Por Carlos Cabanillas
La idea creció como una bola de nieve en 1999 (ver CARETAS 1583), cuando corrió el rumor de que el retorno del Huáscar había sido parte de las negociaciones del 29. Algunos congresistas impulsarían la idea y, con los años, el tema fue acogido por la prensa etnocacerista. Pero la idea original emergió casi al hundirse la misma goleta, siempre revoloteando las mentes de peruanos y chilenos: reflotar la Covadonga.
Según el fallecido Rómulo Rubatto Suárez, autor del libro sobre la ocupación chilena Arde Lima, la primera quincena de febrero –tras la toma de la capital– los buzos de la armada invasora inspeccionaron el fondo marino para reflotarla. En 1886, tras la retirada de los chilenos, Miguel Iglesias ordenó bucear donde la Covadonga una vez más. Las autoridades peruanas también pidieron bucear en Chancay en 1948 y en 1951, año en que rescatan dos cañones de la goleta. En 1987, el alcalde de Chancay de entonces, Torres Málaga, propone reflotarla y convertirla en museo. En el 94, a raíz de un documental para Canal 4, la idea de rescatarla regresa a la prensa. Según la Historia, los otros buques chilenos tuvieron un final deshonroso (el Matías Cousiño de carbonero, el Cochrane como chatarra). Según los códigos de guerra, lo ganado en batalla no se devuelve. Como prueba hay fusiles, morteros y banderas ecuatorianas de la guerra del 41 en la fortaleza del Real Felipe. El contralmirante Fernando Casaretto Alvarado, Director del Museo Naval del Perú, aborda el tema con suspicacia. Casaretto, quien fue entrevistado por el equipo documental de ‘Epopeya’, discrepa.
–Pensar que puede haber un trueque entre la Covadonga y el Huáscar es ofender la memoria de Grau.
–¿Incluso si ofrecemos la Covadonga y el Loa juntos?
Según el fallecido Rómulo Rubatto Suárez, autor del libro sobre la ocupación chilena Arde Lima, la primera quincena de febrero –tras la toma de la capital– los buzos de la armada invasora inspeccionaron el fondo marino para reflotarla. En 1886, tras la retirada de los chilenos, Miguel Iglesias ordenó bucear donde la Covadonga una vez más. Las autoridades peruanas también pidieron bucear en Chancay en 1948 y en 1951, año en que rescatan dos cañones de la goleta. En 1987, el alcalde de Chancay de entonces, Torres Málaga, propone reflotarla y convertirla en museo. En el 94, a raíz de un documental para Canal 4, la idea de rescatarla regresa a la prensa. Según la Historia, los otros buques chilenos tuvieron un final deshonroso (el Matías Cousiño de carbonero, el Cochrane como chatarra). Según los códigos de guerra, lo ganado en batalla no se devuelve. Como prueba hay fusiles, morteros y banderas ecuatorianas de la guerra del 41 en la fortaleza del Real Felipe. El contralmirante Fernando Casaretto Alvarado, Director del Museo Naval del Perú, aborda el tema con suspicacia. Casaretto, quien fue entrevistado por el equipo documental de ‘Epopeya’, discrepa.
–Pensar que puede haber un trueque entre la Covadonga y el Huáscar es ofender la memoria de Grau.
–¿Incluso si ofrecemos la Covadonga y el Loa juntos?
–No hay punto de comparación. Los mismos chilenos se llenarían la boca diciendo que estamos ofendiendo la memoria del Almirante.
El recorrido por el museo prosigue. Un óleo recién restaurado de Miguel Grau, un sudario con la bandera chilena, y la cristalería y porcelana de la Covadonga. “Curiosamente, es lo que se mantiene mejor conservado”, comenta Casaretto. El Museo Naval del Perú conserva un cañón y el portaestandarte de la Covadonga. En Chancay reposan el ancla, 20 metros de cadena y una parte de otro cañón. No existen partes del Loa en el museo. “Fue menos importante”, acota el contralmirante. Para él, no hay malicia en los poetas chilenos que organizaron la lectura sobre el Huáscar. Hay, más bien, una genuina intención pacífica de acercamiento. Sin embargo, comparte la opinión de la poeta Rocío Silva Santisteban: el Huáscar es un lugar muy cargado simbólicamente hablando como para leer poesía.
Según entusiastas promotores del canje de trofeos de guerra, el reflotamiento de la cañonera costaría cerca de 2 millones de dólares. La refacción, 1.5. El grueso total –según afanosos libelistas, nacionalistas y spammers– arroja la suma de 4 millones de dólares. Reflotar el Loa costaría un monto similar. Para algunos, una bicoca al contrastarla con el superávit de autoestima que se le inyectaría al peruano. Para los más coherentes, reflotar un resentimiento sería un disparate. La goleta fue hundida el 13 de septiembre de 1880 en el mar de Chancay, mientras izaba una embarcación de víveres que encontró a la deriva. Así mueren su comandante Pablo Ferrari y 32 hombres de su tripulación. Los pescadores peruanos, indignados de que el buque chileno haya acribillado a los náufragos peruanos del Independencia en el Combate de Iquique y, posteriormente, de que bloqueara el puerto de Chancay, optaron por una táctica no convencional. Lo hundieron mediante una carga de TNT camuflada entre víveres, en la bodega de una inofensiva embarcación. El ingenio antes que la fuerza. La Covadonga se fue a pique y murieron 94 marinos. Así se desbloqueó el puerto de Chancay. De manera similar fue hundido el Loa, 7 millas al norte del Callao. La embarcación cargada de víveres explotó al ser enganchada por el buque.
El documental ‘Epopeya’ y la lectura de poemas sobre el Huáscar retrotrajeron la eterna pregunta: ¿cuál debería ser el destino del Huáscar?
–El deseo de Pedro Gárezon, último comandante del monitor Huáscar, fue hundir la nave abriendo las válvulas del blindado. ¿Pediría que se respete su voluntad?
El recorrido por el museo prosigue. Un óleo recién restaurado de Miguel Grau, un sudario con la bandera chilena, y la cristalería y porcelana de la Covadonga. “Curiosamente, es lo que se mantiene mejor conservado”, comenta Casaretto. El Museo Naval del Perú conserva un cañón y el portaestandarte de la Covadonga. En Chancay reposan el ancla, 20 metros de cadena y una parte de otro cañón. No existen partes del Loa en el museo. “Fue menos importante”, acota el contralmirante. Para él, no hay malicia en los poetas chilenos que organizaron la lectura sobre el Huáscar. Hay, más bien, una genuina intención pacífica de acercamiento. Sin embargo, comparte la opinión de la poeta Rocío Silva Santisteban: el Huáscar es un lugar muy cargado simbólicamente hablando como para leer poesía.
Según entusiastas promotores del canje de trofeos de guerra, el reflotamiento de la cañonera costaría cerca de 2 millones de dólares. La refacción, 1.5. El grueso total –según afanosos libelistas, nacionalistas y spammers– arroja la suma de 4 millones de dólares. Reflotar el Loa costaría un monto similar. Para algunos, una bicoca al contrastarla con el superávit de autoestima que se le inyectaría al peruano. Para los más coherentes, reflotar un resentimiento sería un disparate. La goleta fue hundida el 13 de septiembre de 1880 en el mar de Chancay, mientras izaba una embarcación de víveres que encontró a la deriva. Así mueren su comandante Pablo Ferrari y 32 hombres de su tripulación. Los pescadores peruanos, indignados de que el buque chileno haya acribillado a los náufragos peruanos del Independencia en el Combate de Iquique y, posteriormente, de que bloqueara el puerto de Chancay, optaron por una táctica no convencional. Lo hundieron mediante una carga de TNT camuflada entre víveres, en la bodega de una inofensiva embarcación. El ingenio antes que la fuerza. La Covadonga se fue a pique y murieron 94 marinos. Así se desbloqueó el puerto de Chancay. De manera similar fue hundido el Loa, 7 millas al norte del Callao. La embarcación cargada de víveres explotó al ser enganchada por el buque.
El documental ‘Epopeya’ y la lectura de poemas sobre el Huáscar retrotrajeron la eterna pregunta: ¿cuál debería ser el destino del Huáscar?
–El deseo de Pedro Gárezon, último comandante del monitor Huáscar, fue hundir la nave abriendo las válvulas del blindado. ¿Pediría que se respete su voluntad?
–Eso lo decide Gárezon mientras el buque era peruano. Pero al caer en manos chilenas, la espiritualidad nacional se perdió. Luego, el Huáscar fue usado por los chilenos para combatirnos.
–Y cambiaron muchas de sus partes. Poco queda del Huáscar peruano.
–Y cambiaron muchas de sus partes. Poco queda del Huáscar peruano.
–Prefiero quedarme con la voluntad del almirante Grau. Él dijo que si el Huáscar no regresaba triunfante al Callao, él tampoco regresaría. Hay que respetar ese deseo.
La Covadonga Hoy
La cañonera “Virgen de Covadonga” –o lo que queda de ella– se encuentra fondeada entre los 17.5 y 20 m. de profundidad del mar de Chancay, sobre un fondo de arena semidura. Exactamente en las coordenadas 11º 34’ 23’’ Latitud S y 007º 16’ 56’’ Longitud O. Las corrientes de la zona son regulares, con visibilidad promedio de 1 a 2 m en época de veda. La cañonera tiene un aproximado de 50 m. de eslora y 8 m de manga. Un tercio de ella se encuentra enarenada. La quilla parece estar completa, salvo en su unión con la popa seccionada. En un área de 160 m a la redonda se encuentran algunas piezas pertenecientes al naufragio. (Información y croquis de La Covadonga. Símbolo y trofeo. 1996. Rómulo Rubatto Suárez)
En la foto: Contralmirante Casaretto apuntando al portaestandarte de la Covadonga, con 'estrella solitaria' chilena y todo. [Leyenda de Caretas]