Por Enrique Sánchez Hernani
La poesía de carácter culto no es una práctica reciente de nuestra tradición. Se afianza con un libro emblemático de Vallejo, Trilce, y con la poética de los vanguardistas peruanos estudiados por Mirko Lauer. Modernamente, la saga halla ecos con obras como la de Carlos German Belli, pero siempre ha sido un camino arduo y poco transitado. En esta ruta se halla el libro de poesía de Rafael Espinosa, Verbos regulares, quizá más cercano a un volumen publicado en 1972 y cuyo autor es Lauer, Santa Rosita y el péndulo proliferante.
La búsqueda semántica de Espinosa es casi extrema. Su interés, por lo menos el aparente, es forzar a las palabras a entregar nuevos significados, revelaciones no vistas, desconocidas. De alguna manera, entonces, los textos son un homenaje al arte de poetizar, tal como lo sugiere también el título, sobre todo como conciencia del trabajo lingüístico y de su propia búsqueda de contenidos.
El libro exige un lector atento y entrenado, pero la recompensa es grata. Espinosa ha logrado composiciones polivalentes que logran brillar y entusiasman: "Ya pasó, ahora tu sema / es apenas dióxido de carbono / y asombro descascarándose", "La fronda abre dos alas, coloración monótona, verde heterogéneo. / La persistencia de sus variaciones que se suavizan en la sombra", "Es inconcebible el desamparo de la bailarina a este estar indeterminada entre los astros, sus puntas vibratorias".
Los textos de Espinosa abarcan neologismos, palabras creadas por la reciente tecnología y aun términos en otros idiomas, pero no como una muestra incongruente de despilfarro u ostentación, sino por exigencia de su indagación poética.
Bien vale la pena adentrarse en este libro y ordenar sus maravillas.