Monday, June 30, 2008

Dos reseñas a Febrero Lujuria

De la lujuria y otras virtudes*

Por: Mario Suárez Simich

El desarrollo actual de la narrativa peruana permite observar una interesante diversidad de procesos de ficcionalización de la “realidad” que están generando la construcción de variados discursos narrativos, los cuales inciden en un enriquecimiento de nuestra tradición. Rota la barrera del cuento como género predominante y la generación de textos que dejaban aflorar pequeños universos cerrados, la novela ha ido condicionando nuevas formulaciones y obligando a nuevas visiones de los diversos universos que conforman los que entendemos como el Perú.
A pesar de esto, aún sobreviven las viejas pugnas entre “narrativas regionales” y “narrativa capitalina”, como si los textos producidos en cualquier lugar del Perú, incluida Lima, no fueran todos “narrativa peruana”. La polémica sobre este tema abarca desde los que defienden un costumbrismo intrascendente hasta los que lo hacen de un cosmopolitismo vacuo y estéril; es decir, los que se encierran tozudamente en su “mundo” hasta los que se entregan a las modas foráneas como una ingenua adolescente. En ambos extremos se olvida que lo que de verdad importa de un texto es el esfuerzo que el narrador debe poner para hacer trascender su universo y sus fantasmas (de los que hablaba Sábato) para hacerlos universales. Sin ese “esfuerzo” Rulfo sería sólo un costumbrista y Wilde un escritor vacuo.
Me congratulo que muchos escritores, sobre todo los pertenecientes a las generaciones más recientes de la narrativa peruana, hayan comprendido que no basta sólo con pintar su aldea para aspirar a ser universal; comprenderlo, si bien no es una garantía de éxito, es un avance. No es ya una casualidad que jóvenes narradores como Sandro Bossio desde Huancayo con El llanto en las tinieblas o Cayo Vásquez desde Iquitos con Hostal Amor, por citar sólo a dos, produzcan textos de gran calidad.
La novela, Febrero Lujuria de Christian Reynoso (Editorial Matamalanga, Lima, 2007), está en esa línea. Del libro de relatos Los testimonios del manto sagrado, publicado en 2001 a esta novela puede apreciarse el giro en la narrativa de este joven escritor, giro que significa abandonar la inmediatez de un costumbrismo ya superado para, sin abandonar el universo que le es propio, hacerlo trascender por medio de un nuevo discurso; fenómeno que también es extrapolable a otros jóvenes escritores que producen sus textos desde la periferia de la capital.
Ficcionar la Fiesta de la Virgen de la Candelaria desde una perspectiva diferente a la tradicional significa aceptar un reto de modernidad que Christian Reynoso lleva a cabo con eficacia y sin abandonar ni traicionar lo esencial que tiene esta celebración como representación de un microcosmos social. Para ello, el narrador toma una distancia estratégica para la cual crea la ciudad ficticia de “Lago Grande”, y de la fiesta, su lado carnavalesco, tanto en lo que tiene de significado católico como de forma de construir una realidad como la define Bajtín. Con esa distancia y sobre esa estructura aparecen una serie de diversos personajes que le dan a la novela una polifonía que a través del discurso carnavalesco nos permite adentrarnos en ese microcosmos desde diferentes puntos de vista y disfrutar de esa polivalencia. También, sobre esa polivalencia el narrador construye y resume los elementos antagónicos que subyacen en esta fiesta expresadas en dicotomías como fe/paganismo, amor/lujuria, razón/instinto. Así, desacralizando la visión tradicional de la Fiesta de la Candelaria, Christian Reynoso nos ofrece una visión diferente y singular de ella.
Cuando el sociólogo José Luis Ramos Salinas, en una interesante reseña sobre esta novela dice que Febrero lujuria “…nos permite entender mucho mejor las Fiestas de la Candelaria…” quiere decir que el narrador nos ha mostrado “algo” de ella que no habíamos visto antes y eso, como decía Balzac, deber ser el objetivo de todo escritor.

*Publicado en Sieteculebras Nro. 24 (Cusco, mayo-agosto 2008)


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Christian Reynoso. Febrero Lujuria. Grupo Editorial Matalamanga. Lima-Perú 2007. 412 pp. *

Por José Gabriel Valdivia

La evolución de la narrativa latinoamericana ha discurrido paralela a sus procesos socioeconómicos y a los conflictos socioculturales que estos han ido generando. En los primeros años del siglo XX, los conflictos entre el indigenismo y el cosmopolitismo, se expresaron en el auge de la novela de la tierra y luego en el desarrollo de la novela urbana. Esta última parece ser hoy hegemónica, aunque la otra no ha dejado de producirse y manifestar la nueva vida que en los Andes se ha ido produciendo, gracias a los flujos y reflujos del capitalismo y últimamente a la inserción del neoliberalismo.
Puno, ciudad lacustre y altiplánica, no ha escapado a estos embates de fines del siglo XX y sus escritores jóvenes parecen haberse dado cuenta que lo tutelar milenario y atávico debe vislumbrarse en función de ese futuro globalizado y globalizante. Christian Reynoso (Puno-1978) es uno de los noveles escritores punenses que ha publicado Febrero Lujuria, una novela que se instala en los cánones de lo que se ha venido a llamar –según Alberto Fuguet- el neoliberalismo mágico y sustenta lo que reflexionamos líneas arriba. La visión demitificadora de la afamada fiesta de la Virgen Candelaria que se plantea en el relato, la emparenta con En octubre no hay milagros de Oswaldo Reynoso, salvando los espacios y los tiempos, y la ubica en el derrotero novelesco peruano.
Los nuevos lectores, ajenos al entorno puneño, pueden enterarse de las danzas y sus excesos, de las devociones y sus lamentos, de las festividades y sus placeres, en esta muy interesante ficción. Sin duda que para los devotos y también para los tradicionistas, este relato sea permisivo, blasfemo e impertinente, pero no podrán negar el tono sencillo de su lenguaje, la frescura de los acontecimientos, lo paródico de sus personajes y la carnavalesca visión de febrero en Lago Grande. Un buen inicio para este diablo escribidor que ha brotado de las polleras de la mamita Candelaria.

*Publicado en El búho (Arequipa)