El señor de los colmillos
Por José B. Adolph
Hablando de vanidades…(*)
Siempre me he preguntado ¿qué hace un texto como el Eclesiastés en la Biblia? Porque no sólo es gran literatura –de esos hay varios otros- sino incitante filosofía, y va como a contrapelo de la visión finalmente positivista de los usuales mensajes religiosos. Como si, digamos, fuera escrito por Gore Vidal basándose en un texto de Cioran.
Hablo no sólo de escepticismo sino también de pesimismo. El pesimista, dice el folklore, es un optimista informado.
Lean o reléanlo. Realmente vale la pena. Para mí es realismo puro. Si bien, dice, hay un tiempo para cada cosa, al final de cuentas nada es nuevo y todo es vanidad.
Y aquí viene una interesante pregunta, cuya respuesta dejo a los expertos y traductores, religiosos y laicos.
Cuando el texto afirma que todo es vanidad, ¿qué está diciendo realmente? Porque "vanidad" tiene dos interpretaciones o acepciones. La primera es equivalente a egolatría militante, a creerse la última gaseosa del picnic. Y la segunda equivale a inutilidad. Por ejemplo, lo mismo cabría preguntarse sobre el "Vano Oficio" de Iván Thays, ¿a cuál de las dos se refiere? ¿La literatura es un oficio de vanidosos o una ocupación "en vano", o sea inútil? ¿Quizás a las dos? ¿Actividad inútil, sin sentido ni vigencia, sin importancia? Sospecho que más a la primera, pero realmente no lo sé. Quizás el amigo Thays pueda aclararlo.
Entonces, ¿podríamos interpretar la filosofía del Eclesiastés como que hay un tiempo para cada cosa pero todo (Dios, el universo, las hazañas y desastres de los hombres, el amor, la vida y la muerte) es inútil, en vano?
Concordarán conmigo, si esto es así, que es un texto insólito en un libro o conjunto de libros que, a grandes rasgos, celebra a Dios y a Su Creación. Para mí, que no soy creyente, no es en realidad cosa de vida o muerte. Para un religioso que fundamenta su fe en la Biblia, total o parcialmente (básicamente judíos y cristianos) sí.
(*) Ver CARETAS No. 1955.