'Es un Buen Técnico'
Por Jaime Bedoya
No es delito ser desgarbado. No es delito caminar arrastrando los pies. No está penado por la ley ser hermano y cómplice moral, navegando con bandera de bobalicón, del extraditable Alberto Fujimori.
Es sábado de Semana Santa por la noche y Santiago Fujimori coge su plato para servirse del buffet all you can eat de La Bistecca. Mientras se levanta, otro comensal se le acerca. Es un adulto joven vistiendo impecable camisa rosada de rayas blancas que ceremoniosamente le quiere agradecer a través de su desaliñada persona todo lo que su hermano Alberto hizo por el Perú. Todo es todo. Es Montesinos, La Cantuta, las firmas falsas, etc. Ni Santiago, ni la hija de su hermano, ni el abogado de su hermano, ni el publicista de su hermano, todos sendos congresistas de la República, tienen cuentas pendientes con la justicia peruana. Por lo contrario, han sido recompensados por el voto y cariño popular tal como le sucede al susodicho señor Fujimori un feriado por la noche.
La historia del país no tiene por qué ser lógica. Digamos que ni siquiera consecuente. Pero en esos segundos en que el hermano de Fujimori camina por un restaurante de San Isidro recibiendo elogios de la pituquería varada en Lima y una libre asociación mental trae a la memoria los momentos estelares de la podredumbre fujimontesinista, la historia del Perú además de ilógica se hace ininteligible. No es delito ser Santiago Fujimori. Pero encontrarse con él un día de guardar es un crimen.
Debe decirse en su descargo, al ver lo que se sirve de comer en cantidades francamente groseras, que su hábito alimenticio esa noche ayuda a darles sentido a los hechos: es sábado de Gloria y Santiago Fujimori come arroz con conchas.
Tampoco es pecado ir a la playa. Menos aún podría ser considerada una falta grave hacerlo vistiendo un conjunto de camisa, bermudas y gorrito rojos. Rafael Rey, numerario de la Obra, alguna vez fredemista, luego fujimorista, ahora ministro aprista y escudero presidencial voluntario, mira el horizonte desde la terraza de una casa en Pulpos un fin de semana de febrero. Todo vestido de rojo, el color de la pasión.
Es una puesta de sol magnífica pero el antiguo vargasllosista y actual alanista parecería de mal humor. Su cara de siempre, en realidad.
Un analista político diría que el gesto es porque está viendo en dicho ocaso el reflejo de su propio horizonte político: una sucesión de lealtades descartables según la conveniencia de la Obra y su pensamiento ultramontano.
Pero lo que diría un analista no necesariamente tiene que ser cierto.
Posiblemente el antiguo aliado de Lourdes Flores y actual asalariado del gobierno de turno estaba solamente viendo el horizonte como mortal que es. Si en ese horizonte aparecía su modesto futuro inmediato –a saber, promover sánguches de anchoveta y reconfirmar su admiración intelectual por Vladimiro Montesinos– ya es problema suyo.
Eso al menos explicaría a cabalidad la perenne cara de estreñimiento. Aún con vista al mar.
Cuando era un joven lector suyo hablar con él era un anhelo simple y claro. Creía en lo que él escribía.
Hace unas semanas que lo tenía al otro lado del teléfono prefería no tener que hablar con él, no en esas circunstancias. No pude hacerle todas las preguntas que debería por propia imposibilidad. Era una mezcla de pesar con una instintiva consideración a lo que en esos momentos percibía de parte suya como fragilidad extrema ante una realidad negada. Y por respeto. La obra de una vida no desaparece de un momento a otro. Aún así su propio autor le prenda un fuego que la mezquindad avivará.
No se ha desperdiciado la oportunidad, más allá de denunciar un yerro innegable, de echar a andar el proverbial aserradero limeño. Lo caído siempre es más fácil de patear. No se mueve. O si lo hace es para exponer más flancos. Lo que está mal está mal y eso no hace más interesante a quien crea que el defecto ajeno equivale a una virtud propia.
No soy su amigo (no chupo con él) y no entiendo lo sucedido. No me interesa defender lo que no acepto, ni pujar por la moraleja ingeniosa ante alguien caído. Solo soy un lector apesadumbrado, pero agradecido por años de lectura originados en el talento, la honestidad y el trabajo de este autor. Y por ello no tengo reparos en decirle a Alfredo Bryce, ahora que la hoguera sigue caliente, que sigo creyendo en sus libros.
En los mejores días del mes a este país lo gobierna Tsun Tzu:
Como regla general, es mejor conservar a un enemigo intacto que destruirlo. Captura a sus soldados para conquistarlos y dominarás a sus jefes.
Otros días no menos astutos es Nicolás Maquiavelo quien toma las riendas :
Si puedes matar a tu enemigo, hazlo; si no, hazte amigo suyo.
El resto de días, que son los más, volvemos a ser lo que somos, un amasijo de alianzas por conveniencia. Son días en que la estrategia reclama un estratega. O viceversa. La ausencia de ambos crea un vacío que los fujimoristas llenan haciendo lo que saben hacer: lo ético se subordina a lo técnico1. Mientras, una ciudadanía feble en sus convicciones democráticas se pierde en la confusión habitual. Lo malo vuelve a ser bueno, y bueno es lo que me conviene. Entonces se les hace creer que gobernar pirotécnicamente, planeando en un bienestar económico heredado, es un síntoma de solvencia gestora, además de exclusivo y visionario mérito personal.
Estos últimos días son los días en que gobierna el señor Presidente de la República. Se asiste de un espejo y de colaboradores que lo acompañan en verse reflejado.
1 Entendiéndose por "técnico" el viejo algoritmo de una para ti, dos para mí.