Sunday, July 27, 2008
Friday, July 25, 2008
Recital Kasa Tomada
Monday, July 14, 2008
Prólogo
Por Miguel Gutiérrez
La publicación del presente estudio en forma de libro con el título de La Generación del 50: Un mundo dividido, Historia y balance requiere de algunas explicaciones. Empezaremos por dejar establecido que este volumen es parte y resultado de una investigación que fuera auspiciada por la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle", La Cantuta.
En efecto; al iniciarse el año académico de 1981 el que suscribe presentó el Proyecto de Investigación "La Generación del 50 en la Literatura Peruana del siglo XX". El Proyecto fue aprobado durante la gestión del Rector Roberto Velásquez, notable matemático y hombre de sólida formación humanística, cuyo entusiasta apoyo hizo posible la formación del equipo de investigación, que incluyó la contratación de especialistas; por la significación que tiene en la historia de la universidad peruana se impone resaltar que la amplitud de criterio del entonces rector Roberto Velásquez permitió incorporar al quipo de investigación en calidad de especialista al poeta y hombre de letras autodidacto Víctor Mazzi Trujilo. Es justo señalar que actitud semejante fue continuada por los rectores Héctor Vilca y Milcíades Hidalgo Cabrera; la labor de este último es remarcable, pues como ex titular de la Dirección Universitaria de Investigaciones siguió paso a paso los avances, no exento de dificultades, del Proyecto, reduciendo con inteligencia a lo estrictamente indispensable las tramitaciones de orden burocrático-administrativo.
Por desgracia, las dificultades, comprensibles en todo trabajo, tornáronse en cerrada oposición —de carácter pasional y manifestación de lo humano indecoroso— con el restablecimiento del régimen de Facultades. Una campaña de carácter irracional y sin principios no podía culminar sino en la despótica cancelación del Proyecto, de dimensión interdisciplinario, que debía finalizar con un documental fílmico (para cuya realización se habían dado ya pasos significativos) en torno a la Generación materia de trabajo y estudio. Con todo, lo principal es lo que se ha logrado a pesar de las dificultades y los obstáculos impuestos.
De la experiencia vivida en la realización de este Proyecto se pueden sacra algunas conclusiones. En primer lugar se ha demostrado que no obstante los magros presupuestos destinados a la investigación universitaria es posible llevar adelante, por lo menos parcialmente, proyectos de cierta envergadura, aunque para ello el coordinador y los integrantes del equipo de investigación tuvieran que apelar en más de una oportunidad a sus propios (y limitadísimos) recursos económicos en el cumplimiento de las tareas encomendadas, además de la inversión de tiempo extra e, incluso, de las vacaciones que le correspondían por ley; en segundo lugar, se ha demostrado que partiendo de la confianza y el respeto mutuo se pueden emprender estudios de conjunto, en quipo, superando el individualismo y el egoísmo que constituyen dos de los defectos más impugnables de buena parte de la intelectualidad peruana; por último, y en contra de la estigmatización de que es objeto permanentemente la Cantuta por parte de las fuerzas oscurantistas y retardatarias del Perú, nuestra investigación es una prueba deque la UNE es un centro de saber, de investigación científica, de producción intelectual y de creación literaria y artística; pero es apenas una pequeña muestra, porque la Cantuta cuanta con profesionales capaces, en especial en las áreas de ciencias sociales, ciencias de la naturaleza y ciencias formales, quienes en medio de limitaciones y en condiciones precarias persisten en la investigación científica y tecnológica haciendo aportes considerables para la ciencia y la cultura democrática del país.
El autor de estas líneas fue el coordinador del equipo de investigación hasta el mes de marzo de 1984; a partir de entonces continuó trabajando como integrante de base y fue en esta condición que recibió el encargo por parte del rector y del nuevo coordinador, profesor Félix Huamán Cabrera, de evaluar todo el material existente y preparar la publicación de los resultados obtenidos en la investigación. De este modo se estructuró el contenido del primer tomo como un conjunto orgánico, y según el mismo criterio se dejó organizadas en los aspectos fundamentales las publicaciones restantes. En suma, en los archivos existe material básico para la composición de nueve tomos más, tarea que debiera asumir otro grupo de trabajo con ideas nuevas y renovado ímpetu.
En el momento de escribir estas consideraciones se halla en su etapa final la edición del primer volumen del Tomo I de "La Generación del 50 en la Literatura del siglo XX", cuyo tema central es la poesía producida por la mencionada generación. Por razones de orden presupuestal la autoridad pertinente decidió dividir el Tomo I en dos volúmenes, lo cual es lamentable porque el lector perderá de vista la organicidad con que fue concebida la primera entrega de los resultados de nuestras exploraciones de distintos órdenes y niveles, con el riesgo además, de que una nueva estrangulación económica o consideraciones de tipo extra-académico impidan la publicación del volumen complementario.
La edición del volumen 1 del Tomo I corre a cargo del escritor y periodista responsable de la Oficina de Relaciones Públicas de la UNE, Maynor Freire, y en el Prefacio el coordinador Félix Huamán Cabrera, destacado representante de la actual narrativa rural andina, ha dejado constancia de la totalidad de profesores de literatura y lengua que intervinieron en la realización de nuestro proyecto.
Por nuestra parte debemos destacar de manera especial a los amigos sin cuyo apoyo solidario, solvencia profesional, espíritu de iniciativa y disciplina no hubiera sido posible la investigación; el poeta Víctor Mazzi Trujillo y las profesoras Esther Ginocchio Reeves y Elsa Cajas Rojas —el primero cumplió además otras tareas— cubrieron con minuciosidad y rigor metodológico el área de las fuentes bibliográficas; la poeta y escritora Carmen Ollé Nava, aparte de los estudios sobre la poesía y narrativa del 50, realizó diversas entrevistas y no consideró indigno cumplir labores de secretaria y mecanógrafa; el novelista Oswaldo Reynoso y el autor teatral y escritor Víctor Zavala Cataño (ahora recluido en la prisión de Canto Grande en razón de sus ideas y por sus concepciones estético-teatrales) hicieron importantes aportes en sus respectivas especialidades; el profesor de lengua Emilio Rojas Sáenz, el profesor de literatura Guillermo Serpa y Félix Huamán Cabrera cumplieron con suficiencia los trabajos que le fueron asignados; el poeta Julio Carmona participó de manera decisiva en la estructuración original del Tomo I, y a la escultora y profesora de artes plásticas Sonia Arauco se debe la adquisición de los grabados del pintor (miembro de la generación del 50) Francisco Espinoza Dueñas que ilustran este Tomo. Por otro lado el historiador Lorenzo Huertas nos ayudó en la elaboración del proyecto y nos brindó generoso asesoramiento cada vez que este le fue solicitado; el profesor y musicólogo Manuel Cabrera Guerra colaboró de diversas maneras, entre otras, nos asesoró en la elaboración de los gráficos y nos puso en contacto con músicos de los 50, como Francisco Pulgar Vidal, la partitura de una de cuyas composiciones (basada en un cuento de Valdelomar) fue incluida en el contendido del mencionado Tomo; asimismo el narrador y sociólogo Roberto Reyes siguió colaborando con el proyecto más allá del trabajo para el que fuera contratado, y el poeta y narrador Julio Nelson nos brindó su participación y sugerencias de manera absolutamente desinteresadas. Y, por cierto, compromete nuestra gratitud la colaboración que recibimos de poetas, narradores, artistas, críticos y estudiosos de la literatura, científicos sociales, escritores y periodistas y hombres de acción de la propia generación del 50, cuya generosidad y desprendimiento no solo hicieron menos ardua nuestra tarea, sino que permitieron enriquecer nuestra información y superar escollos de otra manera infranqueables.
En efecto; al iniciarse el año académico de 1981 el que suscribe presentó el Proyecto de Investigación "La Generación del 50 en la Literatura Peruana del siglo XX". El Proyecto fue aprobado durante la gestión del Rector Roberto Velásquez, notable matemático y hombre de sólida formación humanística, cuyo entusiasta apoyo hizo posible la formación del equipo de investigación, que incluyó la contratación de especialistas; por la significación que tiene en la historia de la universidad peruana se impone resaltar que la amplitud de criterio del entonces rector Roberto Velásquez permitió incorporar al quipo de investigación en calidad de especialista al poeta y hombre de letras autodidacto Víctor Mazzi Trujilo. Es justo señalar que actitud semejante fue continuada por los rectores Héctor Vilca y Milcíades Hidalgo Cabrera; la labor de este último es remarcable, pues como ex titular de la Dirección Universitaria de Investigaciones siguió paso a paso los avances, no exento de dificultades, del Proyecto, reduciendo con inteligencia a lo estrictamente indispensable las tramitaciones de orden burocrático-administrativo.
Por desgracia, las dificultades, comprensibles en todo trabajo, tornáronse en cerrada oposición —de carácter pasional y manifestación de lo humano indecoroso— con el restablecimiento del régimen de Facultades. Una campaña de carácter irracional y sin principios no podía culminar sino en la despótica cancelación del Proyecto, de dimensión interdisciplinario, que debía finalizar con un documental fílmico (para cuya realización se habían dado ya pasos significativos) en torno a la Generación materia de trabajo y estudio. Con todo, lo principal es lo que se ha logrado a pesar de las dificultades y los obstáculos impuestos.
De la experiencia vivida en la realización de este Proyecto se pueden sacra algunas conclusiones. En primer lugar se ha demostrado que no obstante los magros presupuestos destinados a la investigación universitaria es posible llevar adelante, por lo menos parcialmente, proyectos de cierta envergadura, aunque para ello el coordinador y los integrantes del equipo de investigación tuvieran que apelar en más de una oportunidad a sus propios (y limitadísimos) recursos económicos en el cumplimiento de las tareas encomendadas, además de la inversión de tiempo extra e, incluso, de las vacaciones que le correspondían por ley; en segundo lugar, se ha demostrado que partiendo de la confianza y el respeto mutuo se pueden emprender estudios de conjunto, en quipo, superando el individualismo y el egoísmo que constituyen dos de los defectos más impugnables de buena parte de la intelectualidad peruana; por último, y en contra de la estigmatización de que es objeto permanentemente la Cantuta por parte de las fuerzas oscurantistas y retardatarias del Perú, nuestra investigación es una prueba deque la UNE es un centro de saber, de investigación científica, de producción intelectual y de creación literaria y artística; pero es apenas una pequeña muestra, porque la Cantuta cuanta con profesionales capaces, en especial en las áreas de ciencias sociales, ciencias de la naturaleza y ciencias formales, quienes en medio de limitaciones y en condiciones precarias persisten en la investigación científica y tecnológica haciendo aportes considerables para la ciencia y la cultura democrática del país.
El autor de estas líneas fue el coordinador del equipo de investigación hasta el mes de marzo de 1984; a partir de entonces continuó trabajando como integrante de base y fue en esta condición que recibió el encargo por parte del rector y del nuevo coordinador, profesor Félix Huamán Cabrera, de evaluar todo el material existente y preparar la publicación de los resultados obtenidos en la investigación. De este modo se estructuró el contenido del primer tomo como un conjunto orgánico, y según el mismo criterio se dejó organizadas en los aspectos fundamentales las publicaciones restantes. En suma, en los archivos existe material básico para la composición de nueve tomos más, tarea que debiera asumir otro grupo de trabajo con ideas nuevas y renovado ímpetu.
En el momento de escribir estas consideraciones se halla en su etapa final la edición del primer volumen del Tomo I de "La Generación del 50 en la Literatura del siglo XX", cuyo tema central es la poesía producida por la mencionada generación. Por razones de orden presupuestal la autoridad pertinente decidió dividir el Tomo I en dos volúmenes, lo cual es lamentable porque el lector perderá de vista la organicidad con que fue concebida la primera entrega de los resultados de nuestras exploraciones de distintos órdenes y niveles, con el riesgo además, de que una nueva estrangulación económica o consideraciones de tipo extra-académico impidan la publicación del volumen complementario.
La edición del volumen 1 del Tomo I corre a cargo del escritor y periodista responsable de la Oficina de Relaciones Públicas de la UNE, Maynor Freire, y en el Prefacio el coordinador Félix Huamán Cabrera, destacado representante de la actual narrativa rural andina, ha dejado constancia de la totalidad de profesores de literatura y lengua que intervinieron en la realización de nuestro proyecto.
Por nuestra parte debemos destacar de manera especial a los amigos sin cuyo apoyo solidario, solvencia profesional, espíritu de iniciativa y disciplina no hubiera sido posible la investigación; el poeta Víctor Mazzi Trujillo y las profesoras Esther Ginocchio Reeves y Elsa Cajas Rojas —el primero cumplió además otras tareas— cubrieron con minuciosidad y rigor metodológico el área de las fuentes bibliográficas; la poeta y escritora Carmen Ollé Nava, aparte de los estudios sobre la poesía y narrativa del 50, realizó diversas entrevistas y no consideró indigno cumplir labores de secretaria y mecanógrafa; el novelista Oswaldo Reynoso y el autor teatral y escritor Víctor Zavala Cataño (ahora recluido en la prisión de Canto Grande en razón de sus ideas y por sus concepciones estético-teatrales) hicieron importantes aportes en sus respectivas especialidades; el profesor de lengua Emilio Rojas Sáenz, el profesor de literatura Guillermo Serpa y Félix Huamán Cabrera cumplieron con suficiencia los trabajos que le fueron asignados; el poeta Julio Carmona participó de manera decisiva en la estructuración original del Tomo I, y a la escultora y profesora de artes plásticas Sonia Arauco se debe la adquisición de los grabados del pintor (miembro de la generación del 50) Francisco Espinoza Dueñas que ilustran este Tomo. Por otro lado el historiador Lorenzo Huertas nos ayudó en la elaboración del proyecto y nos brindó generoso asesoramiento cada vez que este le fue solicitado; el profesor y musicólogo Manuel Cabrera Guerra colaboró de diversas maneras, entre otras, nos asesoró en la elaboración de los gráficos y nos puso en contacto con músicos de los 50, como Francisco Pulgar Vidal, la partitura de una de cuyas composiciones (basada en un cuento de Valdelomar) fue incluida en el contendido del mencionado Tomo; asimismo el narrador y sociólogo Roberto Reyes siguió colaborando con el proyecto más allá del trabajo para el que fuera contratado, y el poeta y narrador Julio Nelson nos brindó su participación y sugerencias de manera absolutamente desinteresadas. Y, por cierto, compromete nuestra gratitud la colaboración que recibimos de poetas, narradores, artistas, críticos y estudiosos de la literatura, científicos sociales, escritores y periodistas y hombres de acción de la propia generación del 50, cuya generosidad y desprendimiento no solo hicieron menos ardua nuestra tarea, sino que permitieron enriquecer nuestra información y superar escollos de otra manera infranqueables.
Las siguientes páginas fueron escritas desde la perspectiva de un pensamiento situado; por pensamiento situado entendemos una teoría general del conocimiento, una visión del mundo y la concepción de la sociedad como un todo en permanente contienda entre los factores retardatarios y las fuerzas transformadoras que la conforman; pero también implica una determinada pasión, pasión fundada en la razón y en la adhesión y apuesta por la esperanza de una futura solidaridad humana; en las condiciones concretas que vive nuestro país este pensamiento supone estudiar las producciones espirituales y las formas de conducta de los miembros de la generación del 50 a la luz de los dos hechos esenciales y antagónicos de nuestro tiempo: por un lado, la crisis sin salida en que se debate el viejo orden, y por otro, la perspectiva de un cambio radical abierto por la forma más alta de la lucha popular y que desde hace siete años viene conmoviendo los cimientos de la sociedad peruana.
Si un estudio de esta naturaleza no puede ser imparcial (¿pero acaso es posible la imparcialidad en el campo de las relaciones humanas y sociales con sus formas de conciencia?), desde el punto de vista metodológico y del decoro intelectual hemos procurado alcanzar el mayor grado de objetividad entendida ésta como el examen de la realidad histórico-objetiva y la tradición cultural que determinaron el surgimiento de la generación materia de estudio, y el conocimiento directo de las obras y el examen entre el ser y el pensar de la generación como conjunto y de los autores más representativos, desterrando toda manipulación u omisión de datos y hechos significativos, así como el poner entre paréntesis cualquier exultación positiva o negativa que perteneciera al orden exclusivamente individual, es decir a lo subjetivo y demasiado humano. Todo lo anterior explica el carácter esencialmente crítico de nuestro estudio y los juicios a veces severos sobre algunos autores quienes no solo nos unen lazos de amistad sino que les somos deudores de tantas cosas. Creemos innecesario referirnos a los sentimientos contra los que tuvimos que luchar para llevar adelante esta tarea.
La segunda (y última) observación que debemos hacer se relaciona con la forma de exposición elegida. Desde hace algo más de veinte años en los estudios literarios se han impuesto dos formas de discurso, por un lado, el estudio académico, erudito, solemne y doctoral, y por otro —en particular desde principios de la década del 70— el estudio cientificista, hermético, de filiación neopositivista, aunque por el culto al texto y por el uso de categorías de manera deductiva amenaza convertirse (ya se está convirtiendo) en una suerte de nueva escolástica; contradictorios entre sí, academicistas y cientificistas coinciden en el ejercicio de dos desprecios: contra el llamado "ensayismo" y contra el público lector, pero difieren entre sí en el grado de esta pasión. Los lectores, por ejemplo, de La partida inconclusa de Alberto Escobar (uno de los más altos representantes del discurso doctoral) son los profesores de humanidades que entienden a medias (brumosamente) las tesis sostenidas por el autor en torno a la poética y la poesía; en cambio el lector de Enrique Ballón es el propio Escobar que (sospechamos) entiende a medias Vallejo como paradigma, pues de otra manera no propondría este estudio como paradigma de la nueva crítica peruana. Cuando leímos este libro exuberante en citas en diferentes idiomas, de terminología oracular y generoso en gráficos inquietantes pensamos que al final del suplicio seríamos gratificados con algunas conclusiones que nos iluminarían el texto "leído" y la poesía del último o penúltimo Vallejo; por desgracia no fue así, y entonces recordamos la película de Monicceli Los desconocidos de siempre en que unos pobres diablos (aunque simpáticos y en manera alguna pedantes) emplean los medios más sofisticados (plan minucioso, cartografía, instrumental, armas) para robar al fin... un plato de lentejas.
No ha sido por contradecir a estas dos corrientes que hemos elegido la forma del ensayo. El ensayo —discurso libre que navega entre la literatura, la filosofía y la ciencia— es una forma que conquistó desde hace siglos autonomía (Montaigne lo legitimó confiriéndole un nombre, pero ya lo encontramos en Platón o en San Agustín) y se caracteriza por exponer de manera viva y vívida reflexiones, perplejidades o algunas certezas pensando en el lector común, no especializado, aunque sí amante de las aventuras del pensamiento y la imaginación: Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana -"el discurso del método del proletariado", según Lenin- puede ser leído por un obrero y los ensayos de nuestro Mariátegui (además del placer que produce su lectura) sirven de reflexión y arman ideológicamente para sus luchas al proletariado y a los intelectuales progresistas y democráticos del Perú y Latinoamérica. El ensayo, legítimo en sí mismo, es la forma que más convenía a un estudio que no oculta el yo, que incorpora a la subjetividad en el proceso de racionalización de una determinada problemática. Esta es la principal razón que nos ha llevado a la elección de esta forma; de manera secundaria hemos pretendido contribuir de alguna manera al renacimiento del ensayo utilizándolo sin conciencia vergonzante o, como pediría Spinoza, sin las pasiones tristes de la conciencia.
Pensamiento y pasión, más amor a la palabra: he aquí el ensayo; invención y pasión, más amor y contienda con la palabra: he aquí la literatura. Ahora bien; no creemos haber alcanzado a dominar aquella forma tan bella, tan libre, tan "informal", en parte por la torpeza, en parte por las concesiones que hemos tenido que hacer ya que se trata de la introducción a una investigación universitaria; pero pensamos reincidir cuantas veces sea necesario por si alguna vez logremos acercarnos a la maravillosa frescura, audacia, saber, combate, irreverencia, ironía y humor que caracteriza a esta insólita y apasionante forma del espíritu.
Amigos y amigas que leyeron con paciencia y generosidad este ensayo me convencieron a intentar la aventura de su publicación como libro independiente; por razones del tiempo que vivimos prefiero omitir sus nombres; no puedo , en cambio, omitir mi reconocimiento y gratitud a los míos: a Vilma, compañera de toda la vida, quien además de su solidaridad controló mis irreverencias con la gramática; a Dimitri, mi hijo, lector benévolo aunque insobornable de mis escritos, y que colaboró en la preparación del Índice onomástico y me hizo reparar en ciertos olvidos; a Carlos Eduardo, mi otro hijo, presencia incesante, y que más allá del dolor por su desaparición me confirió mayor fe en la vida y el espíritu de la no conciliación frente a las ideas antidemocráticas y las formas de conducta antipopulares e indecorosas; y a mis excelentes padres y hermanos que me proporcionaron un ambiente adecuado para este y otros trabajos creativos.
Mi agradecimiento también a El Diario por haberme permitido que una selección de textos en torno a los escritores del 50 llegar a un público más vasto y clasistamente situado.
Lima, setiembre 1987
Si un estudio de esta naturaleza no puede ser imparcial (¿pero acaso es posible la imparcialidad en el campo de las relaciones humanas y sociales con sus formas de conciencia?), desde el punto de vista metodológico y del decoro intelectual hemos procurado alcanzar el mayor grado de objetividad entendida ésta como el examen de la realidad histórico-objetiva y la tradición cultural que determinaron el surgimiento de la generación materia de estudio, y el conocimiento directo de las obras y el examen entre el ser y el pensar de la generación como conjunto y de los autores más representativos, desterrando toda manipulación u omisión de datos y hechos significativos, así como el poner entre paréntesis cualquier exultación positiva o negativa que perteneciera al orden exclusivamente individual, es decir a lo subjetivo y demasiado humano. Todo lo anterior explica el carácter esencialmente crítico de nuestro estudio y los juicios a veces severos sobre algunos autores quienes no solo nos unen lazos de amistad sino que les somos deudores de tantas cosas. Creemos innecesario referirnos a los sentimientos contra los que tuvimos que luchar para llevar adelante esta tarea.
La segunda (y última) observación que debemos hacer se relaciona con la forma de exposición elegida. Desde hace algo más de veinte años en los estudios literarios se han impuesto dos formas de discurso, por un lado, el estudio académico, erudito, solemne y doctoral, y por otro —en particular desde principios de la década del 70— el estudio cientificista, hermético, de filiación neopositivista, aunque por el culto al texto y por el uso de categorías de manera deductiva amenaza convertirse (ya se está convirtiendo) en una suerte de nueva escolástica; contradictorios entre sí, academicistas y cientificistas coinciden en el ejercicio de dos desprecios: contra el llamado "ensayismo" y contra el público lector, pero difieren entre sí en el grado de esta pasión. Los lectores, por ejemplo, de La partida inconclusa de Alberto Escobar (uno de los más altos representantes del discurso doctoral) son los profesores de humanidades que entienden a medias (brumosamente) las tesis sostenidas por el autor en torno a la poética y la poesía; en cambio el lector de Enrique Ballón es el propio Escobar que (sospechamos) entiende a medias Vallejo como paradigma, pues de otra manera no propondría este estudio como paradigma de la nueva crítica peruana. Cuando leímos este libro exuberante en citas en diferentes idiomas, de terminología oracular y generoso en gráficos inquietantes pensamos que al final del suplicio seríamos gratificados con algunas conclusiones que nos iluminarían el texto "leído" y la poesía del último o penúltimo Vallejo; por desgracia no fue así, y entonces recordamos la película de Monicceli Los desconocidos de siempre en que unos pobres diablos (aunque simpáticos y en manera alguna pedantes) emplean los medios más sofisticados (plan minucioso, cartografía, instrumental, armas) para robar al fin... un plato de lentejas.
No ha sido por contradecir a estas dos corrientes que hemos elegido la forma del ensayo. El ensayo —discurso libre que navega entre la literatura, la filosofía y la ciencia— es una forma que conquistó desde hace siglos autonomía (Montaigne lo legitimó confiriéndole un nombre, pero ya lo encontramos en Platón o en San Agustín) y se caracteriza por exponer de manera viva y vívida reflexiones, perplejidades o algunas certezas pensando en el lector común, no especializado, aunque sí amante de las aventuras del pensamiento y la imaginación: Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana -"el discurso del método del proletariado", según Lenin- puede ser leído por un obrero y los ensayos de nuestro Mariátegui (además del placer que produce su lectura) sirven de reflexión y arman ideológicamente para sus luchas al proletariado y a los intelectuales progresistas y democráticos del Perú y Latinoamérica. El ensayo, legítimo en sí mismo, es la forma que más convenía a un estudio que no oculta el yo, que incorpora a la subjetividad en el proceso de racionalización de una determinada problemática. Esta es la principal razón que nos ha llevado a la elección de esta forma; de manera secundaria hemos pretendido contribuir de alguna manera al renacimiento del ensayo utilizándolo sin conciencia vergonzante o, como pediría Spinoza, sin las pasiones tristes de la conciencia.
Pensamiento y pasión, más amor a la palabra: he aquí el ensayo; invención y pasión, más amor y contienda con la palabra: he aquí la literatura. Ahora bien; no creemos haber alcanzado a dominar aquella forma tan bella, tan libre, tan "informal", en parte por la torpeza, en parte por las concesiones que hemos tenido que hacer ya que se trata de la introducción a una investigación universitaria; pero pensamos reincidir cuantas veces sea necesario por si alguna vez logremos acercarnos a la maravillosa frescura, audacia, saber, combate, irreverencia, ironía y humor que caracteriza a esta insólita y apasionante forma del espíritu.
Amigos y amigas que leyeron con paciencia y generosidad este ensayo me convencieron a intentar la aventura de su publicación como libro independiente; por razones del tiempo que vivimos prefiero omitir sus nombres; no puedo , en cambio, omitir mi reconocimiento y gratitud a los míos: a Vilma, compañera de toda la vida, quien además de su solidaridad controló mis irreverencias con la gramática; a Dimitri, mi hijo, lector benévolo aunque insobornable de mis escritos, y que colaboró en la preparación del Índice onomástico y me hizo reparar en ciertos olvidos; a Carlos Eduardo, mi otro hijo, presencia incesante, y que más allá del dolor por su desaparición me confirió mayor fe en la vida y el espíritu de la no conciliación frente a las ideas antidemocráticas y las formas de conducta antipopulares e indecorosas; y a mis excelentes padres y hermanos que me proporcionaron un ambiente adecuado para este y otros trabajos creativos.
Mi agradecimiento también a El Diario por haberme permitido que una selección de textos en torno a los escritores del 50 llegar a un público más vasto y clasistamente situado.
Lima, setiembre 1987
Thursday, July 03, 2008
Fragmentos de Sueño aymara de León Zamora
Capítulo I
Todos fuimos hasta la orilla del lago antes de ir a la escuela, como todos los días; incluso el huyk´o (ciego). Pero la Julia no. Todos éramos los cinco de Thayapampa.
Esperamos un buen rato. No jugamos nada. Solo estábamos sentados. Si otro hubiera sido el ausente, ya estaríamos revolcándonos en la arena o mojándonos los pies en el agua. Es que la Julia era pura alegría, y era como la jefa del grupo. Ella no lo decía. No era necesario. Hasta los varones le hacíamos caso. Sin mandar ni obligar, sabía siempre lo que queríamos.
La Hortensia dijo que la vio pasar por su casa temprano y que la Julia le hizo una seña, como diciendo “en el lago nos vemos”. La Hortensia quiso seguirla, pero su mamá la atajó.
—Como perro nomás, ya vas a ir en su detrás de esa alborotada —le hizo una señal con la cabeza para que entrara a la casa—. Temprano es. Ven a ayudarme.
La Julia ni se detuvo un segundo. Siguió caminando por el camino sembrado de collis, balanceando los brazos con energía.
—¿No llevaba sus cuadernos? —preguntó el Timoteo preocupado.
—No me recuerdo. Creo que sí —la Hortensia parecía esforzarse en recordar con sus ojos a la amiga que se alejaba por el camino.
No dejábamos de mirar por el c amino de Thayapampa. También mirábamos los caminos que iban a la escuela y a Q´eta.
—¡Ahí viene! —el huyk´o dio un salto y, feliz, agregó—: ¡Llegó la Julia!
Todos nos quedamos un momento sin saber qué decir.
—Oye, Mariano —le dije, dándole media vuelta de los hombros—, el camino está en atrás tuyo.
El Mariano volvió a mirar hacia el lago con seguridad:
—¿Julia? —llamó dudoso.
Los demás nos miramos otra vez, desconcertados; pero luego nos aflojamos con nuestras risas.
—Borracho has de estar, Mariano —se atrevió a bromearle el Timoteo—. El lago estás mirando y la Julia no ha venido.
El huyk´o no contestó. Siguió mirando el horizonte azul del lago con sus ojos blancos. Luego se acuclilló con la cabeza hacia abajo. Estaba como pensando.
Los demás nos levantamos. Ya era tarde. Llegaban los chicos de Q´eta. Varios de ellos nos empezaron a señalar y, luego, todos se quedaron mirándonos, como asegurándose de que éramos nosotros. Sin ponerse de acuerdo, salieron disparados con dirección a la escuela, sin mirar siquiera si es que los seguíamos o no.
Con los de Q´eta teníamos una rivalidad antigua, y una de nuestras guerras era la de quiénes llegaban primero a la escuela. Thayapampa estaba más lejazos que Q´eta, pero siempre llegábamos primeros. Bueno, casi siempre. Esta vez no queríamos dejarnos ganar tampoco. La Hortensia y el Timoteo partieron a la carrera. Yo iba en su detrás, pero el huyk´o me detuvo.
—Yo la oí —me dijo en voz baja—. Del lago nos llamaba la Julia.
Mi cuerpo se estremeció de frío y volví a mirar la inmensidad azul del Titicaca. Sin saber por qué, de pronto, escuché mi propia voz en un grito largo y ronco: ¡Juliaaaa!
Capítulo II
¡Alalau! —aulló el Francisco al vernos llegar. Los demás chicos que estaban en el patio lo siguieron. Temblaban, se tiraban al suelo, gritaban; pero, principalmente, se reían.
A los de Thayapampa nos tenían mucho respeto, pero siempre hacían bromas con el nombre de nuestra comunidad, que significa “La pampa del frío”. Nosotros mismos les seguíamos el chiste, festejando tanta payasada. Los de Q´eta estaban más felices que nadies. Con sus caras moradas y chorreando sudor, no paraban de celebrar.
El Juvenal improvisó un huayno:
Q´eta, Q´eta está bailando
Thayapampa está de frío
Q´eta, Q´eta está ganando
Thayapampa ya ha perdido.
Todos lo aplaudieron.
La campana vieja y mohosa de la escuela empezó a llamar a clase y la fila de la pila se alborotó. Todos querían lavarse.
En eso llegó el profesor y puso orden:
—Tú, aquí. Tú, ponte detrás. No seas viva, Juana. Tú, no te coles.
El huyk´o y yo estábamos al final.
—¿Se habrá ahogado? —me atreví a preguntarle.
El huyk´o me apretó el brazo y luego se persignó:
—No llames a la calamidad.
La Hortensia y el Timoteo salieron del salón y vinieron donde nosotros.
—Nadies la ha visto —la Hortensia estaba alarmada.
—A todos les hemos preguntado —el Timoteo se frotaba el sudor de la cara.
—¿Qué hace todo Thayapampa al final? —preguntó sonriente el profe.
—Todo Thayapampa no está, profe —le dije con una voz que casi no me salía.
—Ah, ¿la Julia todavía no llega? —preguntó, sin advertir la terrible situación—. Bueno, ya llegará. Me dijo que se iba a Ilave para un recado de su mamá. Ya llegará.
¿Ilave? ¿Un recado? ¿Acaso el profe la había visto?
—¿Y usted cómo sabe, profe? —los ojos se le salían al Timoteo.
El profe lo remedó con voz motosa, acercándole sus ojazos:
—¿Yo? Yo sé porque la vi en el cruce, junto al lago. Y ella, ella me vino avisar.
Todos estallamos en una gran risotada. Yo sentí que a todos se nos abría el pecho. El corazón latía alegremente. La Hortensia, el Timoteo y yo nos abrazamos, en ronda, y empezamos a saltar.
Francisco se nos acercó, curioso, y preguntó medio molesto:
—¿Qué? ¿Acaso no perdieron? Ya ven, sin su Jefa no son nada. ¿A quién quieren engañar?
—¡T´apakala! (tonto) —le grité—. La Julia llegó primero que nadies a la escuela.
El Francisco se asombró.
—Pregúntale al profe. Le pidió permiso para ir a Ilave. Anda, pregúntale.
El yokalla (niño) hizo una mueca de fastidio y formó en fila, mientras mis amigos me felicitaban, con una sonrisa, mi mentira.
—¿Y tú, huyk´o? —le dije al Mariano— ¿No me felicitas?
El Mariano se mordía el índice con sus dientes enormes. Ni me miró, ni me contestó. Con un palito de rama de eucalipto escribió torpemente en la tierra: JULIA.
Todos fuimos hasta la orilla del lago antes de ir a la escuela, como todos los días; incluso el huyk´o (ciego). Pero la Julia no. Todos éramos los cinco de Thayapampa.
Esperamos un buen rato. No jugamos nada. Solo estábamos sentados. Si otro hubiera sido el ausente, ya estaríamos revolcándonos en la arena o mojándonos los pies en el agua. Es que la Julia era pura alegría, y era como la jefa del grupo. Ella no lo decía. No era necesario. Hasta los varones le hacíamos caso. Sin mandar ni obligar, sabía siempre lo que queríamos.
La Hortensia dijo que la vio pasar por su casa temprano y que la Julia le hizo una seña, como diciendo “en el lago nos vemos”. La Hortensia quiso seguirla, pero su mamá la atajó.
—Como perro nomás, ya vas a ir en su detrás de esa alborotada —le hizo una señal con la cabeza para que entrara a la casa—. Temprano es. Ven a ayudarme.
La Julia ni se detuvo un segundo. Siguió caminando por el camino sembrado de collis, balanceando los brazos con energía.
—¿No llevaba sus cuadernos? —preguntó el Timoteo preocupado.
—No me recuerdo. Creo que sí —la Hortensia parecía esforzarse en recordar con sus ojos a la amiga que se alejaba por el camino.
No dejábamos de mirar por el c amino de Thayapampa. También mirábamos los caminos que iban a la escuela y a Q´eta.
—¡Ahí viene! —el huyk´o dio un salto y, feliz, agregó—: ¡Llegó la Julia!
Todos nos quedamos un momento sin saber qué decir.
—Oye, Mariano —le dije, dándole media vuelta de los hombros—, el camino está en atrás tuyo.
El Mariano volvió a mirar hacia el lago con seguridad:
—¿Julia? —llamó dudoso.
Los demás nos miramos otra vez, desconcertados; pero luego nos aflojamos con nuestras risas.
—Borracho has de estar, Mariano —se atrevió a bromearle el Timoteo—. El lago estás mirando y la Julia no ha venido.
El huyk´o no contestó. Siguió mirando el horizonte azul del lago con sus ojos blancos. Luego se acuclilló con la cabeza hacia abajo. Estaba como pensando.
Los demás nos levantamos. Ya era tarde. Llegaban los chicos de Q´eta. Varios de ellos nos empezaron a señalar y, luego, todos se quedaron mirándonos, como asegurándose de que éramos nosotros. Sin ponerse de acuerdo, salieron disparados con dirección a la escuela, sin mirar siquiera si es que los seguíamos o no.
Con los de Q´eta teníamos una rivalidad antigua, y una de nuestras guerras era la de quiénes llegaban primero a la escuela. Thayapampa estaba más lejazos que Q´eta, pero siempre llegábamos primeros. Bueno, casi siempre. Esta vez no queríamos dejarnos ganar tampoco. La Hortensia y el Timoteo partieron a la carrera. Yo iba en su detrás, pero el huyk´o me detuvo.
—Yo la oí —me dijo en voz baja—. Del lago nos llamaba la Julia.
Mi cuerpo se estremeció de frío y volví a mirar la inmensidad azul del Titicaca. Sin saber por qué, de pronto, escuché mi propia voz en un grito largo y ronco: ¡Juliaaaa!
Capítulo II
¡Alalau! —aulló el Francisco al vernos llegar. Los demás chicos que estaban en el patio lo siguieron. Temblaban, se tiraban al suelo, gritaban; pero, principalmente, se reían.
A los de Thayapampa nos tenían mucho respeto, pero siempre hacían bromas con el nombre de nuestra comunidad, que significa “La pampa del frío”. Nosotros mismos les seguíamos el chiste, festejando tanta payasada. Los de Q´eta estaban más felices que nadies. Con sus caras moradas y chorreando sudor, no paraban de celebrar.
El Juvenal improvisó un huayno:
Q´eta, Q´eta está bailando
Thayapampa está de frío
Q´eta, Q´eta está ganando
Thayapampa ya ha perdido.
Todos lo aplaudieron.
La campana vieja y mohosa de la escuela empezó a llamar a clase y la fila de la pila se alborotó. Todos querían lavarse.
En eso llegó el profesor y puso orden:
—Tú, aquí. Tú, ponte detrás. No seas viva, Juana. Tú, no te coles.
El huyk´o y yo estábamos al final.
—¿Se habrá ahogado? —me atreví a preguntarle.
El huyk´o me apretó el brazo y luego se persignó:
—No llames a la calamidad.
La Hortensia y el Timoteo salieron del salón y vinieron donde nosotros.
—Nadies la ha visto —la Hortensia estaba alarmada.
—A todos les hemos preguntado —el Timoteo se frotaba el sudor de la cara.
—¿Qué hace todo Thayapampa al final? —preguntó sonriente el profe.
—Todo Thayapampa no está, profe —le dije con una voz que casi no me salía.
—Ah, ¿la Julia todavía no llega? —preguntó, sin advertir la terrible situación—. Bueno, ya llegará. Me dijo que se iba a Ilave para un recado de su mamá. Ya llegará.
¿Ilave? ¿Un recado? ¿Acaso el profe la había visto?
—¿Y usted cómo sabe, profe? —los ojos se le salían al Timoteo.
El profe lo remedó con voz motosa, acercándole sus ojazos:
—¿Yo? Yo sé porque la vi en el cruce, junto al lago. Y ella, ella me vino avisar.
Todos estallamos en una gran risotada. Yo sentí que a todos se nos abría el pecho. El corazón latía alegremente. La Hortensia, el Timoteo y yo nos abrazamos, en ronda, y empezamos a saltar.
Francisco se nos acercó, curioso, y preguntó medio molesto:
—¿Qué? ¿Acaso no perdieron? Ya ven, sin su Jefa no son nada. ¿A quién quieren engañar?
—¡T´apakala! (tonto) —le grité—. La Julia llegó primero que nadies a la escuela.
El Francisco se asombró.
—Pregúntale al profe. Le pidió permiso para ir a Ilave. Anda, pregúntale.
El yokalla (niño) hizo una mueca de fastidio y formó en fila, mientras mis amigos me felicitaban, con una sonrisa, mi mentira.
—¿Y tú, huyk´o? —le dije al Mariano— ¿No me felicitas?
El Mariano se mordía el índice con sus dientes enormes. Ni me miró, ni me contestó. Con un palito de rama de eucalipto escribió torpemente en la tierra: JULIA.
Wednesday, July 02, 2008
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