Por César Hildebrandt
Yldefonso Espinoza Cano es un cura de la Diócesis de Huaraz. Muchos comuneros lo consideran un defensor irreductible de sus derechos, tantas veces manoseados por la Minera Barrick Misquichilca, la empresa que, gracias al sinvergüenza de PPK, pudo eludir 140 millones de dólares de impuestos.
¿Cómo fue esa historia? Es bien sencilla. La Barrick compró su propiedad en Canadá, para eludir las leyes peruanas y el pago de los impuestos correspondientes. No calculó, sin embargo, que yéndose a Canadá para trampear al fisco peruano se exoneraba también de la Ley 112, la entreguista ley de Fujimori que planteaba, para las mineras dedicadas a la exploración, la mayor cantidad de exenciones tributarias de la historia del Perú. La Sunat entonces intervino y, después de un análisis demorón y severo, determinó que Barrick había eludido 140 millones de dólares en pago de impuestos.
La Barrick usó todas sus fichas, incluido PPK, que en ese momento era nada menos que ministro de Economía del gobierno de Alejandro Toledo (más Filete, Pedrito y otros impresentables sacados del museo de la vieja PIP). Pues bien, el asunto fue a parar al Tribunal Fiscal y la Sunat le pidió al sinvergüenza de PPK que firmara el papel pertinente para que el proceso de cobranza siguiera. PPK se negó a firmar. Dijo que la inversión extranjera era importante y que patatín patatán. Y Barrick dejó de pagar 140 millones de dólares. ¿Cuánto le costó a Barrick la operación? Nunca se sabrá, pero se sospecha.
Pues bien, allí estaba entonces el sacerdote Espinoza Cano denunciando ésta y otras tropelías de la Barrick cuando, de pronto, a algunos, entre ellos al propio Espinoza, se les ocurrió invitar al programa “La ventana indiscreta” a que hiciera un reportaje y contara toda la verdad.
Llegó Silvia Cuevas con su cámara y empezó a grabar a los comuneros que se quejaban del no pago de sus tierras, a los huaracinos que exigían que Barrick cumpliera con sus compromisos ambientales y a los líderes de diversos estamentos que solicitaban al gobierno de Toledo que obligara a Barrick a no seguir usando cianuro por riego de aspersión para sacar el oro, porque el cianuro así usado se ioniza y se convierte en gas cianhídrico (o prúsico), asesino que envenena el suelo huaracino cada día y que ya ha matado a todos los sapos de toda la región.
Sin embargo, el 3 de octubre del 2005 lo que propaló “La ventana indiscreta” no se parecía en nada a lo grabado. Es más, tenía poquísimo de lo grabado. Lo que sí tenía, y en dosis mortales de cianuro falaz, era toda la ferocidad imaginable en contra de los comuneros y del cura Espinoza Cano, sindicado poco menos que como el agitador que trataba de impedir la rutilante inversión extranjera.
Días antes, un amigo cuya identidad Espinoza no ha querido revelar –“uno de los dos amigos que tengo en Barrick”, dice– lo llamó para advertirle:
–Cuidado, Yldefonso: la reportera de “La ventana indiscreta” volvió a Huaraz, estuvo en Minera Barrick y se habla de que la han convencido con argumentos insuperables.
–No creo, me parece que eres muy suspicaz –dijo entonces Espinoza.
Al emitirse el programa, Espinoza empezó a creer en la versión de su amigo, así que fue a tres radios regionales, adonde había sido invitado, y dijo que todo era muy sospechoso y que el ataque de Barrick lanzado a través de “La ventana indiscreta” parecía obedecer a una campaña financiada.
Enterada de lo difundido en Huaraz, Valenzuela llenó de improperios noctámbulos al curita y le planteó una demanda escarmentadora por delito “en contra del honor y difamación en agravio de Cecilia del Pilar Valenzuela Valencia”.
Pues bien, un juez autónomo y valiente, el del Primer Juzgado Especializado en lo Penal de Huaraz, acaba de absolver al sacerdote diocesiano Yldefonso Espinoza Cano. Y esto a pesar de las presiones surtidas de que ha sido objeto.
Presiones que han venido ante todo de Barrick, cuyo actual gerente de Asuntos Corporativos es Carlos Cabanillas Bustamante, hermano de Mercedes Cabanillas Bustamante y hombre de vasta experiencia en temas de poder y minería. Y uno de cuyos asesores externos para la operación Lagunas Norte es el doctor Luis Alva Castro, sí, estimado lector, el mismísimo ministro del Interior del “pulcro” gobierno aprista, el minusválido mental que no puede comprar patrulleros pero que Barrick tiene en su planilla de eventuales privilegiados.
Barrick es el segundo productor de oro del Perú. Vende cada onza a 900 dólares (precio de ayer en el mercado de Londres). Pero a la mina le cuesta, gracias a los métodos primitivos que emplea, unos 100 dólares extraer cada onza. Y, gracias a Fujimori, sólo paga el 3 por ciento de esa renta fantástica. Es decir, Barrick se lleva una pequeña fortuna por cada onza troy de oro peruano. Con esos presupuestos (más el concurso de Cabanillas y la manita bajera de Alva Castro) se abren todas las puertas, ventanas y ventanillas.