Al alba he contemplado
un cadáver yacente a los pies de la estatua de Artigas
como si rotas todas sus cadenas por sable libertario
si bien podía estar sólo ebrio, dormido y soñándose libre
bien defendida su alucinación por General fantasma
Al alba he contemplado
la íntima, tenebrosa soledad de todos los objetos de la tierra
que despiertan desnudos de sí mismos
para pálidamente reintegrarse poco a poco en su ser
desorientados aún, su mismidad perdida, así entrañables
Al alba he contemplado
tan cómplices como hartos a dos viejos amantes
saliendo de un bonito hotel que yo conozco
enemigos tal vez por ya tan próximos
satisfechos y míseros
solos en el amor como ningunos
Al alba he contemplado
las hondas ascuas negras y abiertas de mi perro saludando mi arribo
como mirándonos de fuego a fuego en cierta luminosa indistinción traviesa
que celebra la Nada de este Todo
Pero, antes de llegar, al alba he contemplado
en su ventana a la travesti rubia que siempre me saluda con burla o con afecto,
no me queda esto claro, y me invita a subir, no sé si en serio
Pero también al alba he contemplado
a un hombre pensativo sentado en el borde de la acera
que con mucha tristeza contaba lentamente y volvía a contar unos billetes
No me contemplé al alba en el espejo
ni antes ni después de mi café y mi perro
sabiendo que era ocioso querer ver cosa tal
como un centro o un rostro o el lugar de la síntesis
de la Vida dispersa
Siendo ello imposible tras haber contemplado tantas cosas al alba,
pensé cosa segura no poseer reflejo, mas, de hallar una imagen
en esa superficie, esto yo lo sé bien,
sería sólo una máscara
Montserrat Álvarez
Asunción, amanecer del 25 de diciembre de 2007