Friday, March 30, 2007

La Otra Novela

Local: Las reacciones extranjeras en torno al caso Bryce Echenique y un nuevo plagio envuelto en el misterio

Por Carlos Cabanillas

Alfredo Bryce Echenique protagonizó dos novelas esta semana. La que escribió, de la cual Caretas presenta un adelanto, y la que vivió. Un repaso de rigor al archivo cuenta que a) en junio pasado, el historiador peruano Herbert Morote acusó a Bryce de haberle plagiado fragmentos de un libro inédito cuando éste publicó el artículo "La educación en ruinas" en el diario El Comercio. B) El embajador Oswaldo de Rivero denunció un plagio también en El Comercio, aludiendo al artículo "Potencias sin poder" que publicó Bryce el domingo 18 de marzo. El artículo de De Rivero (marzo 2005, Quehacer), fue sólo el inicio de una pesquisa que diversos periodistas y bloggers en internet empezaron por diversos flancos. C) El resultado del googleo arrojó cinco plagios nuevos encontrados por los diarios Perú21, Correo y el blog www.uterodemarita.com. No es exagerado decir que para el jueves 22 de marzo, con el caso totalmente expuesto a la opinión pública, ya se habían conformado algunas miniunidades de investigación dispuestas a peinar la literatura peruana.
Reacciones Extranjeras
Según la agencia de noticias EFE, los servicios jurídicos de los diarios La Vanguardia y El Periódico estudian la posibilidad de iniciar algún tipo de proceso legal contra el escritor peruano. La propia web Galipress.com ha publicado una andanada de indignadas respuestas al escritor.

El Misterioso Caso Mexicano
El noveno caso de plagio en torno a Alfredo Bryce Echenique es, por decir lo menos, extraño. Bryce publica primero el artículo "La estupidez perjudica seriamente la salud" el 30 de abril del 2006 en el diario El Comercio. El 29 de noviembre del mismo año, Salvador Barros –profesor de la UNAM– firmó en el diario mexicano El Siglo de Durango un artículo idéntico. Por ejemplo, mientras Alfredo Bryce escribe: “Las conductas estúpidas se ven en efecto favorecidas por cierto egocentrismo y dificultad para reconocer los errores propios”, Salvador Barros publica exactamente la misma sucesión de palabras y espacios. Caretas se comunicó con Javier Garza Ramos, subdirector editorial de El Siglo de Torreón, casa matriz de la publicación aludida. El caso sigue sin una respuesta concluyente. Las fechas sugieren que el plagio, esta vez, lo habría sufrido el propio Bryce Echenique. Sin embargo, el periodista Salvador Barros –según información del propio diario– ha fallecido hace un par de meses dejando un manojo de artículos aún por publicar. Eso explica por qué hasta el día de hoy sigue publicando artículos post mortem. Ni el propio Garza supo dar con la fecha exacta en la cual Salvador Barros entregó el artículo en cuestión. "Estoy verificando con familiares de Salvador Barros en la Ciudad de México (para averiguar) si saben de otros lados donde escribía. Sigo pensando que es muy extraño que Alfredo Bryce haya levantado algo en El Siglo y por eso este asunto me tiene muy intrigado", concluyó Garza.
Aunque el bautizado 'caso Bryce' aún no ha llegado a su fin, ya se ha empezado una pesquisa análoga en las letras peruanas. Tanto en la blogósfera como en las redacciones limeñas, la obra de diversos autores está siendo sometida a escrutinio. Al cierre de esta edición, un caso afín que compromete a otro renombrado escritor estaría siendo cotejado.
En la foto: Tras renunciar a El Comercio, Bryce canceló su viaje a Colombia. [Leyenda de Caretas]

Poesía en el Huáscar

El festival ChilePoesía y el recital a bordo del Huáscar encendieron el debate. Hubo quien se negó a asistir. Aquí hablan los que sí fueron

Por Rodolfo Hinostroza

Brilla un sol espléndido sobre la bahía de Talcahuano. No hay una sola nube en el cielo intensamente azul, sopla inclemente el viento de la Historia, y frente a las verdes costas, el monitor Huáscar, todo pintado de negro, con toques de amarillo en la proa, impone su presencia. Hay dos estrados paralelos, y varias hileras de sillas llenas de espectadores, militares y civiles, que en respetuoso silencio esperan el inicio del recital. 6 poetas, 3 peruanos y otros tantos chilenos, aguardan en su estrado, y en el otro, 3 músicos peruanos.
El poeta chileno José María Memet, director de Chile Poesía, y artífice de este inédito encuentro, presenta al conjunto musical Lima de Antaño, encargado de romper los fuegos. Y se inicia la ceremonia con una marinera, interpretada por su vocalista, Marlen Guillén. El viento se llena de música de guitarra y cajón, despertando añoranzas del pasado, nostalgias del futuro. Apenas han terminado de tocar, Memet nos invita, al poeta chileno Raúl Zurita y a mí, a descender las escaleras que llevan al embarcadero, para abordar una balsa que asegura el tránsito entre la costa y el monitor Huáscar, distante unos 100 metros. A medida que nos alejamos de la costa me viene a la memoria el recuerdo de cómo comenzó todo esto.
Fue en el Distrito Federal de México, en octubre del 2005, durante un almuerzo en casa del poeta mexicano José Ángel Leiva, al que fuimos invitados Memet, su esposa y yo. Él es un poeta que goza del prestigio legendario de haber luchado fieramente contra la dictadura pinochetista, por lo que sufrió prisión, persecución, tortura, al igual que Raúl Zurita, devenido ícono de la resistencia civil contra la dictadura. Y Memet me contó que su sueño era realizar un recital nada menos que en el monitor Huáscar, fondeado en la bahía de Talcahuano, con poetas peruanos y chilenos. “Vamos a exorcizar a los fantasmas de la guerra, que por ahí todavía flotan, entre tu país y el mío. ¡Vamos a mirar hacia el futuro, no al pasado! Y ahora que nuestros dos países están en democracia, ¡hay que realizarlo, antes que se pasen otros 20 años!
El poeta Memet me convenció. No podíamos avanzar hacia el futuro con unas relaciones marcadas por la suspicacia, la extrema susceptibilidad, las menudas miserias cotidianas, en una época de globalización, cuando el continente más guerrero del mundo dejaba en el pasado a sus millones de muertos, y se unificaba para crear la poderosa Unión Europea. Estábamos a contramano de la corriente de la historia, y juntos podíamos ser mucho más que dos.
Hubo toda clase de presiones y de escollos, pero todo aquello se había superado, y ahora me encontraba embarcado en la misma balsa con Raúl Zurita, que estaba allí conmigo, con firme decisión. Para nosotros se trataba al par que un homenaje a nuestros héroes, un reclamo de futuro. Había transcurrido ya mucho más de un siglo de aquella aciaga guerra, y nosotros los peruanos seguíamos sangrando por la herida.Abordamos Raúl y yo el Huáscar, hoy convertido en un museo naval que recibe más de 10,000 visitantes cada año, chilenos y peruanos. Trepamos pues al puente de popa, desde donde se veía un escenario imponente, con todos los espectadores en un silencio profundo. Me adelanté unos pasos hacia el micrófono, con una emoción enorme y contenida, y empecé:
"Venimos a rendir homenaje a nuestros héroes, muertos en el Monitor Huáscar al mando del Almirante Miguel Grau, quien es también un héroe para el pueblo chileno.
Es justo pues que simultáneamente rindamos homenaje al Almirante Arturo Prat, héroe del pueblo chileno, muerto en aquella lejana contienda.
Pero la poesía habla de paz y no de guerra. La poesía es la patria común de chilenos y peruanos, que a lo largo del siglo XX hemos creado la mejor poesía de Sudamérica: Pablo Neruda y César Vallejo son sus mejores exponentes a uno y otro lado de la frontera, y a ellos dedico mi lectura.
Porque la poesía no es frontera, es puente.
Porque la poesía mira al futuro y no al pasado.
Se ha dicho que olvidar el pasado es recordarlo sin pena; es recordar secas cicatrices, no llagas purulentas.
La poesía es fuego, el pasado es ceniza
".
Y en seguida di lectura a mi poema "Imitación de Propercio".
Cuando terminé, Raúl me dio un largo y emocionado abrazo. Y a su vez leyó un texto breve, en que dedicaba su lectura a nuestros grandes poetas Vallejo y Neruda, mirando al futuro, no al pasado. Después leyó tres hermosos y dramáticos poemas, y cuando terminó, le di un largo abrazo, entre los cálidos aplausos del público.
Ya de vuelta a tierra, el peruano Miguel Ángel Zapata leyó unos poemas amorosos, el poeta chileno Alexis Figueroa leyó un largo poema inédito, la poeta Doris Moromisato, antes de su lectura reclamó los libros sustraídos de la Biblioteca Nacional durante la guerra, y Memet terminó con unos breves pero intensos poemas, y por último el conjunto criollo cerró el acto con una marinera...
Todos los noticieros, todos los diarios informaron ampliamente del acto. Rompimos el hielo. Entreabrimos una puerta, que un día se abrirá completamente.
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Palabra de Poeta
"Leí mis poemas frente al Huáscar, en tierra firme. Leer en el mar azul de Talcahuano, frente al frondoso bosque de pinos, entre gaviotas y deseándonos mutuamente paz y respeto, fue hermoso. Ahora estoy convencida que hice bien en ir a traer un mensaje de integración entre nuestros países con mis metáforas de mujer. Con el perdón de mis chauvinistas detractores, volvería a recitar en el Huáscar una y mil veces más”. (Doris Moromisato)
En la foto: La poeta Doris Moromisato también participó del encuentro. [Leyenda de Caretas]

Tuesday, March 27, 2007

La dimensión desconocida de Bryce

Por Manuel Eráusquin

Alfredo Bryce ha expuesto con toda naturalidad en el transcurso de estos días una disposición solvente para la elaboración de maniobras de distracción. Los plagios que ha ejecutado sistemáticamente han salido a la luz con las pruebas bajo el brazo, pero él ha preferido mirar hacia el vacío y ensayar con frases retóricas algunas respuestas que lo cubran de este huracán de denuncias. Hasta el momento ha fracasado y ahora está a tiro de cualquier francotirador que desee volarle la cabeza. Su aparente indiferencia nos llama la atención, lo poco que ha expresado sobre esta revelación, donde él ha cometido una falta gravísima, trasluce una actitud cínica y arrogante. Seis artículos plagiados, fuera de las acusaciones de Hebert Morote el año pasado y del embajador Oswaldo de Rivero, que inició el vendaval de nuevas evidencias la semana anterior, no le han importado. Algunos de los autores a los que usurpó textos, como José María Pérez Alvarez, de Galipress, han expresado su indignación. Otros, con sus respectivos medios, evalúan tomar medidas legales. Esto en España, procedencia de la mayoría de agraviados, ya reventó. Bryce no puede seguir jugando a hacer turismo en el abismo. La caída puede venir con la inscripción de la fatalidad.
Más de una demanda judicial podría llegar del extranjero, situación riesgosa pues Alfredo Bryce no posee argumentos razonables para salir bien librado. Sin embargo, a pesar de los nubarrones que estarían cerniéndose sobre su cabeza, el novelista se abraza al silencio en vez ofrecerles disculpas a sus lectores y a los plagiados. El está en la obligación de hacerlo por un asunto de justicia hacia ellos. Los primeros por haber sido estafados. Los segundos por haber sido robados. Es triste, pero es así.
Se sabe que Bryce es un hombre de honor y de buena fe, extraña esta conducta que lo compromete como persona e intelectual. Al principio, no podíamos creerlo. Después, con las pruebas en la mesa, dolió. Las notas dando cuenta de la información en este diario no fueron escritas con placer sino con desilusión. Pero sus amigos, que lo quieren tanto, serán cruciales en este trance. Si se animan a hablarle de frente a la cara y sin temor, el novelista tal vez reaccione. El necesita las voces sinceras de la amistad, no las voces de los adulones. Esas sólo contribuirán a hundirlo y nadie quiere eso.

Tuesday, March 06, 2007

Cartagena sin realismo mágico

Por Franco Cavagnaro

El primer impacto de Cartagena fue el horno de su brisa. Nada más abierta la puerta del avión, un sofocón muy parecido al que debió sentir el que llegaba a Comala nos dio la bienvenida. Costaba dar un paso tras otro. El calor pesaba.

En Migraciones un hombrecito preguntó mi ocupación.

–Escritor –respondí.
–¿Y qué escribe?
–Novelas, sólo que no he publicado ninguna.
–¿Motivo de visita? ¿Alguna novela?
–No, algo un poquito más modesto, mi luna de miel.

El aeropuerto de Cartagena es pequeño y está lleno de militares. Perros de gran hocico olisquean las maletas. No importa la procedencia. Aunque en la última revisión, un señor muy flaco y canoso nos pregunta de dónde somos.

–De Perú.
–Pasen –dice, sin más trámite. La cocaína colombiana es más barata que la peruana, para qué traerla desde el Perú. Ni siquiera los perros nos prestan la atención debida.

Afuera montada en un autobús nos espera una muchacha con mi apellido inscrito en un cartel. Ojo: cartel y no cártel. Por el camino observamos la ciudad. Muy parecida al Callao. Domingo por la tarde después del almuerzo. Las playas llenas de gente. Pocos vehículos, poco tráfico. Aire acondicionado dentro del bus. Nos ofrecen tours a Islas del Rosario, arroz con coco, ballenato, Tres esquinas, cumbia en Chivas. Me hablan en pesos colombianos. No les entiendo. Mi cabeza solo descifra soles peruanos que no alumbran y algo de dólares que ya nadie acepta ni quiere si tienen cierta serie maldita.

En el hotel una muchacha de labios encendidos y expresión de buena gente nos explica todo lo referente a las comidas que nuestro paquete incluye: cena romántica en el lado antiguo de la ciudad cerca de la famosa casa del laureado escritor Gabriel García Márquez, quizá hasta lo vean en una de esas, gimnasio, tragos libres (good!), discoteca, piscina, playa privada, toallas, buffet a nuestra libre disposición. Todavía no tengo hambre, sólo quiero estar a solas con mi esposa. Un botones nos lleva el equipaje a la habitación. Estoy algo abochornado porque no tengo pesos y ni modo que le dé 10 dólares por llevarme la maleta. Digo en voz alta que ya cambiaré en la ciudad los dólares, haciendo hincapié en varios Georges Washingtons. El moreno me mira. Se parece a Muhammed Alí. La misma expresión. Así que me apresuro a preguntarle su nombre para que no se me olvide. Muhammed se sonríe y me enseña el espacio entre los dientes de conejo.

Muy a tono con el siglo XXI, introduzco una tarjeta en una ranura de la puerta. La habitación es grande y acogedora. Se ve la playa. De este lado se observan menos personas. No veo las horas que Muhammed se vaya y me deje a solas para que ahora sea yo quien se juegue su pelea en el ring.

–Adiós Muhammed.
–¿Disculpe?
–Gracias –digo y el boxeador ya retirado, inesperadamente joven en Cartagena, libre del aterrador Parkinson se retira para que este boxeador peso pluma se juegue su pelea de box.

*

Luego de un par de horas de insustituible descanso, participamos de nuestro primer buffet. Comida italiana. Después del primer bocado caigo en la cuenta del acento de los comensales que nos rodean. Sobre todo de nuestros solidarios amigos del sur. Chita la payasá. Tan opulentos ellos. Calculo que venir desde el desierto del sur debe ser mucho más caro que venirse de la caótica Lima. Tienen pinta de turistas regulares. Cuando veo a una de sus mujeres servirse una larga lonja de lasagna de pollo, recuerdo lo que en Diarios de Motocicleta le decía el amigo del joven Che, a éste: “Las mujeres chilenas son las más putas de Sudamérica”. Salimos algo apurados a hacer un pequeño paseo. Estamos en el barrio de Bocagrande, zona comercial y hotelera. A unos metros el ancho mar. A estas alturas de la casi noche uno ya se siente invadido por las olas del mar caribeño y su ritmo muy guaguancó, así no estemos en la agorafóbica isla. Sin ser muy celeste como pintan, el mar de Cartagena: más cerca de la turbiedad arenosa de nuestras olas pacíficas como comprobaré a la mañana siguiente. Las tiendas están cerradas. Nada que comprar. Aunque Cartagena está plagada de tiendas oficiales de las grandes marcas europeas y americanas. Llegamos al extremo del espigón que es Bocagrande. Cada quince minutos pasan las Chivas, unos ómnibus típicos que no me parecen nada extraordinarios. Son como esos buses de escuela norteamericana que circulan por Lima, solo que la lata de los lados está abierta. Es muy colorinche y está repleto de licor. Recuerdan el flower power de los sesentas, solo que en lugar de beats, hippies, Keasy, Burroughs y compañía, jubilados y parejas maduras tratan de pasarla mejor que en sus frías tierras.

*

En uno de nuestros recorridos conocemos a Juancho. Un moreno de unos 50 años espigado, como todos aquí, de grandes ojos amarillos y enjuto como un quijote negro. Nos convence entre súplicas que le dejemos, patrón, explicar cómo es el tour que él ofrece. Primero que nada él es Juanchito, ampliamente conocido en Bocagrande y no hay nada que temer. Nos pregunta nuestra procedencia. Al ristre agrega:

–¿Nos visitan de Ecuador o Perú?

Nos pinta un periplo alucinante hasta Islas del Rosario: arena blanca, acuario en altamar, arquitectura colonial, un moreno como yo dándole de comer a un tiburón blanco, ceviche con ketchup, playas paradisiacas y otras finezas. Termina luego de mover las manos describiendo cómo se desliza el mar en esas latitudes y cómo mi esposa nadará hasta los corales reposando a unos metros de la orilla.

–Nada, nada, amigo del Perú, nada de tiburones, los tiburones están tan acostumbrados a comer negros, que ya solo les gusta la carne negra.

Algo debí sospechar de su campechanería cuando me dijo que el mejor Presidente que tuvo el Perú fue Alan García, un tipazo, se atoraba el moreno alzando una de sus manos hasta algunos centímetros sobre su cabeza.

–Grandazo el patrón.

Claro cómo no lo van a conocer al sujeto si se vino por aquí con los dólares MUC en la billetera. Puedo jurar que varios platos de comida se debe haber llevado Juancho a su mesa luego de decirle lo mismo que a mí. Me río de compromiso torciendo una mueca y pactamos el tour a sola firma. Como yo soy muy criollo, no voy a cometer la torpeza de entregarle mis pesos colombianos por adelantado, además me lo imagino con su sonrisa de lado, la mano sobre el parietal alisándose la cabellera y un pañuelo blanco abanicando el viento. Ni vuelta que darle, personajes disímiles han de haber desfilado por Cartagena. Políticos sobre todo.

Juancho nos busca más tarde en el hotel y nos lleva hasta el muelle, frente al Puente de los Pegasos: unos caballos alados, inmensos, con las patas en alto, a punto de despegar, se atisban a lo lejos. En la lancha nos sentamos entre una pareja de venezolanos y su hija de tres meses, una turista sueca y un latin lover colombiano, look rasta, que parece la está pasando muy bien con un ron Tres esquinas (la sueca está de más, borrachísima y muy cariñosa con la entrepierna del morenaje), una pareja de argentinos de unos 50 años y una bullanguera mancha de caribeños, probablemente cubanos exitosos residentes en Miami, que le hacen competencia con sus risas y bromas desafortunadas al motor de la lancha, más chilenos y una dosis nacional de colochos. Vamos a una prudente velocidad. Demasiada prudente diría yo. Empezamos a grabar la bahía, desde esta distancia podemos ver el casco antiguo de la ciudad y sus casonas bien conservadas brillando bajo el ardiente sol caribeño.

Media hora después de varios sobresaltos y el polo empapado, lejos muy lejos ya del casco turístico de la ciudad, la urbe empieza a tomar matices cada vez más panamericanos. Aparece en el escenario ese elemento unificador, ese elemento esencial que hace de nosotros lo que somos en verdad, el Nuevo Continente. Los eternos círculos de pobreza empiezan a lanzarnos su rostro más fiero y robusto. Desde el mar es fácil comprobar su salud. Pronto seremos como Diego Luna y Gael García en Y tu mamá también, se nos revelará el México de entre carreteras. En este caso: la Colombia de entre mares. Cerca a una de las fortificaciones coloniales, la lancha se detiene en un endeble puerto. A lo lejos se avizoran las casitas de material noble: medio derruidas, medio tristes. La seriedad del moreno que maneja la embarcación me trae a la cabeza la expresión pícara de Juanchito. En el extremo nos esperan 20 niños de no más de 9 años. Ávidos mueven sus brazos en alto y no dudan ni un segundo, cuando la lancha está a menos de un metro, en lanzarse en perfecto clavado al agua. Se acercan a estribor con sus cabecitas en alto.

–Parecen nutrias –no dudo en confesarle a mi mujer.

Desconcertados nos preguntamos todos: qué diablos hacemos ahí. Parece no haber nada que ver excepto la adivinada pobreza de esos niños que con algo de muda violencia, la violencia del hambre, nos piden soterradamente que les demos unas monedas. Todo parece haber sido dispuesto, algo tendrá que ver el viejo Juancho, me digo, incluso podría jurar que algunas de esas pequeñas nutrias se parece a él, quizá un primogénito que se gana la propina en el rancio arte de la supervivencia. Nadie se anima, todos, sin importar la nacionalidad ni el color de piel, observamos con desconfianza a los hijos de Juancho. Arriba otro moreno adolescente que oficiará de guía, experto conocedor de la fauna y flora del mar caribeño (pongámosle Vicentico), nos dice que la isla frente a nosotros se llama Isla Bomba y que la fortificación vecina fue el antiguo único ingreso a Cartagena de Indias en la dorada época de los virreyes, las castas sociales y los peluquines blancos para los ilustres. Después de otra media hora llegamos a unos islotes hechos de coral, casas de lujo fastuoso se presentan a la vista. Se supone que allí los súper archi millonarios de Colombia tienen sus posadas para pasar el verano. Incluso Pablo Escobar fue dueño de una de ellas. Según Vicentico, Don Escobar, el papi de los cárteles de la droga de toda Latinoamérica. Todos tenemos uno en casa. ¡Habla Lunarejo!

Llegamos a Islas del Rosario, después de las mil y una disculpas de la tripulación oficial. Hoy no abre el acuario, no hay negro dándole de comer a los tiburones, tampoco snorkel, porque no estaba estipulado en el precio del tour, ahora que si alguien se anima a pagar 20,000 pesos se le puede hacer el servicio en altamar con guía buzo incluido que les dirá el nombre de cada una de las más de 100 especies distintas de peces del Caribe colombiano.

De improviso se escucha el ruido de un motor y por la parte por donde se alcanza a ver una casa que el capitán de la lancha, con un ligero aire al Tino Asprilla, asegura había pertenecido al ex presidente Gaviria, apareció una embarcación mínima que en pocos minutos se apostó a nuestro lado. El pescador y su pequeño hijo (¿otro Juanchito?) nos ofrecen a un módico precio un ceviche colombiano en vaso de plástico: un camarón mediano, ketchup, mayonesa, algo de limón y un tomate de adorno. Los cubanos se compran varios. ¡Ojalá revienten!, le digo a mi esposa haciéndola reír. Arman un jolgorio de padre y señor mío en la parte posterior de la lancha. Los argentinos no lo pueden creer, muy serios, miran bajoneados la fiesta caribeña. Con desánimo escucho sus bromas:

–En qué se parecen una cubana y un camarón.
–¿En qué? –pregunta una de ellas, para seguirle el chiste.
–En la cola pues chico…

Minutos después llegamos a una pequeña isla. Un muelle como un brazo introducido en el hermoso mar, celeste, casi transparente, puesto casi como una decoración en la arena blanca. Lo previsible. Una colorida choza a la orilla, hamacas y asientos de lujo puestos a la vera del mar, vendedores de chucherías a montones que intentan iniciar a como dé lugar un diálogo con algún turista, uno solo. Nos echamos bajo la sombra de un arbusto muy cerca de la orilla. Se nos acerca un vendedor de collares y dijes. Empieza a hablarme sin parar, luego de saber de dónde vinimos, me asegura que Perú irá al Mundial y que junto a Colombia son de lo mejor de América. Y para confirmar esa fraternidad me regala un collar que asegura no vale nada. Yo me niego, pero es inútil, prácticamente me obliga a tomarlo. Otro vendedor aprovecha el gesto y se nos acerca para ofrecernos una langosta gigante, viva. Abre y cierra los tentáculos de modo musical. Nos tomamos varias fotos y todos nos reímos.

Nadamos más de una hora, ella empieza a jugar con la cámara, ojalá fuera submarina me dice quizá recordando un viejo chiste. A nuestro alrededor el mar es celestial y te provocaría llenarte de tragos tropicales hasta la embriaguez, y después, bueno después inevitablemente se acaba tanto placer. Los vendedores han terminado muy exhaustos con todo lo que han trajinado para vendernos sus productos: collares, peinetas, bolsas, camarones en ceviche, etc. Así que nos informan que estaremos un tanto en la Isla Bomba, nos servirán un suculento almuerzo y bueno señores turistas, eso sería todo. Ah, y no hay de qué preocuparse que esto sí está incluido en el tour. Nadie asiente ni sonríe. El que lleva el timón de esta barca agrega que lo único que debemos hacer es disfrutar de la sazón de Cartagena y su buen gusto en la Isla Bomba. Cuando mi esposa escuchó el dichoso nombre por segunda vez, se escarapeló todita. Yo empecé a mirar a los demás turistas. ¿Estaban todos completos? ¿Dónde estaba la sueca y el colocho gigoló? ¿Alguna guerrilla nos tenía preparado algún recibimiento y posterior secuestro? ¿Qué sería de nosotros en esa isla, esa tierra de nadie? Alejada de la parte continental y al parecer en medio del mar.

El motor empezó a ronronear pesadamente cuando la fortificación inicial, la que protege Isla Bomba desde el siglo XVII de piratas y corsarios, se materializó hacia la proa. Decenas de palmas blancas y costuras rojas se agitaban frente a nosotros, luchando por ayudarnos a salir sin caernos de la lancha. Esos mismos niños hambrientos que nos habían cercado horas antes, ahora mágicamente habían crecido: nutrias de 15, 18, 25, 35 años nos esperaban con los ojos desmesuradamente abiertos, nos extendían los brazos para desembarcarnos en el inusitado puerto, un poco más elevado. Dentro de esas fortificadas murallas, la idea que se tiene es que en lugar de proteger esa pequeña isla contra algo, se trata más bien de un impedimento para salir de ella. Un presidio.

Con desconfianza dejo que uno de ellos nos guíe, qué le hacemos, le indico a mi mujer con el ceño y el rostro contrariado. Nuestra primera telepatía de pareja. Me está adivinando la idea. Mira a su alrededor y observa igualmente confundida cómo somos presa de su necesidad.

–Todos necesitamos llevar algo de comer a nuestras mesas –me dice mi guía. Trata de ser amable, pero a mí solo se me cruzan noticias leídas en el periódico sobre los secuestros al paso de las FARC. Noticias aciagas donde el turista es el último en enterarse de la situación en la que se mete. A la vera del camino se observa la rala vegetación. Un poco más allá el pueblo de donde vienen todos en tropel. La misma expresión tensa en los rostros. Con ese semblante, que quiéralo o no deja de ser amable de tanto insistir en parecerlo. Todo se llena de desconfianza. Una pareja de norteamericanos que se nos unieron en las Islas del Rosario en lugar de la sueca y el colombiano, son los más asediados. Se agrupan de a tres a su alrededor, ofreciendo muchas cosas. Nos guían hacia una cabaña en medio del pueblo. Las casuchas se amontonan a los lados y los niños panzones gatean muy cerca de allí, otros ven la tele al centro de una de ellas, protegidos por la malla de un mosquitero, señoras dándoles de lactar a sus bebés sobre una hamaca. Nuestro guía nos tranquiliza:

–Todo está bien –nos repite insistentemente.

Todo el perímetro del comedor estaba cubierto de hombres como Juancho que con miradas furtivas vigilaban nuestros mínimos movimientos. El guía propone varias posibilidades para acompañar nuestro arroz con coco y pescado. Una gaseosa con sabor a uva o una cola sin marca. Nos sentamos todos muy juntos, como representantes de esa América inmensa, pobre y sola, rodeada ahora por su verdadera realidad. Una isla dentro de una isla. Nuestro guía nos trae nuestros pescados. Tomate y lechuga, un poco de arroz con coco y rodajas de plátano, que aquí los llaman patacones. Los amigos de Juancho miran el plato con avidez y una mueca de rencor que no logro adivinar por qué. Mudo rencor de ojos blancos hipnotizados por el deseo de comer. Cuando uno acaba, se acerca el que lo ha servido e inmediatamente retira el plato con las sobras y se las lleva a otro moreno que furtivamente las introduce en otra bolsa. Como sin ganas, no puedo (aunque lo quiera) dejar de ignorar eso. Tampoco el sabor salado del coco. Mi esposa no acaba su plato. Nos miramos y sé exactamente qué está pensando (¿otra telepatía?). ¡Nos debimos quedar en el hotel! El buffet. Su plato está casi intacto. No le ha gustado el arroz (salado) con coco. Yo tampoco tengo muchas ganas. Tanta gente mirándome y ofreciéndome vender lo que traen entre manos, me pone sumamente nervioso, me quita el apetito.

–Vámonos. Quiero regresar –me dice mi esposa–. No me siento bien con tanta gente mirándonos. Me siento como la mona de un parque de atracciones.
–El postre de una gran cena, dirás.
–Vámonos al hotel. No importa cómo. Esperamos en la lancha. Ya no quiero estar aquí.

Una mujer se nos acerca a vendernos cocadas, pero yo le rehuyo con malhumor. Nuestro guía aparece de improviso y se interpone entre la mujer y nosotros. Es como un guardián que debe impedir que uno de sus castigados escape.

–Les puedo mostrar el fuerte –nos dice sonriendo.
–No gracias, estamos cansados.
–Pero no está lejos, es una oportunidad única, patrón.
–No, estamos K.O… Mucha gente, maestro. Me pone de mal humor.
–Pero tiene que comprendernos patrón. De esto vivimos.
–Sí, pero es demasiado –le recalco mientras pasamos por las ruinas que según el guía son las travesuras de tres grandes huracanes: el César, Mitch e Iván. No sé si creerle, trato de recordar alguna noticia insensible. Gajes del turismo. ¿Creer o no creer?
–De algo tenemos que vivir. No tenemos agua.
–¿Y cómo hacen?
–La compramos o la traemos desde Cartagena. O en el peor de los casos, la juntamos cuando hay lluvias, aunque muchas no hay. Hervimos el agua salada a veces, pero malogra la ropa, se hace huecos…
–En mi país hay varios lugares en los que ocurre eso –le replico.
–Vamos, patrón, anímese.
–No. Realmente queremos irnos –le recalco.
–Aunque sea una propinita, patrón –me dice, mientras de todos lados empiezan a asomarse las cabezas de niños, mujeres, hombres, ancianos–. Para recordar a la gente del Perú. Por aquí pasa mucha gente y podemos hablar muy bien de los peruanos.
–¿Pasan mucho por aquí?
–No, la verdad patrón, ustedes son los primeros en mucho tiempo –dice. Mi mujer empieza a caminar, primero lento y después acelerando el paso hacia la lancha. Desde la cabaña se ven más personas, ya otro inicia su perorata de necesidades haciéndome gestos–. Patrón, ¡viva el Perú!
–Espérate, déjame ver –le digo retrocediendo, y haciendo la finta de que busco entre mis bolsillos. Ya sé que tengo unas monedas y un billete, que para ser sinceros no sé si es mucho o poco. La hago larga porque cada vez me siento más acorralado–. Toma –finalmente le digo.

El muchacho analiza el billete y me queda viendo con cara de sorpresa. No me quedo, casi huyo hacia la embarcación. Mi esposa me saluda desde el interior con los demás turistas. No sé cómo diablos han llegado hasta allí.

El tipo que me ayuda a abordar me pregunta de dónde vengo. Le digo que del Perú. Pizarro, responde. Pizarro. El Bayern. ¡Qué fenómenos los peruanos! Solano, Solano, dice otro muy cerca de allí. Del Newcastle, seguro que llegan al Mundial.

–Supongo –respondo con una sonrisa y me hundo en mi asiento, ansiando regresar al hotel, el buffet, la ciudad, sumergido en mi sueño de turista.


Cartagena, Abril 2005

Sunday, March 04, 2007

Ramonet Retruca

Entrevistas: Director de Le Monde Diplomatique acusa a Mario Vargas Llosa de autismo y critica el TLC entre Perú y Estados Unidos

Desde Barcelona: Lissete Herrera

Ignacio Ramonet concedió esta entrevista después de participar en el foro "Medio ambiente y participación local", organizado por la Diputación de Barcelona. Durante el evento, propuso un nuevo modelo de crecimiento que, con el cuidado al medio ambiente y uso sostenible de los recursos, derrote a la pobreza en América Latina.
Las conocidas posturas de izquierda del director de Le Monde Diplomatique son duramente criticadas por Álvaro Vargas Llosa, Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Alberto Montaner, que escribieron al alimón El Regreso del Idiota Latinoamericano, libro de próxima publicación (ver nota siguiente) y secuela de un primer trabajo publicado a mediados de la década pasada.
En una de sus recientes columnas, Mario Vargas Llosa consideró que una novedad de El Regreso "sobre el libro anterior es que ahora el fenómeno de la idiotez no lo auscultan los autores sólo en América Latina; también en Estados Unidos y en Europa, donde… la idiotez ideológica tiene también robustas y epónimas encarnaciones. Encabeza el palmarés el inefable Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, tribuna insuperable de toda la especie en el Viejo Continente y autor del más obsecuente y servil libro sobre Fidel Castro".
Ramonet no se intimidó para devolver la cortesía, pero antes dejó en claro su posición sobre el Tratado de Libre Comercio entre el Perú y los Estados Unidos. "En mi opinión es un enorme error. Perú debería integrarse al Mercosur".
–¿Cuáles, según usted, serían las consecuencias de firmar el TLC?
–Es que van a entrar todos los productos subvencionados de Estados Unidos. Es decir, dígale adiós a la agricultura peruana. Mire la situación de México, que tiene TLC hace quince años y ni siquiera produce maíz. Este producto es originario y hoy no lo tienen. Se necesita una reflexión antes de adoptar el TLC. Brasil, Argentina, que son grandes países, lo han rechazado. Y todos los países que han firmado el TLC piensan que sí funciona porque tienen la esperanza de exportar a Estados Unidos, pero van a exportar poco e importar mucho.
–Usted es autor de 100 horas con Fidel. ¿Qué cree que le espera a Cuba si Fidel Castro muere?
–Creo que no se va morir por el momento. Las noticias que tenemos son que está evolucionando positivamente, aunque todo puede ocurrir porque es una persona mayor que ha vivido una experiencia de salud traumática. Pero lo ocurrido en estos últimos siete meses es que hay una continuidad y creo que en Cuba las cosas evolucionarán. No creo que vaya a adoptar una solución como la asumida en Europa del Este. No creo que esa sea la vía deseada por la mayoría de los cubanos, favorables u hostiles al sistema. Todos quieren que se mantengan los servicios públicos, la enseñanza gratuita y generalizada, los cuidados médicos muy extendidos con pleno empleo. El 85% de los cubanos son propietarios de su alojamiento.
–¿Pero dónde queda el respeto de los derechos humanos y la libertad de expresión?
–Eso evolucionará. Tener un trabajo, educación y alojamiento son derechos humanos también. La libertad de expresión, que efectivamente está limitada en Cuba, mejorará si Estados Unidos modifica su relación con Cuba. Si deja de presionar, amenazar, estimular una agresión a Cuba, en ese caso, las cosas van a evolucionar como en cierta medida ya se da. Fíjese que la Iglesia Católica se expresa con mucha libertad. Los disidentes más célebres se encuentran libres y dan conferencias telefónicas con la prensa del exterior. Elisardo Sánchez, Oswaldo Payá, Martha Beatriz Roque y Vladimiro Roca critican al sistema y este no se cae por eso.
–Hace poco Mario Vargas Llosa lo ha criticado. ¿Qué le diría?
–Primero que encuentro inmoral, porque forma parte del nepotismo mediático, que un padre elogie el libro de su hijo. No es deontológico. Segundo, me parece normal que MVLl –que defiende una concepción del modelo económico y social que yo ataco constantemente y sea favorable a una sociedad injusta, al capital, a la explotación de los desheredados– me ataque. Me integra en un grupo en el que me siento muy bien, con Noam Chomsky y Harold Pinter, que recibió el premio Nobel. Él defiende a un grupito que no tiene ninguna audiencia. Creo que el autismo de Vargas Llosa es bastante caracterizado. Se pasea por los salones de los hoteles cinco estrellas y recibe premios. Ha dejado de ver lo que pasa en América Latina. Tiene que abrir los ojos y ver lo que pasa en Bolivia, Venezuela, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y en el mismo Perú. Quien ganó la primera vuelta de las elecciones fue Ollanta Humala. Él no ve eso y habla de nostálgicos del reaganismo cuando ya nadie habla de eso. Su miopía es tanta que en ese mismo artículo termina alabando el triunfo electoral de (Felipe) Calderón en México. Oiga, él ganó con 0,56 por ciento de diferencia. Si a eso lo llama un triunfo y hay sospechas de un fraude, entonces él, ¿de lado de quién está?

En la foto: Ignacio Ramonet. Con el TLC "van a entrar todos los productos subvencionados de Estados Unidos. Es decir, dígale adiós a la agricultura peruana". [Leyenda de Caretas]

La Idiotología Latina

Cultural: El regreso del perfecto idiota latinoamericano divide opiniones y adjetivos

Por Carlos Cabanillas

Idiota, palabra latina. No por Latinoamérica, sino por el latín. Originalmente, sin embargo, el concepto griego de idiotés aludía a los ciudadanos que obviaban los asuntos públicos, concentrándose sólo en su vida privada e ignorando la polis. Dejar la política sólo en manos de los políticos era una idiotez. Los griegos eran sabios.
Los tres autores de la saga del 'idiota latinoamericano' –ni sabios ni idiotas– opinan sobre política. Según artículos y entrevistas (con) cedidos por ellos, el concepto de esta nueva entrega es el mismo que el de la anterior, aunque ampliado. Es lógico, conociendo la línea editorial de Carlos Alberto Montaner, Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo. No siempre fue así. En El Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano (1997) se citan frases de los tres autores que hoy serían inverosímiles. Frases pro revolucionarias y antiimperialistas que ellos mismos calificaron de 'idioteces'. "Lo malo no es haber sido idiotas, sino continuar siéndolo", se lee en la página 381 de aquel libro. Diez años después, El regreso del perfecto idiota latinoamericano habla de los nuevos 'idiotas' que han subido al estrado político.
Para sus autores, el nuevo libro deslinda una frontera entre lo que llaman 'izquierda vegetariana' e 'izquierda carnívora'. Con la primera tienen vasos comunicantes. Es la izquierda del gobernante brasileño Lula, la chilena Michelle Bachelet, el uruguayo Tabaré Vásquez y el peruano Alan García. Es una izquierda que –según el prologuista del libro Mario Vargas Llosa– ya dejó el socialismo en la práctica y defiende conceptos capitalistas como la empresa privada (el mismo MVLl sostiene que el triunfo electoral de Alan García fue una derrota para el "idiota"). Esto, a pesar de labia y retórica zurda para la platea y el tándem Castro-Chávez. Este dúo, especie de padre-hijo ideológico, lleva la etiqueta de 'izquierda carnívora' endilgada por los autores. Y entre sus ramificaciones se destacan subespecies endogámicas como el nacionalismo, el estatismo, el populismo y el indigenismo. Este último encarnado por Evo Morales, con el cual los autores completan su santísima trinidad de 'idiotas'. El caso del flamante presidente ecuatoriano, Rafael Correa, se estudia con delicadeza debido a sus flirteos y coincidencias con el mencionado trío.
Pasando de la praxis a la teoría y de la realpolitik al pensamiento político, los autores también ajustan cuentas con Ignacio Ramonet (director de Le Monde Diplomatique y autor de una biografía de Fidel Castro), Noam Chomsky, y el Nobel de Literatura del 2005 Harold Pinter, conocido por su teatro del absurdo. Ya en el primer compendio de 'idiotas latinoamericanos' se despotrica contra libros de Eduardo Galeano, Herbert Marcuse, y la Teología de la Liberación del padre y premio Príncipe de Asturias 2003 Gustavo Gutiérrez. Para el sociólogo Gonzalo Portocarrero, el concepto del 'idiota latinoamericano' es un enfrentamiento con la izquierda intelectual. "El título es despectivo, descalificador", dice Portocarrero. La periodista Rosa María Palacios opina desde la otra orilla. No cree que el concepto del 'idiota' desvalore personas, sino más bien ideas. Pero todos se centran en el debate de si son o no son idiotas, dice. Además, ve con buenos ojos que el concepto se actualice en esta nueva entrega, y que por ejemplo analice el socialismo retórico. "Socialismo como el chileno, que de socialismo no tiene nada". El psicoanalista Jorge Bruce amplía el rollo 'idiológico'. "Es la otra cara de aquello que denuncian", sugiere Bruce. Para él, el 'idiota latinoamericano' demuestra que el viejo concepto de 'ideología' no ha desaparecido. "Siempre ha estado vigente, siempre lo estará. La ideología sigue arrastrando a personas inteligentes –como los autores de este libro– hacia discursos rígidos y despectivos. Me produce la misma desconfianza que los discursos marxistas intolerantes de mi juventud", se explaya el psicoanalista.
Su crítica apunta menos al fondo que a la forma del mensaje, la cual puede incluso generar empatía con los agraviados. "A pesar de que muchas de las cosas que mencionan constantemente los autores son ciertas", dice Bruce. Más allá de las certezas, "aquí hay un discurso que reclama la propiedad privada de la verdad", ironiza Bruce. Y con esa frase da el puntapié inicial al debate de siempre.

En la foto: Las 320 páginas en tapa dura editadas por Plaza Janés se esperan pronto en Lima. [Leyenda de Caretas]