolita y sus muslos cubiertos de cardenales.
¿Pretendió Ampuero mimetizarse con sus protagonistas, escritores incipientes, recurriendo a la prosa que estos podrían lograr? Pareciera, pues recurre a salidas fáciles e inverosímiles para dar un vuelco a la historia al mejor estilo de aquellas series norteamericanas en las que los libretistas se deshacen de personajes incómodos con un viaje repentino, un coma o una muerte súbita.
En suma, un libro donde, más que a los protagonistas, se percibe al propio Ampuero, un libro en el que el escritor aprovecha para promocionar a sus amigos, colgando cuadros de Tola y Llona de las paredes del departamento de una ya distinguida Noemí.
Se reconoce el morbo cautivante. Sin embargo, difícil no asfixiarse con Ampuero en cada página, difícil sumergirse en la trama, difícil creerla, difícil sentirla. Finalmente, difícil no asociar el empeño del aspirante a buen escritor con el propio esfuerzo de Ampuero.
Por Maribel De Paz
Temblorosa, débil e insegura. Así es la pluma de Fernando Ampuero en Puta linda, su última novela editada por Planeta que, de tanta promoción, no necesita mayor presentación. Ya se sabe: la historia de la joven prostituta Noemí convertida en musa de un aspirante a escritor.
Abundante en justificaciones propias de un falso provocador que no quiere caer en lo políticamente incorrecto, Ampuero incomoda al lector desparramando excusas a lo largo del libro. Como la colocada en boca de uno de los protagonistas para explicar la propia existencia de la novela que le da vida y a la que califica como "una historia de pedofilia y de incesto, que si bien es algo común en los sectores populares, a decir de los sociólogos, resulta poco edificante en términos de valores humanos". Como si el mundo no se hubiera sorprendido ya con la historia de Nabokov describiendo la caloricidad de Lolita y sus muslos cubiertos de cardenales.
¿Pretendió Ampuero mimetizarse con sus protagonistas, escritores incipientes, recurriendo a la prosa que estos podrían lograr? Pareciera, pues recurre a salidas fáciles e inverosímiles para dar un vuelco a la historia al mejor estilo de aquellas series norteamericanas en las que los libretistas se deshacen de personajes incómodos con un viaje repentino, un coma o una muerte súbita.
En suma, un libro donde, más que a los protagonistas, se percibe al propio Ampuero, un libro en el que el escritor aprovecha para promocionar a sus amigos, colgando cuadros de Tola y Llona de las paredes del departamento de una ya distinguida Noemí.
Se reconoce el morbo cautivante. Sin embargo, difícil no asfixiarse con Ampuero en cada página, difícil sumergirse en la trama, difícil creerla, difícil sentirla. Finalmente, difícil no asociar el empeño del aspirante a buen escritor con el propio esfuerzo de Ampuero.
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