Por Raúl Wiener
Alan García tenía la ventaja del ajedrez. Sin embargo la echó a perder.
¿Quién va a recordar las generalidades democráticas que desplegó en los primeros tres minutos del debate, como si estuviera siguiendo el libreto de Toledo que dice que esta es una elección entre democracia y autoritarismo?
En vez de poner la agenda de los puntos en discusión, García le regaló a Humala la oportunidad para aparecer frontal contra el actual sistema político y el modelo económico, asumiendo las banderas del cambio.
De ahí su desconcierto del primer bloque, que lo han notado hasta los más acérrimos neoalanistas. En realidad porque se había creído su propia tesis de que Ollanta se estaba blanqueando y corriéndose al medio para ganar los votos que le faltan. Seguro que esperaba verlo hablar para los dueños de los medios de comunicación, las grandes empresas y el establishment político.
Hay tanta soberbia en los que dicen que Ollanta debía haber hablado para los sectores que no votan por él, que ni siquiera pueden entender que la fuerza que mostró en el debate se debía a que sabía a quiénes se estaba dirigiendo. El señor Saavedra de CPI, que emplea sus encuestas (que dieron a Lourdes en primer lugar a cuatro días de la primera vuelta), como pretexto para imponernos sus interpretaciones políticas, dice que la intervención de Humala el domingo lo encierra en su 31% y no le permite arrebatar los votos que fueron en otras direcciones.
Ciertamente, si la mirada es que los votos de Unidad Nacional, Frente de Centro, Alianza para el Futuro y otros, son todos conservadores, pro inversión sin controles, contrarios al cambio de constitución, etc., lo que habría que concluir es que Ollanta tocó techo en primera vuelta y que no tiene como expandirse. Estaría ante la disyuntiva de perder con su mensaje, o aprender del APRA que cambia los mensajes con las circunstancias.
Pero si se observa que Humala creció desde cero hasta el 31% y el primer lugar de la primera vuelta, sin deberle nada a los partidos, ¿por qué no podría profundizar esta tendencia hasta el 4 de junio? Esto tiene que ver con la segmentación del país. Los sectores A y B, a los que querían que se ajustara el debate (en gran medida es lo que hizo García, a pesar de que los tiene seguros, por el miedo que se ha impuesto al radicalismo humalista), representan el 11% del electorado. El C que fluctúa entre los de arriba y los de abajo, viene a ser el 29%; y los segmentos D y E suman el 59%.
Es obvio que la intención de Ollanta Humala es seguir ampliándose en E y D, y ganar una fracción adicional de C, aun a costa de irritar a A y B, que es esta discusión sobre como se ve que llegó tarde e hizo esperar a García, porqué no tenía corbata que es como circula la mayoría de la gente, qué clase de malacrianza estaba incluida en el acto de colocar la bandera peruana sobre la mesa del debate. Tal vez sea una apuesta riesgosa. Pero no se puede negar que le otorgó un perfil nítido, que no se veía en el ex presidente aprista. Todos sabemos que son las propuestas de Humala las que han generado el abrumador bloque de prensa, empresarios y partidos contra el nacionalismo. Es normal que les duela en el alma que estos conceptos hayan sido difundidos con una audiencia de varios millones de peruanos. Pero de ahí a concluir que “perdió”, porque dijo lo que no les gusta, y que García ganó porque no es Humala, hay demasiada distancia.
Finalmente ya no se puede componer la crisis de objetividad que se ha apoderado de los peruanos. Pero la gente vio y escuchó. Y tiene formado su punto de vista. Que no necesariamente es el de los medios alineados en la posición que todos saben, ni de los intelectuales a la violeta a los que todo les apesta.
23.05.06