Zavaleta aborda otro aspecto de la vida provinciana [como hemos visto en los relatos "La batalla" (1954) y "El Cristo Villenas" (1955)] en Los Íngar (1955), una novela corta que refiere la enemistad entre la familia epónima y el alcalde y el gobernador del pueblo de Corongo. Nunca se aclara el origen de la enemistad pero el texto, narrado desde la perspectiva de los Íngar, da a entender que las autoridades los persiguen porque los temen como una amenaza para su poder político y porque codician sus mejores tierras. Fabrican una acusación falsa para hacer detener a Sheesha, el jefe de la familia, pero se ven obligadas a ponerlo en libertad cuando el resto de la familia acude en su ayuda como un testigo que prueba su inocencia. Luego envían a uno de sus matones a provocar una pelea, a raíz de la cual los dos hermanos mayores tienen que fugarse para evitar caer en manos de la policía. Finalmente, inventan un pretexto para hacer detener a Llica, el hermano menor, y la novela termina trágicamente cuando muere abaleado al intentar escaparse. El libro muestra así el carácter sórdido de la política pueblerina, que se centra en personalidades y familias más que en ideologías y se lleva a cabo en un clima en que se busca y se explota el poder por fines personales y todos los bandos se muestran dispuestos a recurrir a la fuerza para conseguir sus objetivos. Sin embargo, si la narración representa a los Íngar como víctimas de autoridades abusivas, se insinúa que en gran medida son autores de sus propias desgracias. Una familia pendenciera, viven no sólo peleando con sus enemigos sino riñendo entre sí y aunque se mofan públicamente de la corrupción de las autoridades, el hecho de que Sheesha decline una invitación a ser gobernador sugiere que les interesa más proseguir su vendetta que reformar el pueblo. En efecto, el verdadero tema de la novela viene a ser la violencia autodestructiva que parece ser parte integral de la vida pueblerina. Desde el principio, Zavaleta crea una atmósfera de violencia y de tragedia ineluctable que nos recuerda el teatro de Lorca. La novela empieza con un episodio en que uno de los hermanos aporrea a un enemigo y una nota de premonición es creada por la angustia de la madre viuda, quien constantemente se inquieta por sus hijos. Sobre todo, vemos al hermano menor reprimir sus instintos más sensibles a medida que va asimilando las actitudes de sus hermanos mayores y procura vivir conforme a su modelo machista. Cuando muere abaleado en el último párrafo, el desperdicio de su vida es presentado como la consecuencia trágica e inevitable del círculo vicioso en el cual se halla atrapado.
Jaime Higgins. Historia de la literatura peruana. Lima: Universidad Ricardo Palma, octubre 2006, págs. 277-278.