Monday, December 22, 2008

Futuro necesario


Por Jordi Carrión

La última antología se llama El futuro no es nuestro. Narradores de América Latina nacidos entre 1970 y 1980 y llega en un formato nuevo. Ha sido publicada este 2008 en la página web de la revista colombiana Pie de Página y durante 2009 se irá editando, con otros relatos de los mismos autores seleccionados, en diversos países de Iberoamérica. El promotor, editor y prologuista del proyecto es el escritor peruano Diego Trelles Paz (1971), que ha publicado en nuestro país la novela El círculo de los escritores asesinos (Candaya, 2006).
Su prólogo quiere ser, a un mismo tiempo, abierto y programático. Se inicia con una pregunta de Ángel Rama: ¿quién de nosotros se quedará en la historia? Esa interrogación retórica en el presente, de respuesta a muy largo plazo, está en la raíz de toda antología. Trelles repasa algunas que han marcado hitos: Del cuento hispanoamericano. Antología crítico-histórica (1964), Onda y escritura, jóvenes de 20 a 33 (1971), Novísimos narradores en marcha (1981), El muro y la intemperie. El nuevo cuento latinoamericano (1989), McOndo (1996), Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI: Las horas y las hordas (1997), Líneas aéreas (1997) y Se habla español (2000). Y quizá responde a la pregunta del extraordinario crítico uruguayo con una afirmación de Julio Ortega: el futuro ya está aquí, y se adelanta y se precipita en algunos textos recientes que abren los escenarios donde empezamos a leer lo que seremos.
Catálogo bonsái. Es decir, aunque la distancia histórica permitirá la vindicación o el rescate, lo cierto es que los textos del presente están cargados de su propio futuro. De modo que toda antología es, en potencia, un catálogo bonsái de la literatura de otro presente, más o menos lejano. Del recorte y, por tanto, de la exclusión se parte hacia un proceso futuro de jibarización (porque toda antología es, por definición, macrocéfala). La selección, cuando se trata de una antología generacional, siempre lleva a la oposición con otras generaciones. Trelles opta, en este sentido, por McOndo como último corte significativo en la estratificación de la historia literaria latinoamericana (el Crack fue exclusivamente mexicano) y afirma: «Frente a ellos, El futuro no es nuestro se anuncia, aquí y ahora, con el bisturí entre los dedos y la alegre certeza de que en la literatura, como en todo arte, sin rupturas no hay relevos». Es decir, la propuesta se inscribe sin ambages en una concepción cronológica, donde periódicamente se habrán ido relevando generaciones, en la aspiración a la visibilidad monopolizada por las anteriores.
Red personal. Sesenta y siete son los autores seleccionados. La pluralidad, pues, se impone. La calidad es diversa, pero hay cuentos realmente buenos. Abundan las referencias a Borges, a Bioy, a Cortázar. Predomina el realismo sobre la experimentación. Me pregunto si la estética realista está más representada porque ciertamente es más (artísticamente) practicada o porque toda antología trasnacional selecciona, al cabo, a los autores más visibles, a los miembros más destacados de una red personal configurada a través de revistas, páginas web, editoriales, congresos, contactos diversos, etc., y mediante la mímesis es, quizá, más fácil destacar o al menos crear cierto consenso sobre la calidad de tu obra.
No pondré ejemplos. O sólo uno, pero no para opinar sobre él, sino para evidenciar el cortocircuito que siempre tiene lugar entre el prólogo y los textos, entre el programa (que tiende a la reducción) y la realidad (que tiende siempre a expandirse). El inicio de «Réquiem», del venezolano Slavko Zupcic, dice así: «Ese día, lo recuerdo muy bien, decidí que robaría un libro mientras esperaba el autobús de la alcaldía. Cuando finalmente llegó, me senté junto a una señora que venía de las aguas termales y, luego de encender el walkman, escuché a Charly García durante los quince minutos que demoramos en llegar al centro comercial, en la avenida Bolívar». Si hay dos palabras relacionadas con el espíritu de la antología de Alberto Fuguet y Sergio Gómez son precisamente walkman y «centro comercial» (por no hablar del rock).
Estamos ante un muestrario exhaustivo de nuevos nombres, más allá de Bogotá 39 y de las apuestas editoriales españolas. Creo que el mejor modo de recibir la propuesta es como invitación a la lectura gratuita y abierta. En ese sentido, el trabajo de Trelles es encomiable. Así que ahora sólo falta que vaya a www.piedepagina.com y comience su propia exploración.