Wednesday, May 24, 2006

Impacto telúrico en Santiago de Chuco

Por Nicolás Hidrogo Navarro

Si hay una razón poderosa de buscar en las serranías de Trujillo-La Libertad, un pueblito encumbrado en los peñascos ciclópeos de la cordillera central, es por ese humanísimo y universal poeta peruano: César Vallejo. Escondido entre eucaliptos, retamas, juncos, choclales, capulís, pencas y tunas, chanchos lanudos y ovejas panzonas, está Santiago de Chuco, pueblo que conserva ese sabor andino ancestral del Perú profundo.
El Encuentro Internacional "Capulí 7. Vallejo y su tierra", se llevó del 19 al 21 de mayo del 2006, en la mismísima tierra de César Vallejo, convocado pro el Instituto del Libro y la Lectura del Perú, reuniendo a connotados vallejólogos y vallejianos entre los cuales citamos a Danilo Sánchez Lihón, Carlos Castillo Mendoza, Julio Yovera, César Vallejo Ynfantes (Primo carnal del autor de Trilce), Fabio Gallo, Mariano Querol, entre otros.
El evento contó con un programa variado: en las mañanas ponencias, testimonios; en las tardes visitas guiadas a los lugares donde viviera Vallejo (casa, escuelas, colegio) y en las noches fogatas y tertulias de amanecidas. Casi un centenar de personas, entre estudiosos, alumnos, docentes de lugares tan distantes como Lima, Trujillo, Lambayeque, Ayacucho, Huamachuco y gente del extranjero, le dieron la nota de movimiento al ingrávido y silencioso Santiago de Chuco.
La impresión que le causa al visitante en la tierra de Vallejo, es doblemente motivadora: sentir que con elementos tan andinos y primitivos como un estilo de vida pueblerino y que en un lugar remotamente distante y cuasi olvidado, se puede ser tan universal, el estímulo de la provincia conquistando no sólo el espacio nacional, sino universal. Allí al entrar a la casa de César Vallejo, sentimientos una fuerza, la presencia omnímoda del espíritu del autor de Los Heraldos Negros. Elementos simbólicos de sus poemas como el fogón, la cocina, el lavatorio, el poyo, el capulí, el jardín, el escondite, representan vivos testimonios que se fija en el visitante, así como la presencia de algunos souvenir usados en vida por el poeta. Allí se encuentra restos de su cama, muelecafé, cafetera, baúl, paraguas, lamparines y una nutrida colección fotográfica original y paneles de homenaje, le dan la nota colorida y vivencial de la casa de nuestro inmortal vate. Sorprende encontrar que la casa por más de 80 años desde que abandona el autor de "Piedra negra sobre piedra blanca" para ir a París, siga tan igual como las fotografías originales. Santiago de Chuco, no sólo se ha quedado varado en tiempo, sino que aún sigue vivo el olor, el respirar y la mirada escrutadora del Vallejo que todos conocemos. Aún suelen pasar las recuas de mulas y burros pensativos por esa callecita embadurnado por el tiempo y la casa de adobes gigantes y tejas rojas oxidadas y enmohecidas por el tiempo.
Ir a Santiago de Chuco es descubrir que entre los cerros perpetuos que nos hacen sentir minúsculos, se esconden humanos tan poetas y poetas tan humanos que nos pueden sensibilizar y nos pueden llenar la plana y la lección que el poeta estando en la puna y en la adversidad de un París ajeno, se puede evocar y tomar como referentes nuestro lugar de origen sin avergonzarnos de ello.
Pedagógicamente, el peregrinaje a Santiago de Chuco, no solamente nos carga de energías motivacionales hacia la poesía en el quehacer creador y en su valoración interpretativa de uno de los autores más leídos de la poesía peruana, nos hace redescubrir un mundo que para el citadino sólo es una lección o discurso de seudo identidad o historiografía, pero que para el humano en general y los peruanos en particular, es una experiencia terrígena que nos hace sentir que el Perú es más grande por sus hombres que por sus riquezas materiales.

Lambayeque, mayo 23 de 2006

En la foto: asistentes al encuentro vallejiano.