Cultural: En defensa de los indios, el Inca inventó una ciudad rebelde y temida
Por César Lévano
El autor de Comentarios reales publicó una historia de la expedición de Hernando de Soto a La Florida. En ésta introdujo, en justiciero contrabando, tres páginas sobre una inexistente ciudad, que la doctora Rolena Adorno considera precursora de las ciudades imaginarias de Gabriel García Márquez y Juan Rulfo. Veamos por qué.
Que el Inca Garcilaso de la Vega sea precursor y a lo mejor inspirador del Macondo de Gabriel García Márquez y el Comala de Juan Rulfo puede parecer ocurrencia liviana. Sin embargo, esa es la académica tesis de Rolena Adorno, quien hace un cuarto de siglo había publicado, con John V. Murra, la edición crítica de El nuevo corónica y buen gobierno de Guamán Poma de Ayala.
El escrito de Adorno viene en un libro de título elocuente: Franqueando fronteras. En efecto, el libro ha sido publicado simultáneamente, franqueando idiomas, en Estados Unidos y en el Perú. Su explicativo subtítulo es: Garcilaso de la Vega y La Florida del Inca.
Sabido es que Garcilaso publicó en Lisboa, en 1605, su historia de la expedición de Hernando de Soto para conquistar La Florida. El ilustre peruano tenía entonces 66 años de edad.
El libro que ahora comentamos ha sido publicado en Lima por la Pontificia Universidad Católica. Edición, introducción y cronología, así como un ensayo sobre culturas y territorios en La Florida del Inca corresponden a Raquel Chang Rodríguez.
El volumen contiene trabajos de autores ilustres, pero sin duda el más atractivo para el lego es el titulado "De Guancane a Macondo: La Florida del Inca y los albores de la literatura latinoamericana".
Tras un rastreo de crónicas, coordenadas geográficas, toponimias, mapas, libros, Adorno examina el texto total del Inca y señala en qué testimonios o crónicas se basa, puesto que él nunca estuvo en La Florida. Pero de pronto se da con lo que podemos llamar una superchería justiciera. El Inca describe una ciudad, Guancane (no confundir con la puneña Huancané), que simplemente no ha existido nunca.
Garcilaso dice ceñirse a un testigo, pero no lo nombra, y todas las indagaciones conducen a una sola conclusión: imaginó esa ciudad –y no por gusto.
La "crónica" de Guancane ocupa menos de tres páginas de las 471 de la edición de La Florida que el Fondo de Cultura Económica imprimió en 1956, con fino y erudito prólogo de Aurelio Miró Quesada.
De Soto, cuenta Garcilaso, no se atrevió a parar en Guancane, cuyos habitantes "mostraron el odio que les tenían (a los españoles) y desearon pelear con ellos".
"Aunque no se atreve a anunciarlo como tal", dice la doctora Adorno, "Garcilaso ha creado una utopía indiana".
Si Comala, la población creada por Rulfo, es un cadáver dejado por la violencia, la Macondo de García Márquez es criatura nacida de la violencia, señala. "La característica de conflicto potencial y la violencia amenazadora que Garcilaso ubica en su Guancane resulta ser un germen que se explotará en épocas posteriores".
En su extraordinario libro El continente vacío, (ANAYA & Mario Muchnik, Madrid, 1994), minuciosa requisitoria contra la violencia destructora de culturas en la conquista hispana, el español Eduardo Subirats considera que Garcilaso y Guamán Poma intentaron una reestructuración conceptual "en el orden de una sociedad ideal –la ciudad literaria de las crónicas y relaciones de Indias– del destruido cosmos de las altas civilizaciones americanas". Esa reflexión cobra, a la luz de Rolena Adorno, ingente sentido.
En la foto: El Inca Garcilaso de la Vega en poco conocido retrato por José Sabogal. [Leyenda de Caretas]