Por Rebeca Vaisman
Rafael de la Fuente Benavides nació en 1908 y vivió su niñez y algo de su juventud, hasta 1926, en Barranco. Se muda a Lima, ingresa a la Universidad de San Marcos y empieza a colaborar con poemas en la revista Amauta que dirigía José Carlos Mariátegui. No pasaría mucho para que cediera su lugar al nombre con el que publicó, en 1928, su bellísima obra de juventud, La Casa de Cartón, y con el que firmaría casi cinco décadas de poesía: nace entonces Martín Adán.
Nombre que se tornó leyenda incluso mientras el vate vivía: su figura, que aparecía gris y hosca en nocturnas calles limeñas, concitaba la curiosidad que lo rodea ahora, a veintidós años de su muerte ocurrida en 1985. Entonces su bohemia y conocido alcoholismo, los retiros voluntarios a sanatorios como el Hospital Larco Herrera y la terca distancia que impuso, más adusta en los últimos años, despertaban tanto interés como su prolífica y reconocida obra. Los años han asegurado el mito, mas no necesariamente el conocimiento de su poesía.
Por ello, resultan necesarias iniciativas como las del Rectorado de la Universidad Católica que, con edición, prólogo y notas a cargo de Ricardo Silva-Santisteban, publica Martín Adán. Obra Poética, En Prosa y Verso. El volumen reúne buena parte de los textos del vate barranquino: ahí están, entre otros, La Casa de Cartón (1924-1927), fragmentos del nunca publicado Aloysius Acker, poemas de La Rosa de la Espinela (1939) , Travesía de Extramares (1929-1946), La Mano Desasida (1961) y Diario de Poeta (1966-1973), entre otros libros y escritos sueltos.
"Casi toda su obra se ha conservado viva, lo que es muy importante, pues hay poetas que se leen mucho en determinado momento y después ya no se leen más. Es cierto que es un poeta difícil; que, quizás, sus formas no tengan tanto atractivo para un joven que prefiera el verso libre. Pero La Casa de Cartón, por ejemplo, nunca se ha dejado de reeditar y leer, desde su publicación", explica Silva-Santisteban. "Sin embargo, hace tiempo que no aparecía una edición con sus obras. Cuántos jóvenes no las conocen simplemente porque ya no encuentran los libros".
Nombre que se tornó leyenda incluso mientras el vate vivía: su figura, que aparecía gris y hosca en nocturnas calles limeñas, concitaba la curiosidad que lo rodea ahora, a veintidós años de su muerte ocurrida en 1985. Entonces su bohemia y conocido alcoholismo, los retiros voluntarios a sanatorios como el Hospital Larco Herrera y la terca distancia que impuso, más adusta en los últimos años, despertaban tanto interés como su prolífica y reconocida obra. Los años han asegurado el mito, mas no necesariamente el conocimiento de su poesía.
Por ello, resultan necesarias iniciativas como las del Rectorado de la Universidad Católica que, con edición, prólogo y notas a cargo de Ricardo Silva-Santisteban, publica Martín Adán. Obra Poética, En Prosa y Verso. El volumen reúne buena parte de los textos del vate barranquino: ahí están, entre otros, La Casa de Cartón (1924-1927), fragmentos del nunca publicado Aloysius Acker, poemas de La Rosa de la Espinela (1939) , Travesía de Extramares (1929-1946), La Mano Desasida (1961) y Diario de Poeta (1966-1973), entre otros libros y escritos sueltos.
"Casi toda su obra se ha conservado viva, lo que es muy importante, pues hay poetas que se leen mucho en determinado momento y después ya no se leen más. Es cierto que es un poeta difícil; que, quizás, sus formas no tengan tanto atractivo para un joven que prefiera el verso libre. Pero La Casa de Cartón, por ejemplo, nunca se ha dejado de reeditar y leer, desde su publicación", explica Silva-Santisteban. "Sin embargo, hace tiempo que no aparecía una edición con sus obras. Cuántos jóvenes no las conocen simplemente porque ya no encuentran los libros".
Luego de La Casa de Cartón, que es "el mundo visto a través de los ojos de la juventud", como afirma en el prólogo, encuentra que la poesía de Adán se empieza a hacer desgarrada. Y va cambiando: si en Sonetos a la Rosa escribe: "La rosa que amo es la del prudente", más tarde, en Travesía de Extramares se lee: "La rosa que amo es la del esciente". "Al corregir, cambia muchas palabras y nos obliga a ir al diccionario", dice Silva-Santisteban. "La frescura inicial de estos poemas está un poco velada por cultismos. Lo que no ocurre en Diario de Poeta, por ejemplo, donde sólo está el poeta frente al mundo y a Dios".
Entiende por qué las anécdotas en torno a la figura de Adán –graciosas, algunas; tristes, muy tristes, otras- pueden suscitar "la fijación" de la gente. Sin embargo, piensa que este es el camino errado para acercarse a su obra: "Porque aunque su vida la alimenta, Adán no es un poeta biográfico: me parece que su poesía está cerca de la filosofía, en la medida en que está siempre ahí la condición humana. Pero cuando habla del hedor o del sufrimiento, está hablando de su experiencia. Es una poesía genuina", precisa Silva-Santisteban.
Acompañan al volumen diversos retratos e iconografía de Adán, y un disco que constituye vital aporte de esta nueva edición: dos grabaciones de lecturas realizadas por el poeta. La primera, de 1964, cuando tenía cincuenta y seis años. La segunda, de 1984, cuando contaba con setenta y seis, casi un año antes de morir: de su voz, que ya acusaba la edad, el cansancio y la enfermedad, se pueden escuchar –aún entre los ruidos secos del hospital en donde se hizo la grabación original– los versos que tantas veces se han evocado al nombrar al poeta:
Si quieres saber de mi vida,
Vete a mirar al Mar
Entiende por qué las anécdotas en torno a la figura de Adán –graciosas, algunas; tristes, muy tristes, otras- pueden suscitar "la fijación" de la gente. Sin embargo, piensa que este es el camino errado para acercarse a su obra: "Porque aunque su vida la alimenta, Adán no es un poeta biográfico: me parece que su poesía está cerca de la filosofía, en la medida en que está siempre ahí la condición humana. Pero cuando habla del hedor o del sufrimiento, está hablando de su experiencia. Es una poesía genuina", precisa Silva-Santisteban.
Acompañan al volumen diversos retratos e iconografía de Adán, y un disco que constituye vital aporte de esta nueva edición: dos grabaciones de lecturas realizadas por el poeta. La primera, de 1964, cuando tenía cincuenta y seis años. La segunda, de 1984, cuando contaba con setenta y seis, casi un año antes de morir: de su voz, que ya acusaba la edad, el cansancio y la enfermedad, se pueden escuchar –aún entre los ruidos secos del hospital en donde se hizo la grabación original– los versos que tantas veces se han evocado al nombrar al poeta:
Si quieres saber de mi vida,
Vete a mirar al Mar
En la foto: [Ricardo] Silva-Santisteban tuvo antes a su cargo, en 1980, la edición de la obra completa de Adán. [Leyenda de Caretas]