Friday, July 28, 2006

Tres poemas de Ludy D

yo era una niña
mi primer poema retumbaba
en las orejas de mis vecinos
como un vendedor callejero

todo lo que nos sirve
se extiende sobre la lengua amplia
y puntiaguda de la tarde

si hubiera habido agua para lavar
la melena sedosa del sol
la urdimbre de orfebrería que el deseo
acantonó en plazas de una existencia
inmóvil

ah muslos de las dunas deshojadas
atravesar el denso tapiz de la neblina
que las palmeras impregnan
de una incomprensible laboriosidad
que aqueja
volarle los sesos a la luna
es verdad
no había agua para regar un jardín
el desierto era aquella humanidad
y el polvo
que mi madre empuja con la escoba




trepar corrientes
cuanto edificio antiguo y bien conservado
estire su tronco blanco
de institutriz
los libros que allí compré
el mohín de lo antiguo varado tardíamente
sobre algún pasado
que los transeúntes patean
y arrastran como la cola alta y desvencijada
de una novia
que sin embargo también poco a poco olvidan

basta hojear las paredes atrincheradas en los edificios
del centro
las excusas de los bancos para justificar el blindaje
a prueba de pedradas
que deben de robarle el sol a sus empleados
arremetió suspendido en la nada
un taxista

el mohín aceitunado de las piedras que los libertadores
parecen dirigir desde el vacío umbilical de una plaza

afanosos cuidadores de perros
empujando cachorros como racimos de uva
caminan el zigzag desgastado de la rutina

adoran la exactitud
corrigió el aire
ahogándose en la infinidad de voces que pudieron gritarlo

no resultaría raro encontrarse con un grupo de manifestantes
banderola en mano
sofocando el acostumbrado ruido de los autos
en un son de matracas y bombos

la marcha

bajo una llovizna de algo más contundente que una desmesurada teatralidad
realidad y luz
revelan




voy de bote en bote hasta dar con el hilo de pescar
la pista de baile es un charco
y no he hecho más que zambullirme y someterme
a los caprichos de un conocido clavadista
cuando la luz se pone y el sol se malforma
en la transparencia agreste de otras playas

para el dj invitado
los peces dilapidan su oxígeno de país entero
intentando dar vida a esta cadena alimenticia
de malos entendidos y formas
abren sus ojos
en su lugar la gente habla
en distintas direcciones
los ruidos son mercaderes
que cuelgan de la iniciación de las rocas
estiran sus cabellos filosos
marcas de un cielo estrellado

imagínate a vallejo caminando por el puerto
animando a los que cada viernes por la noche
secretamente
se compenetran desde el tallo débil
apenas se escurren las sombras góticas
de algún estudiante
escondido en el hábito transexual del otro

el trance
que la monotonía insiste en regular
la drag queen repitiendo que un horario justo
de trabajo no la traería aquí

el viento
no tienes ni la más puta idea
de lo que es desplumarse aquí

Reflejo de una cultura mixta, híbrida

Por Carmen Ollé


Es evidente que la poesía peruana cambia con los años pero no como un producto comercial que se ubique en el mercado técnicamente más desarrollado que la poesía de sus predecesores. Prefiero hablar de estéticas contrapuestas que conviven entre sí. En el Perú de ahora prevalece el gusto por una poesía de ideas, como respuesta -y ya va para largo- a la poética integral de Hora Zero de los años 70 y su profusión de imágenes tomadas de la realidad inmediata: el parque Universitario, el Mercado Central, Tacora. Diría que varias estéticas lidian entre sí y algunos poetas intentan incluso crear un nuevo canon para denunciar el centralismo limeño. Se reacciona también visceralmente contra la poesía "erótica" o la poesía "de género", etiquetas con las que se pretende parametrar la poesía escrita por mujeres y así ser dueño absoluto de la verdad en materia del gusto poético.
Me interesa destacar dos maneras de concebir la poesía últimamente. En un extremo la estética clásica ve el acto poético como un hecho aislado de la política, donde la "indeterminación de lo determinado" -como afirma Jorge Wiesse- configura un universo cuyos cuerpos están en suspensión. La poesía nace de la tradición y vuelve a ella sin contaminarse con el ruido social; es el caso del último libro de Ana María Gazzolo Cuadernos de ultramar (2004) publicado con el nombre de Felice Ianua, libro que no hace ninguna concesión al lector.
En la otra punta, Roxana Crisólogo refleja en sus poemas rítmicos una cultura mixta, híbrida, donde lo culto y lo popular no necesitan diferenciarse neuróticamente, como pretende la "alta cultura", pues –a decir de García Canclini- el arte moderno latinoamericano tiene "muchas intersecciones entre lo culto, lo popular, lo artesanal y la producción masiva".
Si en el siglo XX Rocío Silva Santisteban reconoce en los poetas de su generación la tendencia a ser parias sentimentales o una nueva suerte de hastío baudelariano, en Roxana Crisólogo, en cambio, el pathos trágico cambia de tono y tiene otros bemoles. La sombra del expresionismo alemán con George Trakl a la cabeza y la búsqueda de la autodestrucción del yo, que alcanza su máxima expresión en la argentina Alejandra Pizarnik, dos íconos neorrománticos de la poesía del siglo XX, dan paso a un tipo de escritura más sincrética, con el síncope nervioso de las ciudades emergentes. El arte en esta nueva poesía no tiene paradigmas referenciales legítimos, busca por el contrario su esencia en la multiplicidad.

Wednesday, July 19, 2006

Ganivet

Aquella tarde de viernes había decidido vencer el genuino miedo que siempre le he tenido a la gente. Yo era un estudiante retraído en la Facultad de Literatura de San Marcos. Mi madre me había convencido de ir a la universidad y yo había aceptado sin saber bien porqué. A ella no le importaban mis estudios en realidad; lo que le interesaba era que me relacionara un poco más con los otros o le llevara a casa a una dulce muchacha y se la presentara como mi mujer. Mi madre temía que yo fuera homosexual. Sin embargo, no sólo perdí la virginidad en su cama, sino que lo hice con una de esas amigas liberales con las que salía antes de volverse a casar. Aunque nunca hablamos del asunto, siempre supe que ella lo planeó y decir que me importó, sería mentir. Ni siquiera sentí vergüenza. Desde la muerte de mi padre, yo he sentido por mi madre una adoración desmesurada y he tratado de complacerla en todo.
Me convertí, pues, en un estudiante por obra y gracia de sus fobias. No pude, sin embargo, relacionarme con nadie. No sólo nunca le llevé algo parecido a un ser humano a casa, sino que de pronto se me ocurrió que la idea de asesinar a su nuevo cónyuge no carecía de cierta, armónica, justicia. Tuve, sin embargo, mis reticencias. Luché contra mi oscura moral y terminé rechazando lo más hermoso que puede nacer del pecho de un verdadero poeta: la irracionalidad.
Pensaba yo: ¿es el advenedizo un mal hombre? Y, no, no lo era en absoluto. Mi padre sí que lo era, este sujeto era insignificante. Su bondad era tan odiosa como la de todos esos hombres despreciables que nada leen, que gastan sus horas pensando en el mañana con la más estúpida de sus sonrisas. Debía matarlo, sin duda. Estaba clarísimo. Estaba tan claro que las hermosas palabras de Monsieur Mersault resonaban con violencia en mi cabeza. Palabras del horror más perfecto, de la verdadera desnudez ante la angustia de la que hablaba Heidegger. Palabras de profeta que me inspiraron los más atroces sentimientos: "Alors, j’ai tiré encore quatre fois sur un corps inerte où les balles s’enfonçaient sans qu’il y parût. Et c’était comme quatre coups brefs que je frappais sur la porte du malheur.1"
¿Por qué no lo maté? No lo sé, simplemente no lo hice. Al principio no dudé en atribuirlo a mi falta de carácter. Luego me di cuenta del terror que sentía. No de verlo desplomarse o de presenciar el cambio escalofriante de una mirada que se esforzaba en serme paternal. Sé –sabía entonces– que mis actos podían ser interpretados como los de un loco. Pero yo no me sentía así. Lo quería matar y punto. El terror aparecía cuando imaginaba los ojos de mi madre cerrarse para siempre. Sin ella, sentía un agujero en el estómago, una soledad infinita. Cuando pensaba en un mundo sin mamá, el mundo lentamente se hundía.
Con el tiempo no llegaría a comprender a las personas. De hecho odiaba a casi todos los compañeros sanmarquinos:
1) A los que ya me habían invitado a formar parte de sus movimientos de izquierda y estaban tan politizados que preferían sabotear las clases.
2) A los que me invitaban a participar como poeta –sabrá Dios quién les había dicho que lo era– en recitales culturales donde se rendía pleitesía a personajillos de lo más insoportables (nunca, como entonces, sentí tanta vergüenza ante las monstruosidades que la poesía puede permitir).
3) A los que ni me invitaban ni me hablaban ni nada de nada, tan sólo porque, al igual que a ese señor que vivía en casa, los veía más alegres, más vitales, menos reales que yo.
Yo mismo me sentía despreciable. Salvo un grupito de estudiantes que había observado leyendo en los jardines, nadie despertó mi curiosidad. Fueron precisamente estos ‘amigos’ los que me llevaron a aplazar el crimen. No sé si fue voluntario pero empecé a distraerme con ellos. Me gustaba escucharlos cuando hablaban sobre esas cosas que nunca pasan de moda en un pasillo de Letras. Por ejemplo: la expulsión de César Moro del movimiento surrealista por sus "tendencias homosexuales"; el encuentro entre Allen Ginsberg y Martín Adán en el Bar Cordano; los dos tiros de revólver que Verlaine le asestó a Rimbaud en Bruselas; los Efímeros Pánicos de Arrabal, Jodorowsky y Topor en el París de los sesenta, sendos psicodramas estridentes en donde un perro podía tranquilamente suicidarse en escena; la locura de Zelda, la hermosa esposa de Fitzgerald, quien trató de humillarlo hablándole del nimio tamaño de sus genitales, lo que, según Hemingway en París era una fiesta, los llevó a ambos a desmentirla con una inspección ocular en un baño parisino; el juego mortal con el que un dopado William Burroughs, fungiendo de Guillermo Tell, asesinó a su esposa Joan Vollmer de un balazo mientras ésta sostenía un vaso de tequila sobre la cabeza; la llegada de William Faulkner al Perú de la mano del escritor Carlos Eduardo Zavaleta; el puñetazo que Vargas Llosa le propinó a García Márquez dentro de un cine mexicano; el intenso romance que sostuvieron dos de los niños bonitos de las letras sudamericanas: Elena Garro y Adolfo Bioy Casares; y así, un sinfín de acontecimientos literarios que, revestidos por un aura mística y de cierta solemnidad, nadie reconocía como chismes.
Yo, como ellos, disfrutaba el chisme. Particularmente, me gustaba mucho una de las anécdotas que nos contó Marita. Marita era una poeta muy buena y obesa que escribía versos eróticos. La historia ocurrió en Lima, no hace muchos años; habla de poetas peruanos en un taxi. Digamos, para ser efectistas, que el carro era uno de esos minúsculos Ticos amarillos y el conductor un alcohólico. Los poetas salían de un bar barranquino y ya andaban bastante ebrios. Como buenos ciudadanos o como dignos poetas que no conducen, ninguno de ellos tenía coche. De manera que allí estaban José Watanabe, Luis La Hoz, Carlos López Degregori, Antonio Cisneros, y de repente, no puedo asegurarlo, Rodolfo Hinostroza, trepando al taxi que los devolvería a sus casas, cuando uno de ellos miró al taxista y le dijo algo que pudo ser una broma pero que a mí me sonó a magia: "maneja con cuidado compadre; si nos chocamos esta noche aquí se acabó la poesía peruana."

1 Me gustaría mucho traducirle esta frase de Monsieur Mersault, el protagonista de L’étranger (1941) de Albert Camus. Sin embargo, siendo fiel a ciertas prácticas y creencias personales, por su bien, amabilísimo lector, le recomiendo que busque un diccionario e improvise su propia traducción. En el futuro, cuando todos sepamos un poquito de francés en el mundo, sé que se acordará de mí con alguna nostalgia.

La literatura femenina del 2000 o la literatura del desenfado descohibicional

A propósito del jardín de Arianna de amables espinos



Por Nicolás Hidrogo Navarro

La proporción de género en el Perú de poetas declarados y activos es por de cada diez poetas varones, hay una mujer que pergeña sus versos y los da a conocer y se atreve a ser poeta mirando de frente. Forjada dentro de una tradición conservadora, la mujer calculó sus versos al recato, escondió sus sentimientos más íntimos para canturrear el remanso exterior edulcorado de la vida o las miserias o sus propias vicisitudes, desencantos, decepciones, soledades o pasiones imposibles.
El Jardín de los amables espinos (Lima, Santo Oficio, 2005) es un poemario acrisolado de Arianna Castañeda (Lima 1981). Con 31 chisponazos de intimidad y cotidianidad, pretenden corporeizar y levantar el velo de su inmarcesibilidad. Son poemas breves, conceptuadjetivales, entrecortados construidos de un lenguaje duro, directo casi masculinizado. En realidad no hay sólo eje temático, sino que discurre desde el nostálgico evocar de niña, irrumpe en descriptivísimos de instantáneas impresionistas, silencioso dormitares de descanso, el pictografismo. Arianna en su Jardín nos cuenta su propia biografía impersonal y nos pone amablemente su círculo de espinas para no ingresar más allá de su prohibición, traza y cuida sus propios linderos. Acaso en su sentido holístico intenta generar una síntesis de sus propias vivencias, de ayer, de esta tarde y de mañana por la mañana.
Los sucesivos polaroides que hilvana enuncian la instantaneidad fotográfica, en ellas ella desbroza toda maleza y se queda con el lenguaje simbólico de su decir, en ella puede licuar desde perros, violines, hamacas, espejos, búhos, juguetes, gusanos, un caos sustantivado que evidencian la sumatoria de una poesía concreta en sus elementos, pero disruptas, con cabos sueltos de imaginería y relleno conceptual.
La lectura de El jardín de los amables espinos es breve, de 15 a 20 minutos, pero, exige del lector relecturas para empatar entre lo conceptual y lo figuracional. Exige una lectura entrelíneas y rellenar con la imaginación los vacíos adredes que Arianna deja amablemente en el transmito de su cuerpo poético.
Los trascendental es su lenguaje despatarrado, desinhibo, sin taras ni tapujos cucufatos ni melindres afectados de una falsa belleza, característico de los dosmileros.
Arianna Castañeda, irrumpe a punta de flashashos y de espinetazos con su lírica fundida en una emoción y una bronca ironía de alguien que sardónicamente se sonríe mofándose de la reacción de su propio lector.

Lambayeque, julio 17 de 2006

En la foto: mesa de presentación de El jardín de los amables espinos en la Casa de la Emancipación de Trujillo, el pasado viernes 14 de julio.

Sobre Temporal

Temporal. Diego Otero. Solar Central de Proyectos, 2005

Por Martín Rodríguez-Gaona

En su segundo libro, Diego Otero escoge como materia de exploración el asunto más grave para cualquier reelaboración artística: la conciencia de lo efímero. La aproximación del joven autor es sistemática, coral y, de una particular manera, ambiciosa, también en lo que respecta al lenguaje. En qué medida una apuesta de este calibre es válida es uno de los temas que Temporal deshilvana en los recovecos de sentido que van cediendo sus prolongados versos.
Quien está consciente de su mortalidad vive con un fantasma, y allí encuentra la raíz de toda melancolía. En Temporal la voz que narra estas historias está marcada por dicho sentimiento, pero la objetividad es el filtro elegido para vencer el pudor. Lo concreto, evocado y transformado, es lo que arduamente se recupera y se vuelve a poner en marcha como un engranaje, como un recorrido por la memoria que finalmente busca la expiación del dolor.
Es esta necesidad, y la contención natural de su tono, la que obliga al poeta a crear un compañero en su travesía: el Hombre del Tiempo, una presencia que atraviesa varios poemas. Así, al asumir la reelaboración de personajes y hechos contingentes, este testigo y actor velado se convierte en un recordatorio de la inminente pérdida que se esconde detrás de los hechos más nimios.
En las páginas de Temporal desfilan una sucesión de seres convertidos en personajes -curiosamente fascinados por las alturas-, que se desdoblan y permiten el repaso de la historia familiar, y hasta la confesión de una posible escena originaria. Seres dispuestos en una función cuya escenografía apunta a lo insondable, a la desazón de no encontrar respuestas. La voz de los mayores, cuando son apelados, resulta insuficiente, y se hace palpable la propia incapacidad de evitar el declive y el deterioro, incluso en relaciones entrañables. Sin embargo, mas que anhelar empatía ante este fracaso o hilvanar lamentos, la puesta en escena construida a lo largo del libro se obsesiona por la comprensión intelectual de los fenómenos trágicos, insospechados: la memoria establece su peculiar balance mediante la invocación a desastres meteorológicos, aquellos que aparecen súbitamente, sin explicación y sin culpables.
La propuesta de Diego Otero responde, en cuanto lo formal, coherentemente a estos propósitos: la mirada es fría para permitir la calidez de la evocación, y son clásicas la dicción y las imágenes que emprenden el rescate de lo intrascendente, de los gestos privados. El cine para el poeta, al igual que en Cinema Fulgor, su primera entrega, sigue siendo un referente, y no es casual la elección de Bergman como modelo. El estudio descarnado de lo íntimo, envuelto en la trivial cotidianeidad, emparenta a Temporal con Escenas de la vida conyugal, de igual forma que Las fresas salvajes podrían ser un modelo para el descenso en los abismos de la identidad y la memoria. Sin embargo, el uso decidido de lo simbólico, como en el caso del Hombre del Tiempo, lo relaciona de forma explícita con otra obra del maestro sueco: El séptimo sello. La presencia del Caballero Negro y la Danza de la Muerte también se perciben en esta historia colectiva, de otra parte, tan limeña en sus aires oxidados, como más cercanamente diría Antonio Cisneros.
Temporal es por lo tanto, a su manera, un libro órfico, al menos en cuanto al desencanto. Y ya que el descenso mítico no es posible, salvo en la trabajada alucinación diurna, tampoco es viable la contundencia en las conclusiones (en muchos poemas se percibe una indulgencia peculiar en la mirada, que no es autocomplaciente, tierna ni pretende sabiduría). Una dificultad añadida que caracteriza a todo el libro es que muy pocas veces los textos llegan a elevarse hasta temperaturas usualmente relacionadas con lo lírico. Y este aspecto es el que justifica, por vez primera, la referencia a Jack Spicer que abre el libro: quizá la misión del poeta no es conmover, ni atrapar el tiempo, sino desentrañar los mecanismos que van conformando y deshaciendo lo vivido. En esta misma línea, Temporal, con su organización por capítulos, no pretende ser una colección de poemas de mayor o menor intensidad: su apuesta, como la del poeta lingüista de San Francisco, es por el poema en serie, por una narrativa, en este caso, de trasfondo emocional e inspiración cinematográfica.
La valentía de no complacer o escandalizar al lector es, por lo tanto, uno de los mejores logros de Diego Otero. En tal sentido podemos destacar la forma en que en este coherente universo irrumpe la ciudad de Lima, su miserabilismo y la indiferencia que el mismo suscita en distintos sectores sociales. Situaciones descritas tenuemente y que ante todo son un correlato de las sensaciones del narrador y de los personajes del libro.
Temporal es lo que se padece, pero también lo que acaba. Estos poemas tenues y prolongados, son difíciles de asir y hasta de respirar, como la niebla de Lima: se requiebran y parecen concluir antes de tiempo, casi sin haber sido. Y no obstante duran, exponen una discursividad sin énfasis, cuya mayor apuesta es por una trascendencia modesta. La única que es posible perseguir desde el otro lado de la herida.

Tuesday, July 18, 2006

Comentarios

Los cuentos de Víctor Falcón Castro nunca tienen finales felices, porque lo que narran es la destrucción de la felicidad. La felicidad abierta en canal sobre la mesa de autopsias de un reality show que transcurre en la morgue de una ciudad sin nombre. Ya en Cómo alterar el orden de todo (2005) había descubierto que los seres malditos, perversos y desgraciados eran más literarios que los benditos, bondadosos y afortunados, pero en los relatos de Mujeres a punto de alzar vuelo esa certeza se ha enriquecido con estilo, lecturas y densidad.
El mundo de Víctor Falcón Castro le debe tanto a la huidiza Elfriede Jelinek como al exquisito Hannibal Lecter, y por eso la austeridad de sus cuentos me recuerdan el desayuno frugal de los verdugos y sus obsesiones literarias tienen la misma determinación de los asesinos en serie.
Y aunque resulte inverosímil, los seres miserables, psicóticos, resentidos y antisociales que pueblan los cuentos de Víctor Falcón Castro, forman parte de esa borrosa multitud que uno considera personas normales o simplemente buena gente.
Fernando Iwasaki


Mujeres a punto de alzar vuelo logra conjugar con oficio unos cuentos en los que el lector no estará libre de una gran afectación y sí obligado a ver con otros ojos su propio entorno. Víctor Falcón Castro consigue, a través de un lenguaje convincente, dinámico y cargado de imágenes perturbadoras, demostrarnos que la narrativa peruana tiene mucho por explorar.
Ricardo Sumalavia

"Entre fantasmas" de Víctor Falcón Castro

Ella

Una mañana nublada, sin nada que la distinga de las otras.
Sale de su edificio envuelta en un abrigo.
Entra en una cafetería.
Desayuna té verde.

Mauricio

43 años. Gerente. Lo conoce desde hace más de un año.
Cuatro de la tarde. Se encuentran en el bar del hotel acostumbrado. Eso la libra de la competencia y de pagarle a la administradora la comisión por cada hombre que recibe. Mauricio suele decirle que debería irse de ahí: es de lejos la mejor de la casa.
Toman coñac y oporto. Luce más tenso que de costumbre. Dos preguntas bastan para que le cuente cómo pasó la semana.
Ella no lo interrumpe, nunca interrumpe cuando los clientes hablan.
Mauricio ha decidido divorciarse, al fin se librará de su esposa.

Le quita toda la ropa y la echa en la cama. Sus ojos enrojecidos traslucen cansancio.
-Ven conmigo -ella lo toma de una mano.
Entran al jacuzzi. El agua lo reanima. Mauricio está agotado por su trabajo. Ella le sugiere vacaciones, él la mira con ironía.
Se recuestan en la cama. Mauricio pide pastel y helado al departamento de servicio al cuarto mientras ella se inclina, y comienza a chupárselo. Él guía su cabeza con una mano, sostiene el auricular con la otra.
Cuelga, la toma de la cintura y se tiende sobre ella. Es el único con el que no usa preservativos. Los exámenes de sangre trimestrales respaldan la confianza; gana dinero por el acuerdo.
Ella intenta no sentir placer.
Dentro de poco, Mauricio será libre.
Mauricio le da un mordisco al pastel; ella le pone helado en el pecho y lo quita con su lengua. Él la sujeta de los brazos y entra con fuerza. Ella no lo apura, como suele hacer con los otros.
Quiere llegar al orgasmo. No puede; simula uno. Es verosímil: ligero y silencioso. Mauricio se satisface. Los hombres suelen complacerse cuando ocurre. Lo ha fingido con muchísimos, no recuerda haberlo tenido con ninguno.
Mauricio termina. Ella queda encima de él, le pide no retirarse. Él siente mucho sueño.
Dentro de poco será libre.

Ella

Días huecos. Clientes anónimos. Hombres que pagan por media, una o una hora y media.
Un ritual mecánico: quitarse la ropa, ponerles preservativos, echarse, recibirlos, gemir, hacer que terminen, ser cariñosa, despedirlos con un beso y pasar al siguiente. Con los guapos, intenta alargar el momento.
Atiende hasta a doce en un día. A todos con la misma dedicación, y los olvida cuando cierran la puerta de su cuarto.
Hombres huecos. Invisibles. Anónimos. Inexistentes.

Mauricio

Paga por el mejor cuarto y botellas de cerveza.
-Me ascendieron -Mauricio se fastidia al cerrar la puerta.
-¿Por qué te molesta tanto?
-Más responsabilidades, más empleados, más todo.
-Más dinero.
-Ni siquiera puedo ver a mis hijos.
Ella lo abraza. Sonríe al oírlo hablar de sus hijos.

Lo hacen de pie en la ducha. Él está impaciente.
Ella se esfuerza por darle lo mejor de sí.

Termina en pocos minutos.

Ella lo seca sin prisa. Lo peina con sus dedos. Provoca una nueva erección con la mano.
Mauricio se tiende sobre ella.
No es muy original; no importa.

Ella

Tres de la tarde: una hora con un oficinista.
Cuatro de la tarde: media hora con un estudiante. Ve el uniforme escolar colgado en las perchas. Se avergüenza de eyacular tan rápido; ella lo trata con cariño. Lo convence de que es así al comienzo, la próxima resistirá más tiempo.
Pasa el resto de la tarde depilándose, arreglando sus uñas y hablando con la nueva de la casa. Tiene diecisiete años. A la nueva no le entusiasma el ambiente, pero lo prefiere a ser mesera o vendedora en una tienda. Aunque la casa se quede con la mitad de lo que ganan, a fin de mes juntan lo que una mesera consigue en medio año.

Domingo. Se sienta en una banca del parque. Compra un cono de helado, el sabor le recuerda a Mauricio. Lo imagina riendo a su costado y a sus dos hijos jugando en la arena. Se siente ridícula. Se retira.

Es puntual en su hora de entrada y salida, le paga a la administradora la comisión exacta, nunca hay quejas de nadie.
Un abogado está aficionándose a ella. No lo soporta: hace chistes vulgares y su olor a cigarro es insoportable.
Mientras más hombres recibe, más fácil resulta olvidarlos. Se esfuerza para no pensar en Mauricio.

Sábado. Poca gente en el parque. Se le ha hecho costumbre visitarlo. Le gusta pensar que así es parte de lo que ve a su alrededor. Parte de una vida, de algo, de un pedazo de algo. Desde hace días no sabe nada de Mauricio. Ella tiene su número, sabe dónde vive y dónde trabaja.
Va a un teléfono público. Marca su número.
Cuelga.

Mauricio

La trata con desgano. Sus encuentros se han espaciado. Ella supone que no está esforzándose lo suficiente.
-Solo podré ver a mis hijos los fines de semana -Mauricio se nota contrariado.
Ella besa su cuello; respira aliviada.
Las caricias se acrecientan. Le toca el pecho y muerde sus hombros con apremio. Intenta no reflejar gusto cuando es abrazada. Vive con detenimiento cada instante.
Lo atrae hacia su cuerpo.
Mauricio susurra que se siente bien cuando está dentro de ella.
Ella lo anima a tomarse el tiempo que quiera.
Mauricio se lo hace sin prisa.

Ella alcanza el orgasmo.

Ella

El estudiante resiste cinco minutos.
Ella lo felicita. Sabe que pronto encontrará una enamorada: tiene lindos ojos, es cariñoso y su cabeza no está llena de las estupideces que debe escucharles a varios. Pronto la olvidará. Lo bueno nunca dura.

Ve al abogado tocando el timbre. Es una versión involucionada de Mauricio. Una copia mal hecha de un hombre. Un garabato con el que debe lidiar cada cierto tiempo; lo atiende con el esmero de siempre.

Se sienta en una banca del parque. Las ramas de los árboles y los columpios se sacuden en desorden. Mauricio apenas la visita; quizá se reconcilió con su esposa.

Mauricio

-Conocí a alguien -Mauricio luce radiante.
-¿Cómo se llama? -ella aparenta alegría. Por dentro está derrumbándose.
-Guillermo. ¿Te sorprende mucho?
-No... ¿Cómo lo conociste?
Las palabras llegan deformadas. Solo comprende que tiene veintitrés años, trabajan en la misma empresa y desde hace un tiempo han comenzado a verse un par de veces por semana.
No es la primera vez que escucha esa historia: un hombre pierde la cabeza por un chiquillo. Nunca pensó que llegaría a tanto. Cuando empezaron a sentir confianza, le contó que en el pasado tuvo sexo con algunos hombres. Trata de olvidar lo que oye. Se siente estúpida. Se odia.

Mauricio termina de quitarse la ropa.
No lo apura. No debe.
Desearía que Guillermo fuese mujer. Pelear contra una mujer es sencillo. No puede competir contra un hombre.

Ella

Lo busca en los clientes que atiende. Su aliento, su olor, sus brazos, su forma de desvestirla. El colegial ya no la visita. Debe estar con una mujer por la que no tenga que pagar. Lo bueno no dura.

Jueves. Una cita con el abogado. Quiere que sea tan vulgar como pueda. Que haga con ella lo que se le antoje, que la devuelva a la realidad, que le recuerde que es un trozo de carne que se alquila. Por lo menos es un verdadero hombre.
Presiona los dientes, acaba fuera. La mira con la superioridad acostumbrada.

Ella le pide que se lo haga de nuevo.

Mauricio

Actúa con desidia, como una obligación que deben tener cada cierto tiempo.
-¿Sabe Guillermo lo que haces conmigo? -sonríe algo incómoda.
-No le molesta, aunque a veces habla de ti con celos.
Un hombre no es asfixiante como una esposa.
No lo apura: quiere llevarse lo que pueda.

Ella

Compra helado y se sienta al costado de una resbaladera.
Las familias a su alrededor la aíslan. La encogen en su sitio.
Su mirada y la de Mauricio se cruzan fugazmente. La calma se rasga. Se quiebra ante su indiferencia. Ni una sonrisa o un gesto para saludarla. No se esfuerza para evitarla: es invisible. Compra galletas para sus hijos. Los niños las reciben. Mauricio se sienta cerca de una poza de arena. Ella los mira, ellos le devuelven una imagen deshecha. Imposible. Fracasada. Le gritan en silencio lo que nunca tendrá. Y que es un pedazo de carne. Un juguete. Un vertedero. Una escupidera.
Arroja el helado a la basura. Se va; quiere que el parque se incendie.

Mauricio y Guillermo

-Quiere probar con una mujer -Mauricio apura un trago de whisky.
Guillermo la mira con timidez.
Nunca había estado en casa de Mauricio. Es como la imaginó: cálida, moderna, con un jardín para los niños.
Él le pide que lo acompañe a la cocina.
-¿Qué opinas? -Mauricio sonríe y coge vasos de la despensa.
-Está guapo. Parece buen chico- le devuelve la sonrisa.
-Lo es. De verdad.
-¿En serio nunca lo ha hecho con una mujer?
-No. Parece que se animó al escucharme hablar de ti.
Ella sonríe con tristeza; sabe que esa sensación pronto se irá, al igual que Mauricio. No menciona el encuentro en el parque: no piensa hacer reclamos absurdos.
Acuerdan el precio. Ninguno de los dos usará preservativos. Los odian.
-Me dio los resultados de una prueba de sangre. No le interesa hacerlo con otros, al menos por ahora.

Mauricio tiene razón: Guillermo nunca ha estado con una mujer. Se ve inquieto. Masca chicle con nerviosismo. Entra en ella con miedo; no tarda en sentirse a gusto. La toca de modo imperceptible.
Ella se imagina atravesada por una viga, perforada, cortada en partes. Es lo mejor: así terminará de desencantarse. Mauricio los ve a un costado. Acaricia a ambos; mira y besa a Guillermo con cariño.
Se sorprende de sí misma: cuando se lo propuso, pensó que se sentiría amargada. Imaginó que no podría.
Mauricio la toma de un brazo y se la pide con un gesto. Guillermo sonríe y se la entrega. Mauricio se coloca sobre ella.
Termina y se echa a un costado.
Guillermo se sienta en la cama y la atrae de la cintura. Se miran a los ojos al hacerlo.
Mauricio toma una ducha.

Al regresar, los encuentra fumando.
Ella le pide el baño. Se encierra. Los escucha: Mauricio le habla como si fuera un niño. Oye sus voces sofocadas por besos.
La invitan a comer. Ella desiste con amabilidad, los estorbaría.

Quiere caminar, regresa a pie a su casa. Guillermo y Mauricio sonríen de forma parecida. Sigue extrañada de su calma. Nada es tan terrible.

Mauricio

Se han tratado como amigos que se conocen de hace mucho y decidieron acostarse. Ella está sobre Mauricio.
-Quédate dentro.
-Por qué te gusta tanto... -él la roza con sus dedos. Luce tranquilo, sin la tensión que lo caracteriza.
-¿Cómo está Guillermo?
-Consiguió otro trabajo y renunció. Es lo mejor que pudo hacer. Además, era una tentación tenerlo cerca -sonríen.
Mauricio habla con un entusiasmo inusitado. Le cuenta que Guillermo lo visita tres o cuatro veces por semana. Los domingos por la noche se quedan en la cama hablando tonterías, viendo películas o escuchando los discos de Guillermo; hay varios en el equipo de sonido. Mauricio le ha tomado gusto a la música de Embrace y The Mars Volta, no sabía quiénes eran. No sabía que podía querer tanto.
Le invita un café en el jardín, tiene libre el resto de la tarde.

Hace un poco de frío, el ambiente es agradable. Calienta sus manos con la taza. Piensa que todo eso pudo haber sido suyo. Quedan pocas flores y las hojas vuelan con el aire.
Mauricio comenta que cada cierto tiempo el jardinero se encarga de llevárselas. Aún no tiene planeado contratar a alguien que trabaje a tiempo completo: está gustándole vivir solo de nuevo.
Se despiden con un abrazo. Quizá para siempre.

Ella

Espera los resultados de los exámenes.
Una enfermera le entrega dos sobres cerrados. Los abre sin prisa:
VIH: negativo
Embarazo: positivo
Lo consiguió. Se lo propuso desde que lo sentía distante. Quería algo que permaneciera a su lado. Ahora lo lleva dentro.

Llega al parque. Debe juntar todo el dinero que pueda. No contará con él y no piensa decírselo: no era parte del acuerdo.
Empieza a llover. Se sienta al borde de una resbaladera. Un par de niños miran hacia arriba y sacan sus lenguas para recibir la lluvia.
Ella los imita. Las gotas son afiladas, parecen de vidrio.
No se mueve: sabe que no pueden hacerle daño. Nada puede hacérselo ahora.

Tuesday, July 11, 2006

Índice

ARBOR VIRGINIS _________ ____________ 7

DE ANTES DE LA MUERTE / 13

Martín Adán / Oda______________________.......... 15
Las persianas _______________________.............. 18
Las armas perdidas_______________________..... 20
La batalla____________________________ 22
Soledades___________________________.... 23
Alejandro / el tío_________________________. 25
Tres poemas para descifrar__________________ 26
En el tiempo_______.___________________... 29
Homenaje a Ernesto Che Guevara_________.._______ 30
Del reparto_______________.________................. 31
Canción para Aicamlad _____________.________..... 32
Poema al desierto______________.______._...__... 34
Estudio de poesía _________________.______...... 36

DE HOMENAJE PARA INICIADOS / 37

Conversación con mi padre en su lecho de enfermo____ 39
Homenaje para iniciados____________.______ 40
CH _______________.________._____....... 42
Cuando principia el invierno______________.____ 43
Cómo escribirte el poema_______________.._____ 45
Para escribirte un poema de amor _________.____._ 47
No me habría provocado escribir ________________ 48
Muchachos echados en 2 camas paralelas________.__. 49
Escribo sobre papel rayado_____________._____ 50
Escrito en la oficina___________._____._____.......... 52
Rimbaud en Abisinia_______.________________.. 54

EL CHICO QUE SE DECLARABA CON LA MIRADA / 55

1 ......____________.________________ 57
2...______________________.________.. 60
3..__________________________.____.... 61
4.._________________________.____........ 63
5..._____________________________........ 64
6.._______________________________ 65
7.._______________________________ 67
8_______________________________.. 69
9.._______________________________. 70
10..______________________________.. 71
11.______________________________.... 72


SYMBOL / 73

parte 1 / PODER
Odio______________________________ 75
Soledad_____________________________ 77
Pueblo_____________________________. 79
Guerra_____________________________. 81

parte 2 / MATAR
Deseo_____________________________.. 82
Solución___________________________...... 84
Triunfo ____________________________.. 86
Liberación ________________......_________.. 88

parte 3 / IMAGINAR
Sucumbir ____________________________ 90
Delirio______________....______________. 92
Viaje______________________________ 94
Aventura____________________________ 96

parte 4 / ALLUCINAR
Placer ____________________________ 98
Alegría_____________________________ 100
Risa______________________________. 102
Paz ______________________________. 104
Colofón_____________________________ 106

COR CORDIUM / 107
1....______________________________.. 109
2...______________________________.. 110
3...____________________...__________ 111
4...___________________...___________ 112
5..._____________________..._________ 113
6.._______________________________ 114
7____________________.___________. 115
8..____________________...__________. 116
9.._______________________________ 117
10..______________________________.. 118
11_______________..._______________. 119
12..____________________...._________.. 120
13.._____________________________..... 121
ENVÍO________________...____________ 122

SANTA MARíA / 123

Kilowatt / Pase a la Gloria______.._________ 125

I

The house of Santa Maria ______________ 131
Piura, 1967 ________________....______ 132
Twlight___________________________ 133
Corazón de durazno______________._......._ 134
Dos patios __________________________ 135
Matinal ___________________________ 136
Las cosas _________________________ 137
Colán_____________________________ 138
La lata china _________________.........___ 139
La víspera _________________________ 140

II
Antero & el USI_______________._______ 141
La chica furuno______________________ 142
Diabla García_______________________ 143

III
DOS SANTOS
1. Loli____________________________ 144
2. Yovera _________________________ 145
Lectura Final ______________________ 146

EUCARISTíA / 147

Sajonia_____________________________ 149
Cántico__________..__________________. 152
Eucaristía__________..___...._____________.. 157
Adonáis__________..__________________ 170
Lúdica __________..______.____________. 172
Bordado de encaje__________..___________ 173
Lied__________..__________________....... 174
Gema __________..__________________... 176
Egus__________..__________________...... 177

POEMAS NO RECOGIDOS EN LIBRO / 179

La canción del amor / ligeras huellas de martín adán 181
Canción__________..__________________. 182
poema__________..____...._____________... 183
sissi heart__________.._________________.. 184
Las estaciones__________.._______________.. 185
1971 / Elegía de barrio __________..____________ 186
Los incipientes __________.._____________......... 187
Lima __________..__________________.... 188
Baja presión __________..________________ 189
Estudio a Ginsberg __________.._____________.. 191
Atleta__________..______.....___________... 192
1975 __________..__________________..... 193
Simpatía por Michaux __________..___________.... 195
Mujer–Niña __________..________________.. 196
Reflexiones junto a la tumba del Loco Vicharra ______ 198
Reyes en el caos__________.._______________ 200
3 x 6 __________..__________________... . 203
Primera muerte _________..__..._____________ 204
Poema para Abraham Valdelomar __________..____ 205
Pound / Frazer+Piura (Get Back) __________.._____ 206
La forma del corazón __________.._....__________. 208
En las zanjas cavadas del asfalto __________.._____ 209
Elogio __________..__________________.. 210

INSANE ASYLUM

Sobredosis __________.._________________ 211
Chicas__________..__________________... 213
Luis Hernández Ludik’__________..____________. 215
Ars poeticae __________..________________. 216
Dos textos __________.._________________ 217
Final __________..__________________.... 218
noticia__________..__________________... 219

Cor Cordium__________..________________ 220
Oración x Pamela__________..____.__________ 222
La pasión según San Tivañez__________.._____..____ 224
QUINTUPLES / To Pam__________.._______..____. 226
Ode __________..__________________...... 229
LAUDERDALE__________.._______________ 230
El perfume del jazmín __________..________..___.. 236

PIURA REVISITADA

La Plaza Pizarro____..____________________.... 237
La sala_________..___________________... 238
El árbol de Panamá__ ________________..._____ 239
San Teodoro __________.._______________.... 240
Pamela __________..__________________.. 242
San Pedro__________.._________________.. 243
Una fecha __________..________________.... 244
Postal__________..__________________.... 245

POEMAS ENCONTRADOS / 247

HEARTBRAKER

Marianne_____..______________________... 249
Simpatía por la nada__________..____________.... 250
1968_________..___________________...... 251
Un poeta inédito__________.....______________ 252
Michaux__________..__________________ 253
Muerte de la pureza__________.._____________.. 254

DOS HALLAZGOS

San Pedro nunca vuelto a visitar ________________ 255
A la manera de un poema de Apollinaire___________ 257

Presentación

ARBOR VIRGINIS

La primera sección de este volumen, recoge material de todos mis libros de poesía publicados desde 1979 hasta la fecha. De los dos primeros –Antes de la muerte (1979) y Homenaje para iniciados (1984) contempla una ajustada selección. Los cinco restantes –El chico que se declaraba con la mirada (1988), Symbol (1991), Cor Cordium (1995), Santa María (2001) y Eucaristía (2004) van completos y tal como aparecieron en su momento, pero justo es decir que ésta es la versión definitiva de Symbol, ya que la anterior –en un absurdo arranque de ultravanguardismo– la entregué sin corrección de pruebas a su editor mi viejo compañero de litteris et de armis (Pound) el poeta José A. Mazzotti.
La segunda sección reune poemas no recogidos en libro, y los agrupa cronológicamente consignando la plaquette, revista o periódico donde vieron la luz. Para ello tuvo que abrirse el baúl secreto de la poeta Dalmacia Ruiz Rosas y el comisionado para investigar y fotocopiar los textos fue el joven poeta Willy Gómez. Otros cofres –no menos subterráneos– que igualmente proporcionaron material inhallable fueron los del poeta Paolo de Lima en Canadá y el narrador peruano Julio León en Nueva York. Los poetas César Angeles y Arturo Corcuera colaboraron también con algunos poemas difíciles bajo la noche.
Una tercera parte está conformada por poemas encontrados en el archivo personal del poeta Armando Arteaga –el primero de cuantos iba a conocer en Lima después de trasladarme desde mi natal Piura en 1974–. De esa época es el conjunto Heartbreaker que durmió el sueño de los justos por 32 años. De la misma fuente provienen dos hallazgos de 1984, posiblemente entregados a Arteaga para alguna de aquellas imaginarias revistas que no llegaron a concretarse jamás y que quedaron en el aire de las infinitas conversaciones de los poetas en sus bares –como escribió Hernández–.
La recolección y ordenamiento del material correspondió a mi editor, el narrador Teófilo Gutiérrez Jiménez, a quien le expreso vivamente mi profundo agradecimiento. Del mismo modo agradezco a Mr. Gus Constant, Pilar y Zenaida Maraví, y Enrique Cortez en Filadelfia. A Isaac Goldemberg del Instituto de Escritores Latinoamericanos y The Latino Press en New York. A Ani y Manuel Arrese desde Ginebra. Y a los Doctores José A. Mazzotti en Boston, Juan Zevallos Aguilar en Columbus, Ohio y Paul Firbas en Princeton, New Jersey por su valiosa colaboración para la producción final de este volumen. Así se ha levantado este arbor virginis.

Líber specialis gratiae
róger santiváñez

Collingswood, NJ, 19 de junio de 2006
A las orillas del río Cooper/

Monday, July 10, 2006

20. Puta madre, hay que esperar setenta años…

Ambos, el narrador de historias y la estudiante canadiense se perdieron de vista porque vaya si la librería de Jairo Manuel Arango estaba abarrotada de gente: contando mal, por lo menos había una veintena de cristianos (en su acepción religiosa de "personas"), la mayoría buscando y rebuscando con toda la seriedad e impaciencia del mundo, y unos cuantos atrapados por la pantalla de ofertas, subastas, encargos, que estaba a disposición de los clientes.
Cayetano se acercó a la pantalla (el CPU o cerebro electrónico estaba a mucha distancia), para ellos sólo teclado y pantalla, y el que tenía turno lo empleaba a su gusto y criterio, estaba en "ofertas", desde Misiones, esa lengua terrestre y argentina que se introduce un poco pecaminosamente entre Paraguay y Brasil, alguien estaba ofertando un ejemplar, tercera edición y en buenas condiciones, de "Sobre Héroes y Tumbas", de Ernesto Sábato, y pedía por el ejemplar tres mil cupons, precio razonable en opinión de Cayetano.
Pero al profesor (tal era su apariencia) no le interesó, y pasó a buscar ofertas más masoquistas (la palabreja nacida de la mente del Marqués de Sade vía manuscrito de Sigmund Freíd, era eso, masoquista, porque pocos bolsillos comunes y corrientes se podían medir a esas ofertas atentatorias contra la economía unipersonal), y encontró que desde Cuernavaca alguien ofrecía un ejemplar de la primera edición de "Palinuro de México", Alfaguara, octubre de 1977, por nada menos que 12,000 euros. Pura masturbación literaria, reflexionó Cayetano, para qué enterarse de esos precios inalcanzables, ¿sólo para saber que muy pocos terrícolas podían llegar a esas latitudes siderales?, pero ahora en la pantalla ofrecían "Pudor" del peruano Santiago Roncagliolo, por 7,000 cupons, y de inmediato, el inevitable "Cien Años de Soledad", primera edición, y con dedicatoria del autor, por el cual un atrevido pedía nada menos que 25,000 cupons, y luego en la pantalla apareció el facsímil de "Paradiso" de Lezama Lima, 30,000 euros, carajo, que los pague quien pueda cagar euros o cupons.
Detrás suyo Cayetano escuchó un chillido no de dolor sino de alegría: una señora bastante guapetona, acompañada de su hijo prepúber, había encontrado algo sepultado por un alud de libros, y lo que había provocado su chillido y su felicidad era lo que mostraba a todos los clientes de "El Planeta de los Libros": un ejemplar con poquísimas páginas de "Oh, Hada Cibernética", del célebre poeta peruano Carlos Germán Belli, y ya corría hacia Silvia para pagarlo o para separarlo (aclaremos que si el libro del poeta peruano fuese ofertado a través de la red mundial de librerías de ¿viejo?, fácilmente su precio se hubiese multiplicado por un uno seguido de dos ceros).
Ahora la pantalla tenía otro mendocino operador, y los intereses de éste iban más bien por el lado de ofertas españolas: en la pantalla se mostraba la portada de "Suicidios Ejemplares" de Enrique Vila-Matas, primera edición, dedicado, 40,000 euros, qué jodido es ser pobre, reflexionó Cayetano.
Después de Enrique Vila-Matas, nada menos que pedían 100,000 euros por una edición del 1700 y tantos de "Fuente Ovejuna" de Lope de Vega, quien la comprase jamás la leería, sólo la utilizaría como trofeo para humillar a sus parientes y amistades, aunque más bien lo propio sería que alguna universidad o alguna biblioteca importante lo adquiriese.
Faltaban dos turnos para que Cayetano pudiera disponer de la computadora destinada al libre uso de los clientes de la librería. Frente a la pantalla estaba una universitaria (por la edad y por la traza), quien buscaba si en alguna librería del mundo se encontraba "La Noche Quedó Atrás" de Jean Valtan. Pues sí que había la obra y ni siquiera costaba mucho, apenas cien euros, pero estaba en el idioma en que fue escrita, el alemán, y la joven quería comprarla en español, y en nuestro idioma la obra estaba fuera de circuito. La chica desocupó el asiento.
Otro universitario, éste más bien estaba en plan de ofertar: de alguna manera era dueño de una Antología de Poesía Chilena del año 2010, y la introducía en los discos duros de todos los CPUs de todas las librerías, y que se le llevase quien ofreciese la mayor cantidad por encima de la base de los quinientos euros, precio un poco por debajo de su verdadero valor, seguro que era precio para que picasen unos ochocientos euros. El asiento quedó libre. El asiento fue ocupado por Cayetano.
Sabiendo muy bien lo que buscaba, Cayetano tecleó lo suyo: estaba interesado por adquirir la colección completa o algo incompleta, de un periódico boliviano, paceño concretamente, de periodicidad quincenal, "El Juguete Rabioso" (título que en sí era todo un homenaje a ese gigante de la literatura argentina, Roberto Arlt), de temática política con ramas extendidas hacia todo lo cultural, algo que a comienzos de siglo había sido lo mejor del periodismo de opinión a nivel de toda Latinoamérica, y esa era una recomendación de su padre, aunque si alguien se la ofreciese él no sabía con qué cupons la iba a pagar, pero igual anunció lo que deseaba adquirir y registró su correo: cayenarra@hotmail.com
Y como no había nadie detrás suyo, y sólo por curiosidad, Cayetano le pidió al teclado, es decir al CPU, que le mostrase el último ranking de los precios ofertados más altos (ranking que cambiaba todos los días, y que incluso cambiaba dos o tres veces en el mismo día) y primero apareció:


1° La ciudad y los perros, M. Vargas Llosa, 1° edición, € 200,000
2° Pedro Páramo, J. Rulfo, dedicada, 2° edición € 180,000
3° La Familia de Pascual Duarte, J. C. Cela, 1942 € 175,000
4° Levantado del Suelo, José Saramago, 2° edición € 170,000
5° El Cartero de Neruda, Antonio Skármeta, € 170,000
6° Bartleby y compañía, E. Vila-Matas, 1° edición, 2000 € 160,000
7° Río Fugitivo, E. Paz Soldán, 1° ed. Dedicado a M. L. € 145,000
8° Viaje al Fin de la Noche, F. Celini, 1° edición, € 140,000
9° Zama, Antonio Di Benedetto, 1960, 5° edición, € 120,000
10° Esplendor de Portugal, Antonio Lubo-Antunes, 1999 € 115,000

aunque desde luego Cayetano sabía cómo era el juego: por ejemplo, en el supuesto hipotéticamente imposible de que él dispusiese de esos 120,000 euros, y aunque los recibiese a través de la mismísima pata del mono, y el listado de un mes atrás, igual que el listado de un mes adelante podría tener una composición totalmente distinta, como que los diez primeros puestos de antes o de después podrían estar ocupados por 1° Pedro Lemebel; 2° Ricardo Piglia; 3° Günter Grass; 4° Cormac McCarthy; 5° Carlos Oquendo de Amat; 6° Lucía Etxebarria; 7° Ramón Rocha Monroy; 8° Rafael Sánchez Ferlosio; 9° Naguib Mahfuz; 10° Humberto Eco, y así ad infinitum, entran unos, otros salen, la gloria es como una pompita de jabón, más son los autores eternamente olvidados que los que permanecen en la memoria de los lectores, y el mejor ejemplo lo tienen ustedes en Geno Díaz.
Igualmente, Cayetano sabía que esa era la lista instantáneamente temporal de los autores con los precios más altos de ese día o de esa hora, pero que no pasaba de ser la lista en español, y que el respectivo ranking en inglés mostraba una composición tanto autorial como de precios muy distinta, así como el respectivo ranking japonés podría mostrar títulos, portadas y precios de los antípodas del planeta.
Pero se le estaban pasando las horas del mediodía, porque decidió buscar de una vez por todas a Jairo Manuel Arango.

Sunday, July 09, 2006

Presentación Cuadernos de Horacio Morell

Por Lorenzo Helguero

Cuando leí por primera vez Cuadernos de Horacio Morell yo estaba en el colegio. Una amiga de mi mamá, que sabía que me gustaba la literatura, me prestó el libro por unos días. Para mí fue una revelación. Era una poesía fresca, nueva, distinta a la que leía en ese entonces. Recuerdo que en la contratapa estaba la foto de Eduardo, con barba: así debían ser los poetas. Pero a mí, que intentaba escribir poesía, todavía no me crecía la barba. Algunos años después, cuando ya había entrado a la universidad, fui a un recital de Eduardo, que era conocido entre los alumnos como 'El poeta de la Católica'. El silencio que se producía cuando iba a leer algún poema era impresionante: después sólo habitaban sus palabras. Palabras que conocíamos, porque siempre alguien tenía el nuevo libro de Eduardo y normalmente estaba dispuesto a prestarlo.
No sé cómo fue recibido Cuadernos de Horacio Morell por la prensa, pero supongo que muy bien: es, como sabemos, un excelente primer libro. Me imagino –y casi estoy viendo- una reseña titulada "La invención de Morell", en la que un crítico observara algunas influencias del Cortázar de Cronopios, de la poesía de Lucho Hernández. Me imagino –y casi estoy viendo- a Eduardo diciendo que los detectives literarios no sirven para nada, que él no cree en las influencias, sino en las afinidades con que la obra de un autor se hace parte de nosotros.
Y precisamente, las palabras de Eduardo-Horacio se hacen parte de nosotros. ¿Qué adolescente -de algún modo todos los poetas son adolescentes- no haría suyos estos versos de "El derby de las jirafas y de los omnibuses"?:

Ocurre entonces que lo más triste es no tener ningún nombre
Con qué ensuciar el último asiento del ómnibus en que viajas.

O también los versos de "Poema hallado en el pórtico central de la academia":

Yo que he soportado la humillación del álgebra
Que jamás pronuncié palabra ante una chica
Me atrevo ahora a publicar este poema
Que he fraguado a través de sueños y vigilias.

Los que soportamos la humillación de las matemáticas, los que fuimos tímidos con una mujer, los que alguna vez escribimos o quisimos escribir un poema, sentimos que esos versos nos pertenecen, nos hablan a nosotros, o tal vez somos nosotros los lectores los que hablamos también a través de ellos.
En Cuadernos, Eduardo crea, al igual que Cervantes en El Quijote, un autor ficcional: Horacio Morrel y Cide Hamete Benengeli comparten el ser autores construidos con palabras. Pero si Cervantes se distancia de su texto (dice que no es el padre, sino el padrastro de su obra), Eduardo decide ponerse en las circunstancias del autor, ordenando los poemas como si el material le fuera propio. Es decir, se distancia de sus palabras, para luego apropiarse de algún modo de ellas. Es que hay mucho de común entre Horacio y el Eduardo de esa época: los dos flacos, los dos solitarios, los dos poetas. Pero esto tal vez sea otra ficción.
Cuadernos es, de alguna manera, un bestiario. A lo largo del libro aparecen diversos animales, reales o imaginarios: vacas, caballos, arañas, morsas, renos, escarabajos, el travieso whanda, el extraño gherba. En este último puede verse una representación del poeta: es un ser solitario, hosco, retraído, que emite sonidos cuando se lamenta; justamente, este lamento se parece mucho a una letanía: el poema. Esta identificación entre el poeta y un animal ya aparece antes en "Arte poética": "El silencio reposa locuaz en mis orejas / Y escarbo como un topo bajo el cielo".
Varios de los poemas del libro, pues, están relacionados con la poesía misma y con su autor. Hay una identificación entre el poeta Tzin-Ghao y el mismo Horacio Morell: los dos son poetas marginales, los dos mueren desconocidos. En el caso particular de Morell, él mismo acaba con su propia vida. Como nos dice en un poema,

No sé si estaré precisando del suicidio o de la vida, pero ya no quiero pensarlo. Es más, no me interesa porque hoy, a pesar de ser invisible, siento que ya se apaga mi voz. Porque hoy, a pesar de ser infinito, siento como si la lejanía transparente del sol inaugurara en mí su primer canto silencioso.

Roland Barthes nos recuerda que el autor ha muerto: lo que importa es la lectura, la particular interpretación de cada texto, no el sentido original que el creador haya querido darle. Eduardo lo entendió bien: como sabemos, Horacio Morell, el autor, termina suicidándose. No podía ser de otra manera. Frente a nosotros se levantan las palabras.