Por Augusto Elmore, desde Madrid
Desde que me informaron, hace ya meses, que Blanca Varela había sido nombrada ganadora del premio Federico García Lorca, patrocinado por el Ayuntamiento de Granada, la hermosísima ciudad española, tuve una satisfacción doble, que me obligó a guardar mi modestia por un rato en el bolsillo y mencionar que fui yo quien, cuando era Consejero Cultural del Perú en España, propuse a nuestra gran poeta para dicho premio a cuyas dos versiones anteriores asistí especialmente invitado. La primera la ganó el poeta español Ángel González y la segunda el mexicano José Emilio Pacheco. Esta tercera vez el premio, que tiene especial significación por haber sido instituido en honor al gran poeta granadino que lleva su nombre, ha sido para nuestra compatriota Blanca Varela. Cuando el Ayuntamiento de Granada me propuso que presentara un candidato a dicho premio no dudé un instante y envié, a vuelta de correo, un amplio currículo de B.V., incluyendo comentarios críticos sobre su obra, pertenecientes a Octavio Paz (su prólogo a Ese puerto existe, el primer libro de Blanca), Ana María Gazzolo, Rocío Silva Santisteban, Giovanna Pollarolo y Eva María Valero Juan, conocida filóloga española que expuso sobre B.V. en el I Congreso Internacional de Poesía Peruana, celebrado en Madrid en noviembre pasado –congreso, dicho sea de paso, que contribuí a organizar antes del término de mi misión–, y envié a la sección Cultura del Ayuntamiento granadino copias de varios libros suyos que tenía en mi biblioteca madrileña (y que lamentablemente no recuperaré). Y nada me fue más satisfactorio que saber que mi propuesta había sido escuchada. No por mí, claro, clarísimo, sino por la notable calidad de la poesía de Blanca Varela, la más importante poeta latinoamericana de la actualidad y, ¿por qué no?, de todos los tiempos, por encima de la tan celebrada (Premio Nobel incluido) Gabriela Mistral. Pero mi satisfacción ha aumentado al enterarme que hace pocos días se le hizo entrega también del Premio Reina Sofía, que han merecido otros poetas importantes. Dos premios casi simultáneos para una poeta casi silenciosa, que ha sabido ganarse la admiración de todos aquellos que leen –y saben de– poesía. Ella, como sus grandes amigos Emilio Adolfo Westphalen y Jorge Eduardo Eielson, conforman un olimpo poético exclusivo que ha obtenido la admiración general sin hacer ninguna clase de ruido, silenciosamente casi. En sus inicios, su poesía fue reconocida por Octavio Paz, el gran mexicano, que la impulsó en ese camino que ella ha recorrido dejando huella. Como tú escribiste, Blanca: "Nada suena mejor que el silencio".
Lo que sí me ha extrañado es que, leyendo en Internet los dos principales diarios españoles (El País y El Mundo), no he encontrado en ninguno de ellos mención alguna a los Premios Federico García Lorca ni al Reina Sofía ganados por Blanca Varela, que cuando los gana un español son tan aclamados. Quizá se deba, en verdad, a mi impericia informática. Al menos eso quiero creer y no en la mezquindad de la prensa española. Mejor habrá que sentarse a esperar, simplemente.
Publicado en Caretas 1976.