Friday, November 16, 2007

Marcel Velásquez sobre La cuarta espada


El Dominical de El Comercio

Domingo, 28 de octubre de 2007

El corazón de sendero
Una lectura melodramática

Por Marcel Velázquez Castro

La cuarta espada. La historia de
Abimael Guzmán y Sendero Luminoso

Debate
Lima 2007

La carrera de Santiago Roncagliolo, plagada de premios y éxitos literarios, demuestra la feliz conjunción de periodismo y narrativa. Casi no hay narrador que pretenda llegar a un gran público que no sea simultáneamente periodista. La tensión y la simbiosis entre el narrador y el periodista son imprescindibles para construir una figura literaria, sin ella no hay obra posible en los códigos del mercado cultural. La relación de Roncagliolo con el periodismo se remonta a sus orígenes y se explicita en los códigos realistas (mimético verosímiles), diseño de historias y agilidad de su lenguaje en la ficción.
La cuarta espada es un texto periodístico, en consecuencia, el lector espera una investigación sustentada en un contrato de veracidad. Sin embargo, Roncagliolo no revela la identidad de todas sus fuentes, emplea la ficción novelística de Susana Guzmán como historia verdadera, cita sin darnos la referencia precisa, ofrece datos históricos errados. A su favor, tiene la capacidad de construir una historia cubista que ofrece la perspectiva de diversos actores, maneja con maestría la tensión y construye frases efectistas, pero que resuenan en la memoria del lector.
El objetivo de este libro es develar al hombre que se encuentra debajo de la figura política del denominado Presidente Gonzalo. Es una crónica que se construye sobre una ausencia: la entrevista imposible al protagonista. Por lo tanto, solo quedan las voces y testimonios de quienes lo conocieron en diversos momentos de su vida. En esa dirección, los puntos culminantes son: la entrevista al hermano que todavía lo admira y a Elena Iparraguirre, su última pareja sentimental.
En la narración, predomina una lectura melodramática que a veces roza lo pueril y que aparece como explicación sugerida de la trayectoria de Abimael Guzmán y de las propias formas de organización del propio PCP. La calidad de hijo bastardo, el amor frustrado en la adolescencia, el supuesto hijo que no conoció, el triángulo amoroso con Augusta La Torre y Elena Iparraguirre. Todos esos elementos forman un conjunto de datos que son hilvanados como un atractivo culebrón, pero que son claramente insuficientes para comprender a los actores de un proceso de violencia política y militar.
El colapso y final del PCP también se busca decodificar de ese modo. Fue el exceso de pasiones el que provocó la rápida caída del Comité Central: el amor entre miembros de la cúpula facilitó la victoria de Benedicto Jiménez y sus hombres. La moraleja parece ser que existe una zona irreductible de humanidad en todos los senderistas y esa es la que termina perdiéndolos.
A diferencia del idealista puro encarnado en Osmán Morote y del militar violento representado por Feliciano, Abimael Guzmán es el intelectual, el hombre que cree en la ideología como fuerza constructora del mundo, el monstruo que no sabe llorar. El libro destaca la paradoja de que el responsable político de la muerte de más de 69.000 personas fuera un hombre que se la pasaba leyendo y escribiendo y que nunca participó en acción armada alguna.
La perspectiva elegida facilita la empatía del lector, el narrador en primera persona se convierte en parte de la historia, así conocemos diversos aspectos de la vida familiar del niño y del adolescente Santiago que se entrelazan con los acontecimientos. Paralelamente, se nos narra el propio proceso del reportaje que de un informe periodístico para El País se convierte en un libro. La transformación del objeto del discurso también afecta al sujeto, que desde una inicial posición pragmática y cínica asociada al oficio de periodista se va involucrando afectivamente con su objeto de estudio. El clímax se alcanza en una de las playas de Asia: Roncagliolo justifica, en carne propia y bajo ciertas circunstancias, la opción de los militantes de Sendero.
Su objetivo no es presentar una interpretación comprehensiva del conflicto armado interno, pero cada cierto trecho cae en la tentación amparado por citas genéricas de Hobsbawm e Isaiah Berlin. Sus fuentes bibliográficas son principalmente libros de periodistas, las más complejas interpretaciones del fenómeno (Degregori, Portocarrero, Manrique) brillan por su ausencia.
Todo el libro debe verse como una introducción, un manual para dummies que huele a wikipedia y que está dirigido, principalmente, a los lectores extranjeros que desconocen absolutamente todo de Sendero y del Perú.
Un libro que, como su personaje principal, termina decepcionando a tirios y troyanos, muy lejos del estilete objetivo y el embrujo verbal de A sangre fría, pero también muy distante del rigor y la solvencia periodística de Kapuscinski.