Monday, January 28, 2008

« Café Littéraire péruvien»

Le Centre Culturel Péruvien
www.cecupe.com

vous propose

« Café Littéraire péruvien»

Le CECUPE, organise pour la troisième année un café-salon littéraire. Le but est de réunir les écrivains péruviens (poésie, roman, nouvelles, essais etc.) résidants en France, ainsi que les éditeurs et les lecteurs dans un espace d’échange. Nous pensons que c’est important pour mieux faire connaître les écrivains par leur public, et par le milieu de l’édition, pour ouvrir des portes entre ces acteurs, pour échanger sur des sujets intéressant ces trois secteurs.
Les thèmes, cette année, seront orientés sur les faits marquants en 2007 dans la publication littéraire péruvienne au Pérou et en France.
Avec la participation de : Françoise Aubès, Cecilia Hare, Marie-Madeleine Gladieu, Marie Jammot, Elqui Burgos, Jorge Nájar. Nous aurons aussi la visite de : Christian Reynoso et de Christiane Vidal venus du Pérou. La présence des Editeurs: Matalamanga, Estruendomudo, Mare et Martin, Toute Latitude est aussi annoncée.

Le tout autour d’un café péruvien.


Samedi 2 Février 2008
De 14H00 à 17H30

Maison des Associations du 13è
11 rue Caillaux, 75013 Paris


« Café-salon littéraire CECUPE »
Sábado 2 de Febrero 2008 de 14h à 17h30
Programa

Presentación

El CECUPE (Centre Culturel Péruvien) organiza su tercer Café Literario. El objetivo es de reunir a los escritores peruanos (poesía, novela, cuento, ensayo etc) residentes en Francia o de visita en París, asi que a los editores y a los lectores en un espacio de intercambio. Consideramos que aquello es importante para dar a conocer mejor los autores a su público y a los actores de la edición, para abrir puertas entre esos medios, par intercambiar sobre temas de interés propios a ambos y, simplemente, para hacer un balance de la edición en el Perú. El tema éste año es la Actualidad Literaria del 2007. Dos mesas redondas sucesivas serán organizadas. En ellas se comentarán las actualidades de orden general (antologias, premios, sucesos, salones) así como se harán presentaciones cortas de obras editadas en el 2007. Algunos autores estarán presentes.

Venta y firma de libros.
Todo aquello en torno a un verdadero café peruano.
Servicio de Café Peruano..

-Bienvenida del CECUPE
Objetivo del Café Literario y lanzamiento del evento.
Panorama de la edición en el 2007
Comentarios sobre los resultados de la consulta CECUPE sobre la edición 2007.

-Primera Mesa Redonda

o Premio y antologia « Aunque Cueste la Noche » de Blanca Varela por Cecilia Hare
o « Fotografias de sala » de Luis Hernán Castañeda por Françoise Aubès
o « La descentralización de la literatura en el Perú » por Christian Reynoso
o « El cielo sobre nosotros » de Carlos Garayara por Marie Madeleine Gladieu
o « Cuentos bajo la manga » antologia de cuentos por Christiane Vidal (autor)
o « El árbol de Sodoma » de Jorge Nájar.

-Servicio de Café - conversaciones y venta de libros

-Segunda Mesa Redonda

o « Radio Ciudad Perdida » de Daniel Alarcón por Cecilia Hare
o « Febrero Lujuria » de Christian Reynoso (autor)
o « Susurro de la mujer ballena » de Alonso Cueto por Marie Madeleine Gladieu
o “Las hijas del terror” de Rocio Silva Santisteban por Jorge Nájar
o « Le rôle des éditeurs jeunes au Pérou» por Christiane Vidal
o « Las obras infames de Pancho Marambio » de Bryce Echenique por Cecilia Hare


- Servicio de Café - conversaciones et venta de libros

-CONCLUSION

Lugar
Maison des Associations du 13è (11 rue Caillaux, 75013 Paris, métro : Maison Blanche)
Contacto
Dirigirse a :
+33 1 60 12 14 05, Mobile: +33 6 70 37 61 30
Email : yolanda.rigault@wanadoo.fr
www.cecupe.com

Sunday, January 20, 2008

Esa rara belleza

Hacer clic para ampliar.

Friday, January 18, 2008

Arguedas, Apu tulelar nuestro

Por Danilo Sánchez Lihón*

Amor
contra el espacio
y contra el tiempo

César Vallejo


1. Los enigmas de su nacimiento
En las reseñas sobre José María Arguedas, quien nos develara el mundo andino con entrañable fervor y hermosura, se consigna que nació el 18 de enero del año 1911 en Andahuaylas, en el departamento de Apurímac, región de cerros enhiestos y pavorosas hondonadas.
Se refiere, además, que fue hijo del abogado Víctor Manuel Arguedas. Y su madre, Victoria Altamirano Navarro, fue hacendada y murió cuando él tenía de dos a tres años de edad.
Sin embargo, sobre estos datos ha cundido la controversia y ahora su nacimiento está lleno de enigmas y paradojas, desde que Luis E. Valcárcel su delecto maestro, amigo entrañable y colega de trabajo, revelara en sus memorias que era hijo natural y fruto de una relación irregular.

2. Historia que se hace leyenda
Desde la localidad recóndita de Huanipaca, de otro lado, se ha extendido lo que allí al parecer se sabía desde el principio y que ahora resuma por entre las piedras, el cascajo y los abrojos, y que es una historia aparentemente enterrada y secreta y que ahora aflora, se filtra y horada hasta a las rocas y que se sintetiza en lo siguiente:
Que José María Arguedas nació fuera del matrimonio Arguedas-Altamirano.
Que es hijo del padre que se menciona pero en una criada: Juanita Tejada.
Que muerta la señora Victoria el niño regresó a brazos de su madre natural.
Que luego volvió a ser recuperado por la familia Arguedas.
Que Juanita Tejada enloqueció reclamando a su hijo.

3. Origen que se hace mítico
Se han recogido datos que dan indicios de esta tesis o suposición. El informe lo suscribe Walter Saavedra donde se dan estos alcances:
Que las fechas del posible encuentro entre el padre de José María y la criada Juanita Tejada coinciden.
Que los parientes recuerdan que ella tuvo por aquella fecha un hijo.
Que el genotipo biológico de J. M. Arguedas corresponde al tronco familiar de Juanita Tejada (blanco de piel, ojos claros, zarco, con el pelo castaño y ondulado).
Que en la investigación se encontró a un sobrino nieto de Juanita, Alejandro Tejada Guillén, que era "…el vivo retrato" de José María.

4. La pachamama convulsa y atávica
A ello se agrega:
Que los pobladores del lugar conocen que la chica enloqueció porque le arrebataron a su hijo.
Que en la partida de bautismo después del apellido paterno Arguedas figura una T borroneada.
Que José María tuvo una especie de fijación en sus novelas acerca de estas relaciones desiguales de patrones y servidumbre.
Ahora bien, la vida y obra de José María –y dentro de ella las circunstancias de su nacimiento– han cobrado aureola al punto de constituirse ya en mito y en leyenda.
Y es que en los de seres paradigmáticos y legendarios se mimetiza o se expresa mucho el colectivo social, en este caso el Perú: un país misterioso, sensual y fragmentado.
La grandeza y significación de Arguedas bien podría conducirnos a expresar que él es encuentro estremecedor de todas las sangres y que su madre es la pachamama convulsa y atávica.

5. Nació en un resquicio del mundo
Cabe suponer entonces que nació no en un pueblo grande, sino en una quebrada y en una casa vetusta, porque estos son también escenarios que constituyen una fijación en sus obras.
Porque mujer y niño, todavía en el vientre, fruto de una relación abrupta se recluyen en los pliegues que hace la Tierra.
Porque la mujer embarazada del patrón se refugia en un lugar recóndito.
Se ocultan en los resquicios o resquebrajaduras del mundo donde se alivian esas relaciones prohibidas.
Porque son las quebradas andinas, como dobladuras atroces de los cerros, paradójicamente los lugares más prodigiosos, atravesados de cursos de agua límpidos y cristalinos que purifican penas, agobios y tristezas.

6. El estallido mudo de la creación
Siendo así José María vería la luz primera del sol en alguno de esos parajes que son milagros sobrenaturales de la naturaleza y la vida.
Quebrada envuelta entre boscajes. Donde cada arbusto, planta y espiga tienen alma, donde toda la naturaleza se pasma y estalla.
Y allí también sentiría la noche estrellada, donde la luna riela en el empedrado del patio de las casas grandes y pequeñas.
Donde la noche es oscura y el ser humano aprende a escudriñar las sombras y a saludar horadando las tinieblas, como él lo hizo en sus obras.
Donde los cerros los seres y las cosas tienen estupor.
Donde pugna la vida porque poderosa es la muerte.

7. En ese mundo nació Arguedas
Quebrada como aquella que recreó en su cuento "Huarma Kuyay (Amor de niño)":
"Noche de luna en la quebrada de Viseca. [...] Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas del Chawala. Los eucaliptos de la huerta sonaban con ruido largo e intenso; sus sombras se tendían hasta el otro lado del río".
Donde todo es distante y cercano, el grillo anuncia y el zureo de la torcaza predice.
De casas desperdigadas, algunas ennegrecidas por la pena, donde una es la casa mítica.
Donde el aliento y el susurro reemplazan a la voz cotidiana.
Donde las noches son invisibles por lo sobrenaturales. Pero que al final se asumen y se sobrevive.
Porque en ellas se manifiesta el estallido mudo de la creación.
En ese mundo nació Arguedas.

8. Vida de errabundos
Pero hay otros estigmas en su vida aparte de su nacimiento tan misterioso.
Su padre era un abogado errabundo, sin asiento fijo, un doctor en leyes ambulante.
Quien iba buscando clientes y pleitos y lamentablemente los iba perdiendo por los caminos. Y en ese afán encontraba señoras que las hacía suyas. Y era su hijo a quien dejaba en esas haciendas. O se quedaba en los lugares y en las escuelas y los colegios por donde el padre pasaba.
Hijo a quién le hacían sentir el peso de esas ausencias y ese deambular incomprensible.
A quien amenazaban cobrarle lo que su padre perdía.
A quien le imponían trabajos para que devolviera siquiera en parte lo que su progenitor había descalabrado.

9. La madre tierra ausente
Tan igual, idéntico al destino del Perú que José María Arguedas asumió con amor sin medida.
¿Acaso no pagamos una deuda externa que es ineptitud de nuestros antepasados, adeudo por demás infame, confuso e irredento?
¿Qué es el Perú sino la madre ausente, muerta y arrebatada de nuestros brazos? ¿Y los padres desperdigados, errando por estas y otras comarcas?
Estigmas que grafican en la vida de un hombre símbolo lo que nos toca como comunidad y nación.
Porque, ¿no es extraño y apartado de un sentido lógico que un padre deje al hijo con la madrastra y vague por rumbos inciertos?
"Yo soy hechura de mi madrastra. Mi madre murió cuando yo tenía dos años y medio. Mi padre se casó en segundas nupcias con una mujer que tenía tres hijos… Me dejó en la casa de mi madrastra que era dueña de la mitad de un pueblo. Tenía mucha servidumbre indígena y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio… ", diría él. Y porque lo odió tanto lo hizo vivir con los indios.
Y aquel caminar nómada del padre se proyecta también en el hijo. José María fue errante él mismo: sus estudios primarios los realizó en tres ciudades: San Juan de Lucanas, Puquio y Abancay. Sus estudios secundarios en Ica, Huancayo y Lima. Fue trashumante en diversos trabajos, en las ciudades en que vivió y hasta en los vínculos de pareja que alcanzó a establecer.

10. Ser tratado como a otro, y como ajeno
"…mi madrastra… me tenía tanto desprecio y tanto rencor como a los indios (y) decidió que yo había de vivir con ellos en la cocina, comer y dormir allí.
Así viví muchos años… Los indios y especialmente las indias vieron en mí exactamente como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por ser blanco acaso necesitaba más consuelo que ellos… y me lo dieron a manos llenas".
Su drama también, y allí encuentra a la vez su redención, fue ser tratado como a doméstico siendo distinto. Fue darle el trato de indio siendo niño blanco.
De paria siendo hijo de abogado y de extraño siendo miembro de familia.
He aquí una manera de castigar a alguien tratándole directamente como a otro y como a ajeno.
Ya el Inca Garcilaso de la Vega nos había advertido un anatema:
"El Perú es madrastra de sus propios hijos y madre de los ajenos".

11. Sirviente de los hijos de la madrastra
José María sufrió un estigma peor: hacerlo sirviente de sus hermanastros.
Sirviente de los hijos adultos de su madrastra. ¿No parece un castigo del infierno para cualquier ser? Y lo anoto con todo su horror porque de todo ello él hizo himno de redención:
"Pero no solo he sido hechura de mi madrastra. Hubo otro modelador tan eficaz como ella… pero un poco más bruto: mi hermanastro… Cuando yo tenía siete años me obligaba a que me levantara a las seis de la mañana a traerle su potro negro desde una chacra muy grande…"
Un día se perdió su poncho de vicuña y lo acusó a él de haberlo perdido:
"Levantó el rebenque para pegarme en la cara y a última hora se arrepintió… Pero luego ya en la cocina: …entró mi hermanastro… me quitó el plato de la mano y me lo tiró a la cara y me dijo: 'no vales ni lo que comes'… Yo salí de la casa, atravesé un pequeño riachuelo, al otro lado había una excelente chacra de maíz. Me tiré boca abajo del maíz y le pedí a Dios que me mandara la muerte".
He allí los abismos del país fracturado que aún somos. He allí la despiadada crueldad con alguien que tuvo que sufrir ese destino para develar no su suerte particular sino la de la comunidad indígena plena de ternura.

12. "Gané el mote de 'zonzo'"
Y así nos damos cuenta ¡de cómo es de dolido el Perú! De cuanto de oro y ceniza hay en él: país cumbre y abismo, picacho y cañada. Desierto y cuenca paradisíaca. Río inconmensurable y huella de que por aquí, por este arenal y por esos pedruscos cruzó alguna vez un río.
De allí que en carta que le escribe a Emilio Adolfo Westphalen, es inmenso y tremendo que pueda contar y precisar lo siguiente:
"Nadie ha sido más feliz que yo. Nadie, ni tú. ¿Te acuerdas cuando al oír la quena esa y la danza de coro de hombres, quena y wankar, que oímos en tu pieza de la universidad, tuvimos la evidencia de que los creadores de esa música eran algo más grande que todo lo grande que habíamos oídos hasta entonces? Pasé mi niñez siguiendo a bailarines y músicos de esas danzas, siguiéndolos noches de noches, imitándolos, hasta que gané el mote de 'zonzo' que mi propio padre y hermano me lo aplicaban con todo convencimiento".
Y es que la música en particular y en general el arte son manifestaciones primigenias y espontáneas en el mundo andino.

13. Porque voy a estar bailando
Por eso, el homenaje que podemos rendirle a José María hoy día, 18 de enero, es escuchando la música de nuestros pueblos de origen, poniendo cerca a nuestro oído y muy dentro de nuestro corazón los acordes, por ejemplo, de una banda de músicos de nuestras aldeas nativas.
Porque en vida José María caminó detrás de músicos y danzantes, pero de muerto va adelante de ellosDelante porque detrás de su ataúd lo acompañarán siempre sus amigos músicos Jaime Guardia, Máximo Damián y Luis Durand, tocando el charango, el violín y el arpa. Como contorsionándose de dolor y júbilo al mismo tiempo van también en ese cortejo los danzantes de tijeras.
Así la muerte es para siempre exorcizada por algo que está mucho más allá y más acá de ella, como es el dolor y la esperanza fusionadas:
"Tardará aún la chiririnka que viene un poco antes de la muerte. Cuando llegue aquí no vamos a oírla aunque zumbe con toda su fuerza, porque voy a estar bailando".Ahora él va presidiendo la comitiva. De niño él iba detrás. ¿No este, ohay aquí un ritual y una consigna?

14. La única chispa que puedo encender
En el "¿Último diario?", que integra la obra El zorro de arriba y el zorro de abajo, José María Arguedas nos dice:
"... si el balazo se da y acierta. Estoy seguro que es ya la única chispa que puedo encender...".
La única luz, fuego, pulso y calor de este fuego que arderá eternamente.
Confesó también que todos los latidos de su vida eran de amor, devoción y consagración al Perú.Aquel balazo se dio, encendió aquella chispa, para lo cual también se necesita valor, disparándose en su oficina de la Universidad Nacional Agraria dos balazos en la sien, el 28 de noviembre del año 1969, muriendo 4 días después, el 2 de diciembre, dejándonos incluso en ese acto un mensaje, irredento con el telón de fondo de la tragedia y la epopeya que es el Perú.
Pero dejó allí mismo escritas estas palabras:
"...Quizá conmigo empieza a cerrarse un ciclo y a abrirse otro en el Perú... se cierra el de la calandria consoladora, del azote, del arrieraje, del odio impotente, de los fúnebres 'alzamientos', del temor a Dios y del predominio de ese Dios y sus protegidos, sus fabricantes; se abre el de la luz y de la fuerza liberadora invencible del hombre de Vietnam, el de la calandria de fuego, el de Dios liberador, Aquel que se reintegra. Vallejo era el principio y el fin".

15. Los tres jircas y apus tutelares
Es inmensa y conmovedora aquí esta revelación contundente y absoluta con relación a César Vallejo en la víspera de morir y en su carta de despedida, diciendo en aquel testamento que era el principio y el fin, trazando su arco de alianza con él.
Y en otro momento afirma:
"Fue leyendo a Mariátegui… que encontré un orden permanente en las cosas".Y allí tenemos inhiestas a las tres montañas tutelares. Y es que ellos tres son seres con trasfondo mítico, con raíces milenarias, con ancestro cósmico, seres que han fijado su residencia permanente en la tierra, que están incrustados a la gleba fértil como a los peñascos, al grumo de roca y al cielo azulino, para mejor retar a los abrojos, desde donde miran y nos permiten mirar el infinito y lo entrañable de la condición del hombre sobre la faz de la tierra.
Son Vallejo, Mariátegui y Arguedas nuestros apus tutelares, ejes fundamentales de nuestra identidad, tres próceres y mártires; tres hombres de una ética sin dobleces, que jamás claudicaron ni al mercado, ni a la propaganda, ni a la impostura.
De allí que yo proponga embelesarnos con las notas sollozantes y a la vez jubilosas de nuestra música andina, como homenaje a José María Arguedas en ocasión de celebrarse un aniversario del nacimiento de este hombre inmenso, apu tutelar nuestro, flor translúcida de pisonay, río profundo más que todos los ríos abismales del planeta y humana fortaleza solo comparable al Sacsayhuamán.

* Remitido por Instituto del Libro y la Lectura INLEC del Perú y Capulí Vallejo y su tierra.

Los últimos días de Juan Ramírez Ruiz en Chiclayo

Por Nicolás Hidrogo Navarro

Desde que conocía a Juan Ramírez Ruiz en el 2004, le puse ocultamente un mote cariñoso para mis adentros: “El cuervo de la mirada gris”, por su vestir y por ese raro estado de trance en el que se sumía en las tertulias y lecturas literarias.

Se sabía y conocía a Juan Ramírez Ruiz por sus libros de poesía y por su contribución en la forja del movimiento Hora Zero. Como muchos no lo conocían en persona, la curiosidad que generaba su elevada propuesta estética lo hacía casi un mito. Hasta que una noche de del 10 de abril de 2004 se apareció fantasmalmente en el auditorio del INC-Lambayeque, donde se llevaba un recital y comentario de textos. "Oye, ha llegado Juan Ramírez, está aquí", ¿dónde?,… allí, señaló, al fondo, Jorge Fernández Espino. Confundido entre la gente, una figura menuda, con unos lentes semicuadrados y telescópicos, una melena con descuidado peinar y un saco color lúcuma, se hallaba sentado silenciosamente entre las últimas filas. De pronto toda la gente que lo conocía se acercó a saludarlo: Carlos Bancayán Llontop, Stanley Vega Requejo, Jorge Fernández Espino, Josefo, La Gringa, Carlos Ramírez Soto y otros más que por curiosidad rodeaban al poeta que retornaba después de años a su tierra.

El primer día sólo fue de saludo y no se sabía nada sobre su retorno. Pero poco a poco, a los días se supo que andaba desocupado, que había regresado fatigado y decepcionado de Lima, donde ya casi no tenía mucho por hacer. De entre todo ese confesionario aún brotaba el proyecto de editar un nuevo libro final, donde se dejaba entrever la maduración poética de Juan Ramírez. El problema era que aquí en Chiclayo no había quién se interesara por publicarlo ¿El Gobierno Regional? ¿El gobierno Municipal?, ¿La Dirección Regional de Educación?, ¿La Backus? ¿Don Mario Viteri?, todas las propuestas ya habían sido agotadas y descartadas por conversaciones, menos la última, todo era cuestión de conversarlo y animar a este mecenas chiclayano.

Luego los encuentros se sucederían cada viernes en las Noches de Cuento y Poesía que promovía el Conglomerado Cultural-Lambayeque, pero él seguía en un mutismo tal que no aceptaba leer nada y hablaba poco y en voz baja. Frecuentaba el INC-Lambayeque, El Teatro Dos de Mayo y la Plazuela Elías Aguirre donde se metía al ruedo de la conversa para no sentirse excluido, todos le daban un privilegiado lugar, pero sólo se limitaba a escuchar y de rato en rato a sonreír levemente con una mueca neutra. En más de una ocasión mostraba estados agresivos, que todos lo perdonaban por quien era. El lapicero era su arma favorita, siempre lo levantaba en ristre en el momento menos pensado y todos sabíamos que esa noche a alguien lo tomaría por sorpresa.

Era evidente que esta con muchos problemas dentro y no lo quería aflorar. Estaba viviendo en la casa de su hermana Estefanía Ramírez Ruiz en la calle Arica Nº 1355 y respondía al teléfono (74) 491016, donde se frecuentaba con su hermano José Ramírez Ruiz, a la sazón ya retirado de la dirección del diario La Industria de Chiclayo.

El 23 de abril de 2004, el Conglomerado Cultural-Lambayeque, decide premiarlo por todo su aporte a la literatura, y, estando en la reunión nocturna, como siempre en silencio y abstraído, al momento que se le llamó para que reciba el diploma, se queda mirando en abstracto, levantó la mano e hizo un aspavientos y sin decir palabra, rehusó. Todos respetaron su decisión. Nuca dijo nada por qué tomo esa decisión ni le preguntaron. Al final salimos conversando, sin que se le diga nada. Siempre lo vi afanoso caminando rengueando las calles Pedro Ruiz, Balta, Elías Aguirre, Alfredo Lapoint, Bolognesi, Sáenz Peña, como que quisiera darle una y más "vueltas por su realidad".

Todo el 2004, 2005 y hasta noviembre del 2006 –última temporada que vivió en Chiclayo-, llegaba irregularmente a los eventos del INC-Lambayeque, de la Biblioteca Municipal Eufemio Lora y Lora y a los del Gobierno Municipal de Chiclayo. Nunca quiso ir a la Universidad Nacional "Pedro Ruiz Gallo"-Lambayeque, porque no conocía su obra y seguro que ni lo había leído "para qué, entonces", puntualizaba. Frecuentaba mucho el Teatro Dos de Mayo con la gente de Cromolíricos y nos quedábamos tertuliano hasta las 12 de la noche en la Plazuela Elías Aguirre, en pleno centro de Chiclayo. Entre sus idas y venidas de Chiclayo-Trujillo-Chiclayo, un buen día ya no regresó más, por sus propios medios. Sólo llegaron notas de búsqueda de sus amigos hasta que en mi bandeja de correo electrónico del sábado 12 de enero de 2008 una noticia epifonemó todo: "Juan Ramírez Ruiz fue encontrado muerto. Estaba enterrado en el cementerio de Virú-Trujillo. Fue atropellado por un ómnibus hace tres meses atrás". Casi casi lo enviaron a la fosa común, donde jamás hubiéramos podido encontrarlo.

Un hecho anecdótico y curioso que tengo sobre Juan es que, en una de las noches me tocó comentar y presentar (viernes 13 de octubre 2006) junto con Stanley Vega (poeta chiclayano) y Juan Zamudio (editor y poeta arequipeño) el libro Lima o el largo camino de la desesperación del poeta Carlos Oliva (Lima, 1960-1994). Juan Ramírez estaba entre el público y curiosamente –yo desde la mesa que observo hasta la línea elíptica que trazan los zancudos en la última fila del auditorio- tenía acariciando entre sus manos el libro gris-amarrillo con una foto en blanco y negro de una puerta fantasmalmente abierta; y, de rato en rato Juan Ramírez abría sus ojitos grises cuando Juan Zamudio hacía la reseña de Carlos Oliva y decía: "Carlos Oliva murió toreando combis en Lima… murió en un accidente que él mismo provocó… porque era jugar con la muerte…". Casi exactamente un año después, Juan Ramírez Ruiz, moría atropellado por un ómnibus interprovincial en Trujillo. No creo que haya querido torear un mastodonte con ruedas de veinte toneladas métricas.

Patético final, pero quizá augurado para alguien que vivió abstraído en la remembranza de sus versos, con quien sabe qué recuerdos y limitaciones más de las que conocíamos algunos. Juan murió como mueren los grandes poetas: sólo, triste, caviloso y en un halo de misterio del que jamás exactamente se sabrá su por qué así.

Thursday, January 17, 2008

Un mar de demagogia

Por César Hildebrandt

Los 28,000 kilómetros cuadrados que serán en La Haya materia de disputa los ha disfrutado Chile de facto desde que ganó la guerra del salitre y el guano, contando para esa victoria con la ineptitud y cobardía de los bolivianos y la minuciosa traición de los argentinos.

Así que no sé por qué tanta alharaca patriótica con esto del doctor Alan García hablándole al Congreso con cara de Bush al día siguiente del 11 de septiembre.

Porque Chile ha sido, de hecho, el dueño de ese mar que el Perú reclama.

Lo que pasa es que el año 2000 Chile, prepotente como siempre, quiso hacer de derecho lo que había tomado de hecho. Y en seguida, en pleno gobierno de Paniagua, inventó el incidente de la caseta movida de lugar. Se basaba Chile en que el Perú no habría de reclamar nada, habida cuenta de la conducta de Torre Tagle en 1999.

En efecto, en 1999 el archipodrido nipón que decía gobernar el Perú –y que contaba con el apoyo del vasto lumpen político doméstico– firmó con Chile un acuerdo de ejecución de lo que había quedado pendiente del tratado de 1929. Fue un acuerdo absolutamente prochileno, que aquí la gran prensa engavetó rápidamente y que el Congreso, contaminado por los Siuras y Medelius, ni siquiera examinó. Gracias a él es que el Perú no cuenta todavía ni con el muelle ni con la línea férrea que debía llegar servida a Arica ni con la estación ni con la servidumbre sobre toda esa área, tal como lo estableció el acuerdo de 1929 por el cual tuvimos que renunciar a Arica para recuperar a Tacna.

Chile estaba convencido de que el excrementicio fujimorismo iba a gobernar al Perú otra década –lo que hubiera sido una gran suerte para ellos: Fujimori era el Melgarejo peruano del siglo XX–, así que dio un paso adelante llevando su cartografía ante las Naciones Unidas el año 2000.

Cuando el Perú desrratizado de Paniagua se enfrentó a la audacia de Chile, lo hizo con Manuel Rodríguez Cuadros al frente. Chile sintió la diferencia cuando Rodríguez Cuadros le envió a Soledad Alvear, la canciller, una propuesta de negociación y le dio un plazo de sesenta días para responder.

La Alvear ni contestó el asunto de fondo. Era lo que necesitaba el Perú para argumentar que se había agotado la vía bilateral. Y es que Rodríguez Cuadros y su equipo habían descubierto que el Pacto de Bogotá le permitía al Perú llevar el diferendo marítimo a La Haya. Era la carta bajo la manga que Chile no se esperaba.

Cuando el asunto estaba por terminar en La Haya vino el cambio de gobierno y Alan García, el presidente electo, mandó a decir que no se hiciera nada porque él podría desautorizar todo.

Al comienzo de su régimen, tanto García como su canciller, José García Belaúnde, dijeron que el diferendo marítimo con Chile no tenía prioridad en la agenda peruana.

Y todo habría seguido así, con Torre Tagle bailando la cueca de la Bachelet, si Chile no comete otro error surgido de su arrogancia: la creación, el 8 de octubre del 2007 –fecha sensible para el Perú– de la región Parinacota-Arica, la décimoquinta región chilena que incluía explícitamente el mar sustraído al Perú.

Ya era demasiado hasta para el prochileno Alan García. Y fue demasiado hasta para los militares que se habían arrastrado en el fango de Fujimori y habían aceptado el agravio nauseabundo de Tiwinza, un regalo que sólo pudieron perpetrar el hombre que sería, pocos años después, candidato a senador por el Japón y el ladrón uniformado que dirigía por aquel entonces al ejército de Bolognesi.

Chile dice que no hay nada que resolver porque, en efecto, desde 1881 disfruta del pedazo de mar que hoy le reclaman. Y porque lo seguiría haciendo, en silencio, si no hubiese querido convertir en usufructo de derecho lo que era puro botín carroñero de su victoria.

Un García desganado ha tenido que ir a La Haya. Lo más optimista es imaginar que el Perú conseguirá, después de varios años, la mitad de lo que pide: 14,000 kilómetros cuadrados de mar. Mientras tanto, se habla de patriotismo y unidad nacional. Pero es Chile el que se arma y el que cada día adquiere más protagonismo en la economía del Perú (un calco de su papel en el siglo XIX). Y esto último es mucho más importante que unos fondos marinos que ya habían dejado de ser nuestros desde la inmolación de Miguel Grau. Pero de esto casi nadie quiere hablar.

Wednesday, January 16, 2008

Becerro de oro

Por César Hildebrandt

Yldefonso Espinoza Cano es un cura de la Diócesis de Huaraz. Muchos comuneros lo consideran un defensor irreductible de sus derechos, tantas veces manoseados por la Minera Barrick Misquichilca, la empresa que, gracias al sinvergüenza de PPK, pudo eludir 140 millones de dólares de impuestos.

¿Cómo fue esa historia? Es bien sencilla. La Barrick compró su propiedad en Canadá, para eludir las leyes peruanas y el pago de los impuestos correspondientes. No calculó, sin embargo, que yéndose a Canadá para trampear al fisco peruano se exoneraba también de la Ley 112, la entreguista ley de Fujimori que planteaba, para las mineras dedicadas a la exploración, la mayor cantidad de exenciones tributarias de la historia del Perú. La Sunat entonces intervino y, después de un ­análisis demorón y severo, determinó que Barrick había eludido 140 millones de dólares en pago de impuestos.

La Barrick usó todas sus fichas, incluido PPK, que en ese momento era nada menos que ministro de Economía del gobierno de Alejandro Toledo (más Filete, Pedrito y otros impresentables sacados del museo de la vieja PIP). Pues bien, el asunto fue a parar al Tribunal Fiscal y la Sunat le pidió al sinvergüenza de PPK que firmara el papel pertinente para que el proceso de cobranza siguiera. PPK se negó a firmar. Dijo que la inversión extranjera ­era importante y que patatín patatán. Y Barrick dejó de pagar 140 millones de dólares. ¿Cuánto le costó a Barrick la operación? Nunca se sabrá, pero se sospecha.

Pues bien, allí estaba entonces el sacerdote Espinoza Cano denunciando ésta y ­otras tropelías de la Barrick cuando, de pronto, a algunos, entre ellos al propio Espinoza, se les ocurrió invitar al programa “La ventana indiscreta” a que hiciera un reportaje y contara toda la verdad.

Llegó Silvia Cuevas con su cámara y empezó a grabar a los comuneros que se quejaban del no pago de sus tierras, a los huaracinos que exigían que Barrick cumpliera con sus compromisos ambientales y a los líderes de diversos estamentos que solicitaban al gobierno de Toledo que obligara a Barrick a no seguir usando cianuro por riego de aspersión para sacar el oro, porque el cianuro así usado se ioniza y se convierte en gas cianhídrico (o prúsico), asesino que envenena el suelo huaracino cada día y que ya ha matado a todos los sapos de toda la región.

Sin embargo, el 3 de octubre del 2005 lo que propaló “La ventana indiscreta” no se parecía en nada a lo grabado. Es más, tenía poquísimo de lo grabado. Lo que sí tenía, y en dosis mortales de cianuro falaz, era toda la ferocidad imaginable en contra de los comuneros y del cura Espinoza Cano, sindicado poco menos que como el agitador que trataba de impedir la rutilante inversión extranjera.

Días antes, un amigo cuya ­identidad Espinoza no ha querido revelar –“uno de los dos amigos que tengo en Barrick”, dice– lo llamó para advertirle:

–Cuidado, Yldefonso: la reportera de “La ventana indiscreta” volvió a Huaraz, estuvo en Minera Barrick y se habla de que la han convencido con argumentos insuperables.

–No creo, me parece que ­eres muy suspicaz –dijo entonces Espinoza.

Al emitirse el programa, Espinoza empezó a creer en la versión de su amigo, así que fue a tres radios regionales, ­adonde había sido invitado, y dijo que todo era muy sospechoso y que el ataque de Barrick lanzado a través de “La ventana indiscreta” parecía ­obedecer a una campaña financiada.

Enterada de lo difundido en Huaraz, Valenzuela llenó de improperios noctámbulos al curita y le planteó una demanda escarmentadora por delito “en contra del honor y difamación en agravio de Cecilia del Pilar Valenzuela Valencia”.

Pues bien, un juez autónomo y valiente, el del Primer Juzgado Especializado en lo Penal de Huaraz, acaba de absolver al sacerdote diocesiano Yldefonso Espinoza Cano. Y esto a pesar de las presiones surtidas de que ha sido ­objeto.

Presiones que han venido ante todo de Barrick, cuyo actual gerente de Asuntos Corporativos es Carlos Cabanillas Bustamante, hermano de Mercedes Cabanillas Bustamante y hombre de vasta experiencia en temas de poder y minería. Y uno de cuyos asesores externos para la operación Lagunas Norte es el doctor Luis Alva Castro, sí, estimado lector, el mismísimo ministro del Interior del “pulcro” gobierno aprista, el minusválido mental que no puede comprar patrulleros pero que Barrick tiene en su planilla de ­eventuales privilegiados.

Barrick es el segundo productor de oro del Perú. Vende cada onza a 900 dólares (precio de ayer en el mercado de Londres). Pero a la mina le cuesta, gracias a los métodos primitivos que emplea, unos 100 dólares extraer cada onza. Y, gracias a Fujimori, sólo paga el 3 por ciento de esa renta fantástica. Es decir, Barrick se lleva una pequeña fortuna por cada onza troy de oro peruano. Con ­esos presupuestos (más el concurso de Cabanillas y la manita bajera de Alva Castro) se ­abren todas las puertas, ventanas y ventanillas.

El Chile de la bestia inmunda

Por César Hildebrandt

Se nos ha muerto ayer Patricia Verdugo, la periodista chilena más valiente de las últimas décadas, la relatora para todo el mundo de la llamada Caravana de la Muerte.
La Caravana de la Muerte fue ordenada por esa bestia inmunda llamada Augusto Pinochet y fue dirigida por el general Sergio Arellano Stark. Consistió en matar, en las primeras semanas del golpe de 1973, a unos 75 “marxistas”, cuyos cuerpos servirían de escarmiento y terror en el norte minero chileno, en el sur universitario y donde quiera los consejos de guerra se hubiesen ­atascado “en formalismos y bobadas”.

La cosa era así. Arellano ­Stark recorría las ciudades y campamentos a bordo de un “Puma”, un helicóptero de fabricación norteamericana. Bajaba esta rata de andar erguido de su helicóptero, averiguaba cómo andaba el asunto de los detenidos, amonestaba a los jefes militares “blandos”, hablaba de la necesidad de dar una lección al marxismo chileno, subrayaba que viajaba como delegado personal y plenipotenciario del comandante en jefe del Ejército –o sea del general Augusto Pinochet Ugarte– y que sólo a él debía rendirle cuentas y, a continuación, decidía a quiénes y cuándo había que matar.

Y sus órdenes se cum­plían, mi general, de inmediato mi general, qué ocurrencia mi general. Y la bestia inmunda monitoreaba y la rata erguida mataba y Nixon aplaudía a rabiar y Kissinger, esa enfermedad de transmisión sexual, asesoraba y todo el Occidente contento y no había mejor marxista que el marxista muerto ni mejor izquierda que la sepultada en fosas comunes ni mejor ejemplo que el de Víctor Jara, pateado hasta morir y luego baleado para redundar (44 orificios de entrada, 32 de salida, rostro irreconocible), ni mejor sociedad que la que proponía “El Mercurio” ni mejor inversión que un buen baño de sangre para regar con ella la obra de los Chicago Boys que vendrían, ­Amén. (Siete ­días después del golpe, en el aniversario nacional, el cardenal Raúl Silva Henríquez ofició una misa solemne para toda la junta militar y lo hizo en la llamada ­iglesia de la Gratitud Nacional).

Conocí a Patricia Verdugo durante uno de mis viajes al Chile prisionero de la bestia inmunda. Éramos casi coetáneos –ella decía coquetamente que me perdonaba ser un poco menor– y nos unía, desde luego, el mismo amor por el periodismo entendido como compromiso y el mismo desprecio por quienes habían hundido a Chile en el abismo sin fondo del fascismo.

Ella ya había publicado “Los zarpazos del puma”, la historia minuciosa de la Caravana de la Muerte. El libro estaba prohibido, por supuesto, pero circulaba en copias clandestinas y se leía con avidez y horror. Cuando la bestia inmunda, prolífico padre de Fujimori, dejó el poder forzado por la insostenibilidad de su régimen, las ediciones de “Los zarpazos del puma” se multiplicaron y sucedieron. Llegó a ser el libro documental más vendido de la historia editorial de Chile y por él, fundamentalmente, es que Patricia, la noble y democristiana Patricia, recibiría en 1993 el premio Maria Moors Cabot. Sólo en 1997, el Chile decente se rindió ante su talento y coraje y le ­otorgó el Premio Nacional de Periodismo. Mientras tanto había escrito otros libros en los que la investigación también implicaba arriesgar el pellejo y exponerse a las represalias, que en eso consiste el periodismo de verdad.

Gracias a Patricia supimos de algunos detalles infernales sobre las “hazañas” de Arellano Stark. Nos enteramos, por ejemplo, de lo que pasó en el regimiento “Esmeralda”, de Antofagasta, el 18 de octubre de 1973.

La cárcel de Antofagasta estaba repleta de marxistas y sospechosos. Arellano Stark, recién bajado del helicóptero, cumplió el ritual de siempre: revisó la lista de prisioneros y rápidamente puso ­una señal de bolígrafo en algunos nombres. Esta vez marcó a catorce. Uno de ­ellos era el ingeniero Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, militante del Mapu y gerente de la Empresa Nacional del Cemento.

De inmediato, un equipo de Arellano encabezado por el asesino serial y teniente del ejército de Chile Armando Fernández Larios, el mismo que sería parte del bombazo que mataría en Washington al ex canciller Orlando Letelier tres años más tarde, llegó hasta la instalación carcelaria, sacó a los catorce elegidos, los subió a un camión militar y los fusiló en Quebrada del Way. Antes de ametrallarlos, el teniente Fernández Larios les partió piernas y mandíbulas con la culata de un fusil-ametralladora. A Ruiz Tagle Orrego le hizo algo más: le sacó el ojo izquierdo con el cuchillo corvo de supervivencia que siempre llevaba al cinto. (Por eso digo que a este ejército chileno no habría que temerle demasiado: una institución que procrea y protege a este tipo de alimañas demuestra padecer de una intrínseca degeneración, la misma tara que ­aquí quiso ­inocular a nuestras Fuerzas Armadas el japonés mafioso que “La Razón” defiende por orden del fugado Azi Wolfenson y gracias al dinero sucio que distribuye Keiko Fujimori).

La madre de Ruiz Tagle, Alicia Orrego, ­era militante del derechista Partido Nacional y había salido a cacerolear en contra de ­Allende. El abogado de la encumbrada familia, Cruzat Paul, fue entonces, horrorizado, a hablar con el presidente de la Corte Suprema de Chile, Enrique Urrutia Manzano, que era amigo y, además, pariente político por el lado de su esposa.

–Venía a denunciar lo que ha ocurrido en Antofagasta –dijo Cruzat Paul.

El juez más supremo de Chile apenas alcanzó a gritar:

–Loco, estúpido, ¿no te das cuenta? Los militares nos han salvado la vida. ¡Sal de mi oficina antes de que llame a los guardias!

Ese era el Chile neoliberal que “construyó” el país “más competitivo” de América. Ese era el Chile que enfrentó, valerosamente y junto a cientos de miles de dignísimos chilenos, Patricia Verdugo. Espero que no haya ninguna misa en su honor.

Monday, January 14, 2008

Bombardero en las alturas


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Juan Ramírez Ruiz, ¡Presente!

Por Jorge Luis Roncal

No debería extrañarnos. Y de hecho, no nos extraña, pero nos indigna. El talento marginal tiene que morirse para que las compus -de los diarios, revistas, blogs, incluso las nuestras- ensayen aproximaciones, testimonios, golpes de pecho sobre la frágil y pálida memoria. Se ha marchado Juan, y de poco sirve que hoy defendamos la vigencia de la insurrección creadora que fue la vida del fundador y teórico de Hora Zero, autor no sólo de los tres libros de poesía que publicó –Un par de vueltas por la realidad, Vida perpetua y Las armas molidas– sino de una las más altas aventuras y realizaciones poéticas de las últimas décadas. Abril del 95, cualquier madrugada, diagramamos con Juan en mi vieja macinstosh Las armas molidas interrumpidos de rato en rato por el llanto de mi hijo César Darío, de días de nacido; recién en abril del 96 vio la luz el libro de poesía más atrevido de la década. Lengua, historia, sociedad, rebelión, en lenguaje alfagramático, como le llamó el poeta. Y que la mezquindad y mediocridad de la crítica hegemónica poco menos que ninguneó. Luego de 12 años, en la mañana del sábado, César Darío me anuncia lo que dice la tele: "papá, murió el fundador de Hora Zero", confirmándome lo que ya sabíamos desde el viernes, y que Willy Gómez anunció, desolado, en el Yacana. ¿Cómo murió? Por favor, no dejemos que los buitres conviertan en carroña la rebeldía, la libertad y la soledad. Tampoco le lloremos al estado, por definición excluyente, rapaz, antihumano y hostil al arte. Más bien preguntémonos, o mejor, respondamos, cuánto hacemos -o dejamos de hacer- para evitar que se reiteren sus golpes bajos, su prepotencia, su cinismo. Un viento de rabia nos eriza la piel y el sentimiento. La bella e intensa poesía de Juan, sus páginas inéditas, su entera amistad, nos abrazan, nos abrasan. No nos extraña. Nos indigna. Y nada es suficiente. Hasta siempre, camarada.

Sunday, January 13, 2008

Réquiem por Juan Ramírez Ruiz

UN HOMENAJE IN MEMORIAM PARA UN POETA CHICLAYANO
(1944-Chiclayo — 2007-Trujillo)


Por Nicolás Hidrogo Navarro

La noticia estaba casi sospechada desde hace unos meses, cuando Nivardo Córdova alertaba desde Trujillo una búsqueda del admirado poeta Juan Ramírez Ruiz. Un silencio de meses, como que lo había tragado la misma sociedad. Hasta nuestros oídos en Chiclayo llegaban inverosímiles leyendas urbanas como que "Juan Ramírez había caído en una depresión mental y en una sequía creadora y estaba raptado en un sórdido antro en algún lugar de Trujillo, perdido en medio del alcohol y que no lo dejaban salir previo cupo". La verdad es que Juan, en los últimos tiempos que frecuentaba las Noches de Cuento y Poesía del Conglomerado Cultural (2004-2005) y donde se le brindó justo homenaje en vida por tan subyugante aporte a la literatura peruana, estaba en un franco abandono calamitoso, con la mirada perdida, en un silencio gravitacional en las reuniones donde, el otrora ideólogo de Hora Zero, ahora escucharle un monosílabo era casi un triunfo para todos nosotros en la noche. Abstraído, con un pantalón color rata, una camisa celeste, una casaca caqui, un gorrito negro achullado para protegerse del frío chiclayano, tímido, pero con su célebre carácter explosivo de agresividad, donde recibió entre los pintores del Grupo Cromolíricos, poetas del grupo ALBA lambayecanos, conglomerados, la denominación de "El Diablo", por sus intempestivos arranques agresivos, ante alguien que posara su vista en él.
Juan Ramírez ya vivía en los últimos años una crisis económica, fiel al sino de los grandes poetas universales, un abandono moral y casi, entre los que no sabían de su inmenso poder con la palabra. Todo el mundo literario lambayecano, especialmente la gente del 60, 70, 80 y 90, conocedor de su obra lo vio retornar a su natal Chiclayo en el 2004 casi para morir aquí. Con el rostro adusto y cansado, con su mirada perdida y en un hermetismo casi místico, se sentaba al final en las lecturas y miraba a las nuevas hornadas casi oblicuamente. Vestido muy oscuramente barruntaba su crisis existencial. Casi nadie logró conversar más de dos minutos con él. Respondía con monosílabos, pero en él una sola palabra valía semiótica y significativamente por toda una parrafada de los cansados verborreicos que a veces suelen dejarse escuchar en la Plazuela Elías Aguirre los viernes por las noches después de las 10.00 p.m. estimulados por calientito con yonque baratito de a sol.
Juan Ramírez debe haber muerto en Trujillo sólo y gris, ebrio y silencioso. Todo su poder conceptual y creador de los 70 y 80 se simplificaron en un rostro alegóricamente triste y desolado, casi una mirada palidicente, quijotesca, adornaba sepulcralmente su aurea de poeta extravagante y raro. Siempre, desde que lo conocí personalmente en una impactante noche del 2004 en el INC-Lambayeque, vi en sus ojos el brillo clásico de los poetas locos y trascendentales. No me dijo nada con palabras, pero con sus ojos ensopados en triste mirar cerúleo me decía todo. Después de la primera noche sin palabras, lo hice en otros viernes más acalorado y cual paladín afloraron sus conceptuosas palabras que tanto marcaron esa generación de trashumantes de Hora Zero. Le dije "Juan, disculpa que no te invite un ron como podría haberlo leído". "Un café y un sánguche está bien, por ahora", resolvió, con un mal reciente afeitado. Desde ese momento se dejó retratar por mi afanosa cámara digital –y para decir en verdad, tengo registrado en mi archivo personal unas 70 fotografías en Chiclayo en sus días finales del autor de Un par de vueltas por al realidad (1971) que las conservaré en una memoria personal y reverencialmente de respeto. Paradójicamente Juan vino y quiso morir en Chiclayo, lugar que quizá por la nostalgia retornó, pero fue en Trujillo, la tierra de Vallejo, otro grande, la que fue testigo el sol que lo alumbró por última vez.
Yo haría un pedido muy especial a tirios y troyanos: que lo homenajeen sus verdaderos amigos y compañeros de la palabra es un acto justo y digno; pero que alguna institución del Estado o privada lo haga, a estas alturas de los hechos, sería la más hipócrita actitud. Vimos vivir y morir a Juan Ramírez, como un poeta auténtico: sólo, abandonado y en silencio, al compás de sus palabras impresas y sus versos amartillados en el yunque de la rebeldía y en la innovación de las metáforas. Por favor no gasten velas ni comilonas en sus aniversarios de muerte, alguna vez, (1944-2007), sería una tremenda afrenta ha alguien que en sus últimos días caminaba por las calles de Chiclayo con el estómago vacío y en la más absoluta indiferencia de todos; y, ninguna institución en vida, ni Beneficencia Pública, ni Municipalidad, ni INC-Lambayeque, ni nadie lo ayudó. Me revuelve toda la bilis cuando alguna institución, asociaciones o personas que nunca ayudaron ni valoraron en vida a algún intelectual o creador, tengan que, por figurar, gastar ríos de tinta, palabras, comida y alcohol, para recordar al que murió hambrientamente olvidado.

Lambayeque, enero 13 de 2008